lunes, 31 de diciembre de 2007

Feliz 2008 desde el centro de Australia

Aprovechando que en el camping en el que estamos hoy si que tienen Internet aprovechamos para felicitaros el anyo y desearos que sea mucho mejor que el 2007.
Felicidades para todos!!

martes, 25 de diciembre de 2007

Sopa de tortuga


Nos quedaba por ver la tortuga, y al final la vimos. Volvimos a Cairns desde la Magnetic Island y en los dos días que teníamos hasta coger el avión a Alice Springs nos marcamos otra excursión a la barrera de coral. Esta vez elegimos la más barata, que nos costó unos 65 dólares (unos 40 €) y la montaba una agencia llamada Compass. No teníamos muchas esperanzas de que fuera a valer la pena, porque entre otras cosas en Cairns estaba nublado y llovía a ratos. Como bien nos dijo el de la agencia, el tiempo de la barrera no siempre coincide con el de la costa y, efectivamente, no tuvimos ni una nube (y nos quemamos las pantorrillas). Aunque el barco era probablemente el más viejo del puerto y nos tuvimos que bajar a empujar varias veces por el camino, la excursión también valió la pena. La única pega que le vimos es que al ser tan lento pasas bastante menos tiempo en el agua que en la de Quicksilver. El arrecife al que te llevan también es algo menos fácil de ver que el de Agincourt, pero la relación calidad/precio sigue estando muy bien.

Y quizás por eso la gente que elige esta excursión (al menos por lo que vimos nosotros) suele ser la que nunca antes ha hecho snorkel, lo que tiene sus pros y sus contras. Entre los pros está que te ríes un montón con la familia india multigeneracional que comparte flotador o con la chica inglesa que tiene pánico al agua y chilla cada vez que ve un pez. La parte mala es que algunos, bien por nervios bien porque son así, te pegan con los patos cada dos o por tres o emergen de las profundidades justo en tu barbilla. Por no hablar de la que se lió cuando vieron a la tortuga... peor que en las rebajas. Por suerte nosotros nos tiramos los primeros y pudimos estar un ratito a solas con ella... y con el fotógrafo del barco, que no se despegaba gracias a sus bombonas de oxígeno y al coral que le iba dando. Luego llegaron las hordas y pensamos que la tortuga se iría enseguida, pero que va. Se quedó por allí, comiendo su coral y subiendo a la superficie a respirar cada vez que le apetecía. Los turistas nos dábamos literalmente de codazos para estar con ella, y la pobre también recibió alguno. Ahora entendemos para qué necesita el caparazón.

Como yo no estoy hecho para nadar y dar codazos a la vez me fui a dar de comer a los pececillos un trozo de pan que me había escondido hábilmente debajo del neopreno. y dejé a Carol peleándose con los demás turistas. Como a las miguitas no reaccionaban y viendo que se me hacía tarde, les saqué la barra de cuarto entera y empezaron a arrimarse algunos. Para desgracia mía por detrás vinieron dos de los gordos y por sorpresa me pegaron un buen bocado en el dedo. Así que les solté la barra entera y me fui antes de que llegaran los tiburones al olor de la sangre. No vinieron, y me pude quedar un rato más con la tortuga, pero enseguida nos llamaron desde el barco porque ya nos íbamos.

El camino de vuelta nos lo amenizaron con una turistada llamada bom-netting que nos hizo saltar lágrima de risa. Consiste en que atan una red a la parte trasera del barco y los más chulitos se tiran en ella para ser arrastrados por el barco. Por detrás va una barca escoba recogiendo a los que se sueltan. La gracia está en ver quien traga más agua, quien pierde el bikini o el bañador y quien recibe más porrazos, porque en la red van 5 turistas por metro cuadrado. Las tres categorías las ganaron sin discusión los varones hindús. Mientras, sus esposas, hijas y nietas, y el resto de los pasajeros, llorábamos de risa.

Llegamos a Cairns con las pantorrillas achicharradas por el sol, lo que prueba que nuestro estilo de flotación es todavía algo deficiente. Y de ahí, directos a Alice Springs y el Uluru, donde se nos van a comer los escorpiones y los cocodrilos. Seguiremos informando.

P.D. La foto del marrajo no la hemos hecho nosotros, pero es de un tiburón de arrecife igualito al que vimos. De adultos miden 2,20 metros...

sábado, 22 de diciembre de 2007

De compras por Queensland

Como estamos en navidad hemos decidido aparcar nuestra política de austeridad por unos días y nos hemos dedicado a ir de compras. Aquí lo que se lleva son los koalas de peluche, las señales de tráfico con canguros y las aguas con medusas mortales, todo muy baratito y disponible en cualquier comercio o playa que se precie. Tras algunas horas curioseando por las tiendas de Cairns recopilando peluches, cuando ya estábamos en la cola prestos a pagar, nos dimos cuenta de que estábamos siendo demasiado predecibles haciendo lo que hacían todos los turistas que pasan por aquí y cambiamos de planes. Tras conectarnos un rato a Internet para revisar las cuentas del banco y hacer unos cuantos números vimos que teníamos presupuesto suficiente como para dar un golpe en la mesa y apuntar alto, así que nos fuimos directos a visitar algunas agencias inmobiliarias de por aquí para cumplir un capricho que hacía tiempo teníamos en mente.

Queensland es la parte nororiental de Australia. Su costa es mundialmente famosa por ser la base desde la que explorar la Gran Barrera de Coral, por sus playas y por sus bosques subtropicales, los más antiguos del planeta. Aquí hace calor todo el año, y como pasa cuando te acercas mucho a los trópicos, en lugar de invierno y verano tienen temporada seca y temporada húmeda. Ahora empieza la húmeda, con bochorno intenso y nubes amenazadoras. Con el calor también llegan las medusas (jellyfishes o stingers las llaman aquí) y se adueñan de las playas y los arrecifes. Algunas son grandes, otras minúsculas y muchas de ellas mortales, por lo que a partir de Noviembre te tienes que poner un pijama de cuerpo entero para bañarte en el agua si no quieres tener altas probabilidades de que te lleven en helicóptero a un hospital. En algunas playas de pueblos turísticos (del estilo de Lloret, pongamos por caso) ponen redes en un área de playa del tamaño de una pista de baloncesto, y ahí se supone que no pueden entrar las medusas grandes. Por lo que nos han dicho hay unas muy pequeñas que son mortales y sí se pueden colar en la red, así que incluso en la zona "segura" es recomendable llevar el traje protector. Los australianos pueden estar cachas y tener un cierto gusto por el riesgo, pero tontos no son, así que lo que hacen es construir lagunas artificiales públicas al lado de la playa y bañarse en ellas tan ricamente. La verdad es que estas lagunas, que hemos visitado en Cairns y en Brisbane, están realmente bien, pero nosotros seguimos echando un poco de menos las playas tranquilas e inofensivas del mediterráneo. De todas formas, exceptuando el tema de las medusas y de los cocodrilos de aguas saladas, la zona es realmente idílica. Desde la costa se puede llegar a la gran barrera de coral en una hora, y por el camino puedes disfrutar de una pléyade de islas paradisíacas repletas de koalas, wallabies, cocodrilos y murciélagos gigantes. Eso sí, hay que llevarse repelente de insectos, machete y, a ser posible, un arma de calibre 45 o superior.

En la oficina inmobiliaria de Cairns nos dieron a elegir entre una docena de islas distintas, cada una con sus propias características. Unas tenían arenas blancas de sílice, otras bosques pluviales milenarios, otras magníficas zonas para hacer snorkel... Como nunca antes habíamos comprado una isla no sabíamos muy bien por cual decidirnos ni qué preguntar. Tras discutir por lo bajini delante del vendedor durante un par de horas finalmente le pedimos una de las baratitas. Tenían una cerca de Townsville, un poco cutre, a la que no habían puesto nombre aún y que consistía en unos cuantos kilometros de cantos rodados y bichos a mogollón. Nos venía al pelo y entraba dentro del presupuesto. Pedimos que nos cambiaran los cocodrilos por instalaciones misteriosas de la segunda guerra mundial y que nos hicieran un poquillo de descuento por los pedruscos. Al cabo de una breve negociación, y gracias al imparable auge del Euro, la isla ya era nuestra. Nos fuimos al backpackers de Cairns emocionados con la compra y con la visita que le íbamos a hacer a partir del día siguiente.

De Cairns a Townsville hay apenas 350 km de costa, y nosotros los hicimos en tren. Nos extrañó que los billetes fueran tan caros (unos 60 € ida y vuelta) y que sólo hubiera un tren diario, pero como los billetes de autobús estaban colapsados por los estudiantes que volvían a Sidney por navidad no teníamos alternativa. Una vez en el andén nos dimos cuenta de que casi todos los pasajeros subían al tren con un almohadón en lugar de con la clásica gallina. Cuando oímos a un niño aborigen despidiéndose de su padre desde dentro del vagón con un conmovedor y hollywoodiense "Daddy, run with the train!!" (Papá, corre con el tren!!) entendimos por qué. El padre podía haber sido cojo o llevar una pierna de madera y aún así haber seguido al tren andando durante kilómetros y kilómetros. En las siete horas y pico que duró el trayecto tuvimos tiempo de reflexionar sobre la entropía, la teoría de la relatividad y la elasticidad de la relación espacio-tiempo. En algunos momentos no sabíamos si estábamos quietos o parados, y en otros pensamos que nos tocaría bajar a empujar el tren. Mientras, por megafonía anunciaban que en Tully pararíamos tres veces seguidas porque el tren era tres veces más largo que el andén. No worries, que dicen aquí. Por suerte, de Townsville a nuestra isla sólo había veinte minutos en ferry.

Los de la inmobiliaria se habían portado bien y lo habían dejado todo como queríamos. Allí estaba esperándonos el cartel de "Bienvenido a la MAGNETIC ISLAND", y pocos metros después el clásico rótulo de "Koalas en los próximos 5 Km". Cómo estamos en fechas tan señaladas, perfectas para regalos y desgravaciones fiscales, hemos pensado que qué mejor que ponerle a la isla el nombre de la empresa, hacerla nuestra sede social y compartirla así con empleados y allegados. Fede, Pere, Paula y compañía... a partir de ahora y con el carnet de "Amigos de Magnetic" podréis acceder a las instalaciones de ésta, vuestra isla, y disfrutar de sus playas y cantos rodados. En cuanto tengamos completada la construcción del DIR y de las dos ópticas también tendreis un 30% de descuento, así que regocijaos en la dicha de pertenecer a tan gloriosa sociedad :). Raul, perdiste tu oportunidad, haberlo pensado mejor.

