sábado, 26 de abril de 2008

Hacia el Norte

Hoy he tomado dos decisiones. La primera es no comprar mas adaptadores de corriente. La segunda es, hasta que no salgamos de Laos, darle el dinero justo a Alberto para su manutencion (mas informacion en la entrada anterior). Dicho esto procedo con el post.

Salimos de Luang Prabang en barco hace tres dํias camino de Nong Khiew. Los dํias en Luang Prabang han sido extranyos y el estomago no me ha dejado mas que cuerpo para algunas visitas a templos y una excursion a unas cascadas. La ciudad es muy bonita pero a mi me ha dejado la impresion de que todo estaba demasiado preparado para el turismo y no me ha terminado de convencer. El acoso a los monjes para fotografiarlos es constante pese a las peticiones de respeto que los locales han colgado por toda la ciudad. Puede ser que yo tambien estuviera un poco negativa por estar enferma pero la impresion que me ha quedado ha sido buena solo a medias.


El ultimo diํa tuvimos el acierto de darnos un masaje, laosiano en mi caso, que algo mejor me dejo. El masaje laosiano en este caso era tailandes, o al menos de alli tenia el titulo la masajista. Por desgracia a medida que yo me encontraba mejor Alberto me tomaba el relevo y empeoraba. Para cuando nos montamos en el barco camino de Nong Khiew todos los sintomas que yo habiํa dejado atras los habia cogido el. El viaje eran ocho horas en un bote de unos 10 metros de largo en el que iํbamos ocho personas sentados de forma bastante comoda. Al menos todo lo comodo que se puede ir sentado en una silla de madera de medio metro de alto. No teniํa banyo pero nos habian asegurado que paraba "una e incluso dos veces". Al final fueron cuatro: una para echar gasolina desde un bote-gasolinera, otra porque el agua era poco profunda y debiํamos hacer un trozo andando, una tercera para recoger a un chico con una gallina debajo del brazo (aqui si se declaro un "toilet" masivo) y la ultima para que la mujer del conductor comprase a los pescadores que andaban alli faenando. Entre tanto ibamos pasando aldeas, bufalos de agua que se refrescaban metidos en el rio hasta el cuello, gente pescando o banyandose y hasta un elefante y su mahout. Al final las ocho horas pasaron rapido y Alberto llego cansado pero animado a Nong Khiew. Eso si, bajar del barco y ponerse blandito fue todo uno y para la hora de la cena estaba hecho un guinyapo.




Cuando vi Nong Khiew desde el barco pena que habiamos hecho bien en hacer planes para quedarnos alli un dia entero. El pueblo esta en la ladera de una montanya y separado en dos por el rio, comunicadas las dos partes por un puente. No son mas que unas pocas casas, unas pocas tiendas y cuatro o cinco guesthouses, pero desde casi cualquier punto se ve el rio, que es donde discurre media vida en Laos. Alberto me dice que se parece al pueblo de Apocalyse Now, pero yo como no he visto la pelicula no lo se. Por poco mas de seis euros nos alojamos en la parte este del pueblo, en un bungalow alzado frente a la orilla (el sitio se llama Sunset Guesthouse, recomendado por Lonely Planet, y en este caso de forma merecida). En los dos dias que hemos estado alli una de las mejores cosas ha sido la terraza del bungalow desde la que uno tenํa la impresion de ver todo lo que pasaba en el pueblo. Para mas regusto la familia tenํa un gato que se hacia un ovillo en mi regazo cuando me sentaba a leer.

La manyana siguiente a nuestra llegada deje a Alberto recuperandose (lease "me fui a dar una vuelta por no oirle explicar sus sintomas una y otra vez") y me fui a ver unas cuevas que durante la guerra civil las guerrillas comunistas del Pathet Lao utilizaban como escondite*.

El resto del dia lo pase en la terraza del bungalow viendo la actividad del embarcadero. Una de las llegadas vino anunciada por los gritos del cerdo que traian y que se oian en todo el pueblo. El gorrino venia atado de pies y manos y dos locales intentaban sacarlo del bote mientras el puerco se resistํa y se retorcia entre chillidos. Tras no poco esfuerzo consiguieron colgarlo de una canya de bambu de un par de metros de largo y echarselo al hombro, uno a cada lado. Comenzaron a avanzar cuesta arriba sin calcular las consecuencias de inclinar la canya. El cerdo comenzo a resbalar cada vez a mas velocidad hasta que cayo con todo su peso sobre el que aguantaba el extremo inferior y los dos rodaron cuesta abajo de vuelta al barco. En un par de intentos mas lograron llegar arriba y del marrano no se que fue pero una hora mas tarde aun se le oia chillar desde el otro lado del rio.

A la manyana siguiente, y con pena de dejar Nong Khiew, saliamos para Luang Nam Tha, tambien en el norte pero mucho mas al oeste, casi en la frontera con China. El viaje teniamos que hacerlo en dos tramos, cambiando de autobus en Udomxai. El primer trayecto lo hicimos en un minibus lleno de locales y mochileros a partes iguales. Duro tres horas, tal y como nos habian dicho y nos dejo en Udomxai a las 2 de la tarde. El siguiente no sabiamos a que hora salia ni el tipo de vehiculo y de la duracion del viaje lo mas aproximado que nos habian dicho era entre 3 y 5 horas. Al subir vimos que se trataba de un autobus de 18 plazas y que ya estaban todas cubiertas. Cuando ya me veia haciendo el viaje en taburete de plastico aparecio el conductor y reubico a todo el mundo de forma que quedaron libres nuestras plazas y dos mas. Yo creo que aqui a los conductores les hacen examen de tetris para darles la licencia. Que todos los asientos estuvieran ya ocupados no fue impedimento para que siguiera subiendo gente que se fue colocando en la parte de delante del autobus sobre unos cojines que alguien improviso. Al acabarse las plazas de sentado todavia vinieron dos mas que hicieron el viaje de pie. Y finalmente una chica a la que colocaron en una silla en el pasillo.


Cuando ya parecia que estabamos listos para salir el conductor dijo algo en voz alta al pasaje. Cinco o seis se levantaron y yo interprete que aun no saliamos y que se bajaban a echar un pitillo o hacer un pis de ultima hora. Asi se lo dije a Alberto que se levanto tambien y dijo "pues yo aprovecho para ir al banyo tambien". No habia hecho nada mas que poner un pie fuera cuando nos percatamos de que lo que habia dicho el conductor es que el autobus no arrancaba y que salieran voluntarios a empujar. Pues asi salimos de la estacion, a empujones y en el caso de los voluntarios, incluido Alberto, a saltos para volver a subirse.


Nosotros, pese a tener asiento tampoco ibamos muy comodos. Nuestros sillones no correspondian a ese autobus y no dejaban apenas sitio para colocarnos nosotros y las mochilas de mano que llevabamos. Por eso cuando diez minutos despues de salir el conductor nos hizo bajar a todos tampoco nos lo tomamos mal. Saco un martillo y una llave inglesa y durante media hora dio golpes en todos los sitios donde habia algo mecanico. Nos volvio a montar a todos, lo que costo sus buenos cinco minutos. Cincuenta metros mas adelante volvimos a parar y a bajarnos todos. Por suerte el segundo intento de reparacion tuvo mejor resultado que el primero y el autobus pudo completar las 5 horas de camino que nos separaban de Luang Nam Tha. Aparte de las paradas en las que bajaba gente solo tuvimos que detenernos una vez mas: cuando quedaban 50 kms para llegar uno de los que iba de pie se sento en un asiento que habia quedado libre y el conductor al ver por el retrovisor que le faltaba alguien de pie no consintio en arrancar el autobus hasta que localizo al avispado y le hizo pagar la diferencia de precio.


Llegamos a la estacion de Luang Nam Tha de noche y lloviendo. Tras convencer al tuktukero de que no queriamos ir al hostal de su prima, en el que por supuesto paro para que admirasemos, llegamos a Pheng Thavy, un guesthouse que aparecia en la guia. Echamos un vistazo a las habitaciones que por poco mas de 3 euros estaban muy bien y decidimos quedarnos. Tampoco teniamos plano de la ciudad ni idea de donde estabamos y con la lluvia cualquiera se movia. Nuestro anfitrion, al que creemos chino porque esto esta muy cerca de la frontera, esta casado con una de las laosianas mas guapas que hemos visto. El, en cambio, es salado pero poquita cosa y bastante feucho y es muy suyo hablando ingles. Dice "thank you very mas", "pinguin" (por pillow) y "yourrrl welincome" y algunos dias que la suegra andaba por aqui le han hecho repeinarse con gomina y raya al lado. Nosotros buscamos cualquier excusa para hablar con el porque cada dia nos sale con una cosa nueva.




* El asterisco indica que viene rollo: El interes de estas cuevas y en general de la mayoria de cuevas de Laos es que sirvieron de refugio a las guerrillas comunistas en los anyos 60. Durante estos anyos varias facciones del ejercito y los comunistas se enfrentaron por todo el territorio sin conseguir llegar a un acuerdo para formar gobierno. De esta falta de consenso tenia gran culpa la CIA y el Departamento de Estado estadounidenses, que financiaban a la derecha militar y que queria impedir a toda costa que se formase un gobierno con representacion comunista (Ironicamente el general Phoumi, al que daban dinero los americanos, hizo parte de su fortuna vendiendo opio a los soldados estadounidenses en Vietnam). Con un presidente neutralista y unas partes dispuestas a pactar en un pais con una cultura no beligerante la guerra se mantuvo durante varios anyos simplemente por intereses ajenos a Laos. En el anyo 64, tras asegurarse mutuamente EEUU y la URSS que Laos no interesaba a ninguno, por fin se puso fin a la guerra. Tristemente en unos pocos anyos mas EEUU convertiria Laos en el pais mas bombardeado de la historia en una guerra en la que ni siquiera participaban. En fin, no me enrollo mas, pero recomiendo un libro sobre el tema: "War in Shangri-La" de Mervyn Brown.

P.D. Las fotos son otra vez de Alberto, que conste.

martes, 22 de abril de 2008

Monjes, tuktuks y la banda de "Las Muñequitas"

Llevamos casi una semana en Luang Prabang, donde el día tiene sólo 3 o 4 horas. Tiene más, pero no sabemos donde se meten. A nosotros nos da el tiempo justo para desayunar, dar un paseo por la única calle de la ciudad (en el plano hemos visto más, pero no nos da tiempo de llegar), comer, echarnos un rato y, si nos acordamos, cenar. Carol tiene excusa, porque ha estado dos días con el estómago revuelto y tiene que recuperar sueño y fuerzas, pero yo me levanto cada día a las 6 de la mañana y aún así no puedo explicar qué hago con el tiempo.


