viernes, 25 de enero de 2008

Sydney con lluvia

Hemos pasado una semana y pico de lluvia continua en Sydney, más que suficiente para darnos cuenta de que la ciudad pierde bastante sin sol. De todas formas, puestos a elegir un sitio donde nos lloviera, éste no es malo: tenemos cines, librerías, supermercados y algún que otro museo para visitar sin tener que mojarnos demasiado. Además, el hostal tiene diversión asegurada cada día. Esta noche, por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que faltaba el microondas. También faltaban todos los indios. En realidad no había prácticamente nadie, porque hemos llegado pasadas las 11 de la noche y eso aquí es ya muy tarde, y en la cocina sólo quedaba una chica taiwanesa, con la que solemos coincidir mientras cocinamos, plato en mano y con cara de no saber qué hacer con él. Tampoco sabía que había pasado con el microondas, pero según nos ha dicho, esta misma noche ha visto a los indios calentarse unas latitas con él. Si ha explotado o no, no nos lo ha podido decir, pero la cuestión es que el microondas ya no estaba. Carol y yo nos los hemos imaginado a todos encerrados en una habitación intentando resucitar al pobre aparato, pero nos parece poco probable que lo hayan conseguido. No nos importa mucho, porque pasado mañana nos vamos hacia Melbourne, donde hemos alquilado una furgoneta para ver la Great Ocean Road. Además, mañana es el día de Australia, y probablemente no pasemos mucho por el hostal. Nos espera un día de banderitas, desfiles y nacionalismo. Hasta ahora no nos ha parecido ver un ambiente muy nacionalista, quizás porque los asiáticos son casi tan numerosos como los australianos, pero además porque los últimos parecen bastante abiertos. Pero por otro lado nos ha sorprendido ver la importancia que le dan al "Made in Australia" que aparece bien visible en casi todos los productos del supermercado. Y también alguna que otra noticia sobre asaltos indiscriminados a ciudadanos de oriente medio después de que dos salvavidas playeros fueran agredidos por un par de libaneses.

Estos días en Sydney, como los de Adelaide, nos han venido muy bien para sentirnos un poco sedentarios. Nos hemos adueñado de un par de sofás en el Borders (el Fnac de aquí) en los que hemos pasado varias tardes leyendo libros y cómics, y hasta nos hemos permitido ir al cine de vez en cuando. El cine cuesta unos 10 euros, y la verdad es que no hemos tenido mucha suerte con la elección de las películas. No se os ocurra ir a ver la última de Tim Burton, un auténtico tostón. De las que hemos visto aquí sólo se salva "No country for old men", peliculón que vale por toda la cartelera. Para compensar el exceso presupuestario, esta tarde nos hemos pasado por nuestro cibercafé habitual (GlobalGossip, muy recomedable si andais por tierras Australianas o Neozelandesas) y nos hemos bajado la última peli de Futurama, algunas horas Chanante y un par de Buenafuentes (2 euros en total :)) mientras Carol acababa de reservar  hoteles en Singapur y vuelos a Bali. La verdad es que nos morimos de ganas de llegar a Singapur, donde pillaremos las celebraciones del año nuevo Chino, y de empezar a movernos por Asia. Algo de rutina está bien para reponer fuerzas, pero esto sin sol no da para mucho más que para ser un sucedáneo de hogar, y para eso ya tenemos el nuestro. Por si acaso nos arrepentimos, Carol ha encontrado un hotel en Singapur que tiene dos gatos. Que ganas que tenemos de llegar a Singapur!

domingo, 20 de enero de 2008

La vida nocturna de Sydney

Después de llevar 3 noches durmiendo mal por culpa de un grupo de alemanes y holandeses que han decidido que las horas de silencio no son para ellos, esta mañana a primera hora me he plantado en recepción a pedir un cambio de habitación. La nuestra daba al patio, que es el sitio que los adolescentes del hostel han escogido para socializar. La chica de recepción, convencida primero por mi discurso y segundo por mis ojeras, nos ha cambiado a una habitación con 4 camas que se le ha quedado libre en la parte más tranquila del hostel. Aún así sigue habiendo ruido, pero más amortiguado que donde estábamos.

En los múltiples viajes que hemos hecho a la cocina y a los ordenadores del hostel en las horas de insomnio, yo notaba que a medida que iban pasando los días me cruzaba con más gente medio zombie. Mi teoría es que las primeras noches de ruido sólo dormimos mal los que dábamos directamente al patio, y que a medida que ha aumentado el jaleo, disminuía el número de personas que podían conciliar el sueño.

Hace un par de horas, a eso de las 11 y media, yo me he bajado a subir el post anterior a éste. Mientras consultaba el correo junto a un par de chicas, también somnolientas como yo, y uno de los sikhs, hemos empezado a oír gritos provenientes del patio. Desde donde estábamos no se entendía nada pero el tono era claramente agresivo. Yo hacía revisión mental de quién había visto en el patio al bajar y hacía mis apuestas, que estaban entre los sikhs y un grupo de 3 alemanes con pinta de neonazis, más que nada porque la voz era muy masculina y el resto de los que había no creo ni que hayan cambiado la voz todavía. El sikh que estaba a mi lado ha salido echando leches hacia el origen de los gritos, y yo me he sonreído, así para dentro, acordándome de lo del cuchillo debajo del turbante. Ahora que también estaba un poco acojonada, pero al darme cuenta de que estaba en el rincón de la habitación más alejado de la trifulca y pensar que si la bronca se desplazaba a la sala de ordenadores iba a ser la última en cobrar se me ha pasado un poco. Al tiempo iba cotilleando con Alberto, que estaba en la habitación encerrado bajo 7 llaves, por si las moscas. Al final el sikh ha vuelto a su silla, sin marcas visibles y con aspecto relajado. Yo he seguido a mi aire también, con la oreja puesta y Alberto ha salido de ronda por los pasillos por si se enteraba de algo, y cuando parecía que habíamos recobrado completamente la normalidad se ha abierto la puerta de la calle y han empezado a entrar policías a puñados. Ni uno ni dos, han venido ocho o nueve, como los soldados que hacían el registro en La vida de Brian, todos en fila, y cuando por fin la puerta de se ha cerrado tras el último, ha vuelto a abrirla el primero para ir saliendo. Los holandeses, alemanes y sikhs se han vaporizado al momento y cuando he salido al patio para ver cómo estaba la cosa sólo quedaban dos japonesas sorbiendo fideos en una mesa.

