jueves, 7 de febrero de 2008

Feliz Año 4706

Como decía Alberto en el post anterior, los últimos días en Melbourne los pasamos un poco amuermados. Es una ciudad bonita pero poco diferente al resto de ciudades australianas que hemos visto. De hecho en Sydney sí que fui a tres exposiciones pero en Melbourne, aún siendo la capital cultural, no encontré ninguna que me interesase. Es cierto que la morriña no ayudaba mucho y todos mis paseos acababan en rutas por tiendas de animales. A mí me ha dado por acordarme de mis gatos y me ponía tonta. Afortunadamente en el momento cumbre de mi patetismo hemos cogido un avión y nos hemos venido a Singapur. Y esto ya es otra historia.

En el aeropuerto, a eso de las once y media de la noche nos montamos en un taxi que nos trajo al barrio donde estamos alojados. Nosotros veníamos con la idea en la cabeza del Singapur impoluto en el que te multan hasta por comer chicle y la primera impresión de nuestro barrio nos dejó un poco descolocados. Ríos de gente, montones de puestos de fruta abiertos, chiringuitos, coches y motos, todos peleando por hacerse un hueco en unas calles bordeadas por edificios a cada cual más ruinoso. El taxista iba haciendo zigzag entre los obstáculos a la vez que intentaba localizar nuestro hostel, que no se dejaba encontrar. Al final, bajo un letrero semiescondido en la última puerta de un callejón resultó estar la entrada de lo que iba a ser nuestra residencia durante los cinco primeros días. Con las celebraciones del Año Nuevo Chino era lo único que habíamos encontrado. Subimos a la primera planta por unas escaleras que no auguraban mucha limpieza. Alguien nos abrió una puerta y nos encontramos en un salón con una mesa, un sillón de dos plazas que alojaba a seis personas que veían un dvd y montones de pilas de ropa, revistas, cajas y otras cosas que no me dio tiempo a procesar. Era como una mezcla de hostel y taller clandestino. La que nos había abierto la puerta era una chica con pinta de inglesa que nos miraba con cara divertida, como adivinando lo que se nos pasaba por la cabeza. Al momento apareció el encargado del hostel, un chico asiático con unos dientes de consumidor de heroína que tiraban de espaldas. Nos abrió la recepción e hicimos el check-in entre montones de papeles, bolsas y un colchón plegado que imaginamos sería su cama. Recogimos nuestras cosas y le acompañamos un piso más arriba. Más cajas, archivadores y revistas por todos lados. Abrió nuestra habitación, quitó las sábanas de unas literas y nos dio unas limpias. La cuchara y la camiseta y/o calzoncillos del suelo, las revistas del colchón, las pilas, los palillos, el champú y las dos capas de polvo de la mesilla, eso se ha quedado para hacernos compañía. Después de 8 horas de vuelo estábamos molidos, así que con porquería y todo caímos rendidos enseguida. Eso sí, yo antes declaré oficialmente estrenada mi sábana de viaje.

Ayer amanecimos bastante descansados y nos metimos de cabeza en Chinatown. El año nuevo ha empezado oficialmente hoy y ayer era el último día de mercadillos. Andamos lo que no está escrito, entre cientos de puestecillos de adornos y dulces, y nos reíamos comentando que dos días antes estábamos faltos de estímulos. Yo me apunté a que me hicieran una cosa en las cejas que se llama threading, y que viene a ser depilación con un hilo. No es de extrañar que la técnica no haya triunfado en occidente porque es dolorosa a más no poder. No hay nada más que ver la cara de la pobre chica de la foto.

A eso de las siete y media nos apoyamos en unas vallas a esperar un desfile que nos dijeron que pasaba a las 7 y que a las diez y media, cuando nos marchamos de allí, seguía sin empezar. De vuelta a casa nuestro barrio parecía, como la noche anterior, la Gran Vía madrileña en día de rebajas. Acabamos medio cenando en un chiringuito debajo de casa que estaba tomado por una familia de más de veinte miembros que celebraba algo, probablemente el año nuevo. Un camarero hacia trucos de magia por las mesas donde había niños, que miraban con los ojos muy abiertos. Al marcharse la familia el camarero-mago fue recorriendo las mesas juntando en un plato lo que estaba sin tocar, una empanadilla de aquí y una bola de carne de allá, hasta que lo llenó. Si eso era su cena o se reaprovechaba para servir a futuros clientes no lo sabemos.

Hoy hemos pasado el día menos ajetreado. Hemos visto el Singapur aséptico, en la parte centro, que es muy distinto de Chinatown y de nuestro barrio, Geylang. De éste último hemos averigüado que es el barrio malayo y el red light district, lo que explica el ajetreo hasta tan tarde. Pegando al río hemos pasado por un bar español de tapas, The tapas tree, y al acercarme a curiosear el menú he visto la palabra lenguado seguida de bechamel y no lo he podido resistir. Nos hemos puesto las botas: pan con tomate, gazpacho, croquetas de pollo y de queso, bravas y por supuesto, lenguado. Sorprendentemente estaba todo muy bueno. Tenía truco, y es que la chef era de Barcelona. Hemos estado charlando con el maitre y con el dueño, que era inglés y vivía en Barcelona varios meses al año. Resulta que cada año se traían a un cocinero, y ya habían tenido uno de Madrid y uno de San Sebastián. Nos han recomendado un par de sitios para visitar en Singapur fuera de la parte turística y nos han invitado a unas cervezas que sumadas a las que ya habíamos tomado nos han hecho salir del local en un estado de embriaguez considerable. Horas de paseo nos ha costado bajarlo. A mí me ha sentado estupendamente y me ha dado energías croqueteras para soportar los 6 meses de arroz que se nos avecinan.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Da gusto veros resucitar. Buscad algún antepasado amarillo en el árbol genealógico, tiene que haberlo seguro.

jose dijo...

Feliz año nuevo!!! y gracias por seguir escribiendo tanto y tan bien de vuestro viaje... me habéis abierto el apetito con tanta croqueta!

Anónimo dijo...

Asia otra vez..bieeeen!!Con esas tapitas tan ricas y esa depilación a lo bruto de Carol habeis empezado fuertes, eh? Veo que lo vuestro en los hostels seguirá siendo de lo más emocionante, espero que no nos defraudeis y no bajeis el nivel para poder seguir riendo...un besazo.

Carol dijo...

Jose,
Todavía me dura el trauma de ver la araña y el escorpión de tu blog. Me lo leí casi de un tirón entre risas y acojone. Madre mía madre mía :)