Me despierto cada mañana con los gallos y con los tambores de los monjes, que anuncian la procesión matutina en la que reciben las ofrendas de los fieles y algunos turistas, las de estos últimos a veces en forma de flash-desprende-retinas. Desde el balcón del guesthouse, situado justo en frente de uno de los templos de la ciudad, me quedo a verles pasar mientras me desperezo. Ellos, que en su mayoría no tienen ni quince años, también llevan algo de sueño encima, y no me extraña nada que la ciudad esté repleta de carteles pidiendo algo de respeto y menos flashes. No sólo porque son molestos a medio metro de distancia, sino porque, según dicen los carteles, espantan a los fieles y los monjes se quedan sin su ofrenda de arroz para desayunar. En cualquier caso, yo tardo más en despejarme que ellos, y en cuanto me quito las legañas ya están haciendo sus quehaceres habituales: barrer el patio del templo, zascandilear y fumar en corrillos debajo de algún árbol. Yo me he figurado que la explicación a tanta juventud es que Laos sigue siendo un país formalmente comunista, y que sólo hace unos años que volvió a permitir el culto religioso, así que no ha dado tiempo a formar monjes veteranos. En ese pensamiento puedo ocupar bien bien otra hora, la que necesito para levantarme de la tumbona del balcón para volver a ir a la habitación. Si Carol ya anda despierta la espero y nos vamos a desayunar, y si no me voy yo sólo y vuelvo al cabo de una o dos horas a ver que tal.


Cuando salimos del hotel las cafeterías y restaurantes ya llevan un rato abiertos, así que nos sentamos en el primer sitio que nos parece y nos pedimos nuestras tostadas, zumos, huevos fritos o lo que sea. Entre que nos lo sirven y nos lo acabamos el calor empieza a apretar, así que nos lo tomamos con calma mientras vemos a la gente pasar. Aquí las aceras son para los turistas, y las calles para los laosianos, que van siempre en moto o bicicleta, y muy pocas veces andan. Mientras desayunamos yo me dedico a practicar el "barrido de cámara" con los vehículos que pasan, especialmente con las motociclistas que llevan sombrillas de colores, pero generalmente salen mal. Tampoco me importa mucho, la verdad. Mientras, Carol lee su libro de turno y me va explicando las muchas maldades que hemos ido cometiendo los occidentales en general y los americanos en particular por el sudeste asiático. País al que vamos, país al que han bombardeado masivamente. Aquí en Laos no pueden cultivar en casi ningún sitio porque casi todo anda plagado de minas y bombas de cuando los norteamericanos perseguían vietnamitas. No se cuanto dinero gastarían en su momento buscando armas de destrucción masiva en Irak, pero seguro que aquí las encontraban con mucho menos esfuerzo, y además seguro que iban acompañadas de instrucciones en inglés.


A medio desayuno llega la hora de los estudiantes. Los primeros días de estar por aquí todavía andaban con las fiestas de año nuevo, pero desde hace un par de días les toca volver al cole, como al chaval que lleva nuestro hotel y que cada día que le decimos que nos quedamos un día más pone caras más extrañas. Como en Luang Phrabang sólo hay una calle y los colegios andan más o menos por el medio, todos los niños pasan por delante nuestro para llegar allí, siempre en bici o en moto independientemente de que tengan 4 o 16 años. Los que llegan pronto se dedican a jugar al "chancletazo", que parece que es como las canicas pero con chanclas. Ponen un fajo de billetes a veinte metros y por turnos le tiran las zapatillas. El que les da se los queda, y si nadie acierta vuelven a tirar desde donde ha caído la chancla. Algo así. Cuando nos levantamos de desayunar ya casi es la hora de comer, y hace tanto calor que sólo nos queda ánimo para hacer las gestiones de rigor: ir a la oficina de cambio, a enviar paquetes a correos, a conectarnos a internet o dar una vuelta por el mercadillo para comprar algo que se nos olvidó comprar el día de antes. A veces hasta nos aventuramos hasta el Mekong para ver las barcas que nos llevarán al norte. Por el camino los tuktukeros nos ofrecen excursiones a sitios que aún no hemos tenido tiempo de mirar en la guía, así que les decimos que no. Nos ofrecen otras cosas que venden en bolsitas y también les decimos que no. Yo cada vez que veo a un tuktukero con el coche vacío me lo imagino llevando a Roldán, con su camisa tropical, su gorrita de gordito, gafas de sol y agarrado a un saco de dinero bien gordo al lado. ¿Les negociaría el precio como hacemos nosotros? La verdad es que en su momento me pareció que robar miles de millones para luego tener que fugarte a un sitio como Laos (que entonces estaba en Africa, no se como se ha movido hasta aquí) era un poco triste, pero ahora ya no lo tengo nada claro.


Nuestra rutina sigue, y dependiendo de lo que duren las gestiones nos vamos a comer a eso de las tres o a merendocenar a las cuatro y pico, cuando la gente ya anda cenando. Si se da el último caso y nos pilla la caída de sol y la luz bonita en el restaurante, nos hacemos el firme propósito de salir a tirar fotos a esa hora el día siguiente, pero aquí los planes son muy difíciles de cumplir. Tenemos menos tiempo que un prejubilado de telefónica. En cuanto empieza a ponerse el sol nos damos un último paseo y nos metemos en el mercadillo nocturno, donde Carol estudia detenidamente las fundas nórdicas Laosianas y yo me entretengo devolviendo sonrisas a las dependientas. La verdad es que en ese sentido es el mejor mercadillo en el que me he metido, porque la sonrisa laosiana es incluso mejor que la tailandesa, totalmente contagiosa. Creo que aún no me he cruzado a nadie por la calle que no devolviera una sonrisa. Dos bolsas de colchas y 400 sonrisas después nos vamos a cenar o al hotel. Con un ritmo de actividades tan ajetreado nos debemos gastar alrededor de 15 € al día cada uno, y eso que en el hotel (teóricamente un guesthouse), tenemos aire acondicionado, ducha con agua caliente, tv, terraza con vistas al templo, etc... Lo de haber hecho un presupuesto al principio del viaje nos ha ido muy bien en sitios caros donde teníamos que controlarnos, pero en sitios como Luang Prabang, donde dan ganas de darle a la gente todo lo que llevas en los bolsillos, ir sobrado es peligroso, porque además tienen cosas chulas en el mercado. En otros sitios Carol regatea hasta la extenuación, pero aquí, donde las vendedoras son niñas de doce años tímidas como ellas solas o viejecitas sonrientes(tanto unas como otras de la tribu Hmong y con una estatura constante de 140 centimetros), relativiza el precio con lo que cuesta en España y dice "si es que son menos de dos euros por unos pantalones" , y se los queda a la segunda. Creo que van 15 o 20 veces que oigo esa frase en 4 países distintos.


Pero oficialmente el que lleva mal lo de decidir que no soy yo, y aquí lo paso peor que de costumbre. Aunque en realidad no tanto, por dos motivos. En primer lugar porque aquí no acosan al turista, y a la que dices "no" dejan de insistir sin siquiera perder la sonrisa. Pero es que lo de la sonrisa es precisamente lo que te da ganas de comprarles, y aquí viene el siguiente motivo, que es que estoy tan a gusto que me parece que gastarme 15 € al día aquí, cuando en Australia, donde no lo necesitan, nos hemos gastado 70 sin disfrutarlo ni una cuarta parte, es un pecado. Y por otra parte también da rabia pensar que el 90% de tus gastos va a las manos de los hoteleros y de los dueños de restaurantes, que no deben de ser precisamente los más necesitados ( o ni siquiera Laosianos). Carol por lo menos contribuye comprando una manta en cada puesto, pero yo no hago gasto ninguno. Total, que he asignado una parte de mi presupuesto (secreto hasta ahora) diario a propinas, compras innecesarias, timos y similares. La primera partida la dejé bajo la sábana del hotel que dejamos el primer día debido al ruido de las obras de al lado. Un euro o dos, lo justo para que alguien se llevase una pequeña alegría. Luego dejé que el chaval del otro hotel me cobrara un par de días en moneda local con un sobrecargo de un 10% aproximadamente. También es cierto que le habíamos (Carol) regateado un 40% del precio oficial del hotel. En el mercado y en los tuktuks, en plena pelea (de Carol) con los locales alguna vez he negociado al alza, por "error". Los 30 o 40 céntimos no son nada comparados con las miradas asesinas de Carol, os lo puedo asegurar. De todas formas no estoy nada seguro de que este asiento contable haya servido para algo más que para hacerme la vida un poquito más relajada, sobretodo en el caso de la banda de "las muñequitas" y en el del monje Ken, alias "mi hermano pequeño". Empiezo por "las muñequitas".


La banda la forman seis o siete niñas y niños de entre seis y doce años, a cual más mona/o. Andan con una cajita con muñequitos tipo "baturrico" pero en Laosiano, pulseras y cosas varias que intentan encolomar a los turistas a base de vocecitas y pestañeos manga. Yo cometí el error de comprarle una baturra laosiana a una niña cuando los demás de la banda no miraban, pero en cuanto se enteraron vinieron todos a la carrera con cara de "ah vale, le compras a ella, que es la más mona y a nosotros que nos parta un rayo.." y se sentaron a pestañear alrededor mío. Uno de ellos, el único que tenía un poco pinta de malote, me quitó la muñeca y no me la quería devolver hasta que no le comprara otra a él. Mientras, una de las niñas me decía que no, que a el no que era muy malo. Como mi presupuesto no llegaba para cinco muñecas más utilice un truco que aprendí de mi gato cuando le acosaban los perros del vecino: hacerme el muerto. Al cabo de un rato de quedarme callado mirando al suelo se fueron todos los niños, pero se quedó uno con cara de buenazo con el que me quedé hablando un rato. Y al final, claro, le compre una pulsera. Pero antes de acabar la transacción nos pilló el malote, y les dije que se repartieran el dinero, aunque pensando que no me entenderían. Vaya que si me entendieron. El malote se puso a perseguir al buenazo, al que sacaba media cabeza, para que le diera su parte y este contratacó tirándole toda la caja y su contenido a la carretera. El malote, que por lo que vi no lo era tanto, se quedó allí compungido recogiendo sus cosas y aguantando las lágrimas. A mi me dio un pinchazo de esos de espíritu y me fui a ayudarle, y cuando ya lo teníamos todo recogido hice intención de gastarme el resto del presupuesto en una muñeca, pero el tío me la puso a 5 veces el precio original aprovechando el momentum emocional y cuando le intenté regatear me dijo todo serio que no, que no le interesaba. Total, que me fui de allí con más cargo de conciencia que el trío de las azores todo junto. Eso sí, después todos los días que me lo encontraba me saludaba tan contento, y un par de veces lo vi dando vueltas con una vespino, así que la cosa no le debe ir mal del todo.


