martes, 27 de noviembre de 2007

El incidente de las Pavlovas

Desde que llegamos a la Monkey Island no ha dejado de llover, pero ya nos hemos aclimatado tanto a los elementos neozelandeses que no nos importa. En realidad, desde que David y Marta nos restregaron por la cara que son una especie de cruce entre McGyver, Arguiñano y Txumari (aquel que por no desperdiciar no desperciaba ni el pis matutino) nos hemos sometido a una disciplina espartana en la que salir de la furgoneta es casi un lujo. Ya no pisamos campings, Carol ha dejado de buscar ropa compulsivamente en los JayJays (la única cadena de ropa que se ve por aquí) y yo he dejado de cocinar sopas de sobre.

No se si lo he comentado en algún otro post, pero hasta que nos juntamos con estos dos yo tenía a Carol convenientemente engañadita de lo peligroso y complicado que es cocinar en los hornillos que trae la furgoneta, y le iba dando sopas, noodles y algún que otro bocadillo de jamón con aguacate para las grandes ocasiones. Pero desde que Marta nos soltó lo de "pues nosotros tenemos garbanzos con chorizo para cenar" hasta ahora, ya no ha habido otra... Espaguetis carbonara, tortilla de patatas, suprema de ternera, ensalada de tomatitos, arroz con pollo... Cuando vi en su blog que a David le habían regalado un pescado y se lo habían cocinado al horno con patatas me puse vede de envidia, y eso que soy vegetariano. Me tiré de cabeza al único plato con el que le podía hacer la competencia: patatas asadas con alioli. El alioli me salió a la primera, perfectamente ligado con un plato y un tenedor, pero las patatas ya ha sido más difícil. El tema es que aquí esta prohibido hacer fuego salvo en zonas concretas, normalmente sitios de acampada del DOC (Departamento de Conservación), y encima nos llueve cada día. Total, que cada noche intento hacer fuego en las zonas de acampada con leña mojada, pero para cuando lo consigo ya es más que tarde y sólo me da tiempo de tirar las patatas en las escasas brasas e irme a dormir muerto de frio. Y a la mañana siguiente siguen duras como piedras, claro.

Entre fogata y fogata y lluvia y lluvia hago tiempo acompañando a Carol por las montañas y campos de Nueva Zelanda, pero la verdad es que ni miro. Como mucho me limito a comentar automáticamente "ah sí sí, que bonito", "mira, una foca" o "huys, me ha dado un respingo la costilla", que son las coletillas que más uso estos días. La última de ellas viene motivada por un tirón que me dió en el costado derecho mientras me agachaba para sacar nosequé de la nevera y que no me deja dormir de lado desde entonces. Como iba diciendo, la verdad es que sólo pienso en llegar lo antes posible al sitio de acampada para encender un fuego como diós manda, pero no hay manera. El último día, camino del Milford Sound, nos fuimos tan temprano de la zona de acampada que no me dio tiempo ni de recoger las patatas y las tuve que dejar allí abandonadas. Pobres. Al volver del Milford, dos días después, seguían allí, envueltas en su papel de plata y duras como recien compradas. Esta noche acamparemos en los lagos Mavora, donde en teoría se puede hacer fuego, así que igual vuelvo a probar. Lo que pasa es que ya les he cogido cariño... han pasado tantos días con nosotros y han superado tantos intentos de asamiento... En fin, ya veremos.

El Milford Sound al que íbamos es una especie de fiordo espectacular que se mete entre los Alpes del Sur y que al parecer es el paraíso de los caminantes. Hay mucha gente que dice que el Milford Track es la mejor caminata del mundo, aunque para nosotros era demasiado exigente. Son 4 días a través del parque nacional Fiordland, donde llueve 2 de cada 3 días del año y hace bastante rasca, durmiendo en cabañas del DOC y sin zonas urbana cerca. Vamos, un poco fuera de nuestro nivel ahora mismo. Probablemente lo hubiéramos podido hacer en una excursión organizada, pero eran tan caras que ni nos lo planteamos. Y con el tiempo que ha hecho los días que hemos estado en esta zona probablemente hemos acertado.

Pese a la lluvia y el viento, la zona de Milford Sound es espectacular y vale la pena el camino, quizás más que el crucero a través de los fiordos que te intentan vender desde que llegas a Auckland y que para nosotros ha sido un poco decepcionante. Lo mejor, los bosques de hadas y el treking al Key Summit. Los bosques son increibles; tienen tanto musgo que los árboles están totalmente cubiertos de verde y te hundes casi un palmo al andar entre ellos. Entre las raices hay huecos tan grandes que en ellos se puede esconder una persona (o un elfo). Por otra parte, la excursión al Key Summit es en realidad el primer trozo de un treking más largo, el Routeburn Track, de varios días, pero vale la pena por si sólo. Se trata de la subida a la cima del mismo nombre, de 919 metros de altura, y se hace en unas 3 horas en total. Arriba hay un minitreking de media hora alrededor de la cumbre que es aún más recomendable que la subida, por las vistas y especialmente por la vegetación de cuento de hadas. Dicen que es el treking corto más bonito de la zona, y nosotros que llegamos arriba en plena caída de sol, no vamos a contradecirlo. Eso sí, se nota que esto está algún grado de latitud por debajo del Tongariro, porque pese al sol ha hecho un frío que ya no esperábamos a estas alturas de verano. A ver que tal esta tarde en los Mavora Lakes. Por cierto, en un bosque cercano a los lagos se rodaron algunas escenas de Fangorn de "El señor de los Anillos". Promete...

P.D. Las pavlovas son unos dulces de los que los kiwi están muy orgullosos y cuya paternidad siempre discuten con los australianos. No son más que merengue con azucar horneado, y están buenos pero empalagan demasiado. Mientras estuvimos con David y Marta intentamos encasquetarles unas cuantas sin éxito. El único incidente que hemos tenido con las pavlovas es que se han caido rodando por la furgoneta por lo menos diez veces, pero como título mola, eh!

lunes, 26 de noviembre de 2007

Focas, pinguinos y leones

Después de separarnos de David y a Marta cerca de Christchurch, con sus consejos debajo de un brazo y un paquete de kleenex debajo del otro, nos pusimos en ruta hacia el sur con los lagos Tekapo y Pukaki como primera parada antes de nuestro objetivo: el monte Cook. Llegamos con la mejor luz posible, a última hora de la tarde y con un cielo bastante despejado y la vista de los lagos era espectacular. Pasamos la noche y el día siguiente allí, moviéndonos con la furgoneta sólo hasta el sitio donde habíamos de pasar la noche siguiente, también al lado del lago Pukaki, pero más cerca del monte Cook. Para llegar allí cogimos un camino que pasaba por una central eléctrica y un criadero de salmón e hicimos unos 20 kilómetros de carretera de gravilla que bien parecían un safari por la cantidad de animales que vimos: conejos no fueron menos de 50, ciervos, ovejas, vacas, un puercoespín y un toro. Plantamos la furgoneta al lado del lago confiando en que no hubiera una ley física en NZ que hiciera que subiera la marea también allí.