Al final una de las chicas que andaban por allí me ha contado que ha sido un vecino el que ha llamado a la poli y que los gritos que se oían no era una pelea, pero no tenía muy claro tampoco a cuento de qué venían. A ver si mañana nos enteramos de más. De momento hoy con todo el numerito y siendo ya casi las 2 de la mañana, calculo que hay un 60% del hostel levantado. Con un poco de suerte no están todos conectados a internet y me dejan un ordenador para subir este post.

Engrish

Con esta foto declaramos oficialmente abierta Engrish, la nueva sección de Asiasido, que esperamos ir ampliando a medida que vaya avanzando el viaje. Las imágenes nuevas irán apareciendo en el álbum que ponemos a continuación:

miércoles, 16 de enero de 2008

Asiasido contra las hordas Sikh

El mundo de los backpackers tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Entre las buenas están el precio, las cocinas comunitarias, la variedad de gente que las habita y el ambientillo que se crea. Entre las malas están las cocinas comunitarias, la variedad de gente que las habita, el ambientillo que se crea y, si tienes muy mala suerte, el precio. Ahora es temporada alta en Sydney, están todos los estudiantes de vacaciones y es una de las pocas zonas de Australia donde el calor no es asfixiante, así que se vienen todos para aquí a disfrutar de la metrópolis y las playas sin medusas. Y claro, los hoteles de backpackers se desbordan. Nosotros, que no sabemos en que día vivimos ni a que hora se come, ya estábamos acostumbrados a reservar de un día para otro en el hostal de turno, pero aquí en Sydney nos costó encontrar sitio libre. De pura chiripa encontramos el Alfred Park Budget Hostel, que es donde estamos ahora y donde nos vamos a quedar unos quince días más, hasta que nos vayamos para Melbourne. El precio es un poco más caro que en el resto de backpackers donde hemos estado, unos 80 $ Australianos (8.000 pts) la habitación doble con baño, pero es lo habitual en Sydney por estas fechas. El hostal lo lleva una pareja medio malagueña y una chica colombiana con los que te puedes dar el gustazo de hablar en castellano, lo que se agradece para variar. Las habitaciones son correctas, tienen ducha en la habitación, y está bastante bien situado, en una zona tranquila a un paseo del centro.

Y la cocina está muy bien: cuatro fogones, dos fregaderos, infinidad de sartenes y cazuelas, nevera en cada habitación... En algunos backpackers nos hemos encontrado con que sólo tenían una cazuela y una sartén, tan abolladas que parecía que las hubieran utilizado para cazar la cena, por lo que así, de lejos, la cocina que nos ha tocado pintaba bastante bien. No es el paraíso que teníamos en Adelaide, pero menos da una piedra. Fue dejar las mochilas e irnos a la playa, de la que  no volvimos hasta que ya era de noche, con nuestra bolsa del Coles (el Carrrefour de aquí) llena de productos varios y un hambre de esas que sólo te dan después de haber estado en la playa. Hasta entonces no nos dimos cuenta de que algo no andaba bien. Camino de la habitación vimos que la cocina estaba llena hasta la bandera, y en el comedor no quedaba ni una silla libre. Al bajar de la habitación preparados para cocinar vimos que la cocina no sólo estaba llena de personas, sino que había cola fuera esperando turno, y tanta porquería que daba miedo entrar. Era algo con lo que no nos habíamos encontrado todavía. Por lo que hemos ido viendo, los únicos que cocinamos por el mundo somos los españoles, los italianos, los franceses y los asiáticos (todos). Los alemanes, holandeses, anglosajones o australianos, que son el 70% de lo que se mueve por los backpackers,  se traen comida de take-aways que calientan al microondas y listos. Así que normalmente los mediterráneos y los asiáticos disfrutamos de la cocina a nuestras anchas.

En este caso no. En parte porque el hostal es demasiado grande para tan poca cocina, y en parte porque da la casualidad de que se han juntado dos o tres familias hindús justo en las mismas fechas. Y lo acaparan todo con sus pucheros gigantes, sus turbantes, sus cocciones a fuego lento y sus millones de especias. A mi me recuerdan a los indios que salían en las novelas de Julio Verne, y me los imagino con un kriss oculto en el turbante naranja, listos para cazar un tigre y echarlo a la cazuela sin despeinarse el bigote. En medio del maremagnum bengalí, algún alemán (u holandés, no sabemos bien..) consigue hacerse hueco y copar algún fogón, que no abandona hasta que ha alimentado a todos sus compatriotas. Pero a la que se relajan, cosa que suele pasarles, los indios ya les han robado el fuego de nuevo. Carol y yo nos quedamos al margen estudiando la situación, y viendo la pericia y el morramen de los hindús y la persistencia germánica decidimos batirnos en retirada y esperar una mejor ocasión para pasar al ataque. Mientras cenamos unos modestos noodles y un poco de hummus (que aquí lo venden ya hecho) en un rincón del comedor comprobamos que los indios tienen unas 7 cazuelas en la mesa que se van pasando de unos a otros y que de vez en cuando visitan la cocina para ser recalentadas ante la estupefacción de los alemanes. No sabemos cuanto tiempo estuvieron cenando, pero cuando nos fuimos a la habitación todavía andaban con los chupitos y con las canciones regionales. Mañana será otro día, nos dijimos.