Lo de mi "hermano pequeño" (no confundir con la canción de Los Planetas) es al parecer un clásico que en algunas páginas de Internet catalogan de trampa turista budista número uno. La trampa consiste en que un monje se sitúa estratégicamente en un marco incomparable de la zona esperando a que llegue un turista con una cámara que le pida permiso para tirarle una foto. A partir de ahí se entabla conversación y el monje, generalmente un chavaluco, te invita a su templo donde te enseñará como viven, podrás tirar todas las fotos del mundo y te enseñará como hacer ofrendas, en las que podrás darles comida, útiles y, sobretodo, dinero, que es lo mejor dado que lo revierten directamente en el templo. Y te dice que si, por favor, le puedes llamar "hermano pequeño", que a el le gustaría llamarte "hermano mayor". Y que le envíes la foto impresa a sus padres por correo, que hace mucho que no los ve y les hará mucha ilusión. En este caso, el monje se llamaba Ken y su hermano mayor se llamaba Alberto (o "Uiburito" en laosiano). La verdad es que a timo no llega, porque el chaval te deja bien a las claras lo que quiere, y con la misma cara que ponemos en España cuando escribimos la carta a los reyes magos. Y si toca la lotería, pues toca. Por lo que dicen en internet luego en el templo pueden aparecer hermanos enfermos que necesitan operarse y otros asuntos que necesitan solución pecuniaria, lo que ya es un poco más violento (independientemente de que sean ciertos o no), pero yo ya no lo viví. Supongo que conseguir donaciones sin poder recurrir al infierno, la excomunión y esas cosas debe ser un poco difícil. En realidad, me iba a dejar engatusar para ver el templo y ya tenía meditada una "donación" que encajaba en el presupuesto (que seguramente iría a tabaco o gasolina para la moto), pero por motivos que todavía no logro entender se nos ha pasado el tiempo volando y no he tenido tiempo de ir. La foto intentaré enviársela desde la próxima ciudad donde estemos, a ver si hay suerte. De momento la cuelgo aquí.



Pues eso, que mañana nos vamos hacia el norte y en Luang Prabang no hemos hecho nada de nada mas que amodorrarnos sin solución de continuidad.


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P.D: Ah sí, que si que hemos hecho algo. Un mediodía nos pusimos el bañador y nos fuimos en tuktuk a unos saltos de agua que hay a unos 30 km de aquí. Son las primeras cataratas que hemos visto durante el viaje que merecían la pena, con sus pozas de agua turquesa y todo, en medio de la jungla. Además de 20 o 30 turistas más hemos coincidido con un grupo de monjes, que se han puesto morenos a base de flashes. La verdad es que tienen que estar de los turistas hasta la coronilla.


P.D2: Por segunda vez y sin que sirva de precedente las fotos del post son mías.


domingo, 20 de abril de 2008

Pi Mai en video

jueves, 17 de abril de 2008

De Vientiane a Luang Prabang

Estamos empezando a pensar que cuando nuestro guia tailandes nos dijo que las chicas laosianas eran las mas guapas del sureste asiatico no exageraba. Llevamos 5 dias en Laos y no dejamos de darnos codazos todo el dia asombrados. Los chicos laosianos no se quedan muy atras pero los ganadores absolutos son los niños. Laos esta teniendo un efecto terriblemente ablandante en los dos porque cada niño que vemos nos parece mas guapo que el anterior. Ademas no hay tres ni cuatro, los niños laosianos estan por todos lados y sentarse a verlos jugar se ha convertido en uno de nuestros pasatiempos favoritos.

Aparte de la belleza de los laosianos los paisajes y la tranquilidad hablan de una vida sencilla y relajada. Seguramente mas de lo que lo es en realidad, pero Laos es tan bucolico que es inevitable sentirse emocionado. Es el pais perfecto para sentarse durante horas en un autobus y disfrutar del paisaje y de escenas rurales que parecen sacadas de una pelicula: hombres y mujeres sesteando a la sombra, chicas pedaleando en la bici cubiertas por una sombrilla, familias enteras que cantan y bailan y sobre todo muchisimos niños jugando o banandose o cuidando de sus hermanos. A mi me dan ganas de parar el autobus en cada sitio y bajarme a saludar a todo el mundo. Lo que yo digo, que Laos esta sacando lo mas noño que llevamos dentro.

Si en Luang Prabang, que es donde estamos ahora, nos estamos dedicando a la vida contemplativa en Vientiane no paramos ni un segundo. En Pi Mai tuvimos la suerte de dar con una familia que necesitaba efectivos para combatir a sus vecinos, que les estaban poniendo a caldo. Como ibamos armados y pasabamos por alli nos invitaron a quedarnos, nos dieron Beerlao para superar el miedo y nos enviaron al frente, es decir, al trozo de acera que les separaba del enemigo. Con tanta Beerlao yo ya no distinguia amigo de vecino y al rato disparaba a cualquiera que se me acercase palangana en mano. Entre ataques por sorpresa, estrategias y traiciones se nos fue pasando el dia y un poco antes de la puesta de sol decidimos despedirnos y completar la que ha venido siendo nuestra rutina en Vientiane con un bañito en el rio.



Al llegar al Mekong deje a Alberto descansando en la orilla para irme a hacer unas fotos rio arriba. Alli se quedo pensando en sus cosas, tan ensimismado que no se percato de que un grupo de adolescentes empezaba a rodearlo. Para cuando quiso darse cuenta ya lo habian cogido de pies y manos. Acto seguido y a la de tres lo lanzaron al Mekong. Tiene gracia que Mekong rime con pilon.

Al dia siguiente, con el Pi Mai a punto de concluir en Vientiane salimos en autobus para Vang Vieng. La idea era hacer una breve parada alli para al dia siguiente proseguir el viaje hacia Luang Prabang. De Van Vieng lo que habiamos oido no era demasiado alentador, pero paramos por ver lo que alli se cocia con nuestros propios ojos. Llegamos a la una del mediodia y a la una y cinco ya queriamos escapar. Musica a todo trapo, mochileros camiseta-de-cerveza-Chang, bares con televisores emitiendo capitulos de Friends o Family Guy y el dueño de hostel mas desagradable que nos hemos encontrado en todo el viaje. Era como estar en el desierto en medio de un oasis. A mi enseguida se me puso un humor de perros que mejoro al darme cuenta de que me lo producia el lugar. Por la tarde salimos a dar un paseo y por suerte el panorama al otro lado del rio era bien distinto. Alli nos apalancamos en una terraza con un zumo y esperamos a que se pusiera el sol para volver al infierno.

En Vang Vieng tambien descubrimos al que ha tenido los honores de ser el segundo personaje mas patetico del viaje. El primero, que mucho me temo conservara el titulo durante años, fue un anglosajon que se alojaba en el mismo hostal que nosotros en Ubud, Bali. Era un tipo de unos sesenta años, espigado, que viajaba acompanado de un pinguino de peluche del que no se despegaba. Alberto dice que tenia pinta de pervertido, pero a mi, al menos de aspecto, me parecia bastante normal. Hasta aqui la historia ya tiene su dosis de patetismo, pero afortunadamente para nosotros, espectadores de esa curiosa relacion, no queda ahi. El hombre no solo compartia mesa con su peluche sino que ademas le ponia voces y pedia el desayuno a traves del pinguino. El camarero, sorprendentemente, mantenia el tipo y cada mañana invariablemente tomaba el pedido de boca del animal. Nosotros desde nuestra mesa admirabamos la profesionalidad del balines. Dias mas tarde, cuando ya habiamos hecho nuestro "tour" por Bali y estabamos de vuelta en Ubud vimos un cartel con una foto pegado a un poste de la calle. La cara que aparecia en la foto me era familiar y me acerque a echar un vistazo. No era ni mas ni menos que el pinguino. El cartel lo habia puesto el anglosajon para denunciar su desaparicion dos dias antes y la foto era un retrato del peluche sentado en el regazo de un camarero. Teniendo en cuenta que Ubud es famosa por unos macacos que roban todo era facil imaginarse el paradero del desaparecido. Lo cierto es que no sabemos si fueron ellos, pero nos imaginabamos la escena del secuestro del pinguino de manos de su dueño y nos tronchabamos de risa.

Volviendo al segundo personaje, aviso que esta a años luz del primero y como personaje patetico siempre sera un segundon. En este caso era otro anglosajon de aspecto y edad parecidos al anterior, pero en version National Geographic: gorro y pantalones de explorador, chaleco de mil bolsillos, camisa caqui, mochila de fotografo y una flamante Nikon D200 con lo que creo era un ojo de pez. Y digo creo porque nosotros lo observabamos desde arriba de un puente y no me daba la vista para asegurarlo. Pero vamos, sin la camara, solo por el atuendo, uno podia deducir que lo suyo era la fotografia. El hombre esperaba metido hasta las rodillas en el rio a que pasase algun laosiano con un canasto a la espalda, y cuando alguno aparecia se dedicaba a perseguirlo camara en mano por todo el rio, haciendo aspavientos a sus espaldas con los brazos y las piernas muy abiertos y disparando al tuntun desde un metro por encima de la cabeza. Los laosianos lo miraban no sabiendo muy bien que pensar. Algunos se dejaban hacer fotos y otros le huian descaradamente. Entonces el fotografo aceleraba el paso y los laosianos, al verlo acercarse hacian zigzag para despistarle. Como las que tenian todas las de ganar eran los locales, al final el personaje desistia y volvia a su punto original en medio del rio. Alli se quedaba leyendo?! hasta que volvia a pasar alguien. Yo no se muy bien si llego a hacer alguna foto en la que se viera algo, pero si me tuviera que jugar los cuartos seria al no.