A la mañana siguiente y 50 kilómetros de conducción mediante, estábamos a los pies del Monte Cook dispuestos a hacer un track de 3 horas por un valle de nombre Hooker. El tiempo no acompañó demasiado y a cada rato asomaban nubarrones que amenazaban con aguarnos el paseo, pero al final sólo quedó en eso y pudimos acabarlo sin mojarnos. Nosotros y unos 50 japoneses a los que íbamos saludando con un konichiwa! que ellos celebraban y nos agradecían con arigatos. Esa misma tarde salimos para Dunedin y la península de Otago. Dormimos en ruta y a la mañana siguiente continuamos parando sólo para ver unas piedras en una playa llamadas Boulders. Verlas era gratis, pero acceder a la playa justo enfrente de donde estaban no, te cobraban un par de dólares. Ahora, 200 metros más allá, en una carretera sin señalizar, había otra entrada por donde no pagabas nada. Este camino B casi siempre existe en NZ, sólo hay que buscarlo y a veces hacer unos kilómetros de más, pero al final llegas a ese sitio donde la máquina de hacer dinero neozelandesa no te atrapa.

Ya en Dunedin dimos una vueltae hicimos la compra y de ahí nos fuimos a pasar la noche a un camping, donde aprovechamos para limpiar un poco la furgoneta, que llevábamos totalmente apocilgada, rellenar todo lo rellenable, lavar todo lo lavable y ducharnos. Arremangados ya y a punto de empezar a cocinar una tortilla de patatas, descubrimos que el tapón de nuestro aceite de girasol había sido sellado "misteriosamente" y por mucho que lo intentamos no conseguimos abrirlo. Suponemos que esto no tendría que ver con el pegamento de contacto que le prestamos a David, ni con el cangrejo que salió de su caracola en el bolsillo de Alberto para después volver a introducirse en ella "misteriosamente" y aparecer medio tieso en nuestra cama. El caso es que decidimos renunciar a la botella y la dejamos en la cocina con una etiqueta que decía "El que sea capaz de abrir esta botella reinará en NZ durante 100 años". Yo quería añadir que también se habría de casar con la princesa bigotuda de ese castillo, por la hija del dueño del camping, que era una petarda y nos había dado una parcela muy cutre, pero Alberto no me lo permitió.

El día siguiente lo dedicamos a explorar la península de Otago (la foto que abre el post), que es un apéndice que le sale a Dunedin lleno de curvas, verde, playas y sobre todo animales, muchos animales. Focas, leones marinos, albatros, pingüinos... de todo hay. Los albatros no pudimos verlos porque nos dijeron que estaban anidando . Eso sí, te seguían cobrando por ir a verlos, aunque no se vieran. El resto, pingüinos, focas y leones, si te guiabas por los folletos que había en el centro de información también había que pagar. Nah, todo mentira. En la Pilot Beach te cobraban, pero en Sandfly bay y en Allans beach se podían ver también, y sin poner un duro. En Allans beach pasamos la mañana, en una playa espectacular y por la tarde nos fuimos a Sandfly Bay. En la primera casi pisamos un león marino, suerte que empezó a estornudar y lo vimos. A la segunda llegamos a eso de las 7 de la tarde, con intención de ocultarnos en el sitio que hay preparado para ver a los pingüinos de ojos amarillos, que a última hora de la tarde salen del mar para volver a sus nidos.

Cuando llegamos a la playa, que habíamos de recorrer entera para escondernos, nos encontramos con una de las imágenes que más grabadas se nos quedará de este viaje: el sol cerca de ponerse y una playa de unos 500 metros de largo llena de leones marinos totalmente espantingados en la arena durmiendo. Al principio vimos un par, luego otro más y ya dentro de la playa levantamos la vista y nos encontramos esto. Algunos estaban sólos, y otros dormían en parejas (es fácil distinguir un macho de una hembra, porque ellas pesan unos 150 kgs y son de color crema y ellos son oscuros y algunos llegan a los 400 kg). Fuimos pasando por al lado de ellos hasta la caseta desde donde ver los pingüinos. Una vez allí, asomados por un agujero, vimos como dos pingüinos subían a saltitos hasta lo alto de una colina de unos 20 metros. Parece mentira que ver a dos pingüinos hacer eso sea lo emocionante que fue, pero nosotros los observabamos como si algo muy importante dependiera de que llegasen arriba.

Al volver andando por la playa, ya pasadas las 9 de la noche, nos paramos a observar a una pareja de leones que se había despertado y jugaba en la arena. Para sorpresa nuestra, todos los leones que había en la playa se fueron desperezando. Unos se quedaban levantados y luego se dirigían al mar, otros remoloneaban, andaban unos pasos y se volvían a dejar caer en la arena para unos segundos después volver a levantarse y algunos, como los que aparecen en la foto, incluso peleaban por la moza de turno. Ninguno de los que estábamos en la playa pudimos cerrar la boca ni un solo segundo en lo que duró la escena.

Dormimos allí mismo y a la mañana siguiente nos pusimos en marcha para emprender lo que los neozelandeses llaman la Ruta Escénica del Sur o los Catlins, que recorre la costa desde Dunedin hasta un poco más allá de Invercargill. Nosotros tardamos dos días, parando en la mayoría de puntos de interés. Vimos más pingüinos, focas y leones y muchas especies de pájaros. Dormimos en la misma playa o como en la foto, al lado del faro en Waipapa Point. Algunas vistas era espectaculares, pero quizá llegamos con grandes expectativas, o que veníamos de Otago, que nos había gustado mucho, pero no fue lo que esperábamos.

En Invercargill tocaba limpia, asi que pasamos la noche en el holiday park Lorneville, donde nos trataron a cuerpo de rey, y hasta nos regalaron unos huevos recién puestos que nos metimos entre pecho y espalda al día siguiente. Si alguien piensa hacer noche en Invercargill, este sitio es totalmente recomendable.

Al salir de la ciudad teníamos una parada obligada en un sitio de probablemente mínimo interés turístico, pero que no podíamos dejar sin ver: la Monkey Island. Para los no aficionados a aventuras gráficas para PC, Monkey Island es una archifamosa saga de juegos de piratas que se ha convertido casi en leyenda. Mi hermana Paula es su fan número uno y yo tenía que conseguir esa foto. Lloviendo y todo, salimos e hicimos la foto para asombro de los que estaban allí acampados que debían pensar que estábamos pirados por salir con esa lluvia a fotografiar ese pegote de tierra sin importancia. A lo mejor también eran fans, quién sabe.