Estuvimos 3 días en la Magnetic Island, lo justo para revisar que todo estaba tal y como habíamos acordado con la inmobiliaria. En un par de paseos vimos media docena de koalas en libertad, varios wallabies y múltiples hordas de murciélagos de tamaños variados. Las instalaciones misteriosas eran realmente misteriosas, daban su yuyu. Los pedruscos eran monumentales y estaban homogéneamente repartidos por toda la isla, tal y como pedimos. Entre supervisión y supervisión nos alojamos en una choza del "Bungalow Bay Resort" que respondía perfectamente a las expectativas: instalaciones sin ningún tipo de mantenimiento, cocina con altas concentraciones de ántrax, vikingas en la piscina y concursos nocturnos de Trivial en el bar tropical. Como al Trivial no dábamos una, dedicamos las noches a NO alimentar a los possums y resto de bichejos que rondaban por allí. Les echamos unos trozos de pan bimbo, sin chopped ni salami ni nada dentro, que no alimentaban lo más mínimo, pero que al parecer les distraía el apetito. La verdad es que los possums son un poco atontaditos, y no me extraña que en Nueva Zelanda se dejen capturar y atropellar por millones. Los de Australia son algo más pequeños, pero igual de inocentes, y nos estuvimos entreteniendo con ellos un buen rato. Al día siguiente se vinieron a cenar con nosotros y se trajeron a toda la familia, para desgracia de las vikingas, que no parecían muy contentas de tener a aquellos marsupiales rondándoles los pies. Entre possum y possum nos dedicábamos a perseguir wallabies de roca (una especie de canguros pequeñitos) y kokaburras por las instalaciones del camping, aunque no llegamos a confraternizar con ninguno de ellos tanto como con los possums.

Con los koalas la relación fue un poco de amor-odio. A Carol le recordaban a la Chili y se quería llevar uno al bungalow, pero a mi me daba que bajo esa apariencia de peluche escondían propósitos malvados. Cuando están dormidos (el 70% del tiempo) parecen inofensivos, pero cuando abren los ojos tienen una mirada aviesa de fu-manchú que da muy mala espina. Además de dormir y abrir los ojos (ocasionalmente) son capaces de muchas otra actividades. Su repertorio de movimientos es incluso superior al de los clics de famóbil, por lo que su fama de aburridos no está del todo justificada: pueden comer eucalyptus, trepar por los árboles, rascarse el culo con las patas traseras o ulular al estilo Charly Rivel. En realidad se pasan el tiempo tramando planes maléficos que algún día llevarán a la práctica, por lo que no me extraña nada que a todos los viéramos sospechosamente cerca de las instalaciones militares abandonadas de la isla. Avisados quedáis.




Si quereis ver lo que es un marsupial, ved el video hasta el final.






Cómo visitar la Gran Barrera de Coral sin tragar agua


Una de las cosas que más nos está sorprendiendo de nosotros mismos en este viaje es el interés que nos suscitan los bichos y animalejos que nos encontramos por el camino. Hace pocos meses huíamos si se nos acercaba una gallina y ahora en cambio vamos por ahí persiguiendo focas, pingüinos y cualquier otra cosa que se mueva. Hasta los coleópteros que nos encontramos por los hostales nos parecen simpáticos. Igual es que echamos de menos a nuestros gatos, pero la cuestión es que bicho que vemos bicho que nos llama la atención. Ya nos hemos comprado nuestros libros para saber qué es cada cosa que vemos y si es o no peligrosa. Cocodrilos y arañas gigantes aún no hemos visto, pero sabemos que no andan muy lejos, así que vamos con los ojos abiertos como platos hasta en el súper. En Nueva Zelanda desarrollé la capacidad de detectar focas por el olfato (los leones marinos curiosamente no huelen) y confío en que mis poderes sean útiles también para los crocs, que les llaman aquí. Y mientras, nos hemos ido a visitar la Gran Barrera de Coral, que es una de las maravillas naturales del mundo y por eso la escribo con mayúsculas.



La aventura de visitar la barrera no empieza cuando te subes al barco, sino cuando tienes que elegir qué excursión hacer. La Gran Barrera tiene cientos de kilómetros de longitud que se reparten las infinitas compañías que organizan viajes hasta allí. Unas ofrecen cursos de buceo, otras snorkel (tubo, gafas y aletas), otras medio día, otras 3 inmersiones, otras 3 días con sus noches, otras 15 pasajeros y otras 300... Y en todos y cada uno de los locales de Cairns y del resto de ciudades cercanos a la barrera, desde hostales hasta el estanco, te ofrecen absolutamente todas las opciones y en algunos casos hasta te orientan sobre cual elegir. El problema es que de local a local te recomiendan cosas distintas, y acabas sospechando que la comisión que se llevan por tramitarte la reserva condiciona demasiado la elección. Nosotros estábamos interesados sólo en snorkel y como no teníamos tiempo ni dinero más que para una excursión queríamos que nos llevaran al mejor sitio posible. Finalmente seguimos los consejos que nos dio María, una lectora del blog que vive en Cairns y tiene una página de información sobre la ciudad, y contratamos con la empresa Quicksilver una visita al arrecife de Agincourt. Si venís por aquí y no tenéis ningún contactillo os recomendamos que preguntéis también en el local que hay justo en frente del PeterPan (agencia de viajes que ofrece Internet por 1 dolar la hora), que son muy eficientes. Si dudáis sobre quienes son, seguid la pista que nos dieron David y Marta: son EXPERTOS en escribir al revés. La pista parece un poco pobre, pero cuando los encuentras sabes que son ellos :) (gracias nens!!).



La excursión nos salió por la friolera de 90 euros por cabeza, una de las caritas. Además salía desde Port Douglas, unos cincuenta kilómetros al norte de Cairns, y nos tuvimos que levantar a las 6 de la mañana. Eso sí, aquí para cualquier cosa que pagas te ponen un autobús en la puerta del hotel, aunque en este caso tuvimos que dar cinco euros extra por el viaje hasta Port Douglas. Uno de los factores que influyen en el precio es que el arrecife de Agincourt está en el Outer Reef, que es la parte más alejada de la costa. Había otras similares 30 euros más baratas, pero nos habían insistido en que el arrecife exterior era realmente espectacular, así que nos decidimos por ir allí. Posiblemente hagamos otra excursión más barata cuando volvamos a Cairns, así que ya os contaremos si hay diferencia o no. En cualquier caso, al gasto de la excursión hay que sumar el alquiler de la cámara de fotos acuática, que son unos 25 euros al día. Es opcional, pero según nuestra opinión muy recomendable. Podéis alquilarlas en el barco (más caras) o ir el día anterior a alguno de los locales que se dedican exclusivamente a eso en Cairns. Son cámaras digitales de buena calidad , con vídeo, y llevan una carcasa (Carol le llama "housing") para que no les entre agua.



Según nos dijo una chica que conocimos en Nueva Zelanda sólo los catamaranes pueden llegar a la parte interesante del arrecife. Nosotros no entendemos mucho barcos, pero el "Silversonic" que nos llevó tenía pinta de serlo, aunque era considerablemente grande. Tenía espacio para 80 personas, y debía ir a un 70% de capacidad. Durante el viaje hasta el arrecife nos fueron explicando como ponernos las gafas, los pies de pato, y nos dieron consejos varios. Nos dijeron que veríamos corales, peces de todo tipo incluido el payaso de arrecife (Nemo), almejas gigantes y si teníamos suerte algún caballito de mar, tortugas y hasta delfines. Como tenemos ciertos problemas con el inglés australiano no acabamos de pillar todo lo que dijo el experto, pero nos dio la sensación de que la mayor parte la habíamos pillado.



Al cabo de una hora de viaje llegamos al arrecife. La sensación de estar en medio del océano y ver desde el barco el fondo del mar a escasos dos metros de la superficie es bastante surrealista, y da tal subidón que cuesta no tirarse al mar en cuanto para el barco. Pero antes había que ponerse los patos, las gafas, preparar la cámara y, sobretodo, embutirse en el traje anti-stingers que te protege de las picaduras de las peligrosísimas medusas que tienen por aquí. En mi caso además me tuve que untar de vaselina el bigote para que no me entrara agua por las gafas. Tras unos breves codazos con algún asiático nos hicimos un hueco en la plataforma y nos tiramos al agua. En cuanto metes la cabeza y nadas los escasos diez metros que separan al barco del coral más superficial entras en otro mundo. Es difícil de explicar, pero entre el glu-glu que oyes debajo del mar, los rayos de luz que iluminan perfectamente el fondo y los millones de peces que te rodean te sientes automáticamente como en un documental. Sólo echábamos de menos la voz en off que te explica lo que estás viendo, y que a mi me hubiera venido muy bien, especialmente cuando vi el primer tiburón.



Me sumergí un poco para ver una almeja del tamaño de un sofá (como la de la foto, mas o menos) y por medio se me cruzó un bicharraco de unos dos metros de largo que así a bote pronto me pareció bien chulo. En los escasos 3 segundos que aguanto bajo el agua me dio tiempo de procesar la imagen que estaba viendo, pero no me acababa de creer que fuera un tiburón, más que nada porque no sabía que allí hubiera tiburones. Pero sí que lo era, exactamente igual que los de las películas, y lo tenía a 3 metros escasos. Tras dos segundos procesando la imagen tarde otro más en recordar que hasta donde yo sé los tiburones se comen a la gente, y ya no procesé más información. Salí a la superficie y entre trago y trago de agua le dije a Carol, "Tiburones, vámonos para el barco". Y salimos echando leches y tragando agua. El resto de gente todavía estaba nadando a escasos metros del barco y no sabía si alertarles o no, así que decidí preguntar primero a la tripulación antes de meter la pata. Carol no se acababa de creer que había visto un tiburón y se quedó con el resto de la gente en el agua pensando que si no nos había comido ya es porque no debía tener hambre. Yo me fui directo hacia el más chulito del barco (en estos casos se agradece) y le dije "oye, que he visto un tiburón por allá" a lo cual me respondió con una cara un poco escéptica y algo así como "sí sí, un tiburón, hay algunos por aquí...". No sabía si es que no me creía o si no le daba importancia, pero como no nos habían hablado de tiburones en todo el viaje me pareció raro y me fui a por otros dos de la tripulación. "Oye, que hay tiburones, no son peligrosos?". Me dijeron que no, a menos que fueran más grandes que yo. Este era más grande que yo, por lo menos más largo, pero... me volví a tirar al agua.