Ayer, menos de 24 horas despues de llegar a Vang Vieng, volviamos a montar en el autobus con la precaucion de ser de los primeros en subirnos. El autobus se fue llenando y para los que llegaron ultimos ya no quedaban asientos y tuvieron que hacer el viaje sentados en taburetes de plastico en el pasillo. Lo que se dice un lujo asiatico. El autobus ademas se publicitaba como VIP por tener un aire acondicionado que el conductor tuvo que apagar a los cinco minutos de salir porque si no no subiamos las cuestas. De las siete horas cinco fueron curvas y de los socavones que pillamos yo perdi la cuenta. Nosotros saltabamos a cada bache pero al menos no teniamos que sujetar la silla como los que iban en el pasillo. Las relativas incomodidades del viaje, que tampoco fueron muchas, las compensaba con creces la vista del paisaje y las aldeas en la montaña.

Como se nos paso el dia en el viaje ayer apenas tuvimos tiempo de ver Luang Prabang. Paseamos un rato por el mercado nocturno, cenamos algo y nos empiltramos. Esta mañana nuestros vecinos han encendido la tele a las seis y para cuando ya me habia acostumbrado a las voces de la programacion infantil, a eso de las seis y media, han empezado a taladrar en la casa que estan construyendo al lado, asi que he abandonado toda esperanza de seguir durmiendo y me he ido a dar un paseo y a buscar otro guesthouse.
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P.D. Este post fue escrito hace dos dias, pero por motivos gastricos la autora no ha podido abandonar su nueva habitacion (en la que sufre exactamente el mismo ruido) hasta hace escasas horas. Lamentamos las molestias. Las de los lectores tambien.

sábado, 12 de abril de 2008

Pistolas en el Mekong

Como en el paraíso no hay tiempo para conectarse a Internet llevamos trabajo retrasado, así que al grano. Desde las Perhentian nos fuimos al aeropuerto de Kota Bahru, y desde ahí a Kuala Lumpur, que está siempre en medio de todo. Allí dormimos en el muy recomendable y muy nuevo "Matahari Lodge", y esta mañana hemos tomado otro avión hasta Vientiane, capital de Laos. Ya, damos más vueltas que una peonza, pero es que huir de los monzones es lo que tiene.

Por casualidad, como siempre, hemos llegado a Vientiane en pleno año nuevo laosiano (Pi Mai). En 7 meses de viaje llevamos 3 años nuevos distintos, así que con un pocopi_mai de suerte acabamos recuperando esos veranillos que nos faltaban. Pero lo de Vientiane ha sido una sorpresa. La gente anda totalmente enloquecida con lo del año nuevo. Teníamos entendido que se trataba de la capital más tranquila del sudeste asiático, pero llegamos y vemos que todo el mundo anda enzarzado en peleas. La gente, incluidos los niños, van por la calle armados hasta los dientes con pistolas que son más grandes que ellos mismos. Tan mal está el panorama que mientras estábamos desayunando hemos visto una tienda con armas en la otra acera y nos hemos decidido a comprar dos. Para usarlas sólo en legítima defensa, claro.

La ciudad es muy engañosa, porque parece tranquila y sus habitantes son muy simpáticos. Hasta que empiezan a disparar, entonces más vale que eches a correr. Si llevas cámaras encima el peligro se duplica: no quieren testigos. Por ejemplo, Carol y yo hemos tenido la mala suerte de encontrarnos con una encerrona esta mañana. Cuatro niños aparentemente inofensivos y con sonrisas de oreja a oreja han iniciado un ataque y hemos tenido que salir por patas temiendo por nuestro físico y nuestras cámaras, que llevábamos al aire. En la refriega han herido a Carol en un costado y a mi en una pierna.

vientiane_pi_maiAl cabo de un rato, tras reponer fuerzas y recargar las armas, hemos vuelto para ajustar cuentas, pero ya no los hemos encontrado. Ha pagado el pato otro niño que andaba por allí, que se ha llevado tres disparos sin venir a cuento el pobre.

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Por la tarde nos hemos cruzado con distintos grupos de gente que intentaba emborracharnos a base de cerveza Beerlao, pero hemos visto las pistolas a tiempo y hemos salido huyendo. Esto es una selva y no te puedes fiar ni de tu sombra. Nos hemos retirado a la playa del Mekong, que casualmente pasaba por allí, para ver si la cosa se tranquilizaba, pero nada de eso. En el río seguían con el tema, con las cervezas y con las guerras, y eso que al lado algunos andaban jugando a futbol, a voley y a futvoley thailandés. Como se enteren en China igual les retiran la invitación a los Juegos Olimpicos, por violentos.

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Y oficialmente las fiestas del año nuevo laosiano empiezan mañana...

La que nos espera!

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viernes, 11 de abril de 2008

Islas Perhentian, paraíso a diez euros la noche.

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Todavía nos quedan unos meses de viaje, pero no creemos que vayamos a encontrar un sitio más parecido a nuestra idea de paraíso que las Islas Perhentian, en el norte de Malasia. Si andáis buscando la residencia de verano de Robinson Crusoe probablemente la encontréis allí, rodeada de cocoteros, lagartos gigantes y playas de arena blanca bañada por aguas azul turquesa.

Y la verdad es que nos pilló un poco por sorpresa porque, igual que nos pasó con Borneo, antes del viaje no teníamos ni idea de que en Malasia había islas semejantes. Pensábamos que con suerte las encontraríamos en Tailandia, o en Australia, o en Bali, pero cuando pasamos por allí, las playas de postales se quedaban en eso, en postales en las que no salen ni los millones de turistas, ni las aguas turbias, ni el barro de los manglares, ni los cientos de hawkers, ni los precios de los resorts mejor situados, ni las medusas asesinas, ni las infernales moscas de la arena. Así que cuando al leer las guías de Malasia nos encontramos con Pulau Tioman, Pulau Redang y las Perhentian no nos fiamos demasiado, y decidimos visitar sólo estas últimas, que parecían las más tranquilas y menos masificadas. Luego, en Borneo, nos encontramos con la minúscula y alucinante isla de las Tortugas y ya vimos que quizás habíamos sido demasiado prudentes, pero los billetes a Laos ya estaban comprados y en las Perhentian sólo nos daba tiempo de pasar 3 días.

Llegamos hasta allí desde Borneo vía Kuala Lumpur, a través de una de las rutas que teníamos más ganas de hacer: el tren de la Jungla. Aunque Malasia se está cargando sus selvas a velocidades de vértigo todavía conserva la joya de Taman Negara, el bosque pluvial más antiguo del mundo, y una de sus principales atracciones turísticas. Pensábamos pasar unos días allí, pero como leímos que era muy difícil ver vida salvaje debido a la densidad de la jungla, cambiamos el destino por Borneo, creemos que acertadamente. Aún así no nos queríamos perder la ruta en tren que atraviesa la zona, que se supone que es una de las más atractivas del mundo, por lo que elegimos el tren para ir desde KL hasta el noreste de Malasia, a las Perhentian. La forma ortodoxa de hacer el Jungle Trail es mediante el tren lento de tercera que sale de Gemas, no muy lejos de KL, y llega hasta la frontera con Tailandia en aproximadamente 18 horas. El tren para en todas las aldeas y  permite contemplar la vida diaria de los habitantes de la jungla. Según cuentan, los vagones se convierten en un mercado ambulante de lo más pintoresco e interesante, y el paisaje es espectacular. Pero también habíamos leído opiniones de otros turistas que se habían aburrido mortalmente y lo habían pasado mal tanto tiempo en un tren sin aire acondicionado, asientos reservables y con lavabos en los "jamás querrías entrar", así que optamos por un plan intermedio: el tren nocturno express en compartimento privado. Unos 20  € y pico cada uno, muchísimo si lo comparamos con los precios regalados de autobuses o asientos normales en el mismo tren, pero poco si tenemos en cuenta el nivel de comodidad. Salimos de KL a las 20:30 y llegamos a Tanah Mera a las 11 de la mañana, tres horas más tarde de lo previsto. Nos pusimos el despertador a las 6 de la madrugada para ver salir el sol mientras atravesábamos la selva cómodamente tirados en nuestras literas, y con toda la ventana a modo de pantalla de cine. La jungla se abría de vez en cuando para dar paso a  ríos marrones y montañas de formas imposibles. Para Carol, que durmió como un lirón hasta que sonó el despertador, valió mucho la pena, pero yo, que no pegué ojo por los nervios de no oír el despertador con tanto traqueteo,  eché de menos los bichos de Borneo y no acabé contento del todo.

Desde Tanah Mera hasta Kuala Besut, uno de los pueblos costeros desde los que se llega a las Perhentian, se puede ir en taxi por unos diez euros, y se tarda más o menos una hora. Si lo hacéis, id con cuidado de que no os dejen en el pueblo de al lado, Tok Bali, porque desde allí salen menos ferrys hasta las islas (aunque las agencias pagan más comisión a los taxistas, que "por error" te dejan allí). El ferry a las Perhentian cuesta 35 Ringgits por trayecto (unos 7€), y desde Kuala Besut sale a las 8, a las 12 y a las 4 de la tarde, aunque en temporada pico es posible que haya más frecuencias, o menos, si hay mal tiempo.  Si vais, tened muy en cuenta el clima. Desde Diciembre hasta Febrero llega el monzón, los resorts cierran y los ferrys dejan de operar, pero al parecer en pocos sitios te avisan de ello. La chica sueca con la que coincidí en el curso del Wat Po estuvo allí en Enero, con otros seis despistados, un único restaurante abierto y lluvia constante. Antes de ir preguntaron en la oficina de turismo de KL y les dijeron que era una temporada ideal porque había "pocos turistas", pero no les dijeron nada del monzón. Nosotros pospusimos la visita en Marzo porque parecía que el monzón llevaba retraso y acertamos. Por lo que nos contaron luego en la isla, el tiempo era horrible y todo permaneció cerrado hasta principios de Abril.

kecil_perhentian3 Pero si tienes suerte y el tiempo acompaña, es el paraíso, o eso nos pareció a nosotros. Cuando el ferry nos dejó en Kecil, la isla pequeña, no nos acabábamos de creer lo que veíamos: Aguas turquesa cristalinas, coral y peces que se veían desde el jetty, pequeños bungalows entre los cocoteros, 3 o 4 chiringuitos y, como mucho, 10 o 12 personas en una playa de más de un kilómetro de largo. Habíamos leído que en el otro lado de la isla, en la Long Beach, había mucho más jaleo, y que la Coral Bay en la que estábamos era todo más tranquilo, pero no nos imaginábamos algo TAN tranquilo. Y cuando llegamos al Maya Resort, vimos nuestro bungalow y confirmamos que sólo costaba 40 Ringgits la noche (menos de 10 €)  nos pareció que debía haber algún truco.  Pero no. La habitación estaba bien, tenía lavabo privado, ventilador y cuando lo pedimos nos pusieron una mosquitera. Gema, la chica filipina que atendía el negocio, era de lo más atenta y agradable, y por suerte se había acordado de mi nombre cuando reservé por teléfono a través del Skype el día de antes gracias a que en su país "Alberto" es muy habitual. En el resto del sudeste asiático son incapaces de pronunciarlo aunque lo repita diez veces. En definitiva, que nos habían guardado la habitación aunque llegamos 4 horas más tarde de lo previsto. Y en las islas eso es mucho decir, porque en general funcionan en modo "pasen y vean", ni reservan por teléfono (porque no saben cuando se van a ir los clientes, que se suelen quedar más de lo previsto), ni mucho menos por Internet, que sólo hace un par de años que llegó a la isla.