Pero volvió a ser más o menos el mismo, si no peor. A las 2 de la tarde las mujeres de la familia ya estaban cocinando la cena, y por lo que pudimos comprobar no acabaron hasta las 8 de la tarde, justo cuando los hombres empezaron a acaparar las mesas y sillas del comedor. A las 9 empezaron a recalentar las cazuelas, y a las 10 a re-recalentarlas. Esa noche nos contentamos con un pan de ajo y un bocadillo, pero empezamos a organizarnos para que no nos volviera a pasar. Ayer nos reunimos en un Starbucks (el único sitio donde Carol puede pensar) e hicimos  una lista de platos que podemos cocinar y guardar en la nevera.

Hoy me he pasado toda la mañana cocinando. Las dos mujeres indias (suegra y nuera creemos, porque la joven cocina mientras la mayor le grita desde el comedor) no me han dirigido la palabra en las 2 horas en que hemos compartido la cocina. Por lo menos no me han atacado, y creo que ha sido en buena parte gracias al amuleto francomasón que muy acertadamente compré el otro día en la logia de la esquina y que les iba enseñando constantemente mientras pelaba las patatas.

Australia está llena de templos masones, un día de estos iré a uno a sacarme el carnet.






lunes, 14 de enero de 2008

Sydney, la capital del músculo

IMG_1744 Tras varios días haciendo el vago por Adelaide nos subimos a un avión de JetStar para venir a hacer el vago a Sydney. La verdad es que de los muchos cambios de ciudad que hemos hecho este es el que mejor se nos ha dado. Nos levantamos a las 6:30, a las 6:50 estamos en la puerta del hostal esperando el taxi, a las 6:55 nos recoge y a las 7 y poco llegamos al aeropuerto. Disfrutamos de unos megas de Internet gratis en el aeropuerto, desayunamos y nos subimos al avión. Un rato después estábamos en Sydney llamando al nuevo hostel (Alfred Park Hostel) para que vinieran a recogernos. En 20 minutos estábamos haciendo el chek-in, y por una vez han entendido bien nuestros apellidos, pero con truco, porque los que lo llevan son de Málaga. Para colmo, justo antes de hacer el checkin una pareja que estaba haciendo el checkout nos regalaba dos bonos de transporte público semanal que llegaban hasta las alrededores de Sydney y, más concretamente, hasta la playa de Manly, que es una de las más famosas aquí. A eso de la una de la tarde, tras un rato en tren y otro en ferry a través de la bahía de Sydney, ya estábamos tostándonos en la playa.

IMG_1703 La primera impresión de Sydney ha sido más que positiva, y lo de la playa ya ha sido el no va más. En los casi dos meses que llevamos en Australia hemos ido acumulando ganas de playa, pero no las hemos visto casi por ningún lado. O tenían medusas, o cocodrilos, o eran manglares o estaban a cientos de kilómetros. Y las tablas de surf sólo las habíamos visto en las tiendas. Pero en dos días que llevamos aquí ya nos hemos desquitado, primero en la playa de Manly y luego en la famosísima Bondi Beach. No están precisamente cerca del centro de Sydney, y no son las playas más bonitas del mundo, pero tienen un ambiente muy curioso que las hace irresistibles. Ambas están casi exclusivamente pobladas de gente joven, pero gente de los cinco continentes, cada uno con su estilo y su forma de vivir la playa. Desde los surferos japoneses a los pandilleros ¿samoanos?, la familia hindú o las ortodoxas israelís. Por haber hay hasta homeless playeros, una especie que no habíamos conocido aún y que nos ha parecido de lo más interesante.

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Pese a la diversidad, la primera sensación es que la playa está totalmente dominada por los megacachas. En Australia el culto al cuerpo es descomunal, tanto entre chicos como entre chicas, y lo de estar cuadrado parece estar al alcance de todo el mundo. En las playas la concentración de músculos es tan elevada que da casi risa. Debería dar miedo, pero cuando te das cuenta de que hasta los niños de doce años te pueden tumbar de un bofetón acabas por verle la gracia. Lo más curioso es que aquí estar cuadrado es tan normal que ha perdido el componente de chulería que suele llevar asociado, lo cual es de agradecer. Cuando se meten en el agua van dando saltitos sin ningún pudor, y cuando vienen olas gordas gritan casi tanto como las coreanas o se tiran en plancha como Manolito Gafotas. Un comportamiento que en España les dejaría automáticamente fuera del ranking de chulos playeros, pero que aquí está totalmente permitido. Entre tanto musculitos llaman la atención los vigilantes de la playa, que llevan un atractivo conjunto rojigualdo con gorrito decimonónico, y un aspecto de bibliotecario anémico bastante preocupante. Pese a todo, deben saber lo que se hacen, porque están constantemente dándole al silbato para alejar a los cachas de las corrientes. Y es que aquí no hay medusas ni tiburones, pero hay unas corrientes que se llevan al más pintado. En Manly sólo un 10% de la playa era apta para "nadar" y el resto quedaba para los surferos, que campaban a sus anchas. O por lo menos se paseaban con las tablas arriba y abajo, porque hacer surf no sabemos si hacían mucho, al menos en la cresta de la ola no vimos a casi ninguno. Como excepción a este magnífico y festivo ambiente playero debemos mencionar al supervillano de la playa, el tío del chiringuito de la Bondi Beach. Se trata del típico rubio macizo perdonavidas, algo así como el Javi de Verano Azul pero crecidito y en austral. Jamás hemos visto a nadie alquilar tablas de surf , tumbonas y manguitos con semejante aire de superioridad.