En total nos pasamos 5 horas nadando por los arrecifes, en tres localizaciones distintas a cual más chula. Vimos una tortuga desde el barco que lamentablemente no se quedó a nadar con nosotros y peces enormes de todos los colores. Hacer fotos y vídeos debajo del agua es bastante difícil, sobretodo si no tienes práctica, aunque a base de practicar fuimos pillándole el truquillo. A lo largo del día yo volví a ver dos tiburones más, un poco más pequeños que el primero pero igual de escalofriantes. Sin embargo, al final les perdí tanto el miedo que al último de ellos lo estuve siguiendo durante diez minutos codo a codo con una pareja de canadienses. Por desgracia en ese momento la cámara la llevaba Carol, que debía estar a cien metros, y no pude hacerle vídeo ni fotos. En un momento en el que me había quedado sólo también me pareció oír un "criii-criii" de delfín, pero miré y miré alrededor y no vi ninguno. Cuando nos subíamos al barco un hombre que nadaba como los peces le contaba a su hija que había visto delfines, y tres de ellos acompañaron un rato al barco cuando ya dejábamos el arrecife. Entre inmersión e inmersión nos ofrecieron un buffet libre que nos ayudó a recargar energías, pero de todas formas por la noche caímos rendidos como bebés. Nos quedamos sin ver estrellas y caballitos de mar, rayas o peces Nemo, y nos quedamos con las ganas también de nadar con tortugas o delfines. Lo suficiente como para tener que volverlo a probar :)

domingo, 16 de diciembre de 2007

Santa Claus en la playa

Llevamos dos dias en Cairns y hasta ahora han sido los dias de mas relax de todo el viaje. El tiempo ha estado un poco revuelto y por las tardes nos ha llovido un poco, lo que ha retrasado nuestros planes de hacer snorkel en la barrera de coral. Como tampoco tenemos demasiada prisa, los hemos aprovechado para vaguear, escribir en el blog y organizar las mochilas (que iban repletas de ropa de invierno que ya no necesitaremos). Como podeis ver en la foto de arriba, el ambiente aqui es navidenyo total (hoy toca teclado ingles, ni tildes ni enyes). Ayer pasamos el dia tumbados en una especie de piscina-lago publico, viendo a un grupo que tocaban clasicos del rock y este desfile, que traia una muestra de todos los organismos publicos de Cairns: bomberos, policia, correos, ambulancia... Aqui la navidad se celebra sin pudor, y la gente se pone los cuernos de reno y los gorros de Santa sin ningun tipo de inhibicion. Acostumbrada al exagerado sentido del ridiculo espanyol, que en Barcelona se duplica, este despliegue navidenyo es una agradable sorpresa.


Como me he saltado los dias anteriores de nuestra llegada a Cairns, retomo la historia donde la deje en el post anterior, que fue en Airlie Beach. De ahi, y por recomendacion de Oscar, que, afortunadamente para nosotros, de vez en cuando lee el blog, nos fuimos a la Mission Beach, de la que sabiamos bien poco. Al llegar empezamos a encontrarnos carteles en la carretera que avisaban de que un bicho llamado cassowary, con forma de pavo, podia cruzarse delante de tu coche. Mas adelante otros carteles mostraban un coche que al atropellar uno de estos cassowaries quedaba como un acordeon. Pues si que son grandes los pavos estos, pensamos. Y tanto que eran grandes. Resulta que los cassowaries son una especie de pavos como salidos de la isla del doctor Moureau y llegan a medir hasta 1.75 de altura. En cuanto supimos de su existencia dedicamos el resto de nuestra corta estancia en la Mission Beach a localizar alguno. Preguntamos en el camping y nos fuimos a donde decian verlos mas a menudo. Nada. Nos fuimos a un centro de informacion de fauna y flora del lugar. Alli nos encontramos con un aleman que habia visto y fotografiado uno y contaba la experiencia a cualquiera que quisiera escucharle en un ingles que ya era malo de por si y que empeoraba a medida que aumentaba la emocion del chico. En el centro nos explicaron un monton de cosas de la zona; los ciclones que les habian azotado en los ultimos anyos, el trabajo que hacian de prevencion, la fauna del lugar... Con las indicaciones que nos dieron nos adentramos en el bosque otra vez, pero sin resultado. Al final, y como teniamos que estar en Cairns ese mismo dia, nos volvimos a montar en la furgoneta y cuando estabamos a punto de salir de la zona de cassowaries, se nos cruzo uno corriendo por la carretera. Yo tuve tiempo de hacer una foto con una mano mientras giraba el volante con la otra para salir de la carretera, mientras Alberto saltaba de la furgoneta camara de video en mano. Foto cutre y video movido, pero ahi estaba el cassowary registrado.


En la foto de arriba se ve nuestra flamante furgo y los pedazo de bichos que aparecen por todos lados. Este tiene pinta de poco peligroso, pero cuando lo ves medio dormido y en chanclas al entrar al banyo el sobresalto es inevitable. La furgo se ha portado muy bien y al final casi le teniamos cogidas las medidas. Alberto incluso ha perfeccionado su estilo de copilotaje. Para los no entendidos en la materia, voy a explicar en que consiste ese estilo superprofesional que marcara un antes y un despues en la historia de la conduccion amateur de furgonetas. Por lo que yo puedo ver, hay una preparacion previa en la que Alberto se sube al coche, se sienta en el asiento de copiloto y despliega el mapa de anillas sobre su regazo. Con un rapido golpe de vista localiza en el dibujo el punto exacto en el que nos encontramos y situa su dedo indice en el. A continuacion me hace una senya y eso significa que estamos listos para salir. A medida que vamos recorriendo kilometros, ese dedo indice se va deslizando con suavidad sobre el papel acompanyando la marcha del coche. Si aparece un cartel en la carretera que indica que estamos en el buen camino, comprueba en el mapa que asi sea y asiente con satisfaccion. Como las horas de conduccion son muchas y el trabajo de copiloto es extenuante, las fuerzas de Alberto a veces flaquean y da una cabezada. Cuando se despierta se encuentra con la inevitable desincronizacion de su dedo y nuestra actual ubicacion y son unos momentos de gran ansiedad hasta que por fin aparece algo que indica en el punto en el que estamos. Entonces Alberto respira aliviado, reubica su dedo y vuelve a relajarse. En raras ocasiones tenemos que parar porque no esta clara la ruta. En ese caso, si yo quisiera echar un vistazo al mapa, puedo tener por seguro de que ese dedo, y la mano que lo acompanya, pase lo que pase, no se desplazara del punto en el que esta. No importa que nuestro destino quede oculto debajo; Alberto me mira con cara de decirme que el dedo esta donde debe estar y moverlo seria una gran imprudencia. Yo me conformo con imaginarme lo que hay debajo y confio. Esto habitualmente nos conduce erroneamente durante algunas decenas de kilometros, pero con suerte en la siguiente parada la mano se ha desplazado y por fin el objetivo se revela ante nuestros ojos en el mapa, poniendonos en buen camino. Algunos dirian que este metodo de copilotaje es poco practico cuando no una estupidez total. Yo no puedo estar mas de acuerdo, pero es lo que me ha tocado en suerte. Tambien hay que reconocer que no hay otro mas divertido.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Video Nueva Zelanda

Como se nos ha acabado el repertorio de mentiras os ponemos un video relleno de animalejos para amenizaros la espera. Mejor poned el volumen alto, que lleva musica de los White Stripes.



miércoles, 12 de diciembre de 2007

De Brisbane a Cairns

El día 8 salimos de Brisbane camino de Cairns. La semana que pasamos en Brisbane nos vino muy bien y cuando cogimos la furgoneta de relocation ya habíamos recargado pilas (también literalmente). No teníamos muy claro qué furgoneta nos tocaba llevar pero al llegar a Maui nos dieron una pedazo de Wolksvagen con baño, ducha y hasta aire acondicionado (aparte del del coche, claro). Es todo lujos excepto que sólo tiene 6 horas de autonomía, y la primera noche la batería casi nos mata de un susto. Se puso a pitar a las 5 de la mañana y nos volvió locos hasta que averigüamos qué demonios pitaba y por qué. Desde entonces, si no estamos en camping la apagamos por la noche y que sobreviva lo que pueda en el frigorífico.


Volviendo a Brisbane, decir que nos dio pena irnos, porque es una ciudad muy agradable. Desde que llegamos a Australia estamos alucinados de lo amable que es todo el mundo. Nos tratan genial en todos lados y cuando nos ven de fuera nos hablan despacito. La gente es mas abierta y mas directa que en Nueva Zelanda y se tratan con muchas menos formulas de cortesia. Desde luego la fama que tienen de simpaticos es bien merecida.


En Brisbane visitamos un centro de koalas, Lone Pine Koala Park, donde pudimos ver una muestra de animales australianos: dingos, cocodrilos, wombats, águilas marinas y koalas, muchos koalas. Estaba muy curioso porque los koalas los tenían subidos a ramas de eucaliptus desperdigadas por todo el parque. Incluso en la cafetería había koalas, unos quince, que dormitaban agarrados cada uno a su rama de eucaliptus. También vimos una demostración de aves de presa y otra de pastoreo. A mí lo del pastoreo me engancha mucho. Desde que me mudé a Barcelona, donde las teles locales ponen muchos concursos de pastoreo, como esté haciendo zapping y vea uno ahí que me quedo. El show que vimos en el centro de koalas era muy sencillo; lo mejor el toque australiano del pastor estilo outback y el perro que pastoreaba subido encima de las ovejas.

Los días que estuvimos en Brisbane también los aprovechamos para planificar los venideros. De momento estaremos en la Barrera de Coral un par de semanas y luego hemos alquilado un 4WD para ver el Outback.

Mañana tenemos que llegar a Cairns. Es lo malo de las relocations, que has de hacer muchos kilómetros en pocos días. Lo bueno es que el alquiler es baratísimo y que te pagan la gasolina. Lo primero lo puedes arreglar alargando la relocation un par de días, si es posible, a un precio bastante bueno (75 $/d en nuestro caso). Eso te permite tener un par de días de no moverte en los que puedes visitar alguna cosa o hacer alguna actividad. En el trayecto que nosotros estamos haciendo, hemos ido rápido los dos primeros días y el tercero y el cuarto paramos en Airlie Beach para hacer una excursion a las Whitsunday Islands.

Airlie Beach es el típico sitio surfero que uno se imagina cuando piensa en Australia. Está lleno de gente joven, de excursiones en barco y de tiendas de postales y ropa playera. Nosotros salimos una noche (tarde-noche para nosotros, noche-noche para los australianos) y el ambientillo era mochilero total. Estuvimos en un bar donde dos rockeros-surferos bien entrados ya en los cincuenta tocaban canciones a demanda. Aquí el tipo de música que triunfa es el aor o adult oriented rock. Hay un montón de emisoras que ponen aor (mientras escribo este post los New Radicals suenan en la radio). Nosotros tan felices.

En Airlie Beach la oferta de excursiones para hacer snorkel no tienen fin. Tras mirar unos cuantos folletos nos decidimos por Ocean Rafting, que prometían 2 paradas de snorkel, merendola y velocidad a buen precio. En todas te alquilaban o prestaban stinger suits, unos trajes que te cubren todo menos las manos, los pies y la cabeza y que te protegen de la picadura de las medusas. En Airlie Beach desde noviembre a mayo y pese a tener una playa de postal, no pueden bañarse por las medusas, y se han construído un lago artificial de uso público al lado. Las medusas australianas son un poco más peligrosas que las que encontramos en las playas españolas. Hay dos tipos, la que he mencionado antes y la Irukandji que pueden ser mortales y que, como nos dijeron ayer, si te pican te aseguran un viaje en helicóptero y unas cuantas semanas en el hospital.

