martes, 5 de febrero de 2013

De excursión a la oficina de Medio Ambiente de Kumily

Calle de las lavanderías
Esta tarde, al cabo de un rato de volver de un trek en el que no hemos visto ningún elefante, Carol me ha dado unas rupias y me ha dicho “Anda, bájate a la oficina de medio ambiente y nos compras dos tickets para el tour nocturno de mañana a ver si tenemos más suerte. Y no me sises las vueltas que te conozco.”. Así que tralarí troloró que me bajo para el pueblo, dando saltitos y esquivando tuktukuses. Desde el Clauss Garden he tomado el atajo para esquivar la calle de las lavanderías, que huele un poco mal, y ya de paso evitar también el callejón de la farmacia, donde el día de antes un niño de un par de años me atropelló levemente con el Tata de su padre mientras éste le enseñaba el bello arte de conducir a la india. Además, el atajo pasa por una casa que por algún motivo huele un montón a cardamomo y da como gusto. También pasas por delante de otras que tienen unos dibujos raros en el suelo de la entrada hechos con tiza blanca o arroz o algo así y que según internet sirven para atraer a los buenos espíritus y para que los peregrinos hinduístas sepan donde son bien recibidos. Aquí en casi cada casa hay un signo que denota la religión de los que hay dentro.

El resto del camino es anodino, salvo por el póster de la convención del partido comunista que adjunto aquí al lado. En Kerala han mandado históricamente los comunistas, pero los de aquí no son leninistas ni maoistas ni troskistas, son Cheistas y todo está lleno de imágenes del Che. En ocasiones las imágenes son de Benicio del Toro haciendo del Che en una peli, pero para el caso es lo mismo. Si un líder del criterio y sentido común como es Maradona apuesta por el Che y por el DYFI, la suerte está echada. Tras tirar la foto llego al chiringuito del departamento de medio ambiente.

Dentro está el señor de bigotito de turno. Carol me había advertido de las malas artes de este Carlton en particular (a partir de ahora Bigotitos para no confundirle con otros carltons) que regenta el local: “Se le cuelan todos los que quieren y no hay manera de que se centre en un cliente, así que o te impones o te va a tener allí tres horas”. Por suerte, además de él sólo había un jubilator indio que estaba allí para dar conversación y una pareja de chavales franceses que estaba intentando decidirse por una excursión u otra. Bigotitos les miraba con cara de cansancio y de vez en cuando contestaba alguna de sus preguntas con cosas que hasta a mi, que no estaba escuchando, me parecían incoherentes. No escuchaba no por falta de interés, sino porque tenía que concentrar toda mi atención en el abuelete, que tenía ganas de charla. Aquí el tema de los jubilados está un poco complicado. Lo de supervisar las obras parece que es más una actividad que se hace en familia o con grupos de amigos y a los jubilados les cuesta imponerse para ocupar los mejores sitios. Además, visto el estado de mantenimiento de las carreteras y las casas estamos seguros de que hay pocas obras. Así que ellos se tienen que buscar actividades alternativas. Este en concreto estaba en la caseta de turismo para contradecir sistemáticamente todas las informaciones que aparecían en los carteles informativos o que pudieras sonsacarle a Bigotitos. El proceso es el siguiente: te miras los carteles, le preguntas a Bigotitos, te peleas media hora con él para entenderle, y cuando ya te crees que lo has conseguido, te pones la mochila para irte y Bigotitos ya está atendiendo a otros, el abuelo, con toda su buena fe, su aplomo, una experiencia que le avala... te dice todo lo contrario de Bigotitos y tu te quedas con la duda de si has entendido algo, así que vuelta a empezar.
El interfecto