Como nos hemos dado cuenta de que aquí el sentido del ridículo no cuenta y de que nadie se va a fijar en nosotros nos hemos conjurado para alquilarnos una tabla para hacer el pollino con estilo el próximo día que vayamos a la playa. Seguiremos informando.

viernes, 11 de enero de 2008

Coober Pedy y Adelaide

(La foto de la izquierda es de una cria de wallaby. En el ultimo camping que estuvimos los habia a montones y se te agarraban a los brazos para que les dieras de comer. Anda que no tenian morro. El camping se llama Heavitree Gap, para los que vayan a Alice Springs. Es muy cutre pero te puedes pasar a ver los wallabies. A ver si Alberto se anima y hace un video de bichos de Australia, ejem ejem. )
En fin, empiezo. Hace unos días entregamos nuestra casa-jeep en Alice Springs y recogimos el vehículo que en 4 días nos ha traído a Adelaide. Esta vez era otra relocation, en la que sólo teníamos que pagar la gasolina que gastamos en los 1600 kms que separan las dos ciudades. Unos 220 euros en fuel, ni más ni menos. Aún así nos sale a cuenta porque ahorramos en alojamiento y además hemos visto el sur del Outback. El coche era un cruce entre 4WD y caravana, con aire acondicionado en la habitación. Después de 10 días de asarnos en el desierto casi lloramos de alegría al enchufarlo por primera vez.

Al salir de Alice Springs a mediodía íbamos comentando lo machotes que éramos por haber sobrevivido a 40 grados en un coche sin nada que nos aliviase el calor - a excepción de los momentos en los que abríamos el frigorífico y aprovechábamos para meter la cabeza un ratito - cuando vimos a lo lejos un bulto en una bici rodando por el arcén de la carretera. Al adelantarlo leímos en un cartel que llevaba a la espalda "Please, give me a lift to Erlunda" (Por favor, llévame a Erlunda). Erlunda es una estación de servicio que queda a 200 kms en la dirección que íbamos, asi que paramos. Es cierto que nos detuvimos por ayudarle pero también porque nos picaba la curiosidad de saber qué leche hacía alguien en una bici en medio del desierto. Resultó ser un japonés de 18 años que estaba recorriendo Australia en bicicleta, y que calculamos llevaba recorridos 4.000 kms en un mes. Viajaba de sur a norte, justo en sentido contrario en el que pedía que le llevasen, y al preguntarle por qué volvía a Erlunda nos contó que había olvidado la cartera allí. Para más inri, el pobre Yasu, que así se llamaba, con esa confianza que tienen los japoneses en la decencia de la gente, esperaba encontrarla al llegar. Como nuestro coche sólo tenía dos plazas, hicimos hueco para él y su bici en la parte de atrás y tras invitarle a comer y refrescar el agua que llevaba en nuestra nevera lo llevamos a su destino. Pese a que la cartera no apareció en Erlunda, Yasu hizo desaparecer pronto la expresión de decepción y rechazando nuestros ofrecimientos de ayuda, nos despidió con una sonrisa de oreja a oreja. Al arrancar el coche vi que Alberto llevaba la misma cara que ponía mi madre cuando dejábamos a mi hermana en el campamento de verano.


Nuestro objetivo era llegar a Coober Pedy antes del anochecer, pero entre que salimos tarde y la parada en Erlunda acabamos durmiendo en un camping unos 200 kms antes. El sitio en el que paramos era lo que esperábamos encontrar en el Outback cuando fuimos a la zona de Alice Springs pero que no habíamos visto porque el turismo lo había transformado todo. Era un pequeño camping con motel, una piscina, un bar, una zona de tragaperras y una pequeña tienda de souvenirs, todo rodeado de tierra roja y arbustos. No sé explicar qué tenía, pero por decirlo de alguna manera, era un cruce entre una película de David Lynch y un episodio de Doctor en Alaska. Como Alberto estaba cansado decidimos comer en la cantina. Yo tenía que coger algo de la caravana y él se quedó pidiendo la cena en el mostrador. Mientras me dirigía a la salida un chico aborigen de unos veinte años entró abriendo la puerta enérgicamente. Al salir vi que afuera había varios aborígenes que venían con él y habían llegado andando hasta allí porque no se veía ningún vehículo aparcado. Algo no le debió gustar a la mujer que tomaba el pedido de Alberto porque tras echar un vistazo alrededor se inclinó hacia él y le hizo una pregunta muy curiosa: "¿Llevas zapatos?". Supongo que lo que buscaba al preguntar esto era encontrar un motivo para pedirle al chico aborigen que se marchase en caso de observar algo extraño. Luego nos fijamos en que tanto en la cantina como en la tienda avisaban que no se podía entrar sin zapatos, que debe ser el método que utilizan para mantener a los aborígenes fuera del local.


Al día siguiente condujimos los kilómetros que nos restaban para llegar a Coober Pedy por un paisaje todavía más desértico que lo que habíamos recorrido. Coober Pedy, decían nuestros folletos, es un pueblo en el que el 80% de la población vive bajo tierra. La ciudad gira en torno a las minas de ópalo, que a partir de los años 30 atrajeron a mucha gente a la ciudad. Bueno, eso y las pruebas nucleares en el desierto, que obligaron a los aborígenes de la zona a abandonar sus tierras. Uno de los trípticos que recogimos anunciaba un campo de golf sin hierba, una iglesia subterranea, una piscina y un camping bajo tierra. El motivo las altas temperaturas de una zona en la que el agua corriente y la electricidad sólo han llegado al pueblo recientemente.