coconut En cuanto dejamos las mochilas nos tiramos al agua a hacer algo de snorkel y, aunque el coral de la "Coral" Bay está muy deteriorado (al parecer debido al jetty que hicieron hace poco), vimos unos cuantos bichos, casi sin necesidad de usar las gafas: Nemos , pepinos de mar (asquerosos) y cinco napoleones gigantes nadando todos juntitos. Al volver al bungalow Gema nos recomendó a Met, un guía local del chiringuito de al lado,  para que nos llevara a hacer snorkel, y nos apuntamos para el día siguiente. También nos dijo que éramos los primeros españoles que tenían en el resort, y que cuando jugaban al scatergories y alguien nombraba "Spain" siempre se preguntaban por donde andaríamos los españoles que nunca nos veían por ahí como a los franceses, alemanes o suecos. Pero diez minutos después, desde una de las hamacas del resort, salió una voz que dijo  "Hola, de donde sois?", en perfecto castellano de Les Corts que nos quitó el privilegio de ser los primeros ibéricos en visitar el resort. Resulta monitor_lizardque justo en la habitación de al lado estaban dos chicas de Barcelona, Cristina y Ariana, que habían llegado camufladas con un grupo de angloparlantes y que habían decidido quedarse algunos días más que ellos en la isla.  En cinco minutos nos pusieron al día de todos los datos necesarios para sobrevivir allí: cuidado con las arañas gigantes, cuidado con los lagartos de más de dos metros, cuidado con el sol  y cuidado con el pelo que se estropea mucho con la manicura de las camisetas del chatuchak. Esto último lo tengo un poco mezclado porque no me lo dijo a mi, sino a Carol. Yo me quedé pensando en los lagartos como Homer en los Donuts, y babeando un poco. En los días siguientes pudimos comprobar que Cristina y Ariana, en los cuatro días que llevaban allí, se habían recorrido todos los rincones de la isla, conocían  todos los locales, todos los locales las conocían a ellas, y hasta sabían la ubicación exacta de las arañas más gordas y las detectaban incluso a oscuras. Y también comprobamos que son la mar de majas y que tenemos una nueva cena pendiente para cuando lleguemos a Barcelona.

Y como no hay dos sin tres, al día siguiente conocimos a Alberto, cartagenero de pro que se alojaba en el bungalow de enfrente, y  a sus dos hijos criados en Malasia, de madre japonesa,  que hablaban medio murciano, medio inglés y japonés. El mayor, Tareq, se subió con  nosotros y otros cuantos guiris más a la barca de Met, que nos iba a llevar de excursión esnorkelera. Aunque sólo tenía diez años estaba siempre en primera fila bicheril, codo con codo con Carol, viendo tiburones (atención madriles, que su hija ya ha visto tiburones y no ha fallecido del susto!! ), dando de comer a millones de tortugas peces de colores y nadando con tortugas que eran bastante más grandes que él. Yo me perdí los tiburones, pero con lo de las tortugas me doy más que satisfecho. En la gran barrera de coral australiana nadamos un rato con una, junto con otros 40 turistas más y el submarinista que le iba dando de comer. En las Perhentian tardamos en encontrarlas porque el agua estaba algo turbia, pero cuando Met dio con ellas fue un no parar. Una por aquí, otra por allá, ahora dos juntas, ahora una que sube a respirar... Yo estuve nadando con una  descomunalmente grande casi diez minutos. Iba un par de metros por debajo de la superficie (y mio) acompañada de varios peces que le hacían de escolta. Cuando subía a respirar me tenía que apartar para dejarle paso, pero aproveché para tocarla varias veces. Alucinante. Carol y Tareq tuvieron la misma suerte, y Carol pudo hasta tirar vídeo y fotos. Carol estaba tan animada que ni las 5 o 6 picadas de medusa que llevaba encima le hicieron salir del agua.  Durante la excursión paramos en algunas playas totalmente desiertas a descansar y para comer nos llevaron al pueblo de los pescadores. La excursión acabó 3 horas más tarde de lo previsto, lo que dice bastante de Met. Tenía razón Gema cuando nos dijo que era el mejor guía de la isla.

Al día siguiente Carol se quedó en plan relax y yo me fui a investigar la otra isla, con éxito bastante discutible. La idea era llegar a Teluk Pauh, teóricamente la mejor playa y el mejor snorkel de la isla grande. Para llegar me fui andando por el caminito de la selva hasta la Long Beach y allí me iba a coger un barco-taxi que sustituí en el último momento por la barquichuela de dos treceañeros que me dijeron "snorkel snorkel". Cuando les dije que sí se quedaron un poco blancos y, tras breve discusión, me empezaron a recitar los mismos sitios que había visitado el día anterior. Yo les dije que me llevaran a Teluk Pauh, pero  como vi que no tenían ni idea de lo que les estaba hablando cambié de idea y les dije que vale, que me llevaran a ver tiburones a ver si tenía más suerte que el día anterior. Antes de arrancar me dijeron que me sentara bien en el medio, que si no la barca se les iba para un lado. Uno se puso delante a guiar y el otro detrás a pilotar, y yo entretanto me dedicaba a planear como me iba a tirar al agua desde esa cáscara de nuez sin volcarla y sobretodo como iba a poder volver a subir. En esas andábamos cuando sonó un teléfono móvil en medio del mar. De alguna forma se las han apañado para tener cobertura en la islita, y lo aprovechan que da gusto. Por lo que pude entender leyendo la cara de los chavales el que llamaba era a) el dueño de la barca que la echaba en falta o b) el padre de uno de ellos. Probablemente las dos juntas. El caso es que cambiaron de rumbo, se fueron para el muelle del  pueblecito de pescadores  y el que hacía de guía se bajó. Al cabo de un rato, mientras esperábamos,  volvió a sonar el teléfono y nos fuimos sin el un kilómetro o dos hacia no se donde. Allí nos encontramos con otro barco y dos señores pegando voces que se subieron de malos modos a la barca mientras le decían no se qué al chaval. A mi me sonrieron y me dijeron "snorkel snorkel good". Los llevamos a la playa, se bajaron mientras le decían al chaval algo que a mi me sonó a "cuando llegues a casa te vas a enterar" y nos volvimos a por el guía, que había ido a cambiar al estanco para darme cambio ( yo creo que también para escaquearse del padre). Al cabo de un rato llegamos a destino, volví a no ver ningún tiburón, me volví a resentir de la costilla al subir a la barca y les dije que me llevaran a una playa en la que el día anterior habíamos visto infinidad de Nemos para hacerle un vídeo a mi sobrina. Me llevaron a la de al lado, pero por suerte también tenía Nemos. Cuando saqué la cabeza del agua les vi tirados en una roca intentado  secar el móvil que se les había caído al agua. No se si lo conseguirían o no, pero seguro que se replantearon su futuro como guías turísticos. Pobres.

Esa noche nos fuimos a cenar con Ariana, Cristina y un par de conocidos suyos a la Long Beach. Pese a que en el restaurante echaban a todo trapo una película de guerra, pudimos charlar y echarnos unas risas y enterarnos de algunas cosas interesantes, como que Ko-Tao, en Tailandia, merece la pena, que el mundo de las aerolíneas de bajo coste está muy complicado, y que en Bangkok te hacen unas reconstrucciones de uñas con el método del alisado japonés por cuatro pulseras y dos zapatos. Nos fuimos a dormir relativamente pronto, y a la mañana siguiente andamos ya empacando y pensando en lo que nos había contado el Alberto de Cartagena sobre la isla, lo que había cambiado en pocos años y lo que iba a cambiar en los siguientes, y nos hicimos el firme propósito de volver antes de acabar el viaje, porque los paraísos como éste no suelen aguantar mucho tiempo, y menos en Malasia.

 

P.D. Si alguien se pasa por la isla que no deje de visitar el chiringuito de Karimah y Wati, cuñada y mujer de Met respectivamente, que me tiene que hacer un favor. Les estuve enseñando a hacer patatas bravas, tortilla y gazpacho, y me dijeron que lo iban a añadir al menú... pero se me olvidó explicarles el pan con tomate!! Y el paraíso sin pan con tomate no es lo mismo!!!! Que alguien se lo enseñe, que nosotros volvemos en un par de meses para allá y lo tienen que tener bien entrenado para cuando lleguemos...

domingo, 6 de abril de 2008

Aventuras en Borneo: Uncle Tan y Turtle Island

Tenía preparado un post póstumo y todo. Ya me imaginaba a los pescadores formando corrillo en un banco de arena del Kinabatangan para ver lo que salía de las tripas del cocodrilo que acababan de liquidar. Y la cara que pondrían cuando vieran que era un portátil, sorprendentemente conservado gracias a la magia de los ziplocks. Seguro que uno de ellos tendría un primo informático que encontraba el post póstumo en el disco y, conmovido, lo subía en nuestro nombre al blog y avisaba a la embajada. Pero como hemos vuelto intactos ya no puedo aprovechar nada del post y me toca rehacerlo de cero, y tengo mucho sueño y poco tiempo, así que voy a plagiar las notas del diario de Carol para acabar antes. No me lo tengais en cuenta.

 

1 Abril del 2008

Llegamos a Sandakan. La ciudad de entrada es bastante fea y sus habitantes son tan curiosos como tímidos. Nos siguen con la mirada al vernos pasar hasta que se deciden a decirnos "helooo", y acto seguido se escabullen entre risitas y no nos da tiempo casi a responderles. Nos alojamos en el London Hotel, céntrico, barato y mucho más cómodo de lo que esperábamos. Muy recomendable. Además, tiene varanos residiendo en el patrio trasero y se pueden ver desde la ventana de la habitación. Cenamos en ún KFC, lo único que vemos abierto.