Diluviando llegamos a un pueblecillo donde paramos, cenamos, Alberto se cayó de la furgoneta al suelo, y nos acostamos. Al día siguiente partíamos para Te Anau y Milford Sound, los dos gigantes de la isla sur.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Consejos generales para visitar Nueva Zelanda

Tenemos comprobado por experiencia propia que por mucho que leas y te informes antes de viajar a cualquier sitio luego siempre te llevas sorpresas. No sabemos si es porque las guías están hechas desde un punto de vista distinto al nuestro, si las editoriales están compinchadas con las industrias de turismo locales o si la gente cuenta sólo la parte ideal y se olvidan de lo que no lo es tanto. En este post vamos a intentar contar las cosas que nos hubieran sido útiles saber antes de venir aquí y que sólo hemos conocido (o sólo les hemos prestado atención) cuando hemos llegado. Se basan en nuestra propia experiencia, por lo que hay que tener en cuenta que hemos venido en pareja, tenemos 30ypico, presupuesto ajustado, temporada Octubre-Noviembre (primavera-verano) y hemos tenido cuarenta días para verla. Allá van:



  • N.Z. es naturaleza. No es un país para ir de compras, visitar monumentos y museos, o relajarse en playas "domesticadas". Aquí la mayoría del tiempo se pasa al aire libre o en la carretera con todo lo que ello conlleva. Por eso mismo pensamos que el medio ideal para viajar es la furgoneta/caravana, aunque un coche + tienda de campaña puede ser casi igual de interesante aunque posiblemente menos cómodo.


  • Nueva Zelanda es un país agrícola, ganadero y turístico, y sus ciudadanos y gobernantes son totalmente conscientes de la importancia que tiene el ecosistema en su economía. A diferencia de lo que pasa en España, aquí cada centímetro de terreno está controlado, vallado, explotado, documentado, protegido, etc... El campo no es "de todos", sino que o bien tiene dueño o bien está protegido por el Departamento de Conservación (DOC a partir de ahora). Y el dueño va a querer rentabilizar su tierra de alguna forma, así que se las ingenian de mil maneras para sacarte el dinero. Nosotros pensábamos que N.Z. era zona de "camping libre", pero es todo lo contrario. Aunque puedes encontrar sitios para acampar sin pagar un duro son como mucho alegales y es posible que si te pillan te caiga una multa o un broncazo. Aún así, y aunque aquí te digan lo contrario, siempre puedes encontrar un sitio donde dormir gratis.


  • Siguiendo con el punto anterior, nadie está interesado en pincharle el negocio al vecino, empezando por el gobierno. Todo está orientado a que pagues, cuanto más mejor. Los folletos, mapas, carteles de carretera, guías, etc.. destacan las atracciones de pago y ocultan las gratuítas. Pero no piques, casi todo lo que vale la pena se puede ver o hacer gratis o mucho más barato de lo que te explican en las guías y en los viajes organizados. Luego pondremos ejemplo más detallados.


  • Puesto que te vas a pasar la mayor parte del tiempo al aire libre el clima va a determinar buena parte de lo que puedas hacer. Preparate para que te llueva o te haga frio en el sitio más inoportuno, pero sobretodo infórmate bien de las condiciones climáticas de la época en la que viajes. Buena parte de las actividades turísticas tienen que ver con el agua, y aunque la industria turística aquí no descansa, es muy posible que no te apetezca bañarte en la playa a 10 grados centigrados o ir a ver ballenas en medio de un temporal. Y piensa que hasta que no pagues la excursión nadie te dirá si es o no el mejor momento para hacerla. Además, como muchos de los caminos para acceder a las atracciones son privados y forman parte de granjas hay meses en que están cerrados (Septiembre y Octubre). Cuidado también con los trekkings alpinos, porque hacerlos fuera de temporada alta puede ser peligroso. No sólo las condiciones meteorológicas son más duras, sino que además el DOC quita algunos puentes y cierra los refugios, o desconecta las estufas y cocinas de los mismos.


  • La cultura neozelandesa es "anglosajona de campo". Tienen muchas raices escocesas e irlandesas, entre ellas el acento difícil de entender y el puritanismo. Son brutos como un arado, campechanos, grandes, fuertes y resistentes. Aunque muchos y muchas tienen aspecto de hooligans luego son amables, y en nuestra experiencia los que trabajan de cara el público en sitios turísticos son los más desagradables. Por suerte, tienen muchos inmigrantes asiáticos que compensan con sonrisas de las buenas los rictus anglosajones.


  • Cuidado con los horarios, que también son anglosajones. La mayoría de las tiendas cierra a las 5, los campings no admiten entradas a partir de las 8 o 10 de la noche (cierran la recepción) y te obligan a irte a las 10 de la mañana siguiente. En algunos también cierran las cocinas a las 10 de la noche, por lo que hay que ir con ojo y plantearte si realmente merece la pena dormir en el camping. Por otra parte, si planeas acampar por libre no lo dejes para el último momento, porque hay zonas donde es realmente complicado y más todavía si se te hace de noche.


  • Las distancias en Nueva Zelanda son más grandes de lo que parecen porque las carreteras son en un 95% de un carril y doble sentido y las curvas abundantes, y hace falta tiempo para visitarla en condiciones. Si tienes sólo dos semanas limítate a una isla o te pasarás todo el viaje conduciendo estresado y lo pasarás mal.


  • Cuando programes el viaje no lo hagas en función de lo que te ofrecen, sino de lo que realmente te interesa. Parece fácil pero no lo es, porque cuando lees blogs y foros parece que todo el mundo vaya a los mismos sitios y haga lo mismo, por lo que acabas creyendo que eso es todo lo que puedes o tienes que hacer allí. Ejemplo, "Queenstown es la capital de los deportes de aventura y hay que ir allí para hacer puenting desde cien metros de altura". ¿Realmente te apetece hacer puenting? Si es que no... ¿que más te ofrece Queenstown? ¿Es mejor ir allí que quedarte dos días más en Dunedin viendo leones marinos, por ejemplo?


  • No te lleves mucho dinero en efectivo, porque aquí admiten tarjeta de crédito en prácticamente todos los sitios. Excepciones: lavadoras, secadoras y duchas de algunos campings.


  • Cuidado con las sandflies. Son tan pequeñas que parecen inofensivas, pero pican más que los mosquitos y no se espantan con nada. Para colmo el picor fuerte continua hasta un par de días después del mordisco. En cuanto las veas, sobretodo en playas o en los Sounds, embadúrnate bien de repelente.


