miércoles, 27 de febrero de 2008

Templing

porqueria

Estamos de vuelta en Kuta. En el tiempo que hemos pasado en Bali hemos tenido los días más cómodos y los más incómodos del viaje. Aquí en Kuta, en hotel de tele por satélite y piscina de lujo, han sido los de mayor comfort. En las noches que hemos dormido en Kintamani y Amed, en el este de la isla, justo lo contrario. Entre escorpiones, cucarachas, gallos que cantan a las 5 y peleas de perros nocturnas no hemos dormido demasiado. Íbamos moviéndonos de un hotel a otro pero no había manera de huir, especialmente de los gallos, que los hemos tenido en 3  hoteles distintos en 2 pueblos diferentes. Los condenados se ponían a cantar a las 5 y pico de la mañana y cuando hacíamos el checkout a las 10 todavía seguían. Cuando volvimos a Ubud ayer dimos una vuelta con la oreja puesta (que en el estado de la de Alberto es mucho decir) antes de coger hotel, por si acaso, y aún así esta mañana los oíamos a lo lejos desde la habitación. Y es que a priori era difícil saber si te iba a tocar gallo o no porque no están en corral, sino que campan alegremente por el pueblo, y si esa mañana les apetece dar una serenata en tu ventana no hay nadie que los detenga.

Después de nuestro día en moto por el este, volvimos a coger el coche para ir al volcán Gunung Batur. La carretera recorre la costa norte de la isla para luego ir ascendiendo hacia el sur entre un montón de curvas y pasamos toda la mañana para llegar a Kintamani, el pueblo donde dormiríamos. Llegar allí fue como colarse en una convención de hawkers. Como es temporada baja éramos los únicos turistas y en dos segundos teníamos a medio pueblo arremolinado alrededor intentando vendernos algo. A partir de ahí el resto de la mañana fue una sesión de "extreme templing", deporte de alto riesgo que consiste básicamente en lo que viene a continuación. Primero nos metimos en un templo, pagando el "alquiler" de los sarongs, y escapando a duras penas de unas mujeres que querían encasquetarnos unos collares sin los que, según ellas, no se podía acceder a la ceremonia. Bali1De ahí volvimos a coger el coche y mientras íbamos conduciendo un tío montado en una moto nos insistía para que fuéramos a ver su hotel. Como queríamos ver Besakih (foto), el templo más grande de Bali, que quedaba unos kilómetros más allá, le cogimos la tarjeta que nos ofrecía y le dijimos que a la vuelta nos pasaríamos. En el camino al templo nos pararon varias veces, que si paga una entrada que a saber si es oficial o un timo, que si te pongo ofrendas gratis en el coche y luego te las cobro, que si para entrar al templo es obligatorio llevar guía y lo tienes que contratar conmigo. La de las ofrendas nos pedía nada menos que 100.000 rupias (unos 8 euros, una pequeña fortuna aquí), y acabamos dándole 10.000 y diciéndonos que era la última vez que nos la colaban así. De los guías y guardianes que decían ser indispensables pasamos directamente y vimos todo el templo a nuestro aire. Por lo que vimos, otra chica y nosotros fuimos los únicos que nos resistimos al rollo del guía. Ah, la entrada que pagamos resultó ser la buena. Sobrevivimos al templing, pero acabamos mentalmente agotados.

A la vuelta el del hotel estaba esperándonos a la puerta del pueblo y fuimos a ver su hotel. Habíamos visto que en la Lonely Planet aparecía como recomendado, pero resultó ser una patata. Por 4 euros la noche eso sí. Como estábamos cansados decidimos quedarnos. Queríamos ver el volcán al día siquiente y en el hotel nos ofrecían una excursión por 55 dólares cada uno, que para Bali es carísimo. Regateamos hasta donde nos llegaban las fuerzas y quedó en 17. Como íbamos con una pareja de alemanas (que a la mañana siguiente resultaron ser dos checos, a saber) nos dijo el del hotel "pero no les digáis cuánto habéis pagado, decidles que 55". Y claro, cuando te dicen eso no sabes si es porque tú has pagado más o menos que los otros. También nos dijo "Os he esperado a la entrada del pueblo para que no os pare el policía, que es amigo mío, y le he dicho, a estos no los pares para multarlos que vienen conmigo". Nosotros escuchábamos entre divertidos y asombrados.

La excursión al volcán empezaba a las 4 de la mañana para llegar arriba a tiempo de ver la salida del sol. A las 3 y media el del hotel nos llamó a la puerta para que nos preparásemos. Esa fue la noche de las peleas de perros, así que Alberto ya estaba despierto. Al encontrarnos con nuestro guía al pie del volcán vimos que al grupo se sumaba un chaval, que resultó ser nuestro vendedor personal de bebidas. Con 6 coca colas en la mochila se hizo 1 hora y media de camino hasta la cima sólo para vendernos una botella. La salida del sol nos la amenizaron los monos, que atraídos por la comida de los turistas hicieron su aparición al poco de llegar. Uno se imagina una salida del sol en un volcán con vistas a un lago como el colmo del romanticismo, o al menos como un rato tranquilo, pero nada más lejos de eso. Entre los perros que subieron a ver qué pillaban, los monos que se peleaban entre ellos y con los perros, el vendedor balinés de cocacolas que te metía prisa para que le devolvieras el casco de la bebida y marcharse y la turista inglesa que desconoce el uso de los graves al hablar, lo de la salida del sol acabó por ser algo secundario.

Cuando ese mismo día llegamos de vuelta a Ubud el acoso de los vendedores y taxistas que nos había resultado excesivo ahora ni lo notábamos y lo que unos días antes describíamos como pueblecito ahora se nos aparecía como la vuelta al mundo civilizado. Decidimos gastarnos la pasta y nos metimos en un hotel de bungalows con habitación de lujo, desayuno y piscina. Hotel Sania se llamaba y nos costó la friolera de 11 euros la noche.

Bali-KutaDe Ubud volvimos a Kuta (en la foto). Aquí hemos tenido otro día de relax que hemos aprovechado para probar las maravillas del masaje balinés. Y la piscina. Y el servicio de habitaciones.

sábado, 23 de febrero de 2008

Un post muuuuy largo sobre Bali, los peluqueros y el imperio de la Ley.

Si tenéis 6 euros, tenéis un coche. Por lo menos es lo que nos ha costado alquilar uno para darnos una vuelta por Bali. Y no es un coche cualquiera: es el 4x4 del hermano de Komang ,el botones del hotel de Ubud en el que estábamos. Según él, el mejor coche de toda la isla, y con un precio exclusivo para nosotros. Su hermano en persona nos lo llevaría al hotel a la hora del desayuno, a las 11 en punto. Y efectivamente, nos lo trajo justo cuando nos ponían los crepes en la mesa. El hermano resultó tener unos 35 años más que Komang, y el 4x4 resultó ser un modelo superior al prometido, y por tanto algo más caro. Unos 0,5 euros más por día. La verdad es que en Bali estamos en menos de la mitad del presupuesto estimado, así que no nos viene de ahí. Le firmamos los papeles, y hale, el coche ya era nuestro por cinco días. Entre firma y firma un señor con bigote, que al parecer era el capo de los currantes del hotel y ya nos había intentado colocar algún coche, le echaba unas cuantas miradas asesinas al "hermano" del botones y le decía algo así como "luego me das mi parte, eh Manolo". Manolo hacía como que sí con la cabeza y seguía a lo suyo, supongo que intentando calcular mentalmente lo que le quedaría después de darle su parte a Komang y al del bigote. Nosotros no lo entendemos, pero de alguna forma les tienen que salir las cuentas en Bali.

El coche en sí es un modelo Feroza. El 4x4 de los clics de Famobil, podríamos decir. Al primer bache que pillé casi se nos desmonta, y el aire acondicionado nos duró unos cinco minutos, lo que tardamos en darnos cuenta de que con las ventanas bajadas se estaba más fresco. Pero para ir por Bali es más que suficiente. En realidad aquí todo el mundo lleva una motillo, que es mucho más cómoda. El problema es que aunque ellos son capaces de llevar barriles de gasolina o bombonas de butano en una vespino nosotros no nos veíamos con ánimos de llevar los mochilones, así que nos pillamos el coche. Conducir por Bali, por cierto, es una delicia. Especialmente si te gustan los videojuegos de carreras. No porque corras mucho, que no pasas de 40 km/h, sino porque la cantidad de obstáculos que te encuentras en la carretera es tan grande y variada que da casi risa. Desde Ubud hasta Amed, que era nuestro primer destino, esquivamos los siguientes elementos:

- Baches.

-Socavones de más de un metro (avisados, eso sí)

-Coches aparcados en el carril derecho.

-Coches aparcados en el carril izquierdo.

-Coches aparcados en el carril izquierdo y en el carril derecho.

-Motos que adelantan por la izquierda.

-Motos que adelantan por la derecha.

-Coches que adelantan a motos que nos adelantan a nosotros.

-Motos que adelantan a motos que adelantan a coches que nos adelantan a nosotros.

-Perros.

-Gallinas.

-Cerdos de más de cuarenta arrobas.

-Monos.

-Niños que juegan en la carretera.

-Motos con familias de 4 miembros.

-Motos con familias de 4 miembros con perro.

-Taller de reparación de camiones estratégicamente situado en medio de la carretera, con camión averiado incluido. En medio de la carretera significa ocupando uno de los dos carriles en una carretera de doble sentido...

Divertidísimo, vamos. Un poco estresante al principio, pero te acostumbras. Al cabo de media hora yo ya iba visualizando la puntuación encima de los obstáculos y estaba a ver si me hacía partida extra. Pero pese a todo lo más peligroso era el paisaje, que en la parte final era una chulada. Entre Candidasa y Amed hay unas terrazas de arroz increíbles, de lo más bonito que hemos visto en el viaje. Pero como con el coche no había manera de parar a menos que fuera en medio de la carretera no lo hicimos hasta Amed, que es un minúsculo pueblecito de pescadores situado al este de Bali. Se supone que desde allí se accede a los mejores sitios de buceo de Bali, aunque como todavía estamos en temporada húmeda y llueve o está nublado todo el día no creemos que lo vayamos a aprovechar. De cualquier manera, el destino está muy bien, y es mucho menos turístico que Kuta o Ubud, lo que se agradece. Pudimos bajarnos del coche y buscar hotel casi con tranquilidad.

