viernes, 11 de enero de 2008

Coober Pedy y Adelaide

(La foto de la izquierda es de una cria de wallaby. En el ultimo camping que estuvimos los habia a montones y se te agarraban a los brazos para que les dieras de comer. Anda que no tenian morro. El camping se llama Heavitree Gap, para los que vayan a Alice Springs. Es muy cutre pero te puedes pasar a ver los wallabies. A ver si Alberto se anima y hace un video de bichos de Australia, ejem ejem. )
En fin, empiezo. Hace unos días entregamos nuestra casa-jeep en Alice Springs y recogimos el vehículo que en 4 días nos ha traído a Adelaide. Esta vez era otra relocation, en la que sólo teníamos que pagar la gasolina que gastamos en los 1600 kms que separan las dos ciudades. Unos 220 euros en fuel, ni más ni menos. Aún así nos sale a cuenta porque ahorramos en alojamiento y además hemos visto el sur del Outback. El coche era un cruce entre 4WD y caravana, con aire acondicionado en la habitación. Después de 10 días de asarnos en el desierto casi lloramos de alegría al enchufarlo por primera vez.

Al salir de Alice Springs a mediodía íbamos comentando lo machotes que éramos por haber sobrevivido a 40 grados en un coche sin nada que nos aliviase el calor - a excepción de los momentos en los que abríamos el frigorífico y aprovechábamos para meter la cabeza un ratito - cuando vimos a lo lejos un bulto en una bici rodando por el arcén de la carretera. Al adelantarlo leímos en un cartel que llevaba a la espalda "Please, give me a lift to Erlunda" (Por favor, llévame a Erlunda). Erlunda es una estación de servicio que queda a 200 kms en la dirección que íbamos, asi que paramos. Es cierto que nos detuvimos por ayudarle pero también porque nos picaba la curiosidad de saber qué leche hacía alguien en una bici en medio del desierto. Resultó ser un japonés de 18 años que estaba recorriendo Australia en bicicleta, y que calculamos llevaba recorridos 4.000 kms en un mes. Viajaba de sur a norte, justo en sentido contrario en el que pedía que le llevasen, y al preguntarle por qué volvía a Erlunda nos contó que había olvidado la cartera allí. Para más inri, el pobre Yasu, que así se llamaba, con esa confianza que tienen los japoneses en la decencia de la gente, esperaba encontrarla al llegar. Como nuestro coche sólo tenía dos plazas, hicimos hueco para él y su bici en la parte de atrás y tras invitarle a comer y refrescar el agua que llevaba en nuestra nevera lo llevamos a su destino. Pese a que la cartera no apareció en Erlunda, Yasu hizo desaparecer pronto la expresión de decepción y rechazando nuestros ofrecimientos de ayuda, nos despidió con una sonrisa de oreja a oreja. Al arrancar el coche vi que Alberto llevaba la misma cara que ponía mi madre cuando dejábamos a mi hermana en el campamento de verano.


Nuestro objetivo era llegar a Coober Pedy antes del anochecer, pero entre que salimos tarde y la parada en Erlunda acabamos durmiendo en un camping unos 200 kms antes. El sitio en el que paramos era lo que esperábamos encontrar en el Outback cuando fuimos a la zona de Alice Springs pero que no habíamos visto porque el turismo lo había transformado todo. Era un pequeño camping con motel, una piscina, un bar, una zona de tragaperras y una pequeña tienda de souvenirs, todo rodeado de tierra roja y arbustos. No sé explicar qué tenía, pero por decirlo de alguna manera, era un cruce entre una película de David Lynch y un episodio de Doctor en Alaska. Como Alberto estaba cansado decidimos comer en la cantina. Yo tenía que coger algo de la caravana y él se quedó pidiendo la cena en el mostrador. Mientras me dirigía a la salida un chico aborigen de unos veinte años entró abriendo la puerta enérgicamente. Al salir vi que afuera había varios aborígenes que venían con él y habían llegado andando hasta allí porque no se veía ningún vehículo aparcado. Algo no le debió gustar a la mujer que tomaba el pedido de Alberto porque tras echar un vistazo alrededor se inclinó hacia él y le hizo una pregunta muy curiosa: "¿Llevas zapatos?". Supongo que lo que buscaba al preguntar esto era encontrar un motivo para pedirle al chico aborigen que se marchase en caso de observar algo extraño. Luego nos fijamos en que tanto en la cantina como en la tienda avisaban que no se podía entrar sin zapatos, que debe ser el método que utilizan para mantener a los aborígenes fuera del local.