Pese a todo lo anterior Nueva Zelanda nos está pareciendo fantástica, y eso que nosotros no teníamos hasta ahora mucha afición a las caminatas o a las caravanas. Más adelante pondremos dos posts más con recomendaciones sobre como visitar N.Z. en caravana y con listas de las actividades que hemos hecho, gratuítas y de pago. En cualquier caso, esto es sólo la opinión de dos informáticos con más bien poca experiencia "campestre" y no tiene mayor validez que la del que piense justo lo contrario de lo que a nosotros nos ha parecido.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Encuentro en las antipodas

Un síntoma evidente de envejecimiento es acostumbrarte a la expresión "tenemos que quedar un día de estos aunque sea para tomar un café". Cuando aparecen cafés o cervezas de por medio es evidente que no se va a quedar, porque el anzuelo es tan trivial y asequible, lo tienes tan a mano, que no le das mucha importancia y acabas olvidándolo. Y pasan las semanas, los meses y los años sin que quedes con esa/s persona/s a las que tienes tan cerca y ves tan poco que parece que están en otro continente. En cambio, si pones un anzuelo más jugoso (no hace falta llegar a los extremos de "Los amigos de Peter") la reunión tiene éxito asegurado. Así que con Marta y David quedamos a tomar un café en la otra punta del mundo a día y hora indeterminados.

Aparentemente teníamos pocas posibilidades de conseguir encontrarnos, porque Nueva Zelanda es más o menos igual de grande que España pero con dos mitades separadas por un océano y ninguna de las dos parejas teníamos un calendario planificado. Por temas de trabajo nosotros nos compramos una tarjeta de móvil local, pero ellos sólo llevaban el móvil de Barcelona (apagado) y no había manera de contactar por teléfono y casi tampoco por Internet, porque como veis estamos permanentemente en el campo y con acceso bastante restringido. Cuando por fin coincidimos en gmail intentamos planificar un punto de encuentro. Para que os hagais una idea, ellos estaban en Cáceres (Queenstown), nosotros en Barcelona (Kaikoura) y decidimos quedar en Salamanca (Greymouth). Bueno, las distancias eran más o menos la mitad, pero dado que la velocidad máxima aquí son 100 km/h el tiempo de viaje venía a ser el mismo. Total, que quedamos en llegar a Greymouth el 10 de Noviembre y vernos allí. No se si os hemos hablado de como son las "ciudades" de N.Z., pero por si acaso lo hago ahora. En realidad aquí, aparte de Auckland, Christchurch y alguna más, no hay lo que en Europa entendemos por ciudades. Lo normal es que los nombres que aparecen en el mapa correspondan a granjas, y sólo cuando ves que está escrito en mayúsculas y negrita puedes fiarte de encontrar algo más que una choza. La ciudad estándar de N.Z. es una calle con tiendas, que se suele llamar "Store road" o "Main road", un lavabo público y con suerte algunas casas unifamiliares alrededor. Las tiendas son casi siempre las mismas: un "Warehouse" para productos variados, un "Park'n Save" para alimentación en paquetes de a 10 kilos, un "Dicksmith" para productos electrónicos y de vez en cuando un "New World" o un "Fresh choice" para delicatessens como el pan de baguette. Lo bueno es que puedes quedar en cualquier ciudad sin necesidad de especificar el punto, ya que por sentido común siempre acabas aparcando la furgoneta al lado del punto de información del pueblo. No por informarte (un día de estos haremos un post sobre la opacidad de los neozelandeses), sino principalmente porque suelen estar junto a los lavabos públicos.

Para llegar a Greysmouth teníamos que cruzar el "Arthur's Pass", una de las pocas carreteras que permiten cruzar del lado Este al Oeste de la isla Sur. Como teníamos tiempo y el paisaje acompañaba nos fuimos a la oficina de información del puerto para ver que excursiones podíamos hacer, y justo allí nos encontramos con David y Marta. Venían del glaciar Franz Josef, pero como les había hecho mal tiempo adelantaron la salida para darnos una sorpresa. Dicho y hecho.







Lo que pasó a partir de ahí es difícil de recordar y de resumir, y seguramente tiene poco interés para cualquiera excepto para nosotros cuatro. Básicamente hablamos mucho, nos reímos más y nos lo pasamos genial. Las actividades que hicimos fueron del tipo:

  • Volcar cafés encima de los últimos pantalones limpios del vecino.

  • Comparar caravanas. Aunque el modelo y el precio era el mismo, una Toyota Hiace, la suya estaba muchísimo mejor distribuída que la nuestra. Que envidia.

  • Presumir de menú. Ellos tenían garbanzos con chorizo para cenar y nosotros sopa de sobre, como cada noche. Desde entonces mi autoestima cocinera ha caído en picado.

  • Buscar sitios donde dormir de gratis, que no es tan fácil como parece.

  • Hacer fotos "creativas".

  • Secuestrar patitos.
  • Organizar carreras de cangrejos.

  • Preguntarnos si la marea sube o baja mientras David recolectaba mejillones gigantes en las rocas.

  • Escapar de los rangers que nos querían cobrar por dormir en medio del campo.

  • Cruzar mareas que suben en lugar de bajar.

  • Organizar combates de gaviotas hambrientas a base de galletas.

  • Combatir a las moscas de la arena. De poco nos sirvió.

  • Hablar sin parar sobre Japón, Vietnam, el factor tía Flora, los possums, las relocation, los mejillones, la familia, la evaluación de riesgos.y mil cosas más que no recuerdo.

  • ...

Nos movimos desde Arthur Pass hasta el parque nacional Abel Tasman, pasando por la costa de Punakaiki (donde hay rocas que parecen pancakes) y el área de Nelson Lakes. El parque Abel Tasman es básicamente playero, con el inconveniente de que los walks suelen ser por bosque y tienen pocos accesos a las playas, así que nosotros lo hicimos todo por la costa pese a que la marea estaba alta, pero sólo porque llevabamos a un bombero en el equipo. Si vais por allí, cuidado con las moscas de la arena y con las cuotas del camping del departamento de conservación, que son un timo. Por el contrario, si pasais por St Arnaud y la zona de Nelson Lakes, dormid en el camping del DOC (Departamento de Conservación). Hay cocina, ducha y hasta corriente para las caravanas.

Por si alguno de los que lee esto está preocupado por como están David y Marta después de 4 meses dando vueltas por el mundo os diremos que están igual de guapos y simpáticos que siempre, y con ánimos para repartir. Los cinco días que hemos pasado con ellos han sido como un tutorial sobre como sobrevivir con cuatro duros sin perder calidad de vida, así que si teneis pensado hacer un viaje largo con presupuesto ajustado os recomiendo que les envieis un mail para pedirles pistillas :). Y si os los encontrais por ahí de viaje no os despegueis de ellos, porque son unos compañeros de viaje geniales. Y les dais unos besos de nuestra parte!

De Norte a Sur

Estos últimos días hemos estado a la carrera y con más bien poco tiempo para actualizar el blog. Tras cinco días de risas y pan con tomate, Marta y David han salido con su furgoneta para Christchurch y nosotros hemos seguido hacia el sur. Nos ha dado mucha penilla despedirnos de ellos porque a nosotros, que somos más bien paradillos (pardillos también), la marcha que llevan ellos dos nos ha venido muy bien. Lo que hemos hecho en esos días lo contamos en el siguiente post, porque yo en este voy a hacer un pequeño resumen de los días pre-vorágine.