Ayer, como se había acordado, nos recogieron los de Ocean Rafting y nos montaron en un barco. Nos llevaron a ver la Whitsunday island en una lancha que iba a todo trapo. La isla era muy fotogénica, con una playa de arena blanca y el agua color turquesa. Comimos allí y luego paseamos por la orilla, viendo como nadaban a nuestro lado tiburones cebra. Los tiburones cebra eran pequeñitos, unos 60 cms y si te aproximabas, huían como gallinas.

Después de comer nos llevaron a hacer snorkel a la parte norte de la Hook island. Primero nos soltaron en un sitio en el que lo primero que vimos al caer al agua fue una pedazo de medusa a unos 2 metros por debajo. El resto de gente también la vió y lo comentó, todos nos desplazamos para otro lado y ahí quedó la cosa. Luego en una guía de medusas vimos que era de las que pican pero poco. Si los demás la identificaron al instante ya no lo sé, pero nadie se subió al barco al verla. Al minuto de bajar también me di cuenta de que mi funda acuática para la cámara (Aquapac) no valía para nada y la cámara nadaba en un charco pese a haber hecho todas las pruebas antes de meterla. Por suerte había tenido la precaución de doblar la protección con un ziplock y esto la salvó.

En el primer sitio de snorkel había mucho coral pero pocos peces, pero en el segundo nos hartamos de ver peces de todos los tamaños y colores que nadaban por entre nosotros buscando las migas de pan que les tiraban desde el barco. Había varios de unos 60 cms con aspecto prehistórico que aún no he conseguido identificar, que se paseaban por entre la gente a ver si les caía algo. Yo, que soy de secano, nunca había visto peces tan grandes fuera de los acuarios o los documentales.

Al final, y para rematar el viaje, nos llevaron a toda leche hasta casi el puerto para recocijo de los asistentes que saltábamos como pulgas al ritmo de la lancha. A eso de las 5 nos dejaron en el camping, contentos y agotados, y a las 10 ya estábamos en el sobre.

jueves, 6 de diciembre de 2007

La risa de la Kookaburra

En un post anterior dije que Brisbane nos recordaba algo a Barcelona. En realidad lo único que tienen en común es que son ciudades llenas de gente con edificios "de ladrillos", un clima algo bochornoso en verano, y quizás algunos edificios altos que parecen diseñados por el mismo arquitecto (tipo Diagonal Mar). Pero supongo que la escasez de ciudades en N.Z. nos condicionó un poco, porque en el resto son muy distintas. Para empezar, los edificios históricos de Brisbane son más modernos que nuestra casa de Barcelona, o lo que es lo mismo, tienen poco más de un siglo. El centro de la ciudad alterna edificios antigüos con algunos rascacielos, iglesias y multitud de centros comerciales interiores. Las calles centrales están dominadas por restaurantes y bares con terraza que desaparecen a partir de las 5 de la tarde, dos horas antes de que se haga de noche, y que hasta esa hora están abarrotadas de gente de todos los tipos y colores (y no son turistas!). Pero donde realmente se notan los 15.000 km de distancia es en los barrios residenciales y en sus casas de hierro y madera que recuerdan un poco a las de Louissiana. Y en la vida natural, claro.

Para que os hagais una idea de como es esto os diremos que aquí la expresión "matar dos pájaros de un tiro" es símil de desperdicio, porque si disparas al aire aleatoriamente lo normal es que caigan por lo menos cuatro bichos, y ninguno de ellos de menos de 2 kilos. Nuestra pensión, situada a diez minutos del centro y a diez minutos de Chinatown, se llama Kookaburra Inn en honor a uno de los pájaros que al parecer abundan por aquí, la "Kookaburra que ríe". Son unos bichos parecidos a los pelícanos, algo más pequeños, con una cabeza aparatosamente grande y un pico que parece sonreir. Cuando llegamos nos hizo gracia, y confiamos en poder ver alguna en los 7 días que íbamos a pasar aquí. Nuestra habitación está al lado de un patio rodeado de árboles y plantas, y como en la habitación hace bastante calor nos hemos salido fuera a cenar, desayunar y a escuchar a los "pajaritos", aunque esto último no era necesario porque desde la habitación se oían exáctamente igual que si estuviéramos en la selva. En realidad en la primera noche casi no nos dejaron dormir con sus chillidos, peleas y ruidos de ramas a punto de quebrarse. También hemos compartido patio con un sapo con capacidades vocales similares a las de Pavarotti. No hemos llegado a verlo porque parecía estar enterrado bajo tierra, pero ahora ya sabemos que si le tiras dos o tres vasos de agua encima se tranquiliza y se calla hasta que vuelve a tener sed. IMG_0635

El día siguiente lo pasamos dando un paseo por uno de los parques paradisíacos que tienen por aquí, con sus laguitos, árboles de todo tipo, bancos, pérgolas y demás. De los diez tipos distintos de pájaros que vimos los únicos mínimamente reconocibles para nosotros eran las palomas y las urracas, el resto parecían todos mutantes, especialmente unos muy grandes y desgarbados con pico en forma de hoz que luego descubrimos que se llamaban ibis. Entre pájaro y pájaro nos dimos cuenta de que inmóviles en las piedras en las que daba el sol, junto a las que estábamos sentados, dormitaban unos lagartos de entre 30 y 70 centímetros de largo que al principio confundimos con iguanas. Creo que no llegamos a gritar. Cuando empezó a ponerse el sol y los lagartos se metieron en el agua nos fuimos de vuelta al hotel, donde compartimos cocina y comedor con una pareja de Taiwan. Ellos también habían estado oyendo ruidos por la noche, y el chico estaba seguro de que se trataba de la misteriosa kookaburra porque en el mercadillo había encontrado un libro de animales australiano que al abrirlo emitía el ruido del animal que aparecía en cada página, y uno de ellos era la kookaburra. Total, que nos fuimos a la cama acompañados de nuevo por la risa de la kookaburra, que en teoría era algo así como "kukukukukukukakakkakakaaaaa" pero que a nosotros nos sonaba más bien como "ñiñiñiññiñiiiiiiii". Y más que reirse parecía que se peleaban. Yo esa noche soñé con murciélagos y volví a dormir más bien mal.

Eso fue anteanoche. Ayer por la mañana nos dedicamos a buscar una guía de animales por las librerias de Brisbane, que finalmente encontramos. La verdad es que teníamos mono de librería, y las de Australia están muy bien. Dimos vueltas varias, nos conectamos a Internet y empezamos a planificar el resto de nuestra visita a Australia. La vida en Australia no es tan cara como nos pensábamos. Comemos por 4 o 5 euros y dormimos por unos 20 cada uno. Yo hasta fui al cine por menos de 6 euros. Pero las distancias son tan largas que moverse de un sitio a otro resulta carísimo, especialmente al outback, donde está el Uluru. Hemos calculado que aquí nos vamos a tener que gastar un 35% más que en N.Z. o Japón, y eso que ya nos hemos aprendido algunos truquitos. Por ejemplo, de Brisbane a Cairns (1000 y pico km) iremos en una caravana de relocation que nos sale casi gratis y en la que además nos pagan la gasolina. El único problema es que te dan pocos días (6, 4 gratis y 2 de pago que hemos añadido nosotros) para tantos kilometros, y se trata de una de las zonas que más vale la pena. De Cairns a Alice Springs (en el desierto central) iremos en avión, y desde allí alquilaremos un 4x4 con cama para ver la zona durante 10 días, a precio de oro. Esperamos poder salir de Alice Springs en otra relocation con destino desconocido, pero no lo tenemos claro aún. En cualquier caso, ya empezamos a mentalizarnos de que si en algún sitio nos vamos a dejar más dinero del pensado va a ser aquí. Carol insiste en que son más o menos los números que hicimos antes de empezar el viaje, y tiene razón, pero...

Tras superar la depresión de los numeritos nos volvimos para el hostal cuando ya anochecía, pasando antes por el supermercado para comprar la cena. Al salir volvimos a oir el sonido de las kookaburras, en plan masivo, pero seguíamos sin verlas. No habíamos andado ni dos minutos cuando Carol dijo "¿¿¿Qué es eso de ahí arriba???". Por el cielo, a unos 30 metros de altura, revoloteaban graznando una especie de cuervos grandotes que no eran cuervos. Eran unos pedazo de murciélagos del tamaño de un gato, que entre ala y ala se acercaban al metro de envergadura, revoloteando alrededor de un árbol de tres pisos de alto que temblaba cada vez que uno de ellos se colgaba a descansar. Por un momento me dieron ganas de decir "A la batcueva, Robin!", pero en ese momento caí en la cuenta de que posiblemente las kookaburras de nuestra batcueva se reían raro porque no eran kookaburras sino murciélagos gigantes, así que en el hostal no íbamos a estar mucho más seguros. Nos quedamos un rato debajo del árbol intentando sacar vídeo o fotos, pero ya estaba demasiado oscuro. Hoy hemos vuelto a dormir al arrullo de los murciélagos gigantes, pero por lo menos yo ya no he tenido pesadillas.

Y mañana nos vamos a la reserva natural de Koalas de Lone Pine, donde se supone que hay bichos de todo tipo. Me parece que no va a haber mucha gente... para que van a ir aquí al zoo si los tienen en cada jardín??

martes, 4 de diciembre de 2007

Como visitar Nueva Zelanda en caravana

Nuestra visita a Nueva Zelanda ha sido nuestro bautismo de fuego en el mundo de las caravanas, por lo que no os extrañéis si comentamos aspectos aparentemente evidentes. Por ejemplo, aquí se conduce por la izquierda. Es algo que casi todo el mundo sabe antes de llegar, pero el dato completo es "aquí se conduce por la izquierda, se desconocen las carreteras, los signos de señalización son ligeramente distintos, se suele utilizar un vehículo más grande de lo habitual y cuando te dan la caravana llevas unas 30 horas de vuelo a la espalda y un jet-lag de no te menees". Así que cuando realmente te encuentras en situación, es algo estresante. Lo mismo pasa con muchos otros aspectos de la caravana cuando no estás acostumbrados a ellos. En este post intentaremos dar algunas pistas sobre los aspectos importantes a tener en cuenta si planeais visitar Nueva Zelanda en caravana o furgoneta.



Nueva Zelanda es un país preparado para viajar en caravana. Hay cultura caravanera, muchas empresas de alquiler y campings en todos los lugares, sean ciudades o rincones remotos. Es seguramente la forma ideal de viajar por un país en el que la naturaleza lo domina todo y en el que las ciudades no son más que excepciones.