Al día siguiente condujimos los kilómetros que nos restaban para llegar a Coober Pedy por un paisaje todavía más desértico que lo que habíamos recorrido. Coober Pedy, decían nuestros folletos, es un pueblo en el que el 80% de la población vive bajo tierra. La ciudad gira en torno a las minas de ópalo, que a partir de los años 30 atrajeron a mucha gente a la ciudad. Bueno, eso y las pruebas nucleares en el desierto, que obligaron a los aborígenes de la zona a abandonar sus tierras. Uno de los trípticos que recogimos anunciaba un campo de golf sin hierba, una iglesia subterranea, una piscina y un camping bajo tierra. El motivo las altas temperaturas de una zona en la que el agua corriente y la electricidad sólo han llegado al pueblo recientemente.


Nosotros nos alojamos en un camping normal, de los de con vistas al sol. Visitamos todos los sitios subterráneos que no cobraban entrada y nos dimos una vuelta por el pueblo, que tenía lo suyo. La calle principal en sí era una sucesión de tiendas de ópalo y chatarrerías en las que se exhibían los cacharros más diversos: coches con patas de 3 metros de alto, una nave de Mad Max (se rodó allí una de las partes), autobuses ensamblados con grúas, etc... Las aceras eran montones de arena de las minas y sobre ellas flotaba una nube de polvo que todo lo cubría.


En una librería, subterránea claro, me compré un libro que me he ido leyendo en el camino a Adelaide. Se llama "I, the aboriginal" (Yo, el aborigen) y es del mismo autor que otro que me compre la semana pasada "The lizard eaters" (Los comedores de lagartos), un tal Douglas Lockwood. Este segundo narra una expedicion que a principios de los anyos 60 fue a encontrarse en medio del outback con varios grupos de aborigenes que no habian tenido nunca contacto con los whitefellas, u hombres blancos.


El autor no es antropologo y explica los encuentros como alguien que va de asombro en asombro. Como esta escrito en los 60 carece de la autocensura de lo que ahora se considera politicamente correcto, que para mi es de agradecer. Explica de los Pintubi, la tribu, que se alimentan casi exclusivamente de lagartos por no haber otra cosa que comer en la parte del desierto donde habitan. Han de moverse continuamente de un pozo de agua al otro y muchos perecen en el camino, sobre todo si despues de andar durante dias este resulta estar seco. Como la caza tambien es escasa llegan a recorrer 40 y 50 kilometros diarios en busca de comida. Pese a las temperaturas extremas del desierto se las apanyan para sobrevivir. Cuenta el autor que el unico contacto que han tenido con la civilizacion ha sido ver volar los aviones sobre del desierto. Narran las familias el panico que se apodero de ellos al verlos y como estuvieron escondidos durante semanas, comiendo carne cruda por no ser descubiertos al hacer fuego para cocinar. Al encontrarse con la expedicion, les proporcionan comida, mantas y una ropa que les tienen que ensenyar a ponerse. Como no tienen con que cubrirse, duermen tan pegados al fuego que estan cubiertos de cicatrices de haberse metido en las brasas mientras dormian.


Entre un encuentro y otro tambien va explicando los problemas a los que se enfrentan los aborigenes en su integracion en la sociedad blanca. Tambien cuenta la historia de un hombre aborigen con una pierna amputada, lo que era un hecho insolito ya que los aborigenes no practicaban la cirugia. La historia es que en una lucha de lanzas fue herido en una pierna. La herida se infecto y se le empezo a gangrenar. Durante los 6 meses siguientes y debido a la condicion de nomadas de su tribu, otro hombre se vio obligado a acarrearle por el desierto. Mientras tanto la pierna seguia pudriendose. Finalmente un dia la pierna se cayo, y el hombre quedo asi, con una pierna, tal y como lo conocio el autor del libro.


Cambiando en parte de tema, ahora estamos ya en Adelaide. Llevamos 3 dias de relax en el superapartamento donde estamos alojados. De los tres, dos nos los hemos pasado sentados en una libreria que tiene unos sillones muy comodos donde te puedes estar durante horas. Ya se que tanto mencionar libros me va a crear fama de pedante, pero de perdidos al rio. En Borders, la libreria, me he leido otro de un historiador de Tasmania que explica cómo las masacres y el racismo se han eliminado completamente de la historia australiana para crear el mito del pionero valiente que ha ganado la tierra solo a base de trabajo. Se titula "Why weren't we told?" y el autor es Henry Reynolds. Si alguien quiere informarse sobre el tema es un buen comienzo. Yo tengo mucha curiosidad, pero claro, no es algo que le puedas ir preguntando a la gente por la calle. Hale, ya me callo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

como molan los wallabies no? yo quiero unoooooo, saludos

Anónimo dijo...

Oye la última foto tiene una pinta de Halcón Milenario escacharrao! ejem bueno Carol tu no te apures por lo de los libros Sanchez Dragó tampoco lo haría ....

Carol dijo...

grmffffff