Después de exponernos a los peligros del Tongariro seguimos nuestra ruta hacia el sur, con objetivo Wellington. Entre los dos puntos se encuentra el Otaki Forest, un bosque que además había sido una localización del Señor de los Anillos. Qué mejor sitio para pasar la noche. Nos internamos con la furgoneta en la garganta de un río, que supongo sería homónimo del bosque. La carretera primero era tal y más tarde se hizo camino, y el camino a cada rato se estrechaba y le sobresalían más piedras del suelo. Cada kilómetro nos parábamos, nos bajábamos de la furgoneta para examinar lo que teníamos por delante y decíamos, uy uy, de aquí ya no pasamos, eh. Nos volvíamos a subir y arrancábamos, y así andamos unos 10 kilómetros, para acabar en un parking en medio del bosque. Esa es una de las cosas que más me sorprende de NZ, que puedes hacer kilómetros en medio de la nada, pensando que por allí no pasa nadie en meses y de pronto das una curva y te encuentras una señal de "Cuidado, escolares cruzando", o una zona de picnic de las de papel higiénico en los lavabos.

Una vez en el bosque Otaki vimos que aquello era muy chulo y como ya estaba anocheciendo, hicimos nada más que un paseo corto, que acabó siendo lo suficientemente largo como para encontrarnos con la casa del guarda, que como la del cuento de ricitos de oro, aparecía en medio de la maraña de arboles y vegetación en forma de lucecilla en la puerta. Como la presencia del guarda en NZ casi siempre indica que te van a cobrar pasar la noche allí, salimos del bosque disimulando y nos reaparcamos en otra zona donde en teoría no cobraban. Cenamos y como buenos frikis nos apalancamos delante del portátil a ver El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey. En realidad yo había comprado la segunda parte y no esta, pero en el super me dieron el cambiazo y me enchufaron la tercera con la carátula de la primera. Tampoco vimos el final, porque no nos llegó la batería del portátil, pero anda que no nos emocionamos cuando salió el Tongariro en forma de Mordor. Decíamos ahí ahí he subido yo!! Al final esa noche llovió tanto que no apareció ni el guarda ni el que repone el papel higiénico ni nadie. Salimos de allí cantando y todo, lo que explica que siguiera lloviendo todo el día.

En unas horas nos plantamos en Wellington, que nos pateamos entre esa tarde y la mañana siguiente. Yo había leído que el viento en la ciudad era considerable, y en verdad que lo era. Fuimos a ver el Te Papa, un museo de casi todo lo que uno puede pensar en aprender sobre NZ, desde naturaleza a artilugios que se fabrican aquí. No llegamos a verlo entero, porque tuvimos que salir pitando para el ferry, pero es una visita muy recomendable. En general la impresión que nos quedó de Wellington es muy positiva. Está llena de cafés y la calle Cuba, que es donde se agrupan la mayoría de comercios, es muy agradable para pasear.

Cruzamos de la isla norte a la sur por la tarde, y para sorpresa nuestra, acabamos con el estómago revuelto de la travesía en ferry. Yo no recuerdo haberme mareado nunca en barco, pero éste se movía todo el rato como los ascensores en los rascacielos, que te suben y te bajan el estómago al frenar. Al llegar a Picton teníamos el gran plan de dormir en una zona de acampada muy cerquita, pero acabamos en una carretera de muchas muchas curvas y sin encontrar el sitio que prometía nuestro mapa, con lo que dormimos en el primer hueco que apareció. Eso sí, vimos 6 conejos, 5 possums y 2 puercoespines.

¿Y que es un possum? Aquí es donde entra la sabiduría y el conocimiento adquirido por mí a base de cotillear los libros de fauna de las tiendas y los folletos del Departamento de Conservación (DOC) de NZ, que son de pago. El possum es un animal del tamaño de un gato, quizá un poco mayor, y que parece un cruce entre un mapache y un hurón. Los trajeron de Australia en las primeras décadas del siglo 20 para aprovechar su pelaje, y casi un siglo después se han encontrado con el problema de que tienen 70 millones de possum rondando por NZ, donde no tienen depredadores naturales. Los possum devoran la vegetación y lo que pillan, y se les están comiendo los arboles, los huevos de los pájaros, las crías de otros animales más pequeños... En Australia los árboles tienen protección contra los possum, pero aquí no, asi que trepan hasta alcanzar las ramas y se comen los brotes nuevos, que por supuesto, son los que más les gustan. El problema es tan grande que temen que el possum haga que desaparezcan otras especies y el DOC y los locales buscan constantemente formas de eliminarlos. En los bosques hay un montón de cebos venenosos y también se organizan partidas de caza (en el Te Papa vimos la imagen de un cazador de possums y en el pie de foto comentaba que había atrapado 700 en una noche). Estos días, cuando conducíamos de noche se te cruzaba alguno a cada rato y las carreteras están llenas de possums aplastados. Lo que no hemos conseguido aún es fotografiarlos, pero más por torpeza nuestra que porque no se dejen ver un buen rato.

De Picton fuimos hacia Kaikoura, con la intención de ver allí una colonia de focas. Entiéndase por colonia agrupación de focas, no fragancia, que en el caso de las focas es tirando a asquerosilla. Nuestra guía de gratis por NZ apuntaba otra colonia al norte de Kaikoura menos conocida y con más individuos. Como estaba en la ruta paramos al pasar y por suerte o por iluminación nos adentramos con la furgoneta en un camino más de lo que recomendaba la prudencia y animaba el firme. Tras 5 minutos de saltos en el coche, empezamos a ver focas. Aparcamos y una vez parados vimos más, y luego más. Al principio no nos acercábamos, pero nos fuimos aproximando y había algunas que no sólo no se asustaban, incluso posaban para las fotos. Al final acabamos a un metro y con las piernas metidas en el agua hasta la rodilla, pantalones y zapatillas puestas y todo. Fue muy emocionante verlas así de cerca y en una playa donde no había nadie. Por si alguien que tenga intención de ir quiere señas, está unos 7 u 8 kilómetros al sur de Clarence, enfrente de un hotel/hostal con el nombre de la bahía. Siguiendo la misma carretera hacia el sur, se puede ir parando en 2 o 3 sitios más donde las focas están muy cerca de la carretera. Tanto que hasta hay una señal avisándolo.

De Clarence seguimos bajando hasta Kaikoura, donde nos pusimos al día de ropa de invierno. A medida que hemos ido bajando al sur la temperatura ha ido descendiendo y nos hemos tenido que ir comprando camisetas y polares. Afortunadamente, se acerca el verano en NZ y las tiendas se están deshaciendo de lo que nosotros necesitamos a bastante buen precio.

