martes, 27 de noviembre de 2007

El incidente de las Pavlovas

Desde que llegamos a la Monkey Island no ha dejado de llover, pero ya nos hemos aclimatado tanto a los elementos neozelandeses que no nos importa. En realidad, desde que David y Marta nos restregaron por la cara que son una especie de cruce entre McGyver, Arguiñano y Txumari (aquel que por no desperdiciar no desperciaba ni el pis matutino) nos hemos sometido a una disciplina espartana en la que salir de la furgoneta es casi un lujo. Ya no pisamos campings, Carol ha dejado de buscar ropa compulsivamente en los JayJays (la única cadena de ropa que se ve por aquí) y yo he dejado de cocinar sopas de sobre.

No se si lo he comentado en algún otro post, pero hasta que nos juntamos con estos dos yo tenía a Carol convenientemente engañadita de lo peligroso y complicado que es cocinar en los hornillos que trae la furgoneta, y le iba dando sopas, noodles y algún que otro bocadillo de jamón con aguacate para las grandes ocasiones. Pero desde que Marta nos soltó lo de "pues nosotros tenemos garbanzos con chorizo para cenar" hasta ahora, ya no ha habido otra... Espaguetis carbonara, tortilla de patatas, suprema de ternera, ensalada de tomatitos, arroz con pollo... Cuando vi en su blog que a David le habían regalado un pescado y se lo habían cocinado al horno con patatas me puse vede de envidia, y eso que soy vegetariano. Me tiré de cabeza al único plato con el que le podía hacer la competencia: patatas asadas con alioli. El alioli me salió a la primera, perfectamente ligado con un plato y un tenedor, pero las patatas ya ha sido más difícil. El tema es que aquí esta prohibido hacer fuego salvo en zonas concretas, normalmente sitios de acampada del DOC (Departamento de Conservación), y encima nos llueve cada día. Total, que cada noche intento hacer fuego en las zonas de acampada con leña mojada, pero para cuando lo consigo ya es más que tarde y sólo me da tiempo de tirar las patatas en las escasas brasas e irme a dormir muerto de frio. Y a la mañana siguiente siguen duras como piedras, claro.

Entre fogata y fogata y lluvia y lluvia hago tiempo acompañando a Carol por las montañas y campos de Nueva Zelanda, pero la verdad es que ni miro. Como mucho me limito a comentar automáticamente "ah sí sí, que bonito", "mira, una foca" o "huys, me ha dado un respingo la costilla", que son las coletillas que más uso estos días. La última de ellas viene motivada por un tirón que me dió en el costado derecho mientras me agachaba para sacar nosequé de la nevera y que no me deja dormir de lado desde entonces. Como iba diciendo, la verdad es que sólo pienso en llegar lo antes posible al sitio de acampada para encender un fuego como diós manda, pero no hay manera. El último día, camino del Milford Sound, nos fuimos tan temprano de la zona de acampada que no me dio tiempo ni de recoger las patatas y las tuve que dejar allí abandonadas. Pobres. Al volver del Milford, dos días después, seguían allí, envueltas en su papel de plata y duras como recien compradas. Esta noche acamparemos en los lagos Mavora, donde en teoría se puede hacer fuego, así que igual vuelvo a probar. Lo que pasa es que ya les he cogido cariño... han pasado tantos días con nosotros y han superado tantos intentos de asamiento... En fin, ya veremos.

El Milford Sound al que íbamos es una especie de fiordo espectacular que se mete entre los Alpes del Sur y que al parecer es el paraíso de los caminantes. Hay mucha gente que dice que el Milford Track es la mejor caminata del mundo, aunque para nosotros era demasiado exigente. Son 4 días a través del parque nacional Fiordland, donde llueve 2 de cada 3 días del año y hace bastante rasca, durmiendo en cabañas del DOC y sin zonas urbana cerca. Vamos, un poco fuera de nuestro nivel ahora mismo. Probablemente lo hubiéramos podido hacer en una excursión organizada, pero eran tan caras que ni nos lo planteamos. Y con el tiempo que ha hecho los días que hemos estado en esta zona probablemente hemos acertado.

Pese a la lluvia y el viento, la zona de Milford Sound es espectacular y vale la pena el camino, quizás más que el crucero a través de los fiordos que te intentan vender desde que llegas a Auckland y que para nosotros ha sido un poco decepcionante. Lo mejor, los bosques de hadas y el treking al Key Summit. Los bosques son increibles; tienen tanto musgo que los árboles están totalmente cubiertos de verde y te hundes casi un palmo al andar entre ellos. Entre las raices hay huecos tan grandes que en ellos se puede esconder una persona (o un elfo). Por otra parte, la excursión al Key Summit es en realidad el primer trozo de un treking más largo, el Routeburn Track, de varios días, pero vale la pena por si sólo. Se trata de la subida a la cima del mismo nombre, de 919 metros de altura, y se hace en unas 3 horas en total. Arriba hay un minitreking de media hora alrededor de la cumbre que es aún más recomendable que la subida, por las vistas y especialmente por la vegetación de cuento de hadas. Dicen que es el treking corto más bonito de la zona, y nosotros que llegamos arriba en plena caída de sol, no vamos a contradecirlo. Eso sí, se nota que esto está algún grado de latitud por debajo del Tongariro, porque pese al sol ha hecho un frío que ya no esperábamos a estas alturas de verano. A ver que tal esta tarde en los Mavora Lakes. Por cierto, en un bosque cercano a los lagos se rodaron algunas escenas de Fangorn de "El señor de los Anillos". Promete...

P.D. Las pavlovas son unos dulces de los que los kiwi están muy orgullosos y cuya paternidad siempre discuten con los australianos. No son más que merengue con azucar horneado, y están buenos pero empalagan demasiado. Mientras estuvimos con David y Marta intentamos encasquetarles unas cuantas sin éxito. El único incidente que hemos tenido con las pavlovas es que se han caido rodando por la furgoneta por lo menos diez veces, pero como título mola, eh!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí con el título me la has dado, yo que esperaba una trama de espías o similar..., y dile a Carol que te deje buscar un fisio por aquellas tierras para arreglar ese tirón que todavía os queda mucho viaje.

Akane dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Akane dijo...

Estáis en Monkey Island? Hábeis visto a Guybrush?? Y yo que pensaba que estaba en el Caribe...:)Cuídate esa espalda y dile a Carol que te manipule (físicamente, porque psicológicamente lleva haciéndolo ya mucho tiempo jeje)

Anónimo dijo...

jajaja aixi que ens volieu encolomar les pavlovas..pero no caimos en la trampa...jiji
besos des de San francisco comiendo muffins de chocolate
guai que os este gustando tanto como a nosotros.lo de Monkey Island me ha transportado en el tiempo, ni me habia planteado que existia!

Anónimo dijo...

El título, y el colofón; os los copiará algún publicista...
El descubrimiento de los fogones...
Plan de ahorro...
La rocambolesca historia de las patatas, pobres...
Pisando musgo...
Este post es una gozada.

Anónimo dijo...

Hola chicos,
Que pena no coincidir con vosotros. Yo tambien ando en una furgo igual que la vuestra dos meses por aqui, eso si, de solateras. Ahora ando por Queenstown y tengo pensado salir hoy mismo hacia Mt.Cook.
Viendo vuestro blog de un vistazo rapido coincido con vosotros en casi todo, ya lo leere con mas calma, que tengo la furgo aparcada en un sitio de esos de 30 minutos maximo, y ya llevo como una hora de mas.
Un abrazo y suerte,
Oscar

Carol dijo...

Nada, ni espias ni nada de nada. El tal Guybrush tampoco aparecio, pero lo que si que habia era una casa como la de la comendadora, justito al lado de la isla. A ver si organizo las fotos y la publico.
Marta, dale un besillo de nuestra parte y la enhorabuena a tu hermana.
Yomismo, revelate. Una pista de tumismo queremos.
Oscar, que lastima la desincronizacion de viaje porque nosotros ya andabamos hartos de oirnos la voz el uno al otro y encontrar a alguien por ahi para charlar hubiera estado de muerte. Tienes mucho aun por ahi?