Acabamos en el "Café Amed", que tenía piscina y parecía muy confortable, por unas 90.000 rupias. Poco más de 6 euros. Aunque llueva todo el día nos pedimos hoteles con piscina, que es que ahora que somos multimillonarios no nos estamos de nada. La habitación era de estilo balinés, lo que entre otras cosas implica que el baño y la ducha (todo junto y sin separaciones) está al descubierto en una habitación aparte. Así que si llueve, como es el caso, te ahorras el agua de la ducha y el tirar de la cadena, porque la naturaleza se encarga de todo. Total, aquí en temporada húmeda sólo estamos nosotros y cuatro parejas de despistados más. Pero aparte del detalle, que es habitual en Bali, la habitación estaba muy bien, grande y limpia. En el lavabo había una silla que si te subías a ella podías ver la finca de al lado, en la que campaban a su aire patitos, cerdos y alguna que otra gallina. Muy bucólico. Y en la cama había mosquitera. Nos sentimos seguros hasta que al volver de cenar Carol inspeccionó la cama de cerca y encontró algo que parecía ser el cadáver de una cría de escorpión en su almohada. Era minúscula, pero tenía aguijón y todo. Aún así nos dormimos enseguida, porque en Australia aprendimos que las picadas de escorpión son más o menos como picadas de avispa, o eso dicen. Para desgracia nuestra, especialmente de Carol, en la finca de al lado además de gallinas había algún gallo, que empezó a faenar a eso de las cinco de la mañana. Total, que a las 10 de la mañana ya estábamos buscando hotel otra vez.

A menos de cincuenta metros estaba el "Bamboo Bali", que tenía precios y habitaciones parecidas, así que nos metimos. Mientras andábamos inspeccionando las habitaciones oímos un par de "kikirikis", así que antes de decidir nada Carol le preguntó al jefe "Oye, por casualidad tenéis un gallo por allí?" (señalando a nuestra habitación). "No, no, no hay ningún gallo aquí, seguro.". Dos kikirikis más tarde nos dijo "Donde decís, en el árbol?" (señalando el árbol de detras de nuestra habitación) "En el árbol no hay ningún gallo, os lo aseguro, estarán en otro sitio." No nos creímos nada, evidentemente, pero estábamos cansados y nos apetecía irnos a desayunar, así que nos quedamos la habitación. Al subir las maletas vimos un gallo correteando por la puerta de la habitación. Carol me ha dicho que se va a pasar por todos los restaurantes del pueblo a pedir platos con pollo, a ver si así cae también el gallo.

Después de reinstalarnos, y dada la confianza que nos había proporcionado el encargado, le alquilamos una motillo por unos 3 euros. Era de su hermano, evidentemente, y nos la alquilaba a muy buen precio. El problema es que no tenía papeles y según sus propias palabras "si os para la policía vosotros vais a tener muchos problemas y yo voy a tener muchos problemas." Pero en Bali los problemas se arreglan enseguida, y por medio euro más nos proporcionó una del hermano de su hermano que tenía todos los papeles en regla. Eso sí, el freno de detrás no iba, y eso no nos lo dijo. A la vuelta se lo echamos en cara, pero nos hizo ver que estábamos equivocados. "Veis veis como frena..." nos decía mientras echaba el pie al suelo para no dársela contra la pared... En cualquier caso, la culpa fue nuestra por no comprobarlo antes de aceptarla, así que nos fuimos con ella con mucho cuidadito.arroz

Los alrededores de Amed, sobretodo las terrazas de arroz, son alucinantes, y pasamos un rato muy bueno con la moto para arriba y para abajo. Entre risa y risa nos encontramos a un peluquero móvil, al borde la jubilación, en el arcén de la carretera rodeada sólo por campos de arroz. Le estaba cortando el pelo a un chaval norteamericano que llevaba una motillo como la nuestra, y le dejó más o menos apañado, así que me puse a la cola. Gran error. Mientras estaba sentado le pregunté al chico cuanto había pagado y me dijo que unos 3 €, lo que aquí es todo un dineral. El abuelo, que tenía a su nieto de 8 años de ayudante, me dijo entre toses que sí, que eran 3 €. Yo creo que estaba nervioso porque no había hecho tanto dinero en toda su vida de peluquero, pero a un tío con unas tijeras en la mano es mejor no regatearle, y como ya estaba sentado y atado al babero le dije que adelante. Carol se lió a tirar fotos y el hombre a dar tijeretazos. En uno de los primeros se me llevó un cacho de la oreja derecha. Me hizo un "Tyson", como se dice en el argot. Yo solté un "urgg" soterrado y un chorretón de sangre mientras me acordaba de Sweeney Todd, y el abuelo reaccionó untándome con un barro que llevaba preparado para la ocasión. Ya vi que no era la primera vez que le pasaba. Mientras, Carol seguía haciendo fotos, ajena a mi amputación. Yo no sabía si decirle que parara para buscar el cacho de oreja o hacer un recuento al final. Opté por la vía catalana y le dije "ahora en lugar de 3 euros son 2 eh," pero el hombre se hizo el sordo. Pensé que mejor no insistirle, porque por esa regla de tres se podía permitir el lujo de cortarme la otra oreja y aún así tener margen, así que me callé. Pero por el rabillo del ojo veía que la mano le temblaba de lo lindo, y me empezó a caer una gota tras otra por la sien. Cuando cogió la navaja y me empezó a dar por un lado ya le dije a Carol "oye, tu ves lo que está haciendo este tío?" , a lo que contestó "pues parece que te está afeitando". Pero eso ya era demasiado riesgo, y le dije que no, que la barba no la tocara pese a que ya había empezado. Según Carol ahora soy como un personaje de "Quién es quién", y tengo una barba o un pelo que no me corresponden. De la oreja no me ha dicho nada por no asustarme, pero el casco ya no me lo he podido poner de lo que me escocía. A la hora de pagar le di al abuelo un billete de 50.000 rupias, pero el hombre me decía "no, no , te he dicho 30.000, no 5.000", todo enfadado. Al final ha aguzado un poco la vista, o el tacto, no se, se ha dado cuenta de que era de 50.000, yo me he dado cuenta de que él no veía tres en un burro y todos hemos mirado para abajo avergonzados.

cortepelo

Tras la experiencia peluqueril nos hemos vuelto a subir a la moto, yo con el casco en la mano (como el 50% de los balineses) y hemos seguido el viaje. Tras un ratito de campos de arroz hemos llegado a una ciudad, y a un semáforo de esos que se conocen como "optativos". Varias motos han seguido para adelante, y yo, que sigo eso de "allá donde fueras haz lo que vieras" me he tirado detrás. Lo malo de los refranes es que sólo tienen validez local, y éste en concreto no ha llegado aún a oídos de los policías balineses, quienes, casualmente, tenían una caseta en ese mismo cruce. Los silbatos de los guardias de Bali suenan exactamente igual que la de los urbanos de hace veinte años en Pineda de Mar, por cierto. Pero la cara de los policías no es exactamente la misma. El que nos paró venía con una sonrisa de oreja a oreja. Nos saludó, nos estrechó la mano y nos preguntó que que tal por Bali. Y también nos dijo muy amablemente que habíamos infringido la ley, que nos iba a poner un multazo y que yo tenía que acompañarle a la caseta. Todo con una gran sonrisa un poco rara. De la caseta salieron dos o tres policías sonrientes más, que nos dejaron a solas. Una vez allí me dijo, muy serio, "has cometido dos infracciones graves: te has saltado un semáforo y has conducido sin el casco. ¿Por que no llevabas el casco puesto???". Lo del casco me pilló un poco por sorpresa, así que le explique la verdad, que no lo llevaba porque me habían cortado el pelo y media oreja en la carretera y me escocía un montón. No se si se lo creyó o no, pero me quedó claro es que le daba igual, y me preparé para lo peor. "Te voy a poner un multazo, porque soy policía y lo tengo que hacer. Vas a tener que pagar 50.000 rupias (3 euros y poco) al Juzgado del nosqué del distrito de nosecuantos, que está en el condado de notengoniidea. O eso o me las puedes pagar a mi y yo se las llevo al juez.". Le pregunté un par de veces que donde estaba el pueblo en cuestión, pero creo que no lo sabía ni él, y como se le empezaba a escapar la risa me dijo que le dejara las rupias en la mesa y ya está, que no complicara más las cosas. Se las di, pero me dijo, "no, no, déjalas ahí en la mesa". Como en "Los Soprano". Dicho y hecho. Entre abrazos, apretones de mano y golpecitos en la espalda me decía "somos amigos, eh, te he ayudado. Ningún problema entre tu y yo, verdad, todo ok." y paró el tráfico para que pudiera cruzar hasta donde estaba Carol esperándome con la moto.

En fin, que hoy ha sido un día muuuy largo y mañana seguramente nos despertará un gallo, así que nos vamos a dormir ya mismo :)

jueves, 21 de febrero de 2008

Ubud y los monos

Hemos salido de Kuta. Menos mal, qué sitio más feo. Lo unico bueno nuestro hotel, que estaba genial y nos hemos pasado bastante tiempo en plan relax, viendo la tele o en la piscina. En dos días nos hemos movido lo justo para ver la playa, no muy bonita, y para comprar el billete del autobús que nos ha traído a Ubud, donde estamos ahora.

En la primera visita a la playa de Kuta nos asaltaron primero los hawkers, esos vendedores que se te tiran al cuello cada dos metros y luego unas chicas españolas que venían de Tailandia con ganas de hablar. En la siguiente visita, entre tablas de surf y puestos de bebida, nos encontramos con una ceremonia de cremación. Al principio nos acercamos a curiosear, porque no teníamos ni idea de qué se celebraba allí. Pero al rato sacaron un ataúd y vimos una foto enmarcada y dijimos, leñe, aquí hay muerto. Efectivamente, sacaron el cuerpo del ataúd y lo metieron en un toro de madera. Empezaron a meter ofrendas en el toro y un hombre vestido de blanco recitaba algo rítmicamente. Yo andaba un poco mal del estómago y decidimos seguir adelante, pero al pararnos en un kiosko me dio por hojear un libro sobre costumbres balinesas. Justo lo abrí por las ceremonias de cremación y allí estaba el toro ardiendo, el ataúd y todo el ritual que habíamos visto y no habíamos reconocido. Volvimos corriendo a tiempo para ver cómo quemaban el toro con el cuerpo dentro.


Aparte de la suerte de encontrarnos con la ceremonia de cremación de Kuta hemos aprendido poco de Bali. O al menos del Bali que nos gustaría conocer. De momento sólo sabemos que en los sitios que ya conocemos, Kuta y Ubud, si alguien te pregunta algo es para venderte un viaje en taxi, un souvenir, una habitación de hotel o un espectáculo. Los dos primeros días era agotador, pero ahora ya nos hemos acostumbrado y nos echamos unas risas con las ocurrencias de los balineses. Por ejemplo, en el hotel que estamos en Ubud todos los empleados intentan colarte algo. Ayer nos moríamos de la risa con uno que en la calle intentaba recordar las alineaciones de los equipos de fútbol europeos para darnos conversación y luego vendernos un tour. El pobre es que no daba una, y nos citaba a Rivaldo y Zidane como los últimos fichajes del fútbol español. Del fútbol se pasó a la geografía y a los españoles nos ubicaba como vecinos de Canadá. Como vio que no daba una, al final desistió y nos ofreció llevarnos en taxi a no sé dónde.