En Kaikoura visitamos la otra colonia de focas, pero ni punto de comparación con la que vimos el día anterior. Allí organizaban tours para nadar con focas, pero nosotros después de lo de los delfines, ni nos lo planteamos. Luego nos comentaron que en estos de las focas te daban dos neoprenos en lugar de uno, y estaban ajustados, cosa que en los delfines era un neopreno y holgado, que no sirve de mucho.

Como en Kaikoura lo que había eran actividades de pago y no nos llamaban demasiado la atención, seguimos camino de Christchurch. La ruta había cambiado ligeramente desde la última conversación con Marta y David y habíamos acordado encontrarnos tres días después en Greymouth, que está en la costa opuesta a Kaikoura y Christchurch. Nuestra intención era visitar ésta última y cruzar el paso de Arthur entre los Alpes neozelandeses para llegar a Greymouth a tiempo.

Christchurch la vimos lo suficiente como para comer, tomar un café y robarle la wifi al párroco de turno, que ignorante de la situación incluso se acercó a saludar y por poco se nos autoinvita a cenar. Para lo que nos sirvió la visita a la ciudad fue para encontrarnos con un folleto que nos abría nuevas posibilidades. Resulta que a unos cientos de kilómetros de allí, que para nosotros a estas alturas son nada, se alzaba lo que otrora había sido Edoras (por otrora entiendase los 2 años que duró el rodaje del SDLA). Para los que son aficionados al Señor de los Anillos, pero no lo suficiente para que este nombre encienda una luz en su cabeza, explico que Edoras es la ciudad que sobre un montículo albergaba la urbe de los rohirrin o caballeros de Rohan. En mi opinión es una de las localizaciones más bonitas de la trilogía y fue un golpe de suerte ver que estábamos cerca. Como en la oficina de información no nos iban a explicar cómo llegar sin contratar el tour, aprovechando la wifi que el clero amablemente nos prestaba averigüamos cómo llegar por nuestra cuenta.

Mapa en mano y depósito lleno, salimos a la mañana siguiente camino de Edoras, también llamado Mt Pott y Mt Sunday fuera del film. Nos esperaban kilómetros de carreteras buenas, pachuchas y muy malas, pero a mediodía estábamos allí. Definitivamente había merecido la pena. Los decorados por supuesto no estaban ya, pero el lugar era perfectamente reconocible. Hicimos fotos e intentamos llegar a pie, pero un par de ríos demasiado profundos y fríos para nuestras delicadas canillas se interpusieron entre nosotros y nuestro objetivo, asi que nos conformamos con admirar Edoras desde la distancia. Para rematar la jornada nos quedamos a dormir a unos pocos metros y puedo decir que al día siguiente lo primero que vi al abrir los ojos fue Edoras. Esto se lo contaré a mis nietos, y el que se cachondee se queda sin herencia.

Podría relatar que más tarde llegamos a Arthur Pass y lo que allí ocurrió, pero eso se lo dejo a Alberto, que se lo sabe mejor que yo.

lunes, 12 de noviembre de 2007

A la carrera con Bonny & Clyde


Este post va a ser breve. Estamos en Nueva Zelanda con David y Marta, alias "Bonny & Clyde", y no tenemos tiempo de pararnos ni para conectarnos a Internet ya que nos persigue la mitad de la policia local. Con esta pareja hemos aprendido a sobrevivivr con 4 dolares al mes a base de dormir en campamentos de montanya con la furgoneta en marcha y salir corriendo cuando viene el ranger a cobrar. Nos duchamos en riachuelos de montanya y nos alimentamos de raices, pero seguimos bien de salud. David sorprendentemente parece ser el que lo lleva peor y ha desarrollado una extranya obsesion por los mejillones que no sabemos en que acabara. Por las noches lo atamos a la cama para que no nos ataque y lo soltamos por la manyana para ahuyentar a los cobradores.
Nos vamos, que al parecer alguien ha dado el chivatazo de que estamos aqui.
Nos lo estamos pasando pipa!!!!

domingo, 4 de noviembre de 2007

Cruzando el Tongariro (Naturaleza 1 - Asiasido 1)

DSC_1671 Tras nuestra derrota en las frías aguas del Pacífico estábamos obligados a realizar un esfuerzo para remontar nuestro combate con la naturaleza neozelandesa, y como podeis leer en el título, de momento ya hemos empatado. El desafío era realizar el "paseo" más famoso de Nueva Zelanda, conocido popularmente por "Tongariro Crossing". Los que hayais visto o leído "El Señor de los Anillos" seguró que recordaréis los alegres paseos de Frodo, Sam y Gollum por las tierras de Mordor camino del Monte del Destino. Pues eso es más o menos lo que hicimos nosotros, porque las escenas de Mordor se filmaron justamente en tierras del Tongariro por lo que tras haber visto la película es imposible no asociar la zona con los dominios del señor oscuro. Y tras los 18 km de paseo a través de rocas, volcanes, desierto, hielo y nieve, lagos turquesa y bosques de helechos gigantes te sientes un poco como Frodo después de tirar el anillo: alucinado, eufórico y con ganas de sentarte un ratito.