Empresas de alquiler y precios



Hay muchas, y no sabríamos deciros si unas son mejores que otras. Lo que nos ha parecido ver es que en general pagas por lo que obtienes, y que cada una se segmenta en un determinado sector. Maui, Britz y Apollo son las más abundantes y generalmente las que lleva gente de edad media-alta. Son algo más caras, pero también son vehículos más nuevos, que luego revenden a las empresas más económicas. Escape, Wicked, Backpacker o Jucy Rentals se orientan al sector medio-bajo y son más frecuentes en gente joven. Los precios varían bastante en función del modelo y la temporada y algo menos en función del número de días que la alquilas. Las de gama media-alta son caravanas de verdad, mientras que las de de gama medio-bajo suelen ser furgonetas Toyota adaptadas con mayor o menor esmero. Cuanto más pagas, mayor comodidad, pero también mayor tamaño y menos flexibilidad para acceder a los sitios. Esto último es bastante importante, porque muchas carreteras interesantes son de gravilla, poco recomendables o prohibidas para vehículos grandes. Las grandes tienen un problema añadido, que es la duración de las baterías que alimentan la nevera. Suelen durar menos de 10 horas con el motor apagado. En realidad son caravanas pensadas para pasar la noche en campings, por lo que si piensas acampar al aire libre son más convenientes las pequeñas.



En nuestro caso alquilamos a Jucy Rentals un modelo Cruiza (Toyota Hiace adaptada) por cuarenta días de temporada media y alta, pagando unos 90 dolares neozelandeses (aprox 45 €) de media al día. Por debajo sólo estaban los modelos de Wicked y Escape, en los que la adaptación consiste únicamente en que la parte trasera se hace cama. En la nuestra por lo menos había nevera, fregadero, cocina y caja de seguridad, lo que nos da cierta comodidad y mucha independencia. La caja de seguridad es un factor en el que no pensamos en su momento, pero que nos ha sido muy muy útil teniendo en cuenta la cantidad de cacharros electrónicos que llevamos. Damart tuvieron más suerte o más idea y contrataron una del mismo modelo, precio parecido y mucha mejor distribución interna. La distribución no afecta mucho al precio, pero es un factor importante que da o quita comodidad, y la comodidad cuando te pasas muchas horas conduciendo, cocinando o durmiendo en 7 metros cuadrados es vital. Si contratáis furgoneta os recomendamos muy mucho una con una distribución similar a las Hiace de Britz. Otros consejos, que sea diesel, que tenga caja fuerte y que el grifo lleve bomba incorporada, y tened muy en cuenta la duración de las baterías. En nuestro caso podían aguantar unos dos días sin poner el motor en marcha.



Otros gastos inherentes al alquiler de la furgoneta son los campings, la gasolina y la alimentación. Los cámpings (plaza con alimentación eléctrica) suelen costar entre 15 y 20 dólares por noche y persona (al menos en Octubre/Noviembre; en Diciembre y Enero suben algo más) y la gasolina está a mitad de precio que en españa, más o menos un dolar NZ el litro. En lo que llevamos de viaje nuestro promedio es de 200 km al día y 7,2 € por cada 100 km. Salen unos 14 o 15 € al día de fuel. Pensad que si lo hacéis en menos tiempo seguramente hareis más km por día y que si además tenéis un vehículo diesel tendréis que pagar un extra por impuestos de 3 dólares x 100 km. Respecto a la alimentación, aunque los restaurantes de NZ no son muy caros ( 2 o 3 € una hamburguesa contundente, 5 o 6 un plato en un asiático) en la furgoneta podréis ahorrar y sobretodo comer lo que os apetezca en el momento en que os apetezca. La bombona de gas que viene con la furgoneta dura entre 20 días y un mes y recargarla cuesta menos de 2 €. Por otra parte, encontraréis casi todos los alimentos habituales en España más o menos al mismo precio promedio: los productos mediterráneos más caros que allí y los cárnicos y algunas frutas (aguacate, kiwi..) más baratos.



Los transportes alternativos(coche, autobús) salen más baratos en alquiler pero más caros si sumas el alojamiento (30€ las habitaciones dobles) y la alimentación (5-20 € día). La única alternativa más barata es tirar de coche + tienda de campaña, pero es considerablemente más incómoda que la furgoneta.



Cómo ahorrar dinero en la furgoneta



Hay varias alternativas para ahorrar dinero en el alquiler de la furgoneta, que sin duda es el gasto más importante del viaje, vuelos aparte. La ideal es la compra/venta. Tanto las empresas de alquiler como los viajeros mueven un mercado importante de compra venta de furgonetas viejas a precios muy económicos y con altas posibilidades de recolocación por un precio similar. El problema es que tienes que tener tiempo para gestionar las dos transacciones, que pueden llevar varias semanas. En nuestra opinión sólo es una opción interesante si vas a pasar seis meses o más por aquí, por lo que en nuestro caso no la contemplamos. La otra forma de ahorrar mucho dinero es mediante las relocations. El truco de las relocations es simple. El 80% de los turistas aterrizan en Auckland y allí mismo recogen la furgoneta con la que viajan a lo largo y ancho de las dos islas, acabando su recorrido en Chistchurch, Queenstown o cualquier otro punto de la isla sur. Desde allí hay que volver a subir muchísimas furgonetas hasta la isla norte, por lo que las agencias de alquiler tienen ofertas de relocation que salen casi gratis. En algunas hasta te dan cheques para gasolina o te pagan el ferry entre islas. A cambio te comprometes a entregar la furgoneta en la otra punta del país en un plazo muy corto de tiempo (de 3 a 6 días dependiendo de la oferta). Las relocations son ideales si tienes mucha flexibilidad, si aterrizas en la isla Sur y si no te angustia replanificar la ruta cada día. Nosotros conseguimos dos durante dos semana en Australia y nos ahorramos un buen dineral, aunque tuvimos que hacer muchísimos km en pocos días y saltarnos algunos sitios que nos interesaban. Nuestros amigos de Damart viajaron gratis casi la mitad de los días en caravanas de gama alta por N.Z.. Para más información sobre su experiencia podeis visitar su blog.



Otro truquito que os puede ahorrar algún dinero es comprar un convertidor de corriente continua para poder recargar cámaras, portátiles y cualquier otro aparato sin necesidad de pasar la noche en campings. Los puedes encontrar nuevos en la cadena Dicksmith (30 €) o de segunda mano en los Cash&Converters. Se enchufan al encendedor, y gracias a ellos podrás tener siempre cargado todo el equipo. Si no te lo quieres llevar para casa los puedes volver a vender en el Cash&Converter por la mitad de lo que te costó.



Seguro



Otro factor a tener en cuenta es el tema del seguro. En el alquiler se incluye un seguro mínimo que no cubre daños propios, por lo que al precio del alquiler debéis sumar una fianza que puede llegar a los 1000 € (mucho cuidado con el límite de la tarjeta) de la que se os descontarán daños, desperfectos y multas en la furgoneta. Sí durante el viaje tienes un accidente y la furgoneta sufre daños se quedarán la fianza y te obligarán a dejar otra igual para proseguir el viaje con una furgoneta de repuesto. Si pagas una cierta cantidad al día puedes reducir la fianza a la mitad o incluso a cero, pero te puede costar bastante caro, especialmente si es para un alquiler largo. En nuestro caso sólo contratamos un seguro adicional de ruedas y parabrisas por 1 euro extra al día. Usamos 40 días con la furgoneta sin ningún problema. Con el alquiler siempre se incluye un servicio de atención en carretera que será gratis si se trata de un problema mecánico y de pago si se trata de un error del conductor (quedarte sin baterías, gasolina, etc...). En nuestro caso nos devolvieron la fianza entera, y lo mismo nos ha pasado en Australia con las 3 o 4 que alquilamos. También es cierto que conducimos con cuidadito :)



Cómo alquilar



Se puede hacer desde Internet dejando una fianza. Es frecuente que te vayan a buscar al Aeropuerto o al hotel en el que te alojes el día de inicio del alquiler y te expliquen mínimamente como funciona la furgoneta/caravana. Cuidado porque asumen que sabes de que va el tema y tampoco se esmeran mucho con las explicaciones, especialmente las empresas de gama baja. Si vas a ir en Diciembre o Enero mejor reserva con tiempo, si vas a utilizar relocations busca ofertas una o dos semanas antes y mientras estés allí. Si jamás has utilizado una caravana es recomendable que te lo tomes con calma los primeros días. Realmente el único problema para alquilar una furgoneta en N.Z. es aclararte con ellos por teléfono, porque tienen un inglés un poco complicado.



Dónde acampar



Mucha gente, incluídos nosotros, llega a N.Z. pensando que se trata de un país extremadamente seguro en el que se puede acampar en cualquier sitio. Nosotros no hemos tenido ningún susto ni hemos visto peligro en ningún lado, pero la gente local te recomienda a todas horas que no acampes fuera de los campings ni dejes objetos de valor en la furgoneta. No sabemos si lo hacen de buena fe o para que te dejes el dinero en los campings, pero la verdad es que si hubiéramos seguido sus consejos al pie de la letra la furgoneta hubiera sido poco menos que inservible. Si quieres hacer excursiones, visitar atracciones, etc, inevitablemente tienes que dejar el vehículo aparcado en sitios aislados ideales para los ladrones. En muchos zonas de parking, especialmente en la isla Norte, te avisan de que hay ladrones actuando en la zona, y prácticamente te acusan de fomentar el robo si dejas allí la furgoneta. También es frecuente encontrar furgonetas con pegatinas en las que se lee "Robar es un delito" o "Dios te está vigilando", pero policías se ven más bien pocos. A nosotros nos parece que como aquí son más bien beatillos confían la seguridad pública a los angelitos, lo que también nos induce a pensar que exageran algo porque están poco acostumbrados a comportamientos incívicos. El nivel de alerta al que estamos acostumbrados en España nos parece más que suficiente para evitar hurtos, lo que no impide que sea muy recomendable llevar una caja de seguridad en la furgoneta.



Respecto a dónde acampar para pasar la noche... es todo un mundo. La opción natural, porque todo está preparado para ello, es acampar en un camping y pagar los 15/20 € que suelen costar. Las instalaciones suelen ser buenas, con cocina, sala de TV/Internet y duchas y servicios limpios y agradables. Pero los horarios son estrictos, Internet caro y en ocasiones te sientes un poco esquilmado porque en algunos (pocos) cámpings te hacen pagar hasta para ducharte y en todos te cierran la recepción y las cocinas a las 10 de la noche como tarde y te echan a las 10 de la mañana siguiente. La cadena Top10 tiene campings de calidad repartidos por todo el país y un carnet de socio que también se puede utilizar en la cadena Big4 australiana. Si queréis acampar en campings privados, los Top10 son una buena opción.