En esas estábamos cuando al chico francés le empezó a entrar la risa con la última explicación que le había dado Bigotitos y ya se daba por vencido. “Ok, ok”, decía con ganas de irse... Y la novia, más seria y en francés, “pero te has enterado de algo?” “ermmm... creo que ….”. El resto no lo entendí muy bien, pero la chica se empezó a mosquear y empezaron a discutir entre ellos. El abuelete y yo nos los quedamos mirando y Bigotitos también, claro. La chica le decía al novio algo así como “Es que siempre me haces igual, porque es que nunca te enteres de nada pero dices que sí y luego no te has enterado y tengo que volver a ir a preguntarlo yo y blablalalbalbla blablabla”. El abuelete y yo, que debíamos tener novias parecidas, ya nos conocíamos la escena así que vimos que la cosa iba a acabar mal. La chica empezó a subir el tono de voz y cuando se cansó de darle cera al novio se giró hacia Bigotitos y le soltó, ahora en inglés con acento francés y a voz en grito, “Y usted, QUIERE HACER EL FAVOR DE ESFORZARSE UN POQUITO EN HACERSE ENTENDER????? LLEVAMOS UNA HORA AQUÍ Y NO NOS HA ACLARADO NADA DE NADA. ESTO ES DE LOCOS. ESFUERCESE UN POCO, QUE PARA ESO LE PAGAN”. Luego pegó un golpe en la mesa y se quedó mirando fijamente a Bigotitos y poniéndole caras que ni la Belen Esteban cuando dice lo de “meentiendees”. Los veinte segundos de silencio tenso los rompio el abuelete diciéndome, comprensivo, “Es que parece que la chica habla muy poquito inglés” y me hacía así con la mano poquito poquito.

Aquí tengo que decir, en defensa de los indios, que a diferencia de nosotros, que lo aprendemos de mayores y no lo practicamos, ellos hablan inglés desde pequeñito y a diario y se entienden perfectamente. Entre ellos, claro. Así que es normal que lo de que vengan de fuera y no les entiendan no les entre en la cabeza.

Pero estábamos con Bigotitos aguantando el tipo. La verdad es que se contuvo muy bien, porque lo más fácil era que le hubiera soltado un bofetón a la chavala. Pero no. Tras unos segundos de silencio y la frase del abuelete, que todos fingimos no haber oído, Bigotitos dijo “Muy bien, muy bien.... Yo se lo explico. Se lo voy a volver a explicar. Pero escúcheme con atención por favor, porque se despista y luego se lo tengo que repetir.”. Saltan chispas. Bigotitos no se achanta, iba a ser un duelo entre profesionales. El abuelete y yo sabíamos que Bigotitos se la iba a volver a clavar, pero no sabíamos cómo. La chica le mira fijamente, concentración máxima. Se le ve capaz de entender hasta el sánscrito. El novio, cabizbajo, aguarda en segundo plano, aterrorizado. Bigotitos abre la boca, parece que va a decir algo. Se lo piensa. Sí. No. Las pupilas de la chica se dilatan. Los pelos de las orejas se le erizan. Bigotitos arranca: “La excursión nocturna tiene 3 horarios, 7, 10 y 1.” Ahí se para, como la Mayra Gomez Kemp. La chica no puede ocultar su cara de sastisfacción “ok, lo he entendido...” y se ve triunfadora. “OK, so the departug is at 7, isn't it?” Ha caído en la trampa, Bigotitos no tiene piedad: “¿¿¿Como que departug, como que departug??? Eso que idioma es, eso no lo entiende ni su padre hombre, que es que vienen aquí sin saber inglés y así no hay manera... Hábleme en inglés señorita, en inglés. Si no yo no le puedo ayudar. En inglés.”. El abuelete me puso cara de “se veía venir, se la ha comido con patatas” y yo aproveché el desconcierto de la moza y el jolgorio de Bigotitos para colar mi pregunta y sacar mis entradas sin mayor problema y huir a toda prisa.

Por el camino me gasté el cambio en galletitas.

2 comentarios:

pak dijo...

jajajajaja, al final voy a acabar teniendo que conocer India, no me la imaginaba tan divertida ;)

David Myhr dijo...

¡Muy bueno! ¡Gracias por el reportaje!