Mañana del 2 de Abril del 2008

Dejamos una mochila gorda en el hotel y nos vamos con el resto a la estación de autobuses, donde buscamos el vehículo azul y blanco con el texto "Batu 16" que nos tiene que llevar hasta la estación base del "Uncle Tan", sita en el poblado "cercano" llamado Gum Gum. Llegamos a la estación a las 7:45 y a las 8 nos subimos en el autobús que nos indican, que no es el 16 pero por lo menos es azul y blanco. Llegamos a Gum Gum a eso de las 9:30, media hora más tarde de lo esperado. En el Uncle Tan nos dicen que el coche para el centro de orangutanes de Sepilok ya ha salido, pero nos consiguen otro y nos plantamos allí en cinco minutos. El centro nos parece poco recomendable. Desde el punto de vista del turista consiste en una pequeña pasarela que se adentra en la reserva hasta una orangutan estructura en la que dos guardas convocan a los orangutanes a base de bananas. Hay muchísima gente y la plataforma está relativamente lejos. Los orangutanes no son salvajes, sino que están en proceso de recuperación tras haber sido rescatados de dueños explotadores. En el Zoo de Singapur los pudimos ver más de cerca y mucho más rato, y si pagabas te dejaban tirarte una foto con ellos. En Sepilok parece que sólo aparecen a la hora de comer. Tras media hora de muchedumbre, los orangutanes y la mayoría de turistas se van y nos quedamos seis o siete personas en la cafetería. Nosotros esperando a que alguien del Uncle Tan nos venga a recoger, aunque se nos ha olvidado preguntar a que hora sería y también si venían a buscarnos o no. Tras dos horas de espera preguntamos a las dos únicas turistas que aún quedaban por allí si iban para el Uncle Tan y nos dicen que sí, y que nos pasarían a recoger a eso de las 12:30, o sea, ya.

Mediodía del 2 de Abril del 2008

adidas-kampung De vuelta a las oficinas del Uncle Tan iniciamos el contacto con nuestros compañeros de aventura, que se agolpan caóticamente en los bajos del edificio. Mientras unos arrasan con las bandejas de comida otros ven el partido de liga de campeones del Manchester. Nosotros intentamos sin éxito llamar por teléfono a la empresa Crystal Quest para reconfirmar la visita a la Turtle Island. Entre tanto, nos informamos de las condiciones del campamento de la jungla y nos hacemos con unas "Adidas Kampung" de goma en la tienda de al lado (las de la foto). Nos cuestan 2 euros, y por lo que nos dicen son básicas porque hay un palmo de barro en el campamento tras las últimas inundaciones. Cuando acaba el partido cargan las mochilas en una furgoneta y los aproximadamente 15 turistas nos repartimos en otras dos y nos vamos. Tras una hora de carretera llegamos a una aldea y un río, el Kinabatangan. Allí nos esperan las dos lanchas que nos llevarán al campamento. Antes de zarpar uno de los mochileros tiene tiempo de pasarse de listo y meterse alegremente donde no debía, quedando atrapado por el barro hasta la ingle. Otros dos mochileros lo rescatan con bastantes dificultades y aprovechan para hacerse los machotes. Nos preparamos para observar la fauna mochilera más de cerca de lo que nunca hubiéramos deseado.

Tarde del 2 de Abril del 2008

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Salimos en los botes hacia el campamento. El trayecto es impresionante, una de las experiencias más alucinantes que hemos tenido en el viaje. Los macacos que nos miran desde la jungla y los pajaros que nos acompañan lo hacen todavía más mágico. A los pocos minutos empezamos a ver los primeros ejemplares de Nasalis Larvatus (monos proboscis o narigudos), que se arremolinan en los árboles cercanos , agrupados por clanes. De repente el cielo oscurece y cae una tromba de agua, así que aceleramos y nos olvidamos un rato de la fauna. Llegamos al campamento de Uncle Tan, donde nos cruzamos con un grupo que sale a hacer la excursión vespertina. El barro les llega hasta las rodillas, así que nuestras Adidas Kampung no van a ser suficiente. Tras andar 500 metros en un palmo de lodo sufriendo por las mochilas y las cámaras llegamos al campamento. Allí nos asignan una de las celdas para seis, que compartimos con una francesa, una inglesa y una pareja anglo-uncle-tan francesa. Las celdas tienen rejas para evitar que entren los macacos ladrones y las ratas, y mosquiteras para cada uno de los 3 colchones dobles que conforman la celda para evitar el resto de bichos. Nos informan de que no debemos dejar jamás la puerta abierta o los macacos nos lo robarán todo. Nos dejan un rato de tiempo libre que aprovechamos para descansar y para estudiar a la fauna mochilera disimuladamente. Rápidamente detectamos a un ejemplar macho de Mochilerus Jocosus. Tras breve investigación averiguamos que se trata de un ejemplar procedente de Alemania, origen muy poco común para esta subespecie famosa por su alta peligrosidad. Por suerte, pierde pronto su interés en nosotros y por sorpresa ataca a dos Mochilerus Nordicus Panfilorum hembra cercanas, que cacarean alegremente. Al cabo de un rato nos convocan a cenar. En las bandejas hay arroz y otras cosas, muchas de ellas vegetales. Para mi gusto, no está nada mal. La ocasión es ideal para que las distintas especies de Mochilerus marquen territorio a base de codos e invasiones. Mientras nos peleamos por nuestro arroz, un  Saxonus Repelentus aparta nuestra mochila y se queda con nuestro lado de la mesa. Rápidamente se forman dos clanes, el de las especies anglosajonas y el de las especies nórdico-germánicas. 

Noche del 2 de Abril del 2008

uncle-tan2 Por el campamento, además de los especímenes mochileros, corretean cerdos salvajes, macacos y varanos gigantes. Los guías locales son muy campechanos y casi ninguno pasa de los 25 años. Después de la cena algunos de ellos se quedan en el comedor bebiendo cervezas y cantando canciones de Green Day alternadas con las baladas de "Ghost" y "Titanic", y los otros nos convocan para la excursión nocturna en bote. La experiencia vuelve a ser mágica: cielo estrellado, ojos misteriosos en la jungla y de vez en cuando algún animal pillado por el  foco del guía: buhos, civetas, y por lo que dicen, hasta un gato leopardo que yo no llegué a ver. Supongo que a muchos de ellos les dejaríamos medio ciegos con los flashes, pero es que aquí en Malasia lo del respeto por la naturaleza es cuanto menos ambiguo. De vuelta al campamento descubrimos una araña de tamaño considerable paseándose por las rejas de una de las celdas. Por suerte, es tan grande que no se puede meter dentro. Pese a que el alojamiento es muy básico dormimos mejor que en los últimos 40 días.

Madrugada del 3 de Abril del 2008

proboscis2

A las 6 de la mañana nos ponemos en pie para volver a recorrer el río. Pese a que el horario y la temporada es ideal para divisar fauna no tenemos mucha suerte y no conseguimos ver ni orangutanes ni cocodrilos. Por lo que nos dicen los guías, los orangutanes no se suelen acercar mucho al agua, y es muy difícil verlos por esa parte de la jungla aunque de vez en cuando se tropiecen con alguno. Eso sí, vemos infinidad de monos proboscis, que nos hipnotizan con su nariz gigante y su tripa cervecera. Esta especie sólo se encuentra en Borneo, donde se alimenta de semillas y hojas que son tóxicas para el resto de animales. Su estómago es casi más propio de los rumiantes, y contiene tanto ácido que sus escupitajos pueden provocar quemaduras graves, y por lo que hemos leídomacaco eso es justamente lo que le paso a un visitante del Uncle Tan años atrás. Le preguntamos al guía si la historia era cierta, pero no nos supo contestar.  Lo que si es cierto es que los proboscis son expertos nadadores, y se les ha encontrado en alta mar, a  más de un km de la costa, nadando entre islas. Al parecer también son especialistas en andar de pie en fila india y en ser comidos por los cocodrilos cuando se despistan. Al volver al campamento nos encontramos con otra especie igualmente interesante: el Mochilerus Listorrus. Lo teníamos en nuestra misma celda, pero hasta que no nos estuvo enseñando las fotos de los cocodrilos que había visto su grupo no lo reconocimos. Esta especie es una de las más temidas allá  por donde vaya y más si, como en este caso, es de origen anglosajón y tiene acento afectado. Lo ha visto todo, lo sabe todo y te lo cuenta todo, y sobretodo no le interesa absolutamente nada de lo que tú le puedas contar. Ataca rápido como una víbora y antes de que puedas contraatacar ya se ha refugiado en un libro y en una mueca de desinterés.  Su cogote sale en todas las fotos; es el niño en el bautizo y el muerto en el entierro.

Mañana del 3 de Abril del 2008

uncle-tan3 Después de desayunar salimos al treking matutino. Nos avisan de que es el momento menos adecuado para ver animales, porque hace demasiado calor y están todos echando la siesta o en el bar jugando al cinquillo, pero de todas formas vamos. Como bien nos dijeron, no vimos prácticamente nada, pero nos lo pasamos pipa adentrándonos en la jungla y llenándonos de barro y agua hasta la cintura. Como íbamos prevenidos de lo que iba a pasar nos agenciamos unas botas de agua que algún antiguo visitante había abandonado, pero ni eso fue suficiente para salvar los pantalones. Peor lo pasó un biólogo al borde de la jubilación que vino buscando pájaros, porque se quedó sin botas y hizo el trek con dos bolsas de basura sobre las zapatillas. Al acabar, les dijo algo enfadado a los chicos del campamento que jamás se les volviera a ocurrir recomendar a alguien que hiciera el trek sin botas de agua. Creemos que lo pasó un poco mal. Por suerte o por desgracia nadie cayó al barro (ni siquiera yo) y el único altercado fue la presencia de un ejemplar difícilmente clasificable, de edad y tamaño considerable, que se dedicaba a soltar ramazos en la cara del que se pusiera detrás, al parecer inconscientemente. Le acompañaba un ejemplar hembra que pese a llevar más de cuarenta picotazos de mosquito en brazos y piernas seguía vistiendo una camiseta de tirantes y unos shorts, los dos de color blanco (al salir, claro). Al volver del trek nos informaron de que el grupo que acababa de llegar esa mañana había sido recibido brevemente por un orangután justo en el embarcadero, a 500 metros del campamento. Lo que ningún grupo consiguió ver fueron elefantes, que al parecer son muy infrecuentes en ese área de la selva. Pero sólo dos meses atrás, justo antes de la inundación, una manada de más de 20 elefantes (sólo hay unos 100 en esa zona) visitó el campamento, y alguno de ellos se paseó por el campo de fútbol.