DSC_1592 El Tongariro, os lo cuento por si os da pereza buscar más información en Internet, es un volcán activo de casi 2000 metros de altitud que se encuentra justo al lado del monte Ngauruhoe (2287 m), este último también conocido como "el Monte del Destino" de "El Señor de los Anillos". La zona queda completa con otra montaña gorda pero poco atractiva que no merece aparecer en este post básicamente porque no recuerdo como se llama y como bien suponéis me da pereza buscar su nombre en internet. Lo importante es que el Tongariro Crossing pasa a través de los distintos cráteres del volcán y ofrece unas vistas realmente alucinantes y muy variadas que no hay que perderse bajo ningún concepto. Esto es básicamente lo que yo sabía del camino de marras antes de llegar a N.Z., y lo que aparece en todas las guías, blogs, y páginas del gobierno neozelandés. Lo que no averigüé hasta llegar al puesto de información de Whakapapa es que no se trata de un "walk" (paseo) sino de un "tramp", que le dicen aquí. Un "tramp" por lo que se ve es un "treking alpino", y en este caso la duración aproximada es de 7-8 horas para gente "en buen estado de forma". Tampoco sabía, hasta que lo vi con mis propios ojos desde el valle, que a estas alturas de la primavera austral todavía había nieve en las montañas, y que ya en el valle era necesario llevar chaqueta para no congelarse. Para que os hagais una idea, yo soy de los que cuando en Ojos Negros (si no conoceis el pueblo con el nombre más bonito de España no es culpa mía...) me dicen "Vamos a dar un paseo hasta el molino de viento ahora que no pica el sol" primero me cojo el chaquetón por si acaso y luego pregunto "vamos en coche, no? que son casi 800 metros...". Así que la visita al centro de información de Whakapapa fué un poquito traumática para mí. Carol hacía como que ella ya lo sabía todo y que eso no era ná, que en la Avenida de la Albufera de Vallecas en pleno invierno y con las bolsas del Ahorramás a cuestas sí que se pasaba mal. Pero yo no estaba convencido y me fuí a interrogar a la señora del puesto de información. Aquí siempre ponen al borde del pueblo en información, para que moleste sólo a los de afuera, así que la buena señora me dijo "Sí, allí arriba hace muchísimo frío y hay que ir muy bien equipado" y también "Se trata de un treking alpino con 1000 metros de desnivel muy duro sólo apto para gente en muy buen estado de forma". La tía se negaba a darme esperanzas, pero yo insistía: "me puede decir que significa exáctamente buen estado de forma?". Metí tripa y le eché mi mirada "acero azul", pero nada. Me soltó toda una retahila de cosas que se supone que sólo pueden hacer los cachitas y una mirada bastante escéptica. Me enseñó un mapa del perfil del camino en el que aparecía una parte totalmente vertical para ver si desistía de una vez y se dedicó a atender a otros intrépidos aventureros. Yo me quedé un rato mirando el mapa hasta que oí la pregunta del chico de al lado: "Vengo aquí con un grupo de gente que quiere hacer el Tongariro. Uno de ellos tiene una pierna más corta que la otra, puede ser un problema?". Inmediatamente me identifiqué con el paticorto y me dije "si él puede, yo puedo", pero la señora, mala como ella sola, contestó muy bruscamente "Si tiene una pierna más corta que la otra o no está en perfecta forma NO PUEDE HACER EL CROSSING". Y el chico contrariado le respondió "y no hay alguna forma de hacer una parte en coche, o algo así?". "NO. SE TRATA DE UN PARQUE NACIONAL Y NO HAY NINGUNA CARRETERA, SOLO SE PUEDE HACER SI ESTÁS EN PERFECTA FORMA Y PERFECTAMENTE EQUIPADO Y SON 18 KILOMETROS, NI MAS, NI MENOS.". Y si no te gusta no haber venido, que mira que sois cansinos los extranjeros.

Es que los folletos publicitarios y los millones de páginas de Internet que hay sobre N.Z. parecen diseñados por Candy Candy, y hasta que no has picado no te explican la cruda realidad. Aquí o eres Tarzán o más te vale tener toda la pasta del mundo para que te enseñen Nueva Zelanda desde el helicóptero, y como nosotros no estamos ni en una situación ni en la otra yo me fuí a llorar a la caravana. Carol, que me vió muy afectado, me explicó que todo el mundo que viene aquí hace el crossing, así que no puede ser tan complicado. Pero claro, es que los millones y millones de muertos que se quedan por aquí congelados no pueden explicar su versión de los hechos y los que sobreviven pero lo pasan malamente tampoco suelen ser muy objetivos luego. Así que yo no estaba nada convencido, y menos después de enterarme de que el último autobús de vuelta salía a las 5 de la tarde. Eso significaba que, empezando a las 7 de la mañana, o lo hacías en 10 horas o te quedabas tirado en Mordor, y si los que estaban en forma lo hacían en 7-8 horas... el margen era muy estrecho. Pero Carol, que es muy lista, me dijo que fuera a hablarlo con la gente que llevaba los autobuses a ver que decían ellos. El autobús desde Whakapapa hasta el inicio de la senda y la vuelta son unos 15 €, y por ese dinero un Kiwi es capaz de convencerte de lo que sea. Así que cinco minutos después ya estaba preparando el equipo superpro y realizando estiramientos para el día siguiente.

IMG_2278 Por suerte, el día de la excursión amaneció totalmente despejado y los pronosticos para el resto del día también eran buenos. Yo había dormido más bien poco, seguramente debido a la tensión de tener que preparar 6 sandwiches (4 de nocilla) con cuchillos de plástico. "Así no vamos a ningún lado Carol, o me compras cuchillos de los buenos o nos hundimos" fue al parecer lo último que dije antes de quedarme sopa. A las mochilas también eché dos botellas de 1,5 litros de agua mineral, cacahuetes, una linterna (por si se nos hacía de noche en Mordor), barritas energéticas, klinex y una camiseta de manga larga con un Tofu dibujado. Era la única que me quedaba libre, porque el resto las llevaba puestas. También me dejé puesto el pantalón del pijama y los calcetines que robé a los de British Airways, así que más preparado no podía ir. Bueno, sí. En un momento de iluminación recordé la receta mágica para combatir el agotamiento de la tía Jesusa: 1,5 litros de agua, 2 arrobas de azucar y vinagre o limón al gusto (en este caso 2 limones que nos regalaron en la puerta de una granja), todo en una botella y bien agitado. Como yo soy muy de experimentar le añadí un poco de sal para combatir la osmosis por exceso de agua, pero según Carol mis conocimientos en medicina deportiva de alto rendimiento tienen serias lagunas y hoy en cuanto se ha enterado de lo de la sal (leyendo lo que estoy escribiendo ahora mismo) me ha caído una retro-bronca de no te menees. La cuestión es que o bien el refresco era muy bueno o bien estamos más en forma de lo que creemos, porque completamos la excursión en 8 horas 10 minutos y no nos tuvo que venir a rescatar ningún helicóptero. En realidad nos costó muy poco esfuerzo y disfrutamos muchísimo, porque hizo sol, poco viento y no demasiado frío. Los pobres que fueron el día anterior tuvieron que soportar lluvia y niebla, y por lo que nos contaron, al llegar parecían almas en pena. Nosotros lo hicimos el jueves, y esa misma tarde en el camping había un cartel bien gordo que recomendaba no hacer ninguna excursión hasta el lunes siguiente debido al pronostico del tiempo. Así que tuvimos una suerte tremenda con el clima, que aquí es clave para cualquier actividad.