Si tenéis un presupuesto ajustado o no os apetece adaptaros a los horarios de los campings hay más opciones interesantes, como los camping del DOC (Departamento de Conservación). Se trata de zonas de acampada públicas que ofrecen servicios limitados y precios reducidos. Son ideales para ir por libre y gastar poco dinero (algunas son gratis y en otras pagas sólo si no te apetece madrugar mucho). En unas pocas encuentras servicios similares a los de un camping de pago, como cocina, duchas y alimentación por dos o tres € al día. Son algo difíciles de encontrar, pero valen mucho la pena y suelen disfrutar de entornos pintorescos. En los puestos de información de cualquier pueblo o atracción turística encontraréis catálogos del departamento de conservación con la lista completa de los campings y sus características. Aún así, algunos os costará encontrarlos y a otros no podréis acceder con coche, así que intentad contar con planes alternativos. Si vais en temporada alta deberéis reservar y os encontraréis precios más caros. Evitad el campamento de Abel Tasman, es carísimo y casi no ofrece servicios. Por contra, si pasáis por los Nelson Lakes y St Arnaud (isla Sur) no dejéis de parar en el campamento del DOC, tiene casi los mismos servicios que un camping de pago y es prácticamente gratis. Otros sites interesantes son los de Cape Fear (isla Norte) y el de Otaki Forest. Desde los campamentos del DOC suelen salir pistas de trekking muy interesantes.



Finalmente está la opción de acampada libre, que es evidentemente la más barata y la menos legal. En algunos sitios aparentemente ideales para acampar, como aparcamientos de zonas turísticas o playas, tienen carteles en los que prohiben expresamente pasar la noche. En algunas regiones la prohibición es general fuera de los campings privados. En el resto no sabemos si es legal o no, pero nosotros acampamos sin que nadie nos dijera nada, y hemos ido viendo que mucha otra gente lo hacía también. La principal dificultad es que todo el campo tiene dueño, y en consecuencia está vallado. Pero si te vas fijando y te metes por carreteras secundarias acabas encontrando sitios cubiertos por árboles, terraplenes o zonas de picnic en las que no prohiben expresamente acampar. Cuanto más turística es la zona y más playera más difícil es encontrar un buen sitio gratuíto y más prohibiciones hay.



Como orientación os detallamos una serie de sitios (lo iremos ampliando) en los que hemos encontrado buenos sitios para pasar la noche, aunque dependiendo de las comodidades o sensación de seguridad que necesitéis os pueden parecer más o menos adecuados:



Isla Sur:

  • Nelson Lakes,campamento del DOC en St Arnaud. Cocinas, alimentación y duchas junto a un lago. Pagas 2 o 3 €, pero vale la pena.
  • Lago Pukaki. A menos de 1 km al este del punto de información, pasada la presa, sale un caminillo de cabras de la carretera 8 hacia el lago. El caminillo lleva a una zona que no se ve desde la carretera en la que verás multitud de restos de hogueras. Seguramente no serás el único que acampe allí esa noche. (Gracias por la pista Damart!)
  • Lago Waitaki. Los lagos de la zona tienen multitud de zonas de acampada, parecen gratis pero son de pago. Oculto entre todos ellos hay uno que es gratis, en la presa del lago Benmore. Nosotros nos lo saltamos :(
  • Península de Otago. En el carpark de la Sandfly Bay, donde se pueden ver pingüinos de ojos amarillos y leones marinos, en teoría está prohibido acampar, pero fuimos unos cinco coches los que lo hicimos, algunos hasta con tiendas de campaña. El tema es que la mejor hora para ver a los animales es cuando empieza a oscurecer o a amanecer, y la carretera de acceso es muy mala para conducir de noche. Al menos esa es la excusa que nos preparamos nosotros por si alguien nos decía algo :)
  • Catlins. Cannibal Bay. En ningún sitio prohiben acampar, y nosotros lo hicimos con otras 3 furgonetas a 10 metros de la playa. Cuidado con las focas y los leones marinos, es posible que se autoinviten a desayunar!
  • Catlins. Waipapa point. Hay un lavabo público cochambroso, pero las vistas están muy bien y suele haber overbooking de caravanas a última hora de la tarde buscando el mejor sitio para pasar la noche.


Nuestra opinión


Después de dejar N.Z. y de recorrer parte de Australia también en furgo estamos más convencidos aún de que N.Z. está hecha a medida de la furgoneta. No podemos decir que sea la forma más económica de viajar allí, pero sí la que ofrece la mayor satisfacción, o eso creemos. Australia, por ejemplo, es demasiado grande para hacerla en caravana y no hay casi alicientes entre sitios turísticos, pero en NZ realmente disfrutas tanto cuando conduces como cuando llegas al destino, que suele ser impresionante. También hemos visto claro que vale la pena usar los campamentos del DOC o acampar por libre con frecuencia, porque da mucha más flexibilidad y en muchos casos puedes acampar en sitios realmente espectaculares. Los campings están bien, pero realmente son sus duchas lo único que echas de menos cuando acampas por libre. En cuanto a la furgoneta ideal... a mayor tamaño mayor precio, mayor comodidad (en camping), menor libertad y menor facilidad para conducir. Las caravanas grandes están pensadas para ir por carretera asfaltada y dormir en campings, así que si queréis tener más libertad y ahorrar algún dinero os recomendamos una pequeña o mediana, y mejor si tiene caja fuerte. En cuanto al mes ideal para visitar N.Z. es algo bastante relativo. Nosotros fuimos en Octubre-Noviembre. En Octubre aún hace fresco como para aprovechar el mar y hay algunos caminos y carreterillas cortadas por temas de ganado. Noviembre era perfecto para disfrutar de la isla sur y caminar, pero no sabemos si en la isla norte hacía suficiente calor como para aprovechar las playas y lagos. A finales de Noviembre ya empezaba a hacer calor de verdad, por lo que nos pareció que en Diciembre haría demasiado para dormir en furgoneta y para hacer caminatas. Creemos que Noviembre y Mayo son los meses ideales porque el tiempo es fresco pero agradable, no hay casi nadie aún y los precios son más bajos.

Videos

Como en Australia los cibercafes van mas rapidos y son mas baratos vamos a aprovechar para subir los videos de Nueva Zelanda que no hemos subido hasta ahora. De momento os pongo uno con paisajitos y musica de Elliot Smith.



lunes, 3 de diciembre de 2007

Los Kiwis, la comida y los viajeros del camino

En un post anterior un lector anónimo nos reclamaba más información sobre gastronomía neozelandesa y sobre la gente que hayamos conocido en tierra de los Kiwi. Da para un post de cuatro líneas como mucho, así que habrá que rellenarlo un poco para que quepa por lo menos una foto.

En 40 días por aquí lo único que hemos podido averiguar sobre la cultura gastronómica neozelandesa es que o no existe o la tienen muy escondida. Lo más parecido que hemos visto a cocina local han sido los take-aways y fish and chips de comida rápida. Restaurantes con mesas, sillas y manteles sólo hemos visto thailandeses, camboyanos, malayos o turcos, así que lo poco que sabemos lo hemos deducido de los supermercados y de las guías de viaje. En el primer super que visitamos nos dimos cuenta de que los formatos dominantes eran los king-size, giant-size y elephant-size, especialmente si se trataba de salchichas, bacon, jamón o cordero. Suponemos que como los núcleos de población son muy poco densos las familias bajan a abastecerse a los pueblos cada dos o tres semanas y lo compran todo por toneladas. También es cierto que la corpulencia y, por que no decirlo, el sobrepeso evidente del 70% de los neozelandeses nos induce a pensar que aquí la gente come bastante a lo bruto. Las salchichas de todo tipo y tamaño predominan sobre el resto de productos del supermercado, aunque la verdad es que también tienen una buena variedad de verduras y frutas que seguramente usan como decoración. Sabemos también que en algunas regiones tienen mucha fama los crayfishes (una especie de cangrejos) y los whitebait. Estos últimos son una especie de anguilas pequeñas y transparentes, casi fideos, que se pescan con una red parecedida a un cazamariposas y se venden por litros. Al parecer los fríen rebozados en harina y los comen enteros, ojos incluídos, a modo de delicatessen.

Las librerías que hemos visitado, todas ellas clónicas y más bien poco provistas, también nos han servido para sacar algunas conclusiones respecto a la dieta neozelandesa. Al parecer aquí una buena comida no se va a comprar al super de al lado de casa, sino que se va a buscar a su origen, ya sea éste una montaña de 2000 metros, un rio inaccesible o las rocas de un acantilado. Hemos visto varios libros de recetas en los que la primera parte de cada una de ellas consiste en un mapa con la zona de pesca o caza recomendada para obtener los ingredientes y en los que las fotos no son del plato acabado sino del producto vivo, del paisaje o de los cazadores en plena tarea. Es normal que con tanta afición al campo haya infinidad de revistas sobre pesca y caza, pero nos ha sorpendido lo especializadas que llegan a ser. Las dedicadas en exclusiva a la caza del jabalí son las que más nos han impactado. En primer lugar porque no entendemos como puede haber mercado para cuatro revistas distintas sobre caza del jabalí si son menos de cuatro millones de neozelandéses, y en segundo lugar por la bestialidad de las imágenes que publican, llenas de machetes ensangrentados, cazadores posando mientras destripan a sus presas o adolescentes acarreando a la espalda jabalies que son casi más grandes que ellos.

En realidad nuestra relación con la comida neozelandesa ha sido bastante puntual, casi tan puntual como nuestra relación con los Kiwis, con los que sólo hemos hablado para pagar en las gasolineras, campings y supermercados. En contadas ocasiones la conversación se ha alargado más de lo justamente necesario, en los más de los casos porque el kiwi iba a lo suyo y en otras porque el idioma les tiraba para atrás. Era curioso ver como los kiwis más extrovertidos y campechanos se iban haciendo pequeñitos cuando se daban cuenta de que no eras de allí y, sobretodo, no les entendías ni la mitad de lo que decían en su cerradísimo inglés. En cuanto veían que la conversación iba a ser un poco complicada se les mudaba la cara y empezaban a dar pasitos hacia atrás disimuladamente, como queriendo huir. Viniendo de Japón, donde la gente te entendía y se hacía entender con cuatro palabras, nos ha resultado doblemente chocante que en Nueva Zelanda fuera tan problemático comunicarse, así que entre eso y los días y días que nos hemos pasado aislados en el campo no es de extrañar que se nos soltara la lengua en cuanto encontrábamos una oportunidad.