Aunque en Ubud todo el mundo intenta hacer negocio no tiene nada que ver con Kuta. Es más tranquilo y más bonito. La visita obligada es el Monkey Forest (Bosque de Monos), que hicimos ayer por la tarde. La entrada es el equivalente en rupias a 1 euro y por otro puedes comprar plátanos para echarles a los macacos. Bueno, eso si no te lo roban antes, porque se te tiran a por cualquier cosa que se puedan llevar. Sólo viendo a los monos ya te puedes estar media tarde, pero no es lo único para ver en el Monkey Forest ni mucho menos. Puedes visitar varios templos y montones de estatuas y está todo cubierto de verde, como si llevase años escondido en la selva. Definitivamente es uno de los sitios más bonitos que hemos visto en el viaje.


Nos iremos con muchísimas fotos de monos y Alberto incluso ha hecho amistad con algunos. Lo que había comenzado como una relación llena de amor filial acabó como el rosario de la aurora, con monos que sin pedir permiso se subían a su chepa hasta de dos en dos. Le registraron todos los bolsillos de los pantalones y de la mochila y le han robado el agua y los plátanos. Para Alberto ha sido como volver al patio del colegio.



La otra visita que tenía planificada en Ubud era el mercado, que hemos visto hoy. Ha estado toda la noche lloviendo pero por la mañana ha parado y nos hemos ido para allá. La primera imagen del mercado que hemos tenido ha sido un callejón totalmente embarrado y tiendas de souvenirs. Como hemos podido nos hemos ido adentrando en un edificio que daba a un patio, con más tiendas y mucho más barro. En un lado del patio comenzaban unas escaleras que conducían a otro patio un piso más abajo y por fin las tiendas de comestibles, que era lo que yo buscaba. Al bajar, la mezcla del olor a fruta medio podrida, carne sin refrigerar y durianes era muy fuerte. Además, el mercado, con la lluvia estaba particularmente asqueroso y pisaras donde pisaras siempre era un charco. Alberto, pese a que lo primero que quiere visitar en cada sitio es el mercado, ha salido por patas al momento. Yo he aguantado lo justo para dar una vuelta rápida y hacer unas fotos. Al salir me he cruzado con un perro que iba cubierto de pies a cabeza de una especie de moco verde. Iba olisqueando la fruta de los puestos y era tan repulsivo que me he quedado paralizada y no he podido ni hacerle una foto. Lo sorprendente es que a nadie parecía importarle que semejante bicho les rondara el género.


Aquí también son típicos los espectáculos de baile y la oferta es amplia y a diario. Nosotros compramos entradas para ver uno anoche. Están totalmente dirigidos a turistas y supongo que comparados con los tradicionales no valen mucho. No puedo decir nada bueno ni nada malo del que vimos. Pagamos 3 euros por entrada y duró más de una hora. Yo me pasé la mitad del tiempo haciendo cálculos: eran unos 80 actores, en el público éramos cerca de 40 y si todos habíamos pagado lo mismo por entrar.....tocaban a bien poco. Al final salía un actor con un caballo de cartón que bailaba sobre las brasas de unos cocos. Yo pensaba esté tío está aquí achicharrándose los pies por menos de 3 euros. Y rumiando ese pensamiento estuve hasta el final del espectáculo.


Mañana salimos en coche de alquiler para Amed, un pueblecito de pescadores en el Este. En teoría hay poco turista por allí, aunque eso es algo que parece imposible en Bali.

miércoles, 20 de febrero de 2008

¡Somos multimillonarios!

Después de 5 meses viviendo con dos pantalones y cuatro camisetas hemos aterrizado en Bali y, así como quien no quiere la cosa, nos hemos vuelto automáticamente millonarios. En el avión no hemos notado ningún cambio aparente, pero nada más bajar ya hemos visto que algo estaba pasando. Para empezar a Carol le han dado varios millones de rupias en la oficina de cambio del aeropuerto, tantas que casi no le cabían en el bolso. Las hemos revisado unas cuantas veces para asegurarnos de que no eran billetes del Monopoly, porque nos habían avisado que en Indonesia son muy pillos, pero como no había ningún señor con sombrero de copa y bigote en el dibujo las hemos dado por buenas. Tras la breve inspección y con algo de risa nerviosa nos hemos dirigido a la estación de taxis para celebrarlo. Al salir a la calle casi nos da un yuyu por el calor, y eso que ya era de noche.

Del aeropuerto de Denpasar a Kuta, que es donde íbamos, sólo había diez minutos de carretera estrechísima y tráfico caótico, que no concordaba precisamente con la idea del Bali paradisíaco que llevabamos en la cabeza. Como habíamos pillado un hotel algo así como un 50% más barato que el más barato en el que hemos estado hasta ahora y las calles estaban como estaban yo ya me imaginaba durmiendo en una chabola. "Tiene aire acondicionado el hotel?" le preguntaba yo a Carol. "Pués no me acuerdo, la verdad.", decía ella. Es que ultimamente nos hemos relajado mucho con los hoteles y a veces ni nos acordamos de donde hemos reservado, así que lo de las características ya no lo recordamos ni remotamente. De Sydney a Melbourne me llevé una bolsa con unos cinco kilos de comida que nos había sobrado y luego resulta que no tenía cocina. Vamos tan despistados que cuando el taxista se metió en el típico hotelazo con estatuas y piscina pensamos que se había perdido. Pero no, el Green Garden Hotel era el nuestro, tenían apuntados nuestros nombres y lista la llave de la habitación. Al ver la habitación volvimos a pensar que se habían equivocado, porque había un aparte con dos literas, una cama gigante, tv, nevera, caja fuerte, terraza con vistas a la piscina y un lavabo bastante más grande que nuestro piso de Tokio. Y con bañera. Y en la tele se veía hasta TVE! Podríamos ver los debates Zapatero-Rajoy y los jugadones de Ronaldinho! Y lo mejor es que había otras cadenas!!!! Yo casi lloro, de verdad. 

Luego bajamos a cenar, pero la cocina del hotel ya estaba cerrada, así que dimos un par de vueltas por la zona a ver que encontrábamos. Tras sortear varias cloacas sin tapa y obras de todo tipo, no sabemos si relacionadas o no con los atentados que hubo en esta zona hace unos años, nos dimos cuenta de que aquí se cena más bien pronto, así que nos fuimos a un Minimart a aprovisionarnos de noodles y gominolas. Compramos varias latas, galletas, noodles y patatas, y creo que no nos gastamos ni 6 euros. Al día siguiente ya vimos que nos habíamos gastado un pastón, porque aquí se come por 3 euros incluso en el restaurante del hotel. Por primera vez estamos en un sitio en el que podemos estar por debajo del presupuesto sin necesidad de fijarnos en los precios o en las actividades que hacemos, y la verdad es que es un gustazo. Hoy, por ejemplo, hemos comprado en el video club de al lado del hotel 14 películas en DVD y un juego de ordenador por unos 9 euros en total. Si no fuera porque las películas llevan todas un mensaje del FBI pensaría que son copias pirata de lo baratas que son. Yo por si acaso lo reportaré a la SGAE, porque no me fio un pelo. Que los balineses son muy pillos, y nosotros ahora millonarios, así que hay que ir con ojo. Y nos notan que somos ricos, porque absolutamente todos los que nos encontramos por la calle nos quieren colocar un coche y una chaqueta de cuero. Nos han insistido tanto que yo he estado a puntito de comprarme la chaqueta de cuero, a ver si llevándola puesta les daba un poco de pena y nos dejaban tranquilos.

Kuta no tiene mucho más interés que los precios bajos, así que mañana nos vamos para Ubud, donde se supone que empieza el Bali real. En realidad hoy ya hemos tenido un avance, porque mientras dábamos un paseo por la playa nos hemos encontrado con un entierro tradicional, con cremación incluída. Pese a que los turistas andábamos por allí en medio no parecía que a los balineses les molestase mucho, y eso que había más de uno y más de dos que prácticamente se mete en la pira funeraria. Igual es por la influencia hindú, que aquí es la principal pese a que Indonesia es el país con mayor número de musulmanes del mundo.

martes, 19 de febrero de 2008

Singapur en 10 Actividades (y unas cuantas fotos)

1 Zoo de Singapur

En realidad son dos visitas, el zoo normal, y el safari nocturno, que se pueden combinar en un sólo día y cuestan en conjunto unos 15 euros. Nosotros decidimos dejar el safari nocturno para otro día porque estábamos agotados y nos pulimos toda la memoria de las cámaras, y ni siquiera nos dio tiempo de ver el zoo entero! Total, que a la vuelta de Bali nos vamos a quedar en Singapur un día extra sólo para completar la visita y poder volver a ver como los tigres blancos cogen peces al vuelo, los jaguares se columpian agarrados a sus presas o los gigantescos osos polares se dan un chapuzón. Cuando vayamos al safari nocturno ampliamos.

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2. Año Nuevo Chino

Hay muchos pasacalles y celebraciones, pero el desfile final es posiblemente lo mejor, aunque es mejor verlo el día de ensayos y en la zona cercana a las gradas, sobretodo para sacar fotos. Nosotros fuimos unas dos horas antes de que empezara y sin darnos cuenta nos colamos en la zona de prensa.

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3. A comer.

Calidad media muy alta, y en algunos casos a precios de risa.

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4. Visitar el Singapur colonial y moderno.

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5. Visitar el Singapur multicultural: Chinatown, Little India, Bugis o Geylong.

singapurlittleindia1 singapurchinatown2singapurchinatown

6. Compras.

Singapur no es caro, pero las tiendas son tan tentadoras que el bolsillo puede sufrir. Entre los infinitos centros comerciales destacan Bugis Street (puestos minúsculos con camisetas y otras cosas chulas) y Simlin Square (todo un edificio dedicado a la electrónica y al regateo).

singapurmall2 singapurmall3 singapurmall1

7. La Isla de Sentosa.

El parque de atracciones más surrealista y concentrado que hemos visto. Mejor visitarlo en festivo, para que el efecto "masa asiática" sea más intenso.

8.Con bici en Pulau Ubin.

El contrapunto perfecto a Sentosa. En la isla sólo viven unas cuantas familias que pescan, alquilan bicis y venden latas de refresco. El resto es jungla, manglar, mosquitos, jabalíes, perros y lagartos. Muy recomendable para airearse de la ciudad y darle un poco a la bicicleta (2 euros todo el día).

9. Tomar un "Singapore Sling" en el mítico Hotel Raffles.

Y esperar a que vengan los del "Hola" a tirarte una foto.

raffles2raffles1Antes del Singapur Sling......despues del Singapure Sling.

10. Safari nocturno.

(Pendiente...)

Hoteles y precios.

Y como por las noches hay que dormir os recomendamos el hostal One Florence Close, que es muy tranquilo, muy limpio, y está muy bien situado cerca del metro, de la parada de autobuses hacia Malasia y de una oficina de correos. Y tiene dos gatos e internet gratis!