DSC_1577 Según los aficionados al treking el Tangoriro Crossing es uno de los 10 mejores recorridos de un día del mundo y el mejor de Nueva Zelanda. Nosotros nunca habíamos hecho nada parecido, así que nos es difícil hacer comparaciones, pero sí que podemos decir que de momento es la mejor excursión que hemos hecho en la vida y también la mejor actividad que hemos hecho en N.Z. de largo. Los paisajes son difíciles de describir, y a diferencia de lo que pasa muchas veces, son más bonitos en la realidad que en las fotografías. La parte más espectacular es la primera mitad, la escalada a los volcanes y los lagos, pero el descenso es también impresionante, aunque menos fotogénico. En las 5 horas de bajada pasas del desierto volcánico a una selva subtropical de helechos y en medio atraviesas distintos tipos de vegetación tan distintos entre si que parecen pantallas de un videojuego. La parte más dura es "la escalera del diablo", a partir de la primera hora de camino. Se trata de un tramo rocoso con mucha pendiente en el que a veces tienes que ayudarte de las manos para subir (no es trepar, es simplemente apoyarte para no resbalar), pero dura menos de una hora, descansos (frecuentes) incluidos. La única parte que nos ha parecido peligrosa es el paseo entre los volcanes, y más por la posibilidad de resbalar ensimismándote en el paisaje o por culpa del viento que porque sea realmente peligrosa. Buena parte del trayecto, sobretodo el descenso, tiene escalones, pero en contra de lo que pudiera parecer es más agotador ese tramo que la escalada, sobretodo para las rodillas. Otro dato, que ya no nos sorprende porque lo hemos visto en toda N.Z, pero hay lavabos en distintas partes del camino, en medio de la nada. Y TODOS TIENEN PAPEL!!!! Tiene que haber un señor que se dedica cada día a recorrerse km y km con un rollo de papel de W.C. en la mano para reponerlo.... increíble.

DSC_1598 Después de hacer el crossing la verdad es que no nos ha parecido tan difícil, aunque también es verdad que en los últimos meses hemos andado muchísimo, y posiblemente estábamos más preparados de lo que creíamos. De todas formas ese día debieron hacer la excursión unas 300 personas, y más o menos la mitad nos adelantaron pese a que nosotros habíamos salido una o dos horas antes que la mayoría, así que suponemos que si realmente estas en forma y acostumbrado al treking se puede hacer en 6 horas o menos. Había gente que prácticamente iba corriendo, pero los que realmente nos alucinaban eran los que iban en camiseta y chandal, en plan paseo. Ya os hemos contado en algún otro post que aquí en N.Z. son todos "muy de campo", que es un nivel por encima de ser "muy deportista". Al acabar el camino, mientras estábamos sentados en la hierba con otros 40 "aventureros" agotados que esperaban el autobús de vuelta, vimos salir del bosque a una chica a la que habíamos visto a lo largo del camino. Llevaba una camiseta de tirantes fucsia, unos pantalones de chandal grises, e iba comiendo una bolsa de patatas fritas. Era algo así como la versión kiwi de Britney Spears, pero aún más paleta que ella. Por lo que la habíamos visto durante el camino, se había pasado las ocho horas cotilleando con una amiga, ni se había despeinado, y llegó gritando "uhhh Extreme walking uhhhhh!!". Evidentemente se estaba cachondeando de todos los guiris que, como nosotros, se pensaban que habían hecho una heroicidad por cruzar el Tongariro. Pero lo que es a nosotros no nos desmotivó lo más mínimo, y ya estamos mirando a ver que otras rutas chulas y de dificultad parecida podemos ir haciendo por aquí.

Como dijo Frodo: "Lo importante es pasarselo bien en el camino".

sábado, 3 de noviembre de 2007

White Island


Después de un madrugón considerable y una hora al volante, nos montamos en un barco camino de la White Island. Para nosotros, que vamos racaneando con las excursiones, ésta ha sido un desembolso considerable, unos 80 euros por cabeza. Tras una hora y pico haciendo el tonto en el barco, el capitán repartió cascos amarillos y máscaras de gas entre el personal. Parecía que íbamos a revisar las obras de la M30, pero el caso es que lo primero te lo daban para que no te arrearas con una piedra en la cabeza, que había muchas, y lo segundo por el olor a sulfuro que desprendía toda la isla. Lo que se dice una excursión llena de comodidades.

Hicimos el típico desembarco bote-lancha lancha-isla, y de ahí a seguir al guía. Cuando nos apeamos a mí me pareció que la isla fotogénica lo era y mucho, pero que había poca chicha, y efectivamente así fue. El guía se iba parando cada 50 metros y explicaba, pues aquí hay esto y allá, lo otro. Andábamos otros 50 y decía, ahora está aquí lo otro y allá lo que antes teníamos al lado. En plan Barrio Sésamo. Alargaba y alargaba el paseíllo por una isla en la que de un primer vistazo veías todo lo que tenía que ofrecer. Iba dando un montón de datos de PHs y temperaturas que claro, a los 3 minutos quedaban olvidados, y también iba relatando la historia de los mineros que allá por 1900 y algo trabajaban en las minas de sulfuro en la isla. En una de las múltiples paradas nos contó que una erupción en un año que he olvidado se los llevó a todos por delante menos a uno, que pudo ser rescatado días después. En otra que la compañía que extraía el sulfuro quebró y que por eso tuvieron que cerrar las minas, creo que por los años 30 o 40, y que posiblemente quebró porque para tratar el sulfuro necesitaban carbón, que entonces era más caro que el propio sulfuro que extraían. A todo esto, entre la gente hablando, el viento y el acento cerrado neozelandés, yo cazaba la mitad de lo que iban contando y Alberto la penúntima parada o por ahí preguntaba, ha dicho mineros? de qué mineros habla?

Luego nos volvieron a subir al barco, nos dieron la merienda como habían prometido y entre la caminata, el solazo que pegaba y el gustito de tener la panza llena, la mitad del pasaje caímos como lirones hasta volver a tocar tierra firme.

Como resumen de la excursion, yo la calificaría de entretenida pero cara.

Al volver, y como íbamos bastante descansados estuvimos haciendo el cabra con la furgoneta por unos caminos en el monte rodeados de prados llenos de ovejas y vacas. Como se nos hizo de noche sin darnos tiempo a recorrer toda la zona, decidimos madrugar al día siguiente y volver. Y volvimos para encontrarnos lo que aparece en el video a continuación. Es la prueba de lo urbanitas que llegamos a ser y lo bien que se lo pasan dos tontos con la mañana libre:



Tras incordiar un rato a las pobres vacas seguimos nuestra ruta a Taupo, hogar de los deportes acuáticos en la isla norte gracias a su enorme lago. Por el camino pasamos visitamos Orakei Korako, una zona de geiseres. Como a Taupo llegamos apurados de tiempo aprovechamos lo que quedaba de tarde para leer el correo (yo en un cybercafe, y Alberto mangándole la conexión wifi a alguno desde la furgoneta, para ahorrar). Pasamos la noche en un sitio de acampada libre que estaba genial (Reid's Farm se llama, por si nos lee alguien que piensa venir a NZ de baratillo). A la mañana siguiente amaneció nublado, asi que decidimos recorrer el pueblo en plan Equipo A, conmigo conduciendo y Alberto detrás con el portátil intentando encontrar una wifi gratis. Luego estuvimos de compras y nos agenciamos un adaptador de 12 V a 240 V para cargar los portátiles y las cámaras mientras viajamos y poder pasar más noches durmiendo en el campo y yo me compré un gorro estupendo para lo que iba a ser nuestro próximo destino: el Tongariro Alpine Crossing, un trek de 8 horas por Mordor.