Que la verdad es que no fueron muchas. Aparte de los días que pasamos con David y Marta sólo hemos tenido conversaciones más o menos largas con la jefa del caping Top10 de Whangarei, que había vivido en Barcelona hacía muchos años y hablaba castellano, con el dueño del camping de Dunedin, que había visitado Barcelona y la Costa Brava ese mismo verano y con la chica de Ezy Rentals que nos llevó al aeropuerto, que estaba enamorada de Barcelona. Es que Barcelona aquí triunfa bastante (bastante más que Madrid :P) y en un libro que ojeamos incluso hablaban de mi barrio del Clot, concretamente de la estación de cercanías. La autora decía algo así como "Con un nombre como Clot (boquete) era evidente que se tenía que vengar del mundo y hacérnoslo pagar de alguna forma. Estuvimos perdidos allí durante dos horas...". Lástima que la señora no pueda estar allí ahora y ver como ha mejorado el servicio de cercanías en estos últimos diez años... XD.

En fin, que con los kiwis no hemos hecho muchas migas. Con los viajeros del camino algunas más. Coincidimos con dos valencianos muy majos (Carla & company) en la cocina del camping del Tongariro. Estaban un poco atabalats porque tenían quince días para ver toda Nueva Zelanda y andaban liados con planos y timings, pero tuvieron tiempo para dejarnos unos platos y cubiertos que nos habíamos olvidado en la caravana (gracias!). Luego, mientras veíamos los pancakes de Punakani (¿?) con David y Marta, conocimos a cuatro catalanes talluditos, que nos triplicaban en energía, que llevaban un plan muy similar al nuestro y que se notaba que también tenían ganas de hablar. De ellos aprendimos una nueva palabra que se nos ha quedado grabada y ya no vamos a dejar de utilizar: "los powers", que equivalen a una unidad de la moneda local del sitio en el que estás. ¿Cuanto vale esto? 20. ¿Pero 20 que? ¿20 euros, 20 yenes, 20 rupias, 20 dolares...? 20 powers, y así no tienes que concentrarte en recordar que moneda estás usando en ese momento. Genial, sobretodo cuando cambias de país con más frecuencia que de ropa interior. Nos intercambiamos consejos y aventurillas varias y tras apuntarnos los mails los integrantes del equipo "Mejillón" seguimos para el norte mientras el equipo "Powers" bajaba para el sur. Semanas más tarde nos volvimos a encontrar en Queenstown, como no, en los lavabos públicos y ahí se nos acumuló el trabajo, porque todos teníamos ganas de hablar pero... unos se tenían que ir al aeropuerto, otros estuvimos mirando un transformador que no funcionaba, comparando rutas, etc.. y todos teníamos que pasar por el lavabo, que por eso estábamos allí. Nos despedimos de Maite, Manu & Powers conscientes de que iba a pasar tiempo hasta que volviéramos a conversar con alguién más y con la esperanza de reencontrarlos en Indonesia, Malasia o cualquier otro rincón de Asia.

Lo mejor y lo peor de Nueva Zelanda es que aquí la gente es casi una anécdota. Aunque hemos disfrutado muchísimo con los paisajes, las caminatas y los animalejos (hasta el punto de que creemos que jamás encontraremos un país comparable) hemos echado en falta el dinamismo y la sobreestimulación de las ciudades. Ahora, recién aterrizados en Brisbane , que nos recuerda vagamente a Barcelona, somos más conscientes todavía de lo urbanitas que somos, y de lo mucho que nos gusta sentarnos en un banco y ver pasar a la gente. Por cierto, lo de que casi todos los australianos tienen un antepasado carcelario tiene pinta de ser verdad, al menos a vista de banco callejero...







Comunicacion estilo Kiwi

domingo, 2 de diciembre de 2007

Jelou Australia, gudbai Niu Zialan

Ayer dejamos la tierra de las ovejas y los corderitos para subirnos en un vuelo que tras un tránsito un poco acelerado y unas maletas que llegaron de chiripa casi dos horas más tarde, nos trajo a Brisbane, en Australia. Nuestros últimos días en Nueva Zelanda los hemos aprovechado viendo los alrededores de Queenstown, de los que habíamos leído cosas muy buenas que se quedaban cortas. La misma Queenstown es una ciudad bastante agradable con una localización estupenda junto a un lago. También pasamos la noche en los lagos Mavora, a medio camino entre Te Anau y Queenstown, que bien merecen una visita, aunque sólo sea porque allí se rodaron bastantes escenas del Señor de los Anillos, la más reconocible de ellas los bordes del bosque Fangorn.

Tanto Wanaka (en la foto) como Glenorchy, los dos puntos marcados de interés a ambos lados de Queenstown merecen una visita. En Wanaka fuimos a ver el glaciar Rob Roy, que nos costó una buena hora y media de subida. Arriba nos encontramos con una kea, que es una especie de loro enorme que vive en las zonas montañosas de la isla sur. Cuando puede haber keas, el DOC coloca carteles avisando que no se les dé de comer, porque las keas son muy listas y a la que se aprenden que de los humanos se obtiene comida se dedican a saquear coches y tiendas. Dicen que como se cuele en tu coche te lo destroza. Las veces que las hemos visto deambulaban de un lado a otro a ver qué podían quitarte.

Siguiendo la ruta por Queenstown, un poco al noroeste, en Glenorchy, nos acercamos hasta el Chinaman Bluff, donde había un paisaje para quitar el hipo. Lástima que ya no nos quedaba tiempo, pero habían unos paseos en kayak por el río Dart, que recorre esa región, que tenían pinta de ser muy divertidos.

El último día y tras una semana sin pisar un camping, nos alojamos en uno y nos dedicamos a limpiar la furgoneta y hacer las mochilas. Éstas últimas cada día pesan más pero como nos hemos puesto en forma las llevamos cada vez mejor.

Aterrizados aquí en Brisbane nos ha parecido curioso tener jet lag, con sólo 3 horas de diferencia, pero esta mañana a las 5 estábamos abriendo los ojillos. Tanto anoche como esta mañana se oían sonidos de pájaros que no había oído nunca en el jardín, y los pájaros que hemos visto durante el día no los había visto yo antes. En la cena me han aclarado que uno de ellos es la kookaburra que, aunque el nombre me era familiar, ni idea tenía de que podía sonar de forma tan diferente a los pájaros que yo conozco. Esto augura un viaje de descubrimientos. A ver si me puedo hacer con una guía de animales de bolsillo para poder ir reconociendo los animales que nos vayamos encontrando.

Aprovechando el madrugón nos hemos ido a primera hora a explorar la ciudad. Hemos encontrado un mercadillo, para alegría mía y tembleque de Alberto, y nos hemos aprovisionado de fruta. Las fresas que he comprado se olían a kilómetros y estaban de muerte. En un puesto de libros de segunda mano me he comprado Archipiélago Gulag en una versión reducida en inglés que ya veremos si acabo yo con él o él conmigo.

Hablando de libros, acabo de terminar uno que recomendaría a cualquiera que tenga un mínimo interés en viajar: Viajes con Herodoto, de Ryszard Kapuscinski, en el que se mezclan los recuerdos de viajes del autor con pasajes de los libros de la Historia de Herodoto (El sha, El Imperio o El Emperador también son del mismo autor e igual de recomendables) Llevo fatal lo de tenerme que deshacer de los libros que voy leyendo en el viaje, pero no tiene sentido enviarlos a casa. Este pobre en unos días estará en una estanteria del hostel criando polvo o en el contenedor de alguna calle australiana.
El resto del día en Brisbane ha estado muy bien. Echábamos en falta pasear por ciudad, ver tiendas y sentarnos a observar a la gente. En Nueva Zelanda las ciudades son demasiado tranquilas. También se agradece estar en un hostel otra vez, porque viajar en furgoneta da mucha independencia pero también aísla. Después de pasar cuarenta días campo arriba campo abajo, uno acaba cogiendo complejo de participante de Supervivientes versión montañera. Las calles llenas de tiendas de Brisbane nos han sacado del asilvestramiento y la cena, en la que hemos compartido cocina, mesa y conversación con una pareja taiwanesa, ha sido el hecho definitivo que nos ha traído de vuelta a la civilización.

martes, 27 de noviembre de 2007

El incidente de las Pavlovas

Desde que llegamos a la Monkey Island no ha dejado de llover, pero ya nos hemos aclimatado tanto a los elementos neozelandeses que no nos importa. En realidad, desde que David y Marta nos restregaron por la cara que son una especie de cruce entre McGyver, Arguiñano y Txumari (aquel que por no desperdiciar no desperciaba ni el pis matutino) nos hemos sometido a una disciplina espartana en la que salir de la furgoneta es casi un lujo. Ya no pisamos campings, Carol ha dejado de buscar ropa compulsivamente en los JayJays (la única cadena de ropa que se ve por aquí) y yo he dejado de cocinar sopas de sobre.

No se si lo he comentado en algún otro post, pero hasta que nos juntamos con estos dos yo tenía a Carol convenientemente engañadita de lo peligroso y complicado que es cocinar en los hornillos que trae la furgoneta, y le iba dando sopas, noodles y algún que otro bocadillo de jamón con aguacate para las grandes ocasiones. Pero desde que Marta nos soltó lo de "pues nosotros tenemos garbanzos con chorizo para cenar" hasta ahora, ya no ha habido otra... Espaguetis carbonara, tortilla de patatas, suprema de ternera, ensalada de tomatitos, arroz con pollo... Cuando vi en su blog que a David le habían regalado un pescado y se lo habían cocinado al horno con patatas me puse vede de envidia, y eso que soy vegetariano. Me tiré de cabeza al único plato con el que le podía hacer la competencia: patatas asadas con alioli. El alioli me salió a la primera, perfectamente ligado con un plato y un tenedor, pero las patatas ya ha sido más difícil. El tema es que aquí esta prohibido hacer fuego salvo en zonas concretas, normalmente sitios de acampada del DOC (Departamento de Conservación), y encima nos llueve cada día. Total, que cada noche intento hacer fuego en las zonas de acampada con leña mojada, pero para cuando lo consigo ya es más que tarde y sólo me da tiempo de tirar las patatas en las escasas brasas e irme a dormir muerto de frio. Y a la mañana siguiente siguen duras como piedras, claro.

Entre fogata y fogata y lluvia y lluvia hago tiempo acompañando a Carol por las montañas y campos de Nueva Zelanda, pero la verdad es que ni miro. Como mucho me limito a comentar automáticamente "ah sí sí, que bonito", "mira, una foca" o "huys, me ha dado un respingo la costilla", que son las coletillas que más uso estos días. La última de ellas viene motivada por un tirón que me dió en el costado derecho mientras me agachaba para sacar nosequé de la nevera y que no me deja dormir de lado desde entonces. Como iba diciendo, la verdad es que sólo pienso en llegar lo antes posible al sitio de acampada para encender un fuego como diós manda, pero no hay manera. El último día, camino del Milford Sound, nos fuimos tan temprano de la zona de acampada que no me dio tiempo ni de recoger las patatas y las tuve que dejar allí abandonadas. Pobres. Al volver del Milford, dos días después, seguían allí, envueltas en su papel de plata y duras como recien compradas. Esta noche acamparemos en los lagos Mavora, donde en teoría se puede hacer fuego, así que igual vuelvo a probar. Lo que pasa es que ya les he cogido cariño... han pasado tantos días con nosotros y han superado tantos intentos de asamiento... En fin, ya veremos.