Los precios de Singapur son considerablemente más altos que los del resto del sudeste asiático, pero aún así no están mal. Se puede comer por unos 3 € y una habitación doble se puede conseguir por unos 30. Cuidado porque en la celebración del año nuevo chino los precios suben y es difícil encontrar sitio. El transporte público es más barato que en España, y funciona de maravilla, y desde allí es muy fácil viajar a Malasia (1 € en bus), Bali (120€ ida y vuelta con Valueair) y otros destinos internacionales. Los precios de la electrónica son más altos que en Hong Kong, pero un 20% más baratos que en españa.

P.D. Las fotos por una vez no son de Carol sino mías, que ya tengo cámara! (menos la de la mezquita, que es de Carol)

domingo, 17 de febrero de 2008

Chingay 2008: Parade of dreams

La razón principal por la que nos hemos quedado más días de lo planeado en Singapur es la programación del que dicen ser el desfile más grande de Asia para ayer y antes de ayer. Chingay, así se llama, es una mezcla de celebración del año nuevo chino y carnaval. En él participan grupos locales e invitados de otros países. Este año yo he visto de Irlanda, Japón, Filipinas, Malasia e India. Seguro que me he saltado alguno, pero como aquí hay gente de todos lados es difícil diferenciar un baile o un traje local de uno de fuera.

El desfile se celebra en dos días. El primero es un ensayo general y el segundo el día grande. A lo largo del recorrido colocan vallas y en 2 o 3 puntos donde las comparsas se paran a bailar, asientos de pago. Nosotros no habíamos hecho intención de sacar entradas para las zonas donde actuaban, pero aunque lo hubiéramos intentado estaban agotadas desde hacía semanas. Sin entradas y con las cámaras al cuello nos plantamos en lo que el mapa oficial calificaba como "zona de agrupamiento". Allí pudimos hacer fotos de la preparación de los maquillajes y las carrozas sin que nadie nos dijera nada. Alberto y yo nos fuimos cada uno por un lado, pero con la adrenalina del momento se nos olvidó concretar un lugar de encuentro. A medida que se aproximaba la hora de comienzo del desfile yo me iba mosqueando porque me encontraba enfrente del escenario y todo lo que veía alrededor mío era gente con acreditación y guardas de seguridad. Como lo peor que podía hacer era poner cara de estar donde no debiera, seguí haciendo fotos como si nada. Estaba tan concentrada en las fotos que no me di cuenta de que me acercaba demasiado a la barrera de policía y me pillaron y me echaron fuera. Qué rabia me dio. Di unas cuantas vueltas y vi un sitio donde parecía que había más caos, y me volví a meter. Ufff.
De pronto alguien vino y dijo "a ver, la prensa para allá", y yo pensé "ahora me pillan otra vez", pero puse la mejor cara de profesional que se me ocurrió y me fui para donde indicaban. Allí cogí mi sitio en primera fila a base de unos pocos codazos y cinco minutos después ya tenía a los presentadores a menos de 3 metros de distancia. Cuando ya parecía que tenía mi puesto asegurado allí, de la nada apareció alguien de organización y me pidió el pase de prensa. Le dije que no tenía, "¿y cómo has entrado aquí?"...."ermm...andando?", "bueno, pero tendrás ticket"...y cuando le dije que no tenía me largó para fuera. De camino a la puerta, y sin posibilidad de volver atrás, le pregunté a otra chica si podía conseguir un ticket de alguna manera. Me acompañó a otro lado y alguien le dijo que no. Desde donde me dejó me fui a una salida donde vi que ponían sellos en la mano a los que salían. Me encontré con Alberto, que andaba haciendo fotos por allí pero había tenido peor suerte y lo habían echado al principio, y diez minutos después ya estaba dentro y había recuperado mi posición.
Como era día de ensayo la cosa iba un poco lenta y acabé charlando con el que tenía al lado, un hombre chino llamado Thien. Como lo de la fotografía es como el fútbol, que cuando te encuentras un aficionado siempre hay tema de conversación para rato, fuimos rellenando los tiempos muertos hablando de cámaras y lentes.
Cuando el desfile llevaba unos 20 minutos dijeron algo por megafonía en mandarín que fue seguido de un gran alboroto. Resultó ser el anuncio de la presencia del primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong (el que lleva camisa a cuadros rojos y blancos). Estaba invitado para hacer los honores en una tradición china de año nuevo que consiste en lanzar al aire con palillos una pila de verduras que, en este caso, estaba colocada sobre el escenario. Suerte del hombre que tenía sentado al lado, que me fue explicando, que si no no me hubiera enterado de nada.
El desfile se paró y el primer ministro subió al escenario. Alguien de organización vino y dijo "los de prensa ya os podéis acercar". Yo, ya que estaba allí, me di por aludida y salí corriendo hacia el escenario. Me hice un hueco entre flashes y codos y logré un par de fotos. Luego otra vez tuve que correr de vuelta para que no me quitasen el sitio. Los fotógrafos ya se lo sabían y cargaban los equipos a toda leche.
El resto del desfile lo pude ver sin problemas. Que no me echaran y bueno, que en primer lugar me pudiera colar, fue un golpe de suerte tremendo. Dudo que me vea en otra parecida en lo que queda de viaje.
Ayer, para el día grande, ya se habían puesto serios y no dejaban pasar ni el aire. Había un tramo en el recorrido que no era de pago en el que las carrozas se paraban y habían colocado iluminación, pero estaba hasta arriba de gente que llevaba media tarde esperando. Al mirar a un lado vi un huequecillo junto a un grupo de chinos de unos 40-50 años armados con unas cámaras carísimas y unos teleobjetivos larguísimos y me fui hacia ellos a ver si me hacían sitio. Cuando vieron que iba sola y con cámara me dejaron el mejor hueco, me dieron de merendar, consejos sobre lentes y todos los regalos que iban cayendo en la zona (pulseras, caramelos, globos...). Detrás mío hubo otro chino que intentó colarse entre ellos y montaron una buena. Se pusieron a discutir todos en mandarín y llamaron a un policía para que dirimiera, que al final acabó convenciendo al intruso para que se marchase. Luego me decían "mira mira cómo lo hemos echado". Yo me partía. Pasé una tarde muy divertida y al final intercambiamos emails para enviarnos las fotos que nos habíamos hecho. También vimos el desfile e hicimos fotos, pero como el sitio no era tan bueno como el del día anterior la mayoría del tiempo me lo pasé mirándolo y comiendo bollitos chinos.
Anoche estuve hasta las tantas montando las fotos para poder ponerlas hoy mismo. Es que son tan espectaculares las luces, las carrozas y los trajes que hacer fotos bonitas es muy fácil. Además las chicas y chicos que participan son muy guapos y salen de maravilla.

sábado, 16 de febrero de 2008

Singapur, ciudad sin fin

Cuando aterrizamos aquí yo tenía la idea de que Singapur era una ciudad de paso hacia Malasia y poco más. Diez días después estoy haciendo horarios mentales para que me dé tiempo a ver lo que aún nos queda. Y definitivamente, Singapur pasa al top 5 de ciudades.

La comida está buenísima en casi cualquier sitio. Los tres kilos que he engordado aquí dan fe de ello. No sólo hemos probado un montón de platos que no conocíamos, es que además en todos lados nos han explicado qué llevaban y cómo se comían. Aquí la gente se te enrolla cosa mala. Te preguntan muchas cosas, sobre todo los indios con los que hemos hablado, y te contestan con ganas a las preguntas. Es curioso porque yendo con la cámara te encuentras gente que parece muy seria, pero en cuanto preguntas por lo que venden o cocinan o lo que se te ocurra, resultan ser muy amables y te animan a que fotografíes lo que quieras. Los indios además son unos ligones y a mí, no sé si por ser occidental por los ojos azules o por el bigote que me crece asilvestrado desde que empezamos el viaje, cuando voy a mi aire se me quedan mirando y me echan sonrisitas. Yo me dejo querer para que se presten a una foto, y luego les digo que me voy a buscar a mi marido. Anda que no.

Ayer fuimos al Raffles, un hotel estilo colonial que es visita casi obligada. La historia de este hotel está llena de hechos insólitos. Por ejemplo, el hotel antes estaba al lado del mar, pero tras ganarle terreno al agua, ahora está a unos 500 metros. O que hasta los años 30 no se podían alojar asiáticos en él. Que al liberar Singapur de los japoneses en la SGM 300 japoneses se suicidaron con granadas en el hotel. Y que allí mataron al último tigre de Singapur, extinguido en la zona desde entonces. Nosotros no hicimos nada que nos hiciera pasar a la historia, ni siquiera llevarnos un posavasos. Más bien seguimos la corriente al resto y nos tomamos un Singapore Sling, la bebida típica de allí. Cuando digo uno, me refiero a uno compartido, que fuimos moviendo de lado a lado de la mesa para que parecieran dos en las fotos. Un indio barbudo uniformado con chaqueta blanca y adornos rojos y dorados, y un turbante a juego, me contó que la reina Sofía había estado allí el año pasado y que le había regalado una corbata de la Casa Real (como paga el contribuyente, venga, a regalar a tutiplen).

También nos hemos mudado de hostel. En éste estamos mejor situado, es más barato, está limpio y además hay dos gatos. One Florence Close se llama. Casi no lo pisamos, eso también es verdad, porque llevamos una racha que no aparecemos por aquí antes de medianoche. La verdad es que nos quedamos por ahí hasta tarde sólo para poder cenar dos veces.

Hace unos días también visitamos el Zoo. Compramos una entrada conjunta Zoo + Night Safari, pero al segundo no podremos ir hasta que no volvamos de Bali porque la noche que nos queda aquí la tenemos ocupada. Yo zoos, hasta ver éste, sólo había visitado el de Madrid, el de Barcelona y los centros de koalas australianos, y ninguno se acercaba minimamente a lo que hemos visto aquí. Primero nos ha faltado un día para verlo entero, pero volveremos. Y segundo, tiene tigres blancos y un oso polar. Un oso polar en un clima tropical. Y hasta una orangután famosa, Ah Meng, que había hecho películas y todo. Tras casi 40 años en el zoo va y ser muere el día que vamos nosotros. Ya es mala leche. Aquí ha sido un notición, como cuando se murió Copito de Nieve. Ostras, mirando información sobre Copito de Nieve me acabo de enterar de que Chu-Lin se murió hace más de 10 años. Si yo pensaba que seguía vivo.

El otro día estuvimos en uno de los centros comerciales de electrónica de aquí. Las cámaras y algunas otras cosas de las que pueda yo tener idea del precio están un 20% más baratos que en España. El típico sitio para ir a comprar es Sim Lim Square, que es un centro comercial hasta arriba de aparatejos. Nosotros nos pasamos media tarde mirando precios y regateando. En esto último los chinos son unos hachas. En cuanto te ven que dudas se tiran de cabeza y como te descuides te venden lo que quieren. En una tienda el dependiente era capaz de vender a 4 clientes a la vez, sin perder comba y sin que se le fuera ni uno. Yo imagino que son generaciones y generaciones de perfeccionamiento de la técnica. Como cliente acojona.