Nosotros nos alojamos en un camping normal, de los de con vistas al sol. Visitamos todos los sitios subterráneos que no cobraban entrada y nos dimos una vuelta por el pueblo, que tenía lo suyo. La calle principal en sí era una sucesión de tiendas de ópalo y chatarrerías en las que se exhibían los cacharros más diversos: coches con patas de 3 metros de alto, una nave de Mad Max (se rodó allí una de las partes), autobuses ensamblados con grúas, etc... Las aceras eran montones de arena de las minas y sobre ellas flotaba una nube de polvo que todo lo cubría.


En una librería, subterránea claro, me compré un libro que me he ido leyendo en el camino a Adelaide. Se llama "I, the aboriginal" (Yo, el aborigen) y es del mismo autor que otro que me compre la semana pasada "The lizard eaters" (Los comedores de lagartos), un tal Douglas Lockwood. Este segundo narra una expedicion que a principios de los anyos 60 fue a encontrarse en medio del outback con varios grupos de aborigenes que no habian tenido nunca contacto con los whitefellas, u hombres blancos.


El autor no es antropologo y explica los encuentros como alguien que va de asombro en asombro. Como esta escrito en los 60 carece de la autocensura de lo que ahora se considera politicamente correcto, que para mi es de agradecer. Explica de los Pintubi, la tribu, que se alimentan casi exclusivamente de lagartos por no haber otra cosa que comer en la parte del desierto donde habitan. Han de moverse continuamente de un pozo de agua al otro y muchos perecen en el camino, sobre todo si despues de andar durante dias este resulta estar seco. Como la caza tambien es escasa llegan a recorrer 40 y 50 kilometros diarios en busca de comida. Pese a las temperaturas extremas del desierto se las apanyan para sobrevivir. Cuenta el autor que el unico contacto que han tenido con la civilizacion ha sido ver volar los aviones sobre del desierto. Narran las familias el panico que se apodero de ellos al verlos y como estuvieron escondidos durante semanas, comiendo carne cruda por no ser descubiertos al hacer fuego para cocinar. Al encontrarse con la expedicion, les proporcionan comida, mantas y una ropa que les tienen que ensenyar a ponerse. Como no tienen con que cubrirse, duermen tan pegados al fuego que estan cubiertos de cicatrices de haberse metido en las brasas mientras dormian.


Entre un encuentro y otro tambien va explicando los problemas a los que se enfrentan los aborigenes en su integracion en la sociedad blanca. Tambien cuenta la historia de un hombre aborigen con una pierna amputada, lo que era un hecho insolito ya que los aborigenes no practicaban la cirugia. La historia es que en una lucha de lanzas fue herido en una pierna. La herida se infecto y se le empezo a gangrenar. Durante los 6 meses siguientes y debido a la condicion de nomadas de su tribu, otro hombre se vio obligado a acarrearle por el desierto. Mientras tanto la pierna seguia pudriendose. Finalmente un dia la pierna se cayo, y el hombre quedo asi, con una pierna, tal y como lo conocio el autor del libro.


Cambiando en parte de tema, ahora estamos ya en Adelaide. Llevamos 3 dias de relax en el superapartamento donde estamos alojados. De los tres, dos nos los hemos pasado sentados en una libreria que tiene unos sillones muy comodos donde te puedes estar durante horas. Ya se que tanto mencionar libros me va a crear fama de pedante, pero de perdidos al rio. En Borders, la libreria, me he leido otro de un historiador de Tasmania que explica cómo las masacres y el racismo se han eliminado completamente de la historia australiana para crear el mito del pionero valiente que ha ganado la tierra solo a base de trabajo. Se titula "Why weren't we told?" y el autor es Henry Reynolds. Si alguien quiere informarse sobre el tema es un buen comienzo. Yo tengo mucha curiosidad, pero claro, no es algo que le puedas ir preguntando a la gente por la calle. Hale, ya me callo.

domingo, 6 de enero de 2008

Novedades marujiles desde el desierto Australiano: el tiempo, la comida y la cesta de la compra.


Ahora que estamos saliendo del desierto y llegando a Adelaide podemos confirmar que los rumores que circulan de que ha habido inundaciones en el desierto son, de momento, infundados. En realidad lo de que el desierto australiano se inunde no es nada raro, pasa casi cada verano en la temporada de lluvias, que es en la que en teoría estamos. De hecho, las carreteras están bastante preparadas para tal efecto, porque en muchas de ellas hay unos postes que indican la profundidad de las posibles riadas: 20 cm, 60 cm, 140 cm... Es bastante surrealista y difícil de imaginar, pero cuando llueve, muchas carreteras quedan cortadas. Las fotos que hemos visto de tormentas en el desierto son espectaculares, pero por desgracia en las casi dos semanas que hemos pasado aquí no hemos visto más que dos días con nubes, que no nublados. Cuando hay nubes las salidas y puestas de sol son increíbles, las más bonitas que hemos visto hasta el momento, y ha sido una pena no haber tenido más. También nos hubieran venido bien para sobrellevar el calor, que creemos ha superado de largo los 40 grados de máxima. Por las noches refresca algo, hasta el punto de que durante una hora hasta te tienes que tapar con la sábana, pero durante el día es muy difícil de soportar. Por suerte tenemos piscina en todos los campings a los que vamos (hemos desistido de dormir al raso), y lo curioso es que aunque en la piscina se está de coña, al salir hace bastante frío pese a que no bajamos de los 40 grados. Suponemos que debe tener algo que ver con que la humedad ambiental es de sólo el 15%, pero no acabamos de tenerlo muy claro.