El Milford Sound al que íbamos es una especie de fiordo espectacular que se mete entre los Alpes del Sur y que al parecer es el paraíso de los caminantes. Hay mucha gente que dice que el Milford Track es la mejor caminata del mundo, aunque para nosotros era demasiado exigente. Son 4 días a través del parque nacional Fiordland, donde llueve 2 de cada 3 días del año y hace bastante rasca, durmiendo en cabañas del DOC y sin zonas urbana cerca. Vamos, un poco fuera de nuestro nivel ahora mismo. Probablemente lo hubiéramos podido hacer en una excursión organizada, pero eran tan caras que ni nos lo planteamos. Y con el tiempo que ha hecho los días que hemos estado en esta zona probablemente hemos acertado.

Pese a la lluvia y el viento, la zona de Milford Sound es espectacular y vale la pena el camino, quizás más que el crucero a través de los fiordos que te intentan vender desde que llegas a Auckland y que para nosotros ha sido un poco decepcionante. Lo mejor, los bosques de hadas y el treking al Key Summit. Los bosques son increibles; tienen tanto musgo que los árboles están totalmente cubiertos de verde y te hundes casi un palmo al andar entre ellos. Entre las raices hay huecos tan grandes que en ellos se puede esconder una persona (o un elfo). Por otra parte, la excursión al Key Summit es en realidad el primer trozo de un treking más largo, el Routeburn Track, de varios días, pero vale la pena por si sólo. Se trata de la subida a la cima del mismo nombre, de 919 metros de altura, y se hace en unas 3 horas en total. Arriba hay un minitreking de media hora alrededor de la cumbre que es aún más recomendable que la subida, por las vistas y especialmente por la vegetación de cuento de hadas. Dicen que es el treking corto más bonito de la zona, y nosotros que llegamos arriba en plena caída de sol, no vamos a contradecirlo. Eso sí, se nota que esto está algún grado de latitud por debajo del Tongariro, porque pese al sol ha hecho un frío que ya no esperábamos a estas alturas de verano. A ver que tal esta tarde en los Mavora Lakes. Por cierto, en un bosque cercano a los lagos se rodaron algunas escenas de Fangorn de "El señor de los Anillos". Promete...

P.D. Las pavlovas son unos dulces de los que los kiwi están muy orgullosos y cuya paternidad siempre discuten con los australianos. No son más que merengue con azucar horneado, y están buenos pero empalagan demasiado. Mientras estuvimos con David y Marta intentamos encasquetarles unas cuantas sin éxito. El único incidente que hemos tenido con las pavlovas es que se han caido rodando por la furgoneta por lo menos diez veces, pero como título mola, eh!

lunes, 26 de noviembre de 2007

Focas, pinguinos y leones

Después de separarnos de David y a Marta cerca de Christchurch, con sus consejos debajo de un brazo y un paquete de kleenex debajo del otro, nos pusimos en ruta hacia el sur con los lagos Tekapo y Pukaki como primera parada antes de nuestro objetivo: el monte Cook. Llegamos con la mejor luz posible, a última hora de la tarde y con un cielo bastante despejado y la vista de los lagos era espectacular. Pasamos la noche y el día siguiente allí, moviéndonos con la furgoneta sólo hasta el sitio donde habíamos de pasar la noche siguiente, también al lado del lago Pukaki, pero más cerca del monte Cook. Para llegar allí cogimos un camino que pasaba por una central eléctrica y un criadero de salmón e hicimos unos 20 kilómetros de carretera de gravilla que bien parecían un safari por la cantidad de animales que vimos: conejos no fueron menos de 50, ciervos, ovejas, vacas, un puercoespín y un toro. Plantamos la furgoneta al lado del lago confiando en que no hubiera una ley física en NZ que hiciera que subiera la marea también allí.

A la mañana siguiente y 50 kilómetros de conducción mediante, estábamos a los pies del Monte Cook dispuestos a hacer un track de 3 horas por un valle de nombre Hooker. El tiempo no acompañó demasiado y a cada rato asomaban nubarrones que amenazaban con aguarnos el paseo, pero al final sólo quedó en eso y pudimos acabarlo sin mojarnos. Nosotros y unos 50 japoneses a los que íbamos saludando con un konichiwa! que ellos celebraban y nos agradecían con arigatos. Esa misma tarde salimos para Dunedin y la península de Otago. Dormimos en ruta y a la mañana siguiente continuamos parando sólo para ver unas piedras en una playa llamadas Boulders. Verlas era gratis, pero acceder a la playa justo enfrente de donde estaban no, te cobraban un par de dólares. Ahora, 200 metros más allá, en una carretera sin señalizar, había otra entrada por donde no pagabas nada. Este camino B casi siempre existe en NZ, sólo hay que buscarlo y a veces hacer unos kilómetros de más, pero al final llegas a ese sitio donde la máquina de hacer dinero neozelandesa no te atrapa.

Ya en Dunedin dimos una vueltae hicimos la compra y de ahí nos fuimos a pasar la noche a un camping, donde aprovechamos para limpiar un poco la furgoneta, que llevábamos totalmente apocilgada, rellenar todo lo rellenable, lavar todo lo lavable y ducharnos. Arremangados ya y a punto de empezar a cocinar una tortilla de patatas, descubrimos que el tapón de nuestro aceite de girasol había sido sellado "misteriosamente" y por mucho que lo intentamos no conseguimos abrirlo. Suponemos que esto no tendría que ver con el pegamento de contacto que le prestamos a David, ni con el cangrejo que salió de su caracola en el bolsillo de Alberto para después volver a introducirse en ella "misteriosamente" y aparecer medio tieso en nuestra cama. El caso es que decidimos renunciar a la botella y la dejamos en la cocina con una etiqueta que decía "El que sea capaz de abrir esta botella reinará en NZ durante 100 años". Yo quería añadir que también se habría de casar con la princesa bigotuda de ese castillo, por la hija del dueño del camping, que era una petarda y nos había dado una parcela muy cutre, pero Alberto no me lo permitió.

El día siguiente lo dedicamos a explorar la península de Otago (la foto que abre el post), que es un apéndice que le sale a Dunedin lleno de curvas, verde, playas y sobre todo animales, muchos animales. Focas, leones marinos, albatros, pingüinos... de todo hay. Los albatros no pudimos verlos porque nos dijeron que estaban anidando . Eso sí, te seguían cobrando por ir a verlos, aunque no se vieran. El resto, pingüinos, focas y leones, si te guiabas por los folletos que había en el centro de información también había que pagar. Nah, todo mentira. En la Pilot Beach te cobraban, pero en Sandfly bay y en Allans beach se podían ver también, y sin poner un duro. En Allans beach pasamos la mañana, en una playa espectacular y por la tarde nos fuimos a Sandfly Bay. En la primera casi pisamos un león marino, suerte que empezó a estornudar y lo vimos. A la segunda llegamos a eso de las 7 de la tarde, con intención de ocultarnos en el sitio que hay preparado para ver a los pingüinos de ojos amarillos, que a última hora de la tarde salen del mar para volver a sus nidos.

Cuando llegamos a la playa, que habíamos de recorrer entera para escondernos, nos encontramos con una de las imágenes que más grabadas se nos quedará de este viaje: el sol cerca de ponerse y una playa de unos 500 metros de largo llena de leones marinos totalmente espantingados en la arena durmiendo. Al principio vimos un par, luego otro más y ya dentro de la playa levantamos la vista y nos encontramos esto. Algunos estaban sólos, y otros dormían en parejas (es fácil distinguir un macho de una hembra, porque ellas pesan unos 150 kgs y son de color crema y ellos son oscuros y algunos llegan a los 400 kg). Fuimos pasando por al lado de ellos hasta la caseta desde donde ver los pingüinos. Una vez allí, asomados por un agujero, vimos como dos pingüinos subían a saltitos hasta lo alto de una colina de unos 20 metros. Parece mentira que ver a dos pingüinos hacer eso sea lo emocionante que fue, pero nosotros los observabamos como si algo muy importante dependiera de que llegasen arriba.

Al volver andando por la playa, ya pasadas las 9 de la noche, nos paramos a observar a una pareja de leones que se había despertado y jugaba en la arena. Para sorpresa nuestra, todos los leones que había en la playa se fueron desperezando. Unos se quedaban levantados y luego se dirigían al mar, otros remoloneaban, andaban unos pasos y se volvían a dejar caer en la arena para unos segundos después volver a levantarse y algunos, como los que aparecen en la foto, incluso peleaban por la moza de turno. Ninguno de los que estábamos en la playa pudimos cerrar la boca ni un solo segundo en lo que duró la escena.

Dormimos allí mismo y a la mañana siguiente nos pusimos en marcha para emprender lo que los neozelandeses llaman la Ruta Escénica del Sur o los Catlins, que recorre la costa desde Dunedin hasta un poco más allá de Invercargill. Nosotros tardamos dos días, parando en la mayoría de puntos de interés. Vimos más pingüinos, focas y leones y muchas especies de pájaros. Dormimos en la misma playa o como en la foto, al lado del faro en Waipapa Point. Algunas vistas era espectaculares, pero quizá llegamos con grandes expectativas, o que veníamos de Otago, que nos había gustado mucho, pero no fue lo que esperábamos.

En Invercargill tocaba limpia, asi que pasamos la noche en el holiday park Lorneville, donde nos trataron a cuerpo de rey, y hasta nos regalaron unos huevos recién puestos que nos metimos entre pecho y espalda al día siguiente. Si alguien piensa hacer noche en Invercargill, este sitio es totalmente recomendable.

Al salir de la ciudad teníamos una parada obligada en un sitio de probablemente mínimo interés turístico, pero que no podíamos dejar sin ver: la Monkey Island. Para los no aficionados a aventuras gráficas para PC, Monkey Island es una archifamosa saga de juegos de piratas que se ha convertido casi en leyenda. Mi hermana Paula es su fan número uno y yo tenía que conseguir esa foto. Lloviendo y todo, salimos e hicimos la foto para asombro de los que estaban allí acampados que debían pensar que estábamos pirados por salir con esa lluvia a fotografiar ese pegote de tierra sin importancia. A lo mejor también eran fans, quién sabe.

Diluviando llegamos a un pueblecillo donde paramos, cenamos, Alberto se cayó de la furgoneta al suelo, y nos acostamos. Al día siguiente partíamos para Te Anau y Milford Sound, los dos gigantes de la isla sur.