Ya para terminar, cuento que antes de venir aquí leímos que en el barrio de Little India este mes ha habido un brote de una fiebre llamada "chikungunya", que se transmite por la picadura del mismo mosquito que contagia el dengue. Con ese nombre no puede ser buena, está claro, pero aquí nadie parece preocupado y la gente circula por el barrio como si tal cosa. Hay veces que los organismos oficiales exageran tanto los riesgos que si uno se fiase no se movería de casa. Leyendo los avisos del gobierno inglés yo no viajaría ni a España.

miércoles, 13 de febrero de 2008

De tapas en los Hawkers

Una de las pocas cosas que sabíamos de Singapur antes de aterrizar aquí era que su gastronomía es de lo mejorcito de Asia, que no es poco decir. En el avión ya empezamos a salivar, y en cuanto dejamos las maletas en el hotel y dormimos un poco salimos corriendo a buscar las delicias gastronómicas prometidas por las calles de Singapur. Después de dos meses de fastfood australiano y de food-courts de tres al cuarto la idea de un buen plato de lo que fuera recién cocinado nos parecía algo así como el paraíso, y la boca se nos hacía agua. Total, que hicimos tanto apetito que cuando pasamos por el restaurante español "The Tapas Tree" (no os perdáis esta review, que listos son algunos) en el barrio colonial, no pudimos evitar entrar. Pero es que tenían patatas bravas, y gazpacho, y pan con tomate, y croquetas, y lenguado... y muchísimas cosas más que no pudimos pedir por falta de presupuesto. Nos gastamos poco más de veinte euros por cabeza, nuestra comida más cara desde el restaurante ninja de Tokio, pero la verdad es que valió muchísimo la pena. ¿Y que tiene eso que ver con la gastronomía singapureña, diréis? Pues más de lo que parece. En primer lugar, porque la gracia de la comida de Singapur es que Singapur es tan pequeño que no tiene prácticamente gastronomía propia, sino que ejerce de "concentrador" de todas las cocinas de Asia y del resto del mundo. Y en segundo lugar, porque el restaurante era realmente bueno, y eso es la primera vez que lo vemos en un restaurante "español" fuera de España. En realidad, estaba bastante por encima de la media de los restaurantes españoles similares. Las bravas recién hechas, las croquetas buenísimas, el gazpacho aparentemente casero.

Aunque seguíamos con el gusanillo de la comida asiática: el tofu, la crema de coco, el pan de gambas... al día siguiente (ese día no cenamos de lo mucho y lo muy tarde que habíamos comido) volvimos al ataque. Y acabamos en un italiano que encontramos en el parque de atracciones de Sentosa, al lado de la playa. Imaginaos, el epicentro de los domingueros de Singapur, en un restaurante de playa, barato y, para más inri, "italiano". Pero era lo único que teníamos a mano... Era eso o el Ibiza Restaurant. Así que nos sentamos aún sabiendo que nos iban a poner espaguetis recalentados o pizza grasienta. Pero las cosas en Singapur no funcionan como en el resto del mundo, y lo que nos sirvieron estaba de nuevo magnífico. Sorpresa total. Luego vimos que los cocineros, que en el mejor de los casos se relacionaban con Italia porque sus antepasados recibieron a Marco Polo en la corte de Kublai-Kan, hacían los ravioli a mano a medida que los clientes iban pidiendo. Y de ahí para adelante todo igual, aunque ya en plan asiático de verdad, y por nuestra parte ajustando más el centimo de dolar. Esto último no ha sido para nada un problema, porque en Singapur se puede comer muy bien por 3 o 4 euros en los "Hawkers", que son los cuchitriles locales, herederos directos de los carritos de comida de las películas coloniales, pero ya sedentarios y centralizados en plazas. Dentro de los Hawkers, que desde fuera son fáciles de confundir con mercados, cada minilocal dispone de varias especialidades distintas: zumos, comida china, vegetariana, halal, pollo, noodles, sopas, etc... Los clientes piden en el local que quieren y se sientan en las sillas plastiqueras comunes, de forma que cada comensal puede elegir entre cientos de platos distintos, a cual más bueno y barato (de 2 € para abajo el plato). Algo así como los foodcourts de los centros comerciales, pero menos asépticos y con comida auténtica en lugar de hamburguesas prefabricadas o fideos recalentados. Por la cantidad de hawkers que hay y lo llenos que están siempre, deducimos que son lo más "propio" de la cocina singapureña, y por lo que hemos leído no son exclusivos de las clases bajas ni mucho menos. Por otra parte, aunque se ven muy cutres, parece que las medidas higiénicas en Singapur se siguen más a rajatabla que en otras regiones asiáticas, por lo que comer en sitios "poco fiables" no resulta peligroso.Y cruzamos los dedos.

Singapore3 Entre hawker y hawker nos hemos pasado por infinidad de centros comerciales y sus respectivos foodcourts, y hasta en ellos hemos comido bien. El número y variedad de restaurantes es realmente increíble, y por lo que hemos podido comprobar la competencia es tan fuerte que el que no llega a unos mínimos de calidad queda automáticamente fuera del mercado. Los platos suelen ir asociados a su lugar de procedencia, que tiene que ser lo suficientemente exótico como para llamar la atención, lo que lleva a situaciones un tanto extrañas, como el restaurante especializado en "Typical Japanese Pasta and Pizza" que vimos en el metro o el que tenemos al lado del hotel actual, el "Hong Kong Style", en el que puedes encontrar curry indio "recién traido del barrio indio de Hong Kong" o hamburguesas americanas al estilo Hong Kong (¿?).

En nuestro menú ya tenemos unos cuantos platos favoritos. Para desayunar, tostadas de pan casero con margarina y kaya (una mermelada de leche de coco y huevo) y milo (como el colacao, pero con cientos de vitaminas extra). A media mañana un zumito de caña de azucar, que te hacen al instante metiendo una caña por una trituradora de la que sale, por una parte el zumo, y por otra el residuo de la caña. Más natural imposible, y buenísima. Para comer un carrot cake, que ni es naranja, ni es dulce, sino más bien parece una tortilla algo picante. A media tarde un roti prata (parecido a un croissant plano al estilo indio) relleno al gusto y acompañado de curry ,o un rojak, la ensalada de frutas con salsa picante y masa de gamba típica de la zona. Y para cenar, chicken rice, el plato nacional singapureño (con permiso del cangrejo con chili, el laksa o el Char Kway Teow, que no hemos probado aún, y que probablemente yo no probaré).

No queremos ni pensar lo que hubiéramos podido comer si hubiéramos tenido un presupuesto más holgado, más que nada por no engordar demasiado.

sábado, 9 de febrero de 2008

Singapur para Turistas

Uno de los entretenimientos que tenemos durante el viaje es intentar desentrañar la realidad de los sitios por los que pasamos con una sola frase. Así, de un plumazo, reducimos la vida de millones de personas a las que no conocemos en absoluto y transformamos infinidad de datos borrosos y opiniones subjetivas en una única y enorme generalización, normalmente más falsa que un duro de cuatro pesetas. La que le ha tocado en suerte a Singapur, que esperamos poder usar pronto en salones de té, tertulias radiofónicas o en el Parlament, si es que nos invitan de una vez, es "Singapur es una ciudad de anti-materia".

Según el doctor Reed Richards, eminente astrofísico y miembro fundador de Los Cuatro Fantásticos, la antimateria no es más que el reverso de la materia. Para cada neutrón existe un antineutrón, y para cada electrón un antielectrón, de forma que el universo tiene una replica exacta e invertida en algún sitio. Para que se entienda, la matería sería a Rouco Varela como la antimateria a Paco Clavel. Y tal y como demostró el doctor Richards en sus viajes por los mundos de antimateria, estos son réflejos tan perfectos de los originales que aunque sean totalmente opuestos son externamente iguales. Con Singapur pasa algo parecido. Es una isla minúscula sin ningún tipo de recurso natural que fue abandonada a su suerte por los británicos después de que los japoneses la arrasaran en la segunda guerra mundial. Desde hace unos cincuenta años está en manos de una élite de cultura china que no tolera la más mínima crítica y que límita constantemente la libertad de expresión y los derechos de sus ciudadanos. La economía del país está totalmente dirigida e intervenida por dichos gobernantes, al igual que muchísimos otros aspectos de la sociedad. Pese a ser una isla diminuta, su población tiene orígenes, lenguas, culturas y religiones muy diversas, lo que sin duda conlleva tensiones raciales. Tiene mala pinta, ¿verdad? Lo mismo debieron pensar los malayos cuando le impidieron formar parte de su recién creado estado allá por los 60.

Si la ciudad estado de Singapur estuviera formada de matería normal, debería ser poco más que una cloaca. Según todas las teorías económicas y sociales dominantes, Singapur debería ser incapaz de competir en el mundo capitalista y democrático, y sus ciudadanos deberían matarse unos a otros para decidir si el idioma oficial es el chino o el malayo y si se puede llevar o no velo en las escuelas. Pero por algún motivo que no acabamos de entender, la situación es justamente la contraria. El nivel de vida es magnífico, el poder adquisitivo muy alto y las tensiones raciales prácticamente inexistentes. Y el idioma "oficial" no es el chino ni el malayo, sino el inglés. Los ciudadanos tampoco parecen especialmente oprimidos, ni las distintas culturas y religiones "condenadas a vencer o desaparecer", sino más bien condenadas a convivir y prosperar junto con la economía. El secreto del éxito de Singapur no lo entendemos, pero parece que tiene bastante que ver con el buen ojo de sus, por otra parte, poco democráticos dirigentes y por la estratégica posición geográfica. Además de tener el mejor aeropuerto de Asia y el puerto más importante del mundo (junto con el de Rotterdam) también es el tercer mayor refinador de petróleo, justo por detrás de Rotterdam y Texas. Como con el auge de China parece que se les acaba el chollo ahora están apostando por el turismo, la investigación y las tecnologías como nuevas vías de desarrollo. Y como Carol me dice desde la litera de arriba que soy un pelma, paso directamente a explicaros como nos afecta todo esto a nosotros, que estamos aquí sólo de paso.

Desde nuestro punto de vista Singapur está siendo una sorpresa muy agradable, no tanto por el buen nivel de vida de sus ciudadanos, que a nosotros nos la repampinfla, como por lo que nos ofrece a nosotros, los Turistas. Hago un inciso para comentaros que la Federación Internacional de NSTSVs ("No Somos Turistas, Somos Viajeros") ha vuelto a denegarnos el carnet, supuestamente por culpa de nuestras frecuentes visitas al Starbucks, así que como represalia, y hasta que rectifiquen, vamos a utilizar "Turista" con T mayúscula y "viajero" con v minúscula o incluso b si la cosa pasa a mayores. Sigo. Pues eso, que además del año nuevo chino, aquí hay otras cosas para ver y disfrutar, como la gastronomía y el increíblemente espectacular zoo que tienen, con mucha diferencia el mejor que hemos visto nunca. Os hablaremos de ambos en próximos posts, que en este ya no da tiempo. El tema es que cuando decidimos pasar diez días aquí lo hicimos pensando en hacer tiempo para ver las celebraciones del año nuevo chino, pero al final se nos ha llenado la agenda y no vamos a dar abasto. Hoy, por ejemplo, hemos estado visitando la isla de Sentosa, que es una especie de cruce entre Marina D'Or y Port Aventura. El objetivo principal era ir a la playa, pero no para ponernos morenos, sino para usar las duchas. El tema es que no nos atrevemos a entrar en las del hotel porque la masa de pelos que se ve desde fuera parece bastante peligrosa. Creemos que "Agus", como le hemos bautizado, se pasea por los pasillos cada noche en busca de nuevos pelos con los que crecer, y sospechamos que ha podido absorber al chaval que supuestamente lleva todo el hotel, porque no lo vemos desde que hicimos el check-in, y eso que aún no le hemos pagado. Al final hemos ido a la playa, pero no nos hemos duchado porque se nos ha hecho de noche sin darnos casi cuenta. Lo de la isla de Sentosa es difícil de describir por excesivamente surrealista. Tiene unas playas de arenas blancas (importadas) y cocoteros (importados) de postal, y si no fuera porque por encima de las rocas de cartón piedra se ven petroleros a mansalva y chimeneas humeantes te podrías imaginar que estás en la Bondi Beach. A la que, por cierto, han copiado los vigilantes mindundis, que en este caso se limitan a hacer sonar el pito cuando ven a un indio bañarse con tejanos, algo muy mal visto por estos lares. Pero la isla es mucho más que playas. De hecho, está tan densamente poblada de cosas que la playa no la ves hasta que no te mojas. Atracciones, conjuntos florales, bares, fuentes, tenderetes, esculturas, museos, trapecios, pérgolas, teleféricos... Todo en un par de kilómetros cuadrados. Y no se nos ha ocurrido otra cosa que ir en Sábado, a hacer compañía a los dos o tres millones de singapureños que se escapan hasta aquí cada fin de semana. Por suerte, la playa estaba inexplicablemente tranquila, y hemos podido tumbarnos alegremente a la sombra del cartel de "Prohibido TODO". Porque aquí todo está prohibido. Desde comer chicle, hasta cruzar la calle si no hay semáforo o incluso transportar durian(una fruta que huele a cloaca) en el metro. Pero nos da la sensación de que los singapureños no hacen mucho caso, porque hacen lo que les da la gana al más puro estilo chino. Entre las prohibiciones que hemos visto en Sentosa, la que más nos ha gustado es la de "Prohibido acampar", en parte porque nos recordaba los días de caravana, y en parte porque no había ni un centímetro libre en el que se pudiera acampar, ni objetivo alguno para hacerlo.

Hemos pasado casi toda la tarde en la playa leyendo una guía de Malasia y sesteando. Diría que durmiendo a pierna suelta, pero la maldición india, que nos persigue desde Sydney, hoy se ha materializado en una pandilla de señores con bigote, tejanos, y piel oscurísima que se ha reunido en el cocotero de al lado a hacer sonar sus móviles con sítares y similares. Para que os hagais una idea, lo que sonaba era esto. Yo creo que se han puesto justamente ahí porque Carol era la única que iba en bikini de toda la playa, pero eso ya son presunciones mías. La cuestión es que nos han despertado, y como ya se ponía el sol hemos empezado a desfilar. En el camino desde la playa hasta el teleférico que nos devolvía a Singapur hemos visto al menos doce tiendas de campaña con sus familias dentro, pero la capacidad de sorpresa ya no daba para más.

Mañana nos vamos al hotel de los gatos. Ahora a dormir, si es que los aullidos de Agus nos lo permiten.

jueves, 7 de febrero de 2008

Feliz Año 4706

Como decía Alberto en el post anterior, los últimos días en Melbourne los pasamos un poco amuermados. Es una ciudad bonita pero poco diferente al resto de ciudades australianas que hemos visto. De hecho en Sydney sí que fui a tres exposiciones pero en Melbourne, aún siendo la capital cultural, no encontré ninguna que me interesase. Es cierto que la morriña no ayudaba mucho y todos mis paseos acababan en rutas por tiendas de animales. A mí me ha dado por acordarme de mis gatos y me ponía tonta. Afortunadamente en el momento cumbre de mi patetismo hemos cogido un avión y nos hemos venido a Singapur. Y esto ya es otra historia.

En el aeropuerto, a eso de las once y media de la noche nos montamos en un taxi que nos trajo al barrio donde estamos alojados. Nosotros veníamos con la idea en la cabeza del Singapur impoluto en el que te multan hasta por comer chicle y la primera impresión de nuestro barrio nos dejó un poco descolocados. Ríos de gente, montones de puestos de fruta abiertos, chiringuitos, coches y motos, todos peleando por hacerse un hueco en unas calles bordeadas por edificios a cada cual más ruinoso. El taxista iba haciendo zigzag entre los obstáculos a la vez que intentaba localizar nuestro hostel, que no se dejaba encontrar. Al final, bajo un letrero semiescondido en la última puerta de un callejón resultó estar la entrada de lo que iba a ser nuestra residencia durante los cinco primeros días. Con las celebraciones del Año Nuevo Chino era lo único que habíamos encontrado. Subimos a la primera planta por unas escaleras que no auguraban mucha limpieza. Alguien nos abrió una puerta y nos encontramos en un salón con una mesa, un sillón de dos plazas que alojaba a seis personas que veían un dvd y montones de pilas de ropa, revistas, cajas y otras cosas que no me dio tiempo a procesar. Era como una mezcla de hostel y taller clandestino. La que nos había abierto la puerta era una chica con pinta de inglesa que nos miraba con cara divertida, como adivinando lo que se nos pasaba por la cabeza. Al momento apareció el encargado del hostel, un chico asiático con unos dientes de consumidor de heroína que tiraban de espaldas. Nos abrió la recepción e hicimos el check-in entre montones de papeles, bolsas y un colchón plegado que imaginamos sería su cama. Recogimos nuestras cosas y le acompañamos un piso más arriba. Más cajas, archivadores y revistas por todos lados. Abrió nuestra habitación, quitó las sábanas de unas literas y nos dio unas limpias. La cuchara y la camiseta y/o calzoncillos del suelo, las revistas del colchón, las pilas, los palillos, el champú y las dos capas de polvo de la mesilla, eso se ha quedado para hacernos compañía. Después de 8 horas de vuelo estábamos molidos, así que con porquería y todo caímos rendidos enseguida. Eso sí, yo antes declaré oficialmente estrenada mi sábana de viaje.

Ayer amanecimos bastante descansados y nos metimos de cabeza en Chinatown. El año nuevo ha empezado oficialmente hoy y ayer era el último día de mercadillos. Andamos lo que no está escrito, entre cientos de puestecillos de adornos y dulces, y nos reíamos comentando que dos días antes estábamos faltos de estímulos. Yo me apunté a que me hicieran una cosa en las cejas que se llama threading, y que viene a ser depilación con un hilo. No es de extrañar que la técnica no haya triunfado en occidente porque es dolorosa a más no poder. No hay nada más que ver la cara de la pobre chica de la foto.

A eso de las siete y media nos apoyamos en unas vallas a esperar un desfile que nos dijeron que pasaba a las 7 y que a las diez y media, cuando nos marchamos de allí, seguía sin empezar. De vuelta a casa nuestro barrio parecía, como la noche anterior, la Gran Vía madrileña en día de rebajas. Acabamos medio cenando en un chiringuito debajo de casa que estaba tomado por una familia de más de veinte miembros que celebraba algo, probablemente el año nuevo. Un camarero hacia trucos de magia por las mesas donde había niños, que miraban con los ojos muy abiertos. Al marcharse la familia el camarero-mago fue recorriendo las mesas juntando en un plato lo que estaba sin tocar, una empanadilla de aquí y una bola de carne de allá, hasta que lo llenó. Si eso era su cena o se reaprovechaba para servir a futuros clientes no lo sabemos.

Hoy hemos pasado el día menos ajetreado. Hemos visto el Singapur aséptico, en la parte centro, que es muy distinto de Chinatown y de nuestro barrio, Geylang. De éste último hemos averigüado que es el barrio malayo y el red light district, lo que explica el ajetreo hasta tan tarde. Pegando al río hemos pasado por un bar español de tapas, The tapas tree, y al acercarme a curiosear el menú he visto la palabra lenguado seguida de bechamel y no lo he podido resistir. Nos hemos puesto las botas: pan con tomate, gazpacho, croquetas de pollo y de queso, bravas y por supuesto, lenguado. Sorprendentemente estaba todo muy bueno. Tenía truco, y es que la chef era de Barcelona. Hemos estado charlando con el maitre y con el dueño, que era inglés y vivía en Barcelona varios meses al año. Resulta que cada año se traían a un cocinero, y ya habían tenido uno de Madrid y uno de San Sebastián. Nos han recomendado un par de sitios para visitar en Singapur fuera de la parte turística y nos han invitado a unas cervezas que sumadas a las que ya habíamos tomado nos han hecho salir del local en un estado de embriaguez considerable. Horas de paseo nos ha costado bajarlo. A mí me ha sentado estupendamente y me ha dado energías croqueteras para soportar los 6 meses de arroz que se nos avecinan.

domingo, 3 de febrero de 2008

Haciendo tiempo en Melbourne

Según comentan algunos viajeros en sus blogs, más o menos cada tres meses de viaje pasas una semana tonta en la que te preguntas cosas como "que hago yo tan lejos de casa" o "como le irá a Cachuli en Alhaurín de la Torre". A nosotros el bajón nos ha pillado en Melbourne a punto de cumplir los cuatro cinco meses de viaje, uno más tarde de lo previsto. Porque nosotros planificamos hasta los bajones, que conste. Le echamos la culpa al tiempo y a que hemos pasado demasiado tiempo en las ciudades australianas, muy parecidas a la nuestra (salvando las distancias, claro), y por tanto poco dadas a sorprendernos. Cuando pasas una semana de vacaciones en Amsterdam o Londres no das abasto, pero cuando llevas cuatro meses de viaje sin domicilio fijo quieres descansar o quieres algo que te estimule, y ni en Sydney ni en Melbourne hemos encontrado ninguna de las dos cosas. Por una parte aprecias que son ciudades muy interesantes para vivir, pero por otra no encuentras actividades que te motiven a volvertela a patear por sexta vez en una semana. Así que nos pasamos muchos dias en el Borders, leyendo libros que no nos podemos comprar (bueno, Carol si que puede gracias a sus dotes para la ingenieria contable), o conectados a Internet bajándonos horas Chanante, Buenafuentes y mangas. En la tele australiana hay casi lo mismo que en España: Gran Hermano Infantil, Operacion Triunfo tipo Baile y La Bascula de tu Vida, donde gana el que más peso pierde. Lo mismo que allí, pero con cricket en lugar de futbol.

Pues eso, que andamos haciendo tiempo y enredando con Internet y con el blog. Por cierto, aprovecho ahora que puedo para contestar algunos de los comentarios que nos han llegado ultimamente: No comentamos nada de viajeros españoles porque no hemos coincidido prácticamente con ninguno. Sólo con una pareja catalano-alemana con los que estuvimos hablando en un camping Outback. En dos o tres casos más hemos oído hablar castellano y catalán, y hasta nos hemos saludado con alguno, pero la verdad es que por aquí se ven muy poquitos. Abundan los alemano-holandeses-austriacos, los británicos y los nórdicos, pero españoles se ven muy muy poquitos. Eso si, todos los australianos parecen haber estado en España, y concretamente en Barcelona. Una ancianita que conocimos en Sydney, idéntica a Miss Marple, habia estado incluso en "las playas de las afueras de Madrid", que la dejaron maravillada. Poco antes, y a sus ochenta y pico años, nos había dado un tutorial sobre como colarse en el metro de Sydney digno del equipo Damart. La técnica, pegarte al de delante (en este caso Carol) para pasar por el torno con un sólo ticket, no era realmente novedosa. Hacerlo justo cuando pasan los dos únicos revisores del hemisferio sur, tan cerca que son capaces de oirte decir "y si no tienes billete pues te pegas al de delante y ya está", tuvo bastante más miga. Los revisores escucharon muy atentamente las explicaciones de la señora y la dejaron irse enseguida, quizás porque ya no eran capaces de aguantarse la risa, así que a la mujer le dió tiempo de alcanzarnos y acompañarnos hasta la salida. Por el camino aprovechó para enseñarnos unas postales que le había escrito alguien en los años 70, que casualmente llevaba en el bolso, y para explicarnos sus andanzas por la península. Luego se volvió a meter en el metro, porque se había salido sólo para seguir hablando con nosotros. Y es que la simpatía de los australianos no tiene parangón.


Por cierto, y ya corto, saludos a los vecinos de Sant Cugat, San Sebastian, Ripollet, Hospitalet, Eibar, Burgos, Arona y Almeria, que son los que mas nos han visitado este mes, sin contar a los de Madrid, Barcelona, EEUU y México,que arrasan. Algunas visitas nos imaginamos de donde vienen, pero la mayoría no tenemos ni idea :). Un día de estos colgaremos el report de visitas internacionales, que es bastante curioso.

P.D: A los del chocolate blanco... Cada vez que vemos una foto del Uluru os imaginamos por allí sin aire acondicionado y nos decimos "no puede ser, tiene que ser una broma...". Por cierto, hemos añadido las tortitas con leche condensada a la dieta... Lástima que no las descubriéramos en N.Z. :)

sábado, 2 de febrero de 2008

Consejos para visitar Australia

Australia, básicamente por tamaño, es un país algo difícil de manejar. Si no queréis llevaros alguna decepción es conveniente que le dediquéis una planificación previa, porque una vez aquí los desplazamientos y la improvisación salen bastante caros. Os damos algunas pistas que creemos vale la pena tener en cuenta.

Cuando ir.

La idea que teníamos de Australia era que allí siempre era verano, lo cual no es del todo cierto. Al ser tan grande como un continente cubre varias zonas climáticas, desde el sur mediterráneo hasta el norte tropical. Melbourne y Sydney tienen un clima parecido a Barcelona, mientras que Darwin lo tiene más parecido a Bali o Singapur. Cuando en España es verano, aquí es invierno en el sur y temporada seca en el centro-norte. Cuando en España es invierno aquí es verano (los estudiantes hacen las vacaciones en diciembre-enero) en el sur y temporada de lluvias en el centro-norte. Los Australianos se van hacia el norte en su invierno (a Brisbane, Cairns, Darwin o el Outback) y hacia el sur en su verano (Sydney, Melbourne y las playas de la Great Ocean Road), por lo que las temporadas altas y bajas, los precios y la disponibilidad de alojamiento sigue esos patrones.

En su verano (Diciembre-Febrero) las playas del sur son perfectas, tanto para hacer surf como para bañarte o tostarte al sol, pero en cuanto pasan los meses de calor las costas de Sydney o la Great Ocean Road son demasiado frías y sólo las usan los surfistas, que disfrutan entonces de las mejores olas. En esos mismos meses empieza la temporada de lluvias en el estado subtropical de Queensland (Brisbane, Cairns, la barrera de coral) y en el territorio norte y central ( Darwin, Uluru...), y lo que es peor, la temporada de medusas. Las playas de Queensland son algo más "salvajes" que las del sur, y las medusas son una amenaza constante. Y algunas son mortales, así que lo normal es acabar bañándose en las piscinas en lugar de en la playa. O ponerse el stinger-suit, que es un traje de baño tipo pijama que al parecer es resistente a picaduras de medusa. Siempre y cuando no te piquen en las zonas descubiertas, claro. En Darwin y la zona norte además tienen cocodrilos en casi todas las playas, y en la costa oeste tiburones, pero eso no depende del verano :). Además, las lluvias veraniegas empeoran la visibilidad en la Gran Barrera de Coral, que es el gran atractivo de la costa este, por lo que tienes que planificar las excursiones con un poco de ojo o suerte. En realidad, el efecto de la lluvia es un poco más grave que quedarte sin excursión: los monzones, tifones e inundaciones son brutales, y arrasan con todas las carreteras y medios de transporte, incluso en el desierto. Mientras estábamos en Adelaide tres cuartas partes de Queensland, que es más o menos tan grande como España, estaban inundadas. Estuvimos allí sólo quince días antes, glups. Las inundaciones en los desiertos son menos frecuentes, pero igual de graves. Las del año pasado fueron especialmente fuertes.


El calor es otro inconveniente del verano australiano, especialmente en el Outback. Nosotros sólo hemos podido aprovechar unas dos horas al día en la zona del Uluru por culpa del calor, que aquí sólo aguantan los aborígenes. Nadie más se atreve a salir a la calle a pleno sol, y mucho menos a irse de excursión. Por no haber no hay ni animales, y los pocos que hay son nocturnos, así que durante el día no hay forma de hacer nada. Por suerte en casi todos los campings y hoteles tienen piscina, pero al parecer en Australia aún no han descubierto el gran misterio de las sombras y los toldillos, así que ni siquiera en la piscina puedes aguantar mucho rato. Por la noche la temperatura refresca algo y se puede dormir, e incluso te tienes que tapar un poco, pero sólo hasta las 8 de la mañana, que es la hora en la que encienden el horno del Outback. Por contra, parece que en el invierno las noches son extremadamente frías, así que tenedlo en cuenta también. El lado bueno del clima tropical es que siempre hace calor suficiente para meterte en el agua, lo que se aplica a toda la costa de Queensland.

Como conclusión, la mejor época para visitar Australia es su invierno (nuestro verano) para Queensland (la gran barrera de coral) y el Outback (Uluru, Darwin, etc...), y su verano (nuestro invierno) para Sydney, Melbourne o la Great Ocean Road. Al menos eso nos parece a nosotros.


Qué ver.

Uno de las decepciones que hemos tenido con Australia, quizás debido a que veníamos de Nueva Zelanda, es la poca densidad de atracciones de interés. Si estuvieran todas juntas sería un país perfecto, tremendamente variado, pero al estar tan alejadas unas de otras son muy difíciles y caras de ver. Para hacer o ver cualquier cosa te tienes que tirar cientos de kilometros de coche o furgoneta (en el mejor de los casos), lo que hace que la experiencia sea menos placentera . Las playas, por ejemplo, son abundantes sólo sobre el mapa. En la práctica cuesta encontrarlas (se hace de noche) y muchas de ellas no son aptas para el baño. Cuando no hay medusas hay cocodrilos o millones de moscas y mosquitos. Luego, cuando encuentras una buena, es maravillosa, pero como te mueves constantemente (si no no da tiempo de ver ni una mínima parte de Australia) te sabe a poco. En realidad ver Australia al completo es un poco quimérico, y valdría la pena dedicarse a partes concretas. A diferencia de N.Z., las ciudades son agradables, pero tampoco nos parece que merezca la pena abusar de ellas, porque son todas bastante similares.

Algunas de las cosas que más nos han gustado han sido las siguientes:

- Gran barrera de Coral en Queensland. Las excursiones de buceo y snorkle merecen mucho la pena, sobretodo si no eres un experto buceador (los hay que dicen que en otros sitios se hace lo mismo muchísimo más barato). Si hubiéramos tenido más presupuesto nos hubiéramos quedado más tiempo y hecho más excursiones, pero son carillas. Problema: entre punto de interés y punto de interés hay 500 km de aburrimiento. Mejor en invierno que en verano. Vale la pena visitar (y dormir) en alguna de las islas que bordean la costa, especialmente para ver en libertad a koalas, canguros, tortugas, wallabys, possums y otros bichos que son muy difíciles de ver en el resto de Australia. La Magnetic Island fue un acierto en ese sentido. Aunque totalmente tomada por la industria turística, la gran barrera de coral nos parece la maravilla nº 1 de Australia.

- Great Ocean Road. Es una ruta escénica de unos300 km que bordea la costa y algunas de las mejores playas de Australia. En la Bell Beach se celebran los campeonatos mundiales de surf, y en la vecina Torquay tienen su sede las marcas Rip Curl y Quicksilver. La carretera en sí no nos ha parecido tan espectacular como los 12 apóstoles (puesta de sol increíble) o los bosques jurásicos del interior, donde vimos wallabys de pantano, una equidna(un poco muerta la pobre) y pudimos ver ornitorrincos si hubiéramos madrugado un poco. Es la zona de Australia más adecuada para ir con furgoneta, con un montón de sitios interesantes para acampar o visitar. Las sensaciones fueron similares a las de N.Z., y vale la pena dedicarle tiempo.

- Bahía y playas de Sydney. La Bondi Beach acaba de ser declarada patrimonio nacional debido a que representa la quintaesencia de Australia, aunque a nosotros nos parece que representa lo que los Australianos quieren que sea la quintaesencia, cuando en realidad es una excepción. La Manly Beach no le va a la zaga. Aunque está algo alejada del centro de Sydney (el ferry cuesta unos 12 euros) el trayecto y la playa valen la pena. La bahía de Sydney, con el puente y Opera House son muy bonitos. La ciudad en sí, como todas las que hemos visto en Australia, parece más atractiva para vivir que para ser visitada. Es muy cómoda y muy agradable, pero tiene poca chicha, sobretodo si vas con presupuesto bajo.