Tarde y noche del 3 de Abril del 2008

escorpion-malayoDe nuevo volvimos a salir al río y de nuevo volvimos a tener mala suerte. Vimos pájaros (hornbills, storkbilled kingfishers, y muchos otros cuyo nombre no recordamos), lagartos monitor, macacos y más proboscis, pero no conseguimos encontrar cocodrilos, que al parecer son muy habituales. De hecho, el guía se partía de risa cuando Carol y yo le pedíamos que buscara cocodrilos, y al parecer se sabía y le gustaba la palabra en castellano. Seguramente porque la mayoría de visitantes españoles se los piden, a diferencia de los australianos, mayoritarios aquí, que los ven hasta en la sopa. Sólo conseguimos ver, cuando ya anochecía, los ojos de algunos sobresaliendo por encima del agua, pero poco más... Después de la cena salimos al trek nocturno en busca de ranas, escorpiones, tarántulas y serpientes.  Sólo conseguimos encontrar a los dos primeros, pero ni rastro de los otros dos. Casi que mejor. Sobre los escorpiones nos contaron lo mismo que en Australia, que pican más o menos como una avispa y sólo cuando les tocan el lomo. Teniendo en cuenta que todos andábamos bastante cansados y que no estábamos teniendo mucha suerte el guía se sacó un as de la manga y nos enseñó el bicho más raro que hayamos visto nunca, el "cotton bug" (bicho algodón). Os ponemos la foto, que no está en absoluto retocada: el bicho era exactamente así, ojos incluidos. Esa noche volvimos a dormir de maravilla. Sobre la fauna mochilera, oímos rumores de que había en el campamento una pareja de Cuatrojus Criticus Hispanicus, pero no conseguimos verlos. Otra lastima.

DSC_0222 

Madrugada y mañana del 4 de Abril del 2008

El campamento del Uncle Tan funciona de una forma bastante atípica. Es barato (320 Ringits malayos, unos 70€, por 3 días y dos noches, todo incluido), hay muy buen ambiente, no mucha planificación, y sobretodo muy buena voluntad por parte de los guías. Si no has tenido suerte viendo animales hacen todo lo que está en sus manos para que lo consigas. A nuestro grupo nos dieron un tour extra por el río, esta vez llegando algo más lejos que las otras veces. Yo no me quería ir sin ver cocodrilos, porque lo teníamos pendiente de Australia, y al final los vimos. Sólo un par de ellos y no muy grandes, pero allí estaban, en el borde del agua esperando a ver si algún mono  resbalaba. Espeluznante, sobretodo cuando nos acercábamos más de la cuenta y el bicho saltaba al agua y desaparecía debajo de nuestro bote. Por lo que nos dijeron los guías, en el río viven cocodrilos de más de cinco metros de largo (nuestro bote, que llevaba a diez personas, medía poco más de cuatro) que cuando están muy hambrientos suelen atacar a los hombres, especialmente a los pescadores que duermen en sus botes amarrados cerca de la orilla. Los cocodrilos "saltan" desde el agua al bote y se zampan al pescador.

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De regreso al campamento desayunamos y empezamos a recoger las cosas, porque a media mañana nos marchábamos. El viaje de vuelta, a pleno sol, fue uno de los mejores. A esa hora los cocodrilos descansan tranquilamente al sol, y pudimos ver unos cuantos, a cual más gordo y cercano. Cuanto más grandes, menos tímidos y más rato permanecían flotando alrededor nuestro, asomando sólo proboscislos ojos del agua. De nuevo vimos narigudos y nos quedamos finalmente sin ver orangutanes. Del río a Gum Gum fue cerca de una hora escuchando las peroratas que el Mochilerus Listorrus le largaba a un pobre húngaro, al que no dejaba meter baza.Tras llegar a Gum Gum y volver a comer en el centro de Uncle Tan nos subimos a un autobús camino de Sandakan. Muchos de los otros turistas seguían viaje hasta Palau Sipadan, al parecer uno de los mejores sitios del planeta para bucear, que está a unas 7 horas en bus desde Sandakan.  Nosotros al día siguiente teníamos que ir a la Turtle Island pero todavía no habíamos conseguido confirmar la reserva con la empresa Crystal Quest, y andábamos un poco preocupados, porque sabemos que es difícil encontrar hueco. Nada más llegar al hotel dejamos las cosas y nos fuimos andando hasta el embarcadero de la empresa, que está a diez minutos del hotel. Nos pidieron disculpas por no coger el teléfono y nos emplazaron para estar allí el día siguiente a las 9 de la mañana tal y como estaba previsto. Por la tarde hicimos nuestra tradicional visita al supermercado de la ciudad y fuimos a cenar al "Tomato", donde nos gastamos dos euros cada uno y nos tuvimos que dejar gran parte de la cena por falta de espacio estomacal.

5 de Abril del 2008

IMG_0442bNos levantamos a las 8, desayunamos y nos vamos para el embarcadero de Crystal Quest para visitar la Isla de las Tortugas. Se trata de un parque natural formado por 3 islas a las que acuden multitud de tortugas verdes y hawksbill a desovar. La isla Selingaan es la única que se puede visitar y tiene sitio donde dormir, unas cabañas más bien básicas. Tras una hora en jetboat desde Sandakan llegamos a la isla junto con otros 20 turistas, que son los únicos que admite el centro de conservación cada día. La isla es de postal, con playas de arena blanca, palmeras y agua turquesa. Impresionante. Al llegar nos hacen pagar otros 10 RM como tasa de conservación y la chica del bar nos da una pequeña charla. Pequeñísima, porque no nos explica nada de nada, sólo que no podemos tirar fotos con flash cuando veamos las tortugas y que tendremos que pagar otros 10 RM por cámara. Al parecer las tortugas empiezan a llegar una vez se pone el sol, empiezan a desovar y en ese momento los rangers van a buscar a los turistas a la cafetería para que asistan al espectáculo. Cuando empieza a refrescar, los huevos que dejaron otras tortugas dos meses atrás  eclosionan y salen las tortuguitas buscando el mar. De nuevo los rangers te avisan para que asistas al espectaculo. Pero hasta ese momento no hay nada que hacer, así que todo el mundo se va a la playa, que es de las más bonitas que hemos visto nunca. Los empleados del parque te alquilan por dos o tres euros equipo de snorkel que puedes usar para ver el coral y los peces que inundan la misma orilla. En realidad, el coral está a tan poca profundidad que es difícil nadar, lo tienes prácticamente en la punta de la nariz, y el agua es tan clara que ves los colores casi como en el exterior. Aunque el coral está bastante maltratado (luego explicamos por qué) la experiencia vale muy mucho la pena. Los peces están tan cerca que se pueden tocar con la mano, al igual que las ostras azules o las anémonas. Es casi como nadar en una piscina, muy muy bonito. Vimos clownfishes (nemos) a escasos centímetros, y aunque les acercábamos la mano no se alejaban del coral. El día se nos pasó volando, y la marea bajó enseguida de forma que el área de snorkel sólo tenía unos centímetros de profundidad. Entonces asistimos a uno de los espectáculos más tristes que hemos visto en Malasia: media docena de turistas (creemos que casi todos australianos) andando con sus aletas de snorkel por encima del coral sin ningún tipo de consideración. Se supone que la isla es un parque marítimo nacional, pero ni había nadie vigilando la playa ni al parecer nadie había avisado a la gente de que el coral es delicado.

La verdad es que Malasia es un poco contradictorio en ese sentido. Por una parte tienen algunos de los mejores parajes naturales del mundo, y lo aprovechan turísticamente, pero por otro no tienen mucha sensibilidad ambiental precisamente, ni siquiera los que viven  de ello. Por lo que hemos leído, en dos décadas se ha arrasado casi el 30% de la superficie selvática, la más antigua del planeta, en favor de las plantaciones de palmeras y los campos de golf. Y en un libro de "frases de políticos" leímos las siguientes, pronunciadas por un ministro de Medio Ambiente malayo:

- "Muchos países nos critican por talar la selva, pero de las plantaciones se benefician muchos trabajadores que viven de ello. ¿Que quieren, que dejen de trabajar para que cuatro científicos se dediquen a observar monos?"

-"Quiero mejorar mi nivel del golf, pero eso sólo puedo hacerlo si hay más campos de golf, y para eso tenemos que talar la selva." (pronunciada informalmente en una convención medioambiental INTERNACIONAL, a más de un asistente se le helaría la sonrisa)

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Tras esos momentos penosos asistimos a uno glorioso, la puesta de sol. De las más bonitas que hemos visto nunca. Y de ahí al restaurante a cenar y a esperar a que llegaran las tortugas. La verdad es que el día fue perfecto, y encima tuvimos la suerte de conocer a dos neozelandeses la mar de simpáticos que nos han obligado a reconsiderar nuestros prejuicios y cambiarlos por unos nuevos. Nuestra nueva teoría es que los australianos, cuando viajan, se creen que están en su casa y dejan de ser simpáticos para ser maleducados al estilo norteamericano, mientras que los neozelandeses, que en su casa son más bien reservados (sobretodo en áreas rurales) ganan mucho. En realidad la teoría es sólo mía, pero Carol me dice que sí para seguirme la corriente, así que lo dejo tal y como está.

A partir de ahí empezó la parte mala de la excursión a la Isla de las Tortugas. Para empezar se formaron dos grupos de observación, y a nosotros cuatro nos tocó el segundo, es decir, nos tocaba esperar a la segunda tortuga que llegara. Por desgracia eso no llegó a pasar, así que a eso de las doce de la noche, tras dos o tres horas de espera, nos agregaron al primer grupo, pero sin que estos nos cedieran sus puestos. Total, que no había forma de ver nada, y eso que la tortuga era gigantesca. Los rangers iban pidiendo a la gente que rotara, pero muchos no se daban por enterados. Entre el sueño que teníamos y el morro que le echaba la gente hubo un par que estuvo a punto de caer de morros encima de la tortuga tras una embestida de Carol, pero no llegó la sangre al río ni el turista a la tortuga. Para colmo los rangers me dijeron, por sorpresa, que no podía hacer vídeo, y  como no llevaba la cámara de fotos  encima ni lo uno ni lo otro. Ciento nueve huevos de tortuga después nos llevaron a la "plantación" de tortugas, que es donde los rangers los re-entierran , de forma que los depredadores no se los puedan comer, y donde nacen las tortugas plantadas dos meses atrás. Si los huevos están plantados en la sombra salen tortugos, y si están plantados al sol tortugas, ya que el sexo depende de la temperatura a que se expone el huevo, igual que en el caso de los cocodrilos. Pero no hubo forma de comprobarlo, porque esa noche no nació ninguna cría. Así que nos fuimos a dormir, a eso de la una, para levantarnos esta mañana a las 6 de la mañana. La playa estaba repleta de agujeros de tortuga. La verdad es que el tema no lo tenían muy bien organizado, pero aún así la isla es tan bonita y la experiencia tan interesante que nos pareció uno de los mejores días del viaje.