En estas circunstancias se me hace un poco difícil cocinar en la furgoneta, porque los alimentos se me adelantan y se cocinan solos. Tenemos una neverita bastante maja, pero si descontamos el espacio que ocupan las botellas de agua, limonada y cocacola (bebemos casi 4 litros por persona y día) se queda en nada. Pese a todo me apaño bastante bien, y como suele pasar cuando hay pocos recursos, he aguzado el ingenio para ampliar la dieta. Hasta hace poco estaba especialmente orgulloso de mi alioli sin mortero, pero con estos calores triunfan más mis "smoothies de plátano y coco" y mi último descubrimiento, los "Espaguetis del Día de Antes". El smoothie no tiene mucho secreto: se machacan un par de plátanos (las únicas frutas baratas que hay por aquí) en un bol con un tenedor, se le añaden dos cucharadas de azúcar para acabar de triturarlos y cuando están hechos una crema se le añade a la mezcla un vasito de crema de coco y un vaso grande de leche, ambos recién sacados de la nevera. Con una licuadora seguro que es más fácil, pero también menos divertido, y no creo que queden mejor. Los "Espaguetis del Día de Antes" son dignos de Ferrán Adrià, y superan de largo a los mundialmente famosos espaguetis Lucocitos (receta secreta, lo siento). Todos sabemos que los clásicos espaguetis con tomate, recién hechos, están buenos, pero están muchísimo mejor los que sobraron el día de antes recalentados. Nadie se atreverá a negarlo.... Pero... ¿¿como conseguir unos espaguetis del día de antes sin tener que esperar veinticuatro horas?? He ahí la cuestión. Y por pura necesidad, lo hemos averiguado. Como no tengo espacio para guardar latas normales de tomate triturado he recurrido a la pasta de tomate, que es lo mismo pero deshidratado. Ocupa una tercera parte, cuesta lo mismo, y si le añades un poco de agua sabe exactamente igual. Pero para hacer los espaguetis del día de antes la clave está en no echar agua extra. Cueces la pasta, fríes un poco de chorizo (aquí lo llaman "spanish chorizo", pero es peperoni) en aceite de oliva, y le añades la pasta de tomate. La salsa sólo necesita sofreírse tres minutos, porque ya viene deshidratada, y a continuación no hay más que añadir los espaguetis a la sartén y dejar que absorban la poca humedad que aún le pueda quedar al tomate. En 15 minutos tienes unos espaguetis exáctamente igual a los del día de ayer. Probadlo y veréis...


En las cerca de dos semanas que nos hemos pasado en el centro de Australia nos hemos gastado diariamente casi el doble de nuestro presupuesto diario, principalmente debido al alquiler del coche, que ha sido bastante caro, y de forma algo inesperada también por el precio de la gasolina. Sabíamos que aquí la gasolina es más cara que en el resto de Australia, pero la verdad es que no previmos la cantidad de kilómetros que íbamos a hacer ni lo que consume el 4x4 que nos han alquilado. Sólo desde Alice Springs hasta el Uluru, el trayecto del primer día, nos gastamos casi 120 euros de gasolina. Así las cosas, y teniendo en cuenta que los aviones, trenes y autobuses que llegan o salen de aquí son bastante caros, hemos pasado las últimas noches rezando por encontrar una relocation (cuando te dejan casi gratis una caravana para que la devuelvas a su lugar de origen) que nos permitiera salir de aquí más o menos airosos. Por suerte, encontramos una que nos venía al pelo: teníamos que recoger la caravana en Alice Springs y llevarla a Sydney en siete días, a precio simbólico de un dólar al día. Nos tiramos de cabeza, pero al cabo de un rato echamos números y vimos que la gasolina nos iba a costar 600 euros como poco, porque la ruta que pretendíamos hacer era de unos 3.500 km, a razón de más de 700 al día. Demasiados kilómetros como para disfrutarlo y demasiado dinero como para que saliera a cuenta. Por suerte, nos dejaron anular la reserva y apuntarnos a otra relocation, y ésta sólo llegaba hasta Adelaide (1.600 km) y teníamos cuatro días para hacerla. De allí hasta Sydney o Melbourne se puede ir en avión por menos de 80 euros, y en eso estamos ahora.


Moraleja si vas a visitar Australia: investiga bien el tema de las relocations y ten muy en cuenta el coste de la gasolina. En nuestra opinión, visitar toda Australia con coche o furgoneta es un desperdicio de tiempo y dinero, y sólo vale la pena hacerlo en zonas muy concretas, y para nosotros no es el caso del Uluru, al menos en pleno verano.

(La foto que abre el post es de nuestra cocina en Adelaide. Estamos en un guesthouse con una pedazo de casa que compartimos solo con otra pareja que nunca sale de la habitacion. Annie's Place se llama el sitio)

viernes, 4 de enero de 2008

Safari fotografico Pokemon

Estamos en Alice Springs, la ciudad mas grande del Outback. Llegamos en Navidad dispuestos a recorrer en diez dias el desierto australiano en4WD. En el aeropuerto nos recogio una furgoneta del sitio en el que nos alojabamos el primer dia, Annie's Place. El trayecto hasta el hostel nos sirvio para hacernos una idea de lo que es el paisaje urbano de Alice Springs, que nada tiene que ver con ninguna de las ciudades que hemos visitado hasta ahora. Bajo el sol con una temperatura de 40 grados y 13% de humedad, en las calles solo se veian aborigenes que vestidos con harapos andaban con el paso del que no tiene ni prisa ni lugar definido hacia donde ir. Parecian fantasmas vagando por una ciudad desierta. Esa tarde nos invitaron a una barbacoa en el hostel por navidad. Tuvimos el poco ojo o la mala suerte de sentarnos en la mesa mas aburrida, donde las japonesas eran mayoria y hacian poca intencion de relacionarse con los demas. Al dia siguiente recogimos el 4WD y dimos una vuelta por la ciudad en busca de un supermercado abierto, cosa que no fue facil porque aqui el 26 de diciembre es la fiesta del Boxing Day. De camino al super el panorama era muy parecido al del dia anterior.

Con la furgoneta ya cargada de comida y sobre todo de agua, nos pusimos en marcha hacia el Uluru. Aun no teniamos nada planeado y esto era lo unico que sabiamos que queriamos ver. Hicimos pocos kilometros y paramos a dormir en un sitio llamado Rainbow Valley, al que solo se accedia por una pista 4WD. En alguna pelicula habia visto que en esas carreteras australianas de tierra roja si te parabas te quedabas atascado, y en las que hemos cogido hemos visto que en algunos tramos es asi. Al dia siguiente seguimos camino del Uluru e hicimos nuestra primera parada para poner gasolina. Gasolina que por otro lado tenia precio de Rioja, y cuando en el resto del pais el precio ronda los 1'20-1'40 dolares, aqui esta entre 1'80-1'90. Teniendo en cuenta que el 4WD ademas consume casi 20 litros por 100 km, en esa primera parada vimos que nuestro presupuesto, que ya era desorbitado para el Outback iba a crecer aun mas. Una vez en el Uluru las posibilidades de alojamiento en caravana son tan reducidas como que solo hay un camping y la acampada libre esta totalmente prohibida. El camping, como suele pasar en todos los sitios en los que no hay competencia, es caro y malo. En los dos dias que pasamos alli vimos el Uluru al anochecer, al amanecer y el Kata Tjuta al anochecer, hicimos un par de walks por la base del Uluru y otro por una garganta del Kata Tjuta. Todas estas actividades entre las 5 y media de la manyana y las 10 y entre las 5 y media y las 7 y media de la tarde. Entre las 10 de la manyana y las 5 y media de la tarde solo pudimos dedicarnos a la unica actividad posible: morirse de calor. En el camping el unico sitio con aire acondicionado era la recepcion, y claro, el numero de visitas alli a lo largo del dia era limitado si no le echabas mucha imaginacion. Las otras dos opciones eran la caravana, que al sol o a la sombra mantenia una temperatura constante de 40 grados, o la calle, en la que con suerte no habia aire, porque cuando soplaba te quemaba la cara. Realmente habia otra opcion, la piscina, pero aqui el uso de toldos no se estila y en las pocas sombras que formaban los arboles se apinyaban los chinos que iban a todos lados de 50 en 50 llenando cualquier espacio libre con sus coloridos banyadores moda anyos 80.

En realidad, todo ese calor seria soportable si no fuera porque la sensacion que le queda a uno despues de visitar el Uluru y Kata Tjuta es de turistada. En ambos sitios solo se puede andar por 2 o 3 walks marcados y solo te puedes parar con el coche en unos aparcamientos que ya estan marcados como "Uluru puesta de sol", "Uluru amanecer" y desde ahi todo el mundo espera a tirar exactamente la misma foto. En 2 horas has hecho todo lo que se puede y te dejan hacer en el lugar, y el resto son 7 horas de calor y sudor continuo o kilometros y kilometros de carretera hasta el siguiente punto donde te encontraras un aparcamiento que te indicara "Atraccion X puesta de sol" y volveras a hacer lo mismo. El unico sitio que realmente tiene un poco mas de vidilla y puedes hacerlo mas a tu aire es Kings Canyon, donde hay un walk de 4 horas muy chulo, y que por supuesto tienes que empezar a hacer a las 6 de la manyana, porque a las 10 el sol te deshace el gorro. En la foto se ve a Alberto siguiendo sus planes de asar patatas por el mundo. Aqui era increiblemente facil. De hecho con ponerlas en el salpicadero del coche hubiera sido suficiente, pero lo del fuego tenia mas de aventura.

Definitivamente lo mejor del Outback es la luz. Las puestas de sol son increibles, la piedra del Uluru y la tierra roja se vuelven brillantes a medida que va cayendo la tarde hasta un buen rato despues de que el sol se ha puesto. El cielo es de un azul limpio e intenso como no habia visto hasta ahora. Vamos, el paraiso para cualquier aficionado a la fotografia. Lastima que todas las imagenes de la zona esten tan comercializadas.

Si alguien planea venir al Outback en verano, mi consejo es que de poder hacerlo, cambie los planes. En el caso de que sea inevitable y piense hacer el desembolso que supone venir aqui, la mejor opcion es un tour organizado de 3 dias para ver Uluru, Kata Tjuta y Kings Canyon. Vera exactamente lo mismo que hemos visto nosotros en la furgoneta, porque realmente todo esta tan explotado que es casi imposible salirse de la ruta marcada, a las mismas horas y ademas con aire acondicionado.

Ahora mismo estamos en Alice Springs. Hace un par de dias adelantamos la vuelta para hacer una pausa antes de ver la parte que nos quedaba, los West McDonell Ranges. Ayer, tras un descanso de un dia, nos marchamos a explorar esta zona, que resulto tener mas bien poca chicha. A excepcion de una colonia de wallabies (canguros) de roca poco mas habia. Paramos en una poza de agua naranja en la que Alberto se pego un banyo. No es el primer sitio donde se mete, ya en Kings Canyon se remojo en otra parecida para sorpresa mia, y ahora ha emprendido una ruta de las pozas que es, a su manera, la forma de sobrellevar el calor.
Entre tanto seguimos lo que da titulo al post y sitio en el que puede haber algun animal, alla que vamos. En el desierto hemos visto algun lagarto, muchos bichos feos pero inofensivos, alguna aranya que ha venido a dormir con nosotros y hasta un escorpion en la piscina que pese a estar panza arriba casi nos provoca un infarto. Es sorprendente como se acostumbra uno a tanto bicho. Yo antes cada vez que entraba en la ducha le hacia una revision estilo CSI, pero ahora ya cuento los bichos asi a ojo, miro que ni los que vuelan, ni los que trepan ni los que corren por el suelo parezcan peligrosos y me meto debajo del agua. Pero como estos no cuentan y teniamos mono, nunca mejor dicho, de animales, ayer nos fuimos a ver el Alice Springs Desert Park, que tiene una muestra de todo lo que hay en el desierto. Mucho reptil, poco mamifero y casi todos nocturnos. La visita son unos 20 dolares, pero te puedes pasar alli casi todo el dia. Ademas para reafirmarnos en nuestra idea de que los australianos son simpatiquisimos, un ranger se sento con Alberto en la exposicion de animales nocturnos y le estuvo contando un monton de cosas. Yo, con la audioguia, me entere de que Australia tiene el record de animales extinguidos, 19 especies en 200 anyos, y de que los conejos han hecho tanto mal aqui que en Pascua han cambiado el tradicional Conejo de Pascua por el Bilby de Pascua, que es un marsupial que ha estado a punto de desaparecer por la invasion de conejos.

Cambiando completamente de tema, mi intencion al empezar el post era contar cosas sobre los aborigenes. Me compre un libro camino del Uluru sobre el tema y me iba a soltar el rollo. Por suerte para los que nos leen, ya no tengo tiempo de tanto y solo pondre algunas cosillas. Resulta que los aborigenes llevan en Australia unos 60.000 anyos. Hasta que llegaron los ingleses, tambien habian pasado por aqui los holandeses, los portugueses y los espanyoles con intencion de comerciar, pero se habian encontrado con que a los aborigenes poco les podian vender. Nomadas como son, solo llevaban consigo una lanza y escudo los hombres y unos recipientes para transportar comida las mujeres. Lo demas no lo necesitaban, lo que ofrecia pocas posibilidades de intercambio. Aqui ademas, hasta que los ingleses descubrieron las minas de oro y opalo, no habia ni marfil ni telas ni nada que interesase a los occidentales, con lo que se fueron a hacer negocio a otra parte. Mas adelante los ingleses vinieron y se lo miraron mas de cerca, pensando en Australia como una tierra que podia ser reclamada por la corona. Sin preguntar ni interesarse, plantaron su bandera y empezaron a acaparar tierras como mi primo pedia los regalos de reyes cuando los veia en la tele, con un "melopido melopido". Los aborigenes en su ingenuidad pensaron que con el tiempo los visitantes acabarian amoldandose a la forma de vida nativa. Cuando vieron que no era asi, sino mas bien lo contrario, reclamaron con lanzas las tierras usurpadas, lo que fue la excusa perfecta para que los ingleses empezaran a eliminarlos en masa. Aun en los anyos 30 del siglo pasado las leyes obligaban a los aborigenes a renunciar a sus hijos. El objetivo era educar a los ninyos alejados de sus padres y en los valores cristianos, para que el el futuro estuvieran totalmente integrados en una sociedad que solo se concebia de manera homogenea. Tambien eran parte de experimientos eugenesicos con los que se pretendia aclarar la raza "para volverlos mas del gusto de Nuestro Senyor Todopoderoso" (sic). A dia de hoy, la situacion de los aborigenes es solo un poco mejor que antes. Ahora la ley los considera iguales, pero los 200 anyos de desarraigo y apartheid los han dejado en una situacion precaria, inadaptados y alcoholizados en muchos casos. En Australia me da la sensacion de que mayoritariamente se mira para otro lado y, aunque da la sensacion de que hay una especie de verguenza nacional con la situacion, poco se puede hacer. El gobierno les ha devuelto algunas tierras, pero mapa en mano, uno puede comprobar que son desierto en su mayoria. Pero claro, es impensable devolver Sydney o Cairns, que fueron aborigenes durante miles de anyos. Es inevitable comparar el exterminio que practicaron aqui los ingleses con las masacres que llevaron a cabo los espanyoles en America. Nosotros hemos borrado el sentimiento de culpa pensando que ahora son independientes, aunque se ganaran esa independencia peleando, y no tenemos que ver cada dia el estado en el que les han dejado esos anyos de explotacion. En cambio aqui los australianos lo ven cada dia en la calle, y supongo que la unica manera de sobrellevar la verguenza de lo que han hecho sus antepasados es mirar siempre hacia otro lado.

En 3 minutos de internet que me quedan, y para los que les interese el tema de los aborigenes, hay 3 peliculas australianas muy buenas: Rabbit Proof Fence (del tema de los ninyos escolarizados lejos de sus padres), The Proposition (de la epoca de la Policia Nativa, que se dedicaba a cargarse a todo aborigen que se pusiera por medio) y Ten Canoes (de co-director aborigen sobre la vida en una tribu). Y de otros temas mi favorita, The Dish (de como la mentalidad australiana del no worries choca con la mision espacial americana), o La Boda de Muriel y Love is in the Air, o The Castle, que son comedias que reflejan la capacidad que tienen los australianos de reirse de si mismos.