- Outback. Pese a que es la zona en la que más a disgusto estuvimos, hasta el punto de que nos decepcionó bastante, también es de la que tenemos recuerdos más intensos y de la que hemos aprendido más cosas, especialmente acerca de los aborígenes. Las atracciones turísticas (Uluru y compañía) son decepcionantes, una auténtica trampa a la que es inevitable no ir pese a que resulta tremendamente caro. Vas, haces una foto, y listo. No hay nada más que hacer, al menos en verano. Como excepción, el walk del King Canyon, que es muy bonito, y el Simpson Gap, más que nada por el encuentro que tuvimos con un grupo de wallabies de roca. Entre roca y roca, 500 km y 100 euros de gasolina y de desierto. En realidad lo interesante del red center no es tanto ver atracciones o vida salvaje (no la hay o no se ve) como experimentar la sensación del desierto y contrastarla con la forma de vida de los aborígenes. La historia de los aborígenes del centro de australia es realmente impactante y vale mucho la pena leer algún libro sobre el tema durante el viaje. Pero nos pareció que podíamos haber aprendido exactamente lo mismo en un viaje organizado de 3 o 4 días por muchísimo menos dinero. En realidad la "aventura del outback" que te venden no tiene nada de aventura más que sobrevivir sin arruinarte por el coste de la gasolina. A menos, claro, que estés loco y te lo recorras en bicicleta, como el adolescente japonés que nos encontramos.

- Backpackers. Posiblemente Carol no piense lo mismo debido a que no ha dormido demasiado bien, pero a mi el rollo backpackers en el que nos hemos movido por aquí me ha parecido muy divertido y sobretodo muy desmitificante. Australia es la capital mundial de los mochileros, y pese al aire de aventura, trascendencia y "alternatividad" que se gastan, no dejan de ser unos postadolescentes un tanto borricos más preocupados por ligar y beber que por conocer el sitio al que viajan, del que generalmente sólo conocen los bares. Los australianos, que no tienen ningún problema en reconocer las cosas tal y como son, han montado toda una industria turística alrededor de los backpackers más organizada que la de los viajes organizados, lo que no deja de ser paradójico. En cualquier caso, convivir, y sobrevivir, en el ecosistema de los mochileros ha sido de lo más interesante. Un consejo: no os molestéis en encontrar un hostal sin cucarachas, porque TODOS tiene alguna. Andan tan panchas por la calle al anochecer que de vez en cuando una se cuela en el hostal. Te acostumbras enseguida, en serio.

- La luz y los cielos. No sabemos muy bien por qué, pero la luz en Australia es especial, y las puestas de sol magníficas, las más bonitas que hemos visto nunca. La calidad de la luz se nota también en las ciudades, que tienen una atmósfera mucho más clara de lo normal.

- Lo que nos dejamos por ver. Nos ha quedado la sensación de que el norte de Australia, con Darwin y el parque nacional Kakadu a la cabeza, es donde realmente está la "aventura furgonetera" australiana que nos imaginábamos y que no hemos podido ver. Quizás sea porque allí están todos los cocodrilos del mundo, de los que no hemos visto ni uno sólo en libertad (sin pagar) pese a que los hemos buscado por todos lados. En Queensland se supone que también hay, pero en sitios inaccesibles a los que no pudimos llegar. En general hemos echado en falta un poco más de naturaleza: ver ballenas, tortugas incubando en la playa, cocodrilos... Pero por falta de tiempo, falta de presupuesto (moverse aquí es muy caro) o porque no estábamos en la época adecuada no hemos podido verlo todo. Aún así no nos quejamos, porque hemos visto en libertad multitud de koalas (estamos over-koaled, que dicen por aquí), canguros, wallabys, possums, lagartos, etc... Si te dicen que en tal área hay tales bichos, no tardas mucho en verlos. Eso sí, o vas expresamente a su hábitat o difícilmente los verás. Ni siquiera los canguros son fáciles de ver, excepto los que se acumulan atropellados en los arcenes de las carreteras


Cómo moverse.

O la magnitud de la tragedia. Australia es taaaaaan grande que pese a que es un factor que ya conoces no acabas de interiorizarlo y te la pegas una y otra vez con las distancias y los precios del transporte. Ejemplo: los mapas. Nos compramos un atlas de sitios de acampada de cerca de 200 hojas e infinidad de planos detallados, y en cada uno de esos planos infinidad de sitios para acampar, muy cerca unos de otros. Eso nos pareció al comprarlo. El primer día de furgoneta, cuando nos disponíamos a buscar un sitio para dormir, nos dimos cuenta de que los dos puntitos de acampada que parecían tan cercanos estaban a más de cien kilómetros de distancia uno de otro, y de que sólo salían las carreteras principales. Imposible encontrar un sólo sitio de acampada. Nos fuimos a dormir a la una de la mañana en un área de pícnic, tras hacer unos 100 km de curvas. Otro ejemplo. Para salir del Outback nos hicimos con una furgoneta de relocation (es decir, gratis) que nos permitía ir desde Alice Springs hasta Sidney en 7 días, un chollazo. Cuando hicimos números nos dimos cuenta de que la distancia a recorrer (queríamos pasar por Adelaide y Melbourne) era la misma que de Barcelona a Moscu, a razón de 700 km diarios. Y más de 600 € de gasolina!! Por suerte la pudimos cambiar por otra más manejable que nos llevaba hasta Adelaide en 4 días (220€ de gasolina) y desde allí encontramos vuelo a Sydney por unos 60 € cada uno. Algo más barato pero sobretodo menos agotador. Más ejemplos. Conseguimos una relocation para ir desde Brisbane a Cairns en la que además nos daban AUS$250 para gasolina. Nos fue de maravilla. Pero una vez en Cairns volvimos a bajar para ir a la Magnetic Island (no nos daba tiempo a parar con la relocation), que quedaba unos 400 km hacia el sur. No había billetes de autobús, y los de tren estaban casi agotados. Nos costó unos 100 euros el viaje a cada uno, en el tren más lento del universo.

Los consejos son obvios: viaja lo justo en coche o furgoneta y utiliza el avión siempre que puedas, es el medio más barato, más aún que los autobuses o los trenes. Además, conducir en Australia no es una experiencia que valga la pena, los paisajes son muy homogéneos y aburridos. No es para nada como viajar por Nueva Zelanda. Excepciones: un viaje hacia o desde Alice Springs vale la pena para experimentar el desierto, y además, el avión hacia allí siempre es caro. Pero hacerlo en autobús con un viaje organizado puede ser igual de interesante y mucho más barato. Y sobretodo, la Great Ocean Road, que es ideal para hacer con calma con una furgoneta ya que en realidad haces pocos kilómetros y muy bonitos. Posiblemente la zona de Darwin también sea interesante con furgo, pero no lo hemos podido comprobar. En general, Australia no nos ha parecido nada recomendable para hacerse en coche o furgoneta. Es más, nos encontramos con una pareja catalano-alemana que se había recorrido toda australia en furgoneta en un par de meses y que parecían haber tenido una experiencia totalmente negativa. Olvidad todas las tonterías que ponen en la Lonely Planet sobre comprar un vehículo y luego revenderlo, no vale la pena a menos que estés un año aquí y tu promedio de km viajados por día sea muy bajo. En caso contrario pesará más el gasto en gasolina que cualquier otro.

El avión es el medio ideal para ir de punto a punto, y una vez en la zona ya puedes investigar si te sale a cuenta una furgoneta, un coche de alquiler o simplemente apuntarte a los viajes organizados que te van a buscar a la puerta del hotel y te llevan a ver la isla, los cocodrilos, el Uluru, o lo que demonios quieras ver ese día. Virgin Blue y JetStar tienen vuelos muy frecuentes y baratos (unos 60 €) entre las principales ciudades australianas que no necesitan ser comprados con mucha antelación. La excepción es Alice Springs, donde cuesta unos 200 € aterrizar. Ojo también con los periodos vacacionales porque te puedes quedar sin billete, tanto de avión como de tren y autobús. Aquí la gente migra en masa desde o hacia las ciudades.


Cuanto cuesta

El factor que encarece Australia respecto a Japón o Nueva Zelanda, nuestros destinos anteriores, es justamente el transporte, y no porque tenga precios abusivos, sino porque las distancias son enormes. En concreto, viajar al Uluru te puede salir por el doble que cualquier otro destino austral. Por el resto de conceptos, Australia no es un país excesivamente caro en comparación con los precios españoles, y aún así es el sitio más caro en el que hemos estado hasta ahora. Nosotros nos hemos movido en temporada alta, durmiendo en backpackers en habitación doble por entre 30 y 40 euros la noche. En Sydney el alojamiento ha sido más caro, unos 50 € la habitación doble. Al disponer de cocina en los hostels no hemos comido demasiado fuera, pero en los foodcourts de los centros comerciales lo normal era gastarse unos 6 € por comida individual. En restaurantes de verdad, unos 12 € el plato, así que ni nos hemos acercado a una mesa con mantel. Cocinándote tú te puedes ahorrar más o menos la mitad que en los takeaways, siempre y cuando compres exactamente lo que vas a consumir. Si no, acumulas y acumulas y al final te vas del hostal y tienes que tirar la mitad de la comida.

El transporte público en las ciudades suele ser caro y no hemos encontrado abonos lo suficientemente baratos como para que nos salga a cuenta. P ej, en Sydney 2 euros un trayecto en tren desde el hostal hasta el centro (2 paradas). En Melbourne otros 2 euros por un bono de 2 horas dentro de la ciudad. Hemos andado bastante. El taxi no es mucho más caro que en España, pero evidentemente no es algo que puedas usar regularmente si quieres mantener un presupuesto ajustado. Los trenes y autobuses de largo recorrido son muy caros y el tren además muy lento. Alquilar una furgoneta te puede costar diariamente unos 50 €, pero debes sumarle el coste de la gasolina, que suele ser muy importante, y el del camping (si lo usas), que es mas moderado. Una cosa está clara, aquí sale más caro hacer km buscando un sitio para dormir gratis(con excepciones) que dormir en camping. En el Uluru alquilar una furgo 4x4 nos costó el doble, 90 € al día, y el primer día nos gastamos casi lo mismo en gasolina. El cine es carísimo, unos 10€ (y otros 4 de palomitas si te quieres dar el lujo). Una cosa "buena" de Australia es que probablemente no te gastes mucho dinero en compras, ya que no hay casi nada que valga la pena comprar. Como es habitual, lo de salir de marcha es algo que no hemos experimentado, así que no os podemos informar. Internet es muy barato en las ciudades (casi gratis en Cairns, 1€/h) y muy caro en el Outback y en los campings (hasta 12€/h).

Nuestro presupuesto promedio diario ha sido de 70 €, bastante más que en Japón (50€, con 10 kg de compras incluidas) y N.Z. (60 €). En el Uluru el presupuesto ha ascendido a más de 100 € diarios, lo que sin duda ha aumentado el promedio considerablemente. Creemos que sin el viaje al Outback el gasto hubiera estado en unos 60 € diarios, más o menos como en N.Z.. Sin excursiones (barrera de coral, Magnetic Island, etc...) podríamos haber estado en precios de Japón, pero son justamente esos gastos los que han merecido la pena. La verdad es que la relación precio/satisfacción ha sido bastante más baja que en los anteriores destinos. Una pena, porque pensábamos que Australia sería mucho más interesante :(