 

Conclusiones.

Ya os habréis dado cuenta por la extensión del post de que Borneo nos ha gustado muchísimo, y eso que hemos estado poquito tiempo y hemos visto menos de la mitad de lo que hay por ver aquí. Nos lo hemos apuntado para visitas más largas, porque creemos que realmente vale la pena, tanto por la naturaleza como por la gente. Un destino sumamente interesante, y mucho más cómodo de lo que pensábamos. Nosotros tuvimos poca suerte con la fauna, pero los chicos neozelandeses, que habían hecho un crucero de tres días por el mismo río, vieron varios orangutanes e incluso elefantes, y al parecer estaban muy muy contentos con los alojamientos, la comida y el guía. Eso sí, les costó tres veces más que el Uncle Tan. Por lo que nos dijeron lo contrataron con "S.I. Tours". Otros chicos de Canadá también nos contaron que acababan de bucear en Palau Sipadan y que aquello era absolutamente maravilloso. En fin, parece que nos quedan infinidad de cosas pendientes por ver en Borneo!!

martes, 1 de abril de 2008

Nos vamos a buscar a Sandokan y al mono de Marco. Volvemos en unos instantes.

Cada día estamos más convencidos de que nuestro viaje lo ha organizado y planeado una versión infantil de nosotros mismos. Desde que salimos de casa nos hemos ido encontrando, así como quien no quiere la cosa, recuerdos de libros de aventuras, álbumes de cromos y sellos de picar que no habíamos vuelto a ver en dos décadas. Y programas de la tele o películas, claro, sobretodo de las que echaban a mediodía justo antes (o en medio, dependiendo de la edad del televidente) de la siesta.

En nuestra anárquica ruta asiática ahora nos toca visitar Borneo, que no entraba en nuestros planes originales porque tampoco entraba en nuestra cabeza. En mi mapamundi mental Borneo está entre Lemuria e Hyperborea, rodeada por mares brumosos y llena hasta arriba de monos, tesoros y tribus caníbales. Allí sólo se puede ir en avioneta de hélices o, con mucha suerte, en un barco pirata como grumete, y ninguna de las dos vías tiene camino de regreso. Por sus selvas corren, además de macacos ladrones, misteriosos hombres-mono del bosque, arañas grandes como manos, dragones, silenciosos tigres blancos y brujos que echan humo por la boca justo antes de disparar sus cerbatanas. Los viajeros serios seguramente sabrán sin necesidad de coger el mapa que Borneo es una isla bien gorda compartida por Indonesia, Brunei y Malasia, y situada justo en el corazón del Sudeste Asiático. Y otras muchísimas cosas interesantes. Pero nosotros sólo sabíamos de ella lo que aprendimos de muy pequeñitos, y es justamente por eso por lo que decidimos volver a bajar de Tailandia para venir aquí.

Eso sí, en el último mes nos hemos leído unos cuantos libros sobre el tema. Bueno, en realidad la que lee es Carol, que como aquí no tiene a sus gatos luego me lo cuenta a mi. Me dice que en realidad sólo ha sido uno, pero que hemos ojeado más en las librerias. El que se ha leído se llama "Into the heart of Borneo", y el que no le dejé comprarse era "The White Raja", de Nigel Barley (el de "El antropólogo inocente"). El del rajá blanco, un caso real, explica como hace un par de siglos un inmigrante británico, pobre pero con mucho porte, llegó a Borneo y tras ser confundido con un emisario de la reina (al parecer debido a sus modales) consiguió ir medrando y conspirando entre las diversas facciones de la isla hasta conseguir el cargo de Rajá. Nos lo guardamos para Barcelona porque promete y parece fácil de encontrar, y así no arruinamos del todo el presupuesto. El primero también es un caso real y narra las peripecias de dos investigadores de Oxford que llegan a Borneo en los años ochenta para aclarar si todavía quedan rinocerontes en la jungla. Entre los consejos que da se encuentra el siguiente: "Llevad siempre una foto de la Reina de Inglaterra a caballo. Los pueblos de la jungla la veneran desde los tiempos coloniales, pero sólo la reconocen si la ven a caballo porque creen que Reina y caballo es todo uno.". Por si acaso nos hemos traido una foto de Marichalar y su patinete que creemos nos será igual de útil.

Ahora estamos en Sandakan (sí, el Tigre de Malasía debía ser de por aquí), co-capital del territorio de Sabah, una ciudad algo  destartalada donde los niños y los no tan niños se nos quedan mirando fijamente y donde desde la habitación oímos los rezos de la mezquita que tenemos al lado y casi casi vemos la jungla por la ventana. En realidad vemos el patio trasero, pero nos han asegurado que cada mañana corretean por aquí varios lagartos de dos o tres metros de largo. Hemos llegado en avión desde Kuala Lumpur, cruzando unas nubes densísimas y sus consiguientes turbulencias que han desaparecido al descender, justo para dejarnos ver ríos gigantes y brumosos caracoleando por la misma jungla por la que andaremos mañana. Nos han prometido que veremos orang-utanes(literalmente "hombres del bosque"), tarántulas grandes como manos, cocodrilos, y si tenemos mucha mucha "suerte" algún que otro leopardo. De brujos con cerbatanas no nos han dicho nada, pero elefantes pigmeos y monos narigudos que escupen ácido es posible que también veamos, y esos ni siquiera salían en nuestros cromos.

Bueno, igual tampoco íbamos tan desencaminados con lo que es Borneo... En unos días os lo contamos!

La paz antes de la jungla

De los días que hemos pasado en Chiang Mai sólo merece la pena que hablemos de dos: en el que nuestros vecinos nos invitaron a su fiesta animista y en el que visitamos el mercado de San Patong. El resto han discurrido entre paseos, cafés y masajes en los pies. Esto es precisamente a lo que invita la ciudad, a que te relajes y disfrutes. Y eso hemos hecho. Ahora voy con esos dos días que han venido a compensar tanta tranquilidad.

DSC_0030-2 La ceremonia animista la escuchamos desde la habitación del hostel y Alberto, que se había quedado con ganas de entrar en trance en la visita al templo de los tatuajes, se fue para allá a ver si había oportunidad. Volvió diciendo que nuestros vecinos nos habían invitado a la casa, así que cogimos las cámaras y nos fuimos para allá. En el patio habían montado una parte techada que habían llenado de ofrendas, otra parte la habían llenado de mesas y sillas, ocupadas por unas cien personas, otra por la orquesta y el espacio sobrante lo habían habilitado como pista de baile donde los más mayores daban vueltas al ritmo de la música. Alguien iba repartiendo alcohol y canutos enormes a partes iguales lo que hacía que a medida que pasaba la mañana se fueran sumando voluntarios para llenar la pista. Increíblemente, las que más le daban a los canutos eran las señoras mayores que luego se ponían a dar saltitos mientras giraban con los brazos estirados hasta que algún familiar, oliéndose el guarrazo, las rescataba y las llevaba de vuelta a la silla. A media mañana montaron una pequeña ceremonia alrededor de las ofrendas. No duró demasiado y quince minutos más tarde ya estaba sonando la música otra vez. Hice montones de fotos, pero no me ha dado tiempo a preparar más que un par.

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A la que pararon a comer, decidimos escaquearnos y revelar las fotos que más podían gustar a la familia y por la tarde se las entregamos. No sabíamos muy bien si les iba a hacer ilusión o no, pero por la cara que puso la anfitriona cuando se las dimos y las peticiones para verlas, que le llovieron al instante, yo creo que sí.

La existencia del mercado de San Patong la descubrimos gracias a un mapa de Chiang Mai que compré y que recomiendo: Nancy Chandler's Map of Chiang Mai. El mapa sólo por lo bonito que es merece la pena comprarlo. Está lleno de dibujitos con los nombres de los restaurantes, las tiendas, los templos o los cientos de sitios de interés que tiene Chiang Mai. Además son varios mapas: el del centro de la ciudad, el del Warorot market, el del mercado nocturno y el de los alrededores de Chiang Mai. En éste último fue donde descubrí que los sábados ponían un mercado de búfalos en San Patong,a unos 30 kilómetros de Chiang Mai. Para ir nos alquilamos una moto el día anterior para salir muy temprano y llegamos al mercado a las 7 de la mañana. Lo único que sabíamos es que vendían búfalos de agua y motos de segunda mano. Luego vimos que además vendían vacas, casi más que búfalos, y ropa, comida y todo lo demás que uno suele encontrar en el mercadillo de un pueblo. La parte de las vacas era enorme. Para hacer fotografías tenía que pasar entre las vacas que de vez en cuando se cabreaban y la tomaban con lo que tuvieran más cerca. Por suerte normalmente era otra vaca. Las 3 primeras hileras de vacas las pasé, pero acojonada. A mi madre, que tarde o temprano leerá el post, esto le debe parecer algo increíble. Seguro que se acuerda de las veces que hemos visto las vaquillas del pueblo desde la última fila de la plaza, porque yo no me atrevía a bajar más. O de aquella vez que mi primo me dio 5 duros por bajar a la plaza vacía y en cuanto puse el pie en el suelo se puso a gritar: "que viene la vaca! que la sueltan!" y yo que me mataba por subir. Así que el otro día cuando las vi todas colocaditas en hileras esperando comprador fue como volver a esa tarde de agosto en la plaza de Torres de Albanchez. Esta vez no me jugaba 5 duros, pero sí unas fotos muy chulas de la parte del país que quería ver cuando vinimos aquí: lo que pasa en Tailandia cuando no hay un turista mirando. Echándole menos valor del que pensaba que tendría que reunir para seguir haciendo fotos acabé pasando la mañana entre búfalos, vacas y ganaderos. A estos últimos la cámara no les incordiaba, todo lo contrario, y me mostraban sus mejores reses para que las fotografiase. Había alguno que incluso me sugería composiciones y me colocaba los búfalos para que mirasen a cámara. Aquí está el resultado de lo que fue una mañana divertidísima: