martes, 13 de mayo de 2008

Si Phan Don, las cuatromil islas del Mekong.

vientianeTras hacer escala en Vientiane, donde nos dio el tiempo justo de ver los templos que no habíamos visto cuando estuvimos por el Pi Mai, tomamos un bús nocturno que nos llevó al sur, a Pakse, en 11 horitas de viaje. El autobús tenía miga, porque en lugar de asientos tenía camas, y en lugar de ir dormidos fuimos criogenizados a doce grados centígrados. Suerte que las mantas eran gordas. Aparte del tema del frío el autobús estaba muy bien, y sólo nos sobró el amigo del conductor, que no callaba, y el que el colchón de Carol fuera a la vez la caja fuerte del vehículo. Cada vez que pasábamos un peaje (aquí las carreteras y los puentes se pagan) venía el copiloto a sacar los papeles y no precisamente con cuidado. Pero bueno, al igual que la sargento Ripley en el Nostromo, llegamos al destino casi sin enterarnos. En Pakse teníamos pensado descansar un día en caso de que el trayecto fuera muy pesado, pero como no fue así seguimos esa misma mañana para las 4.000 islas. Las 4.000 islas es la zona donde el Mekong se ensancha justo antes de llegar a Camboya, formando un casi-lago y dando lugar a infinidad de islitas, algunas de las cuales están habitadas. Nos habían contado que eran muy bonitas, y que además allí vivían los delfines de agua dulce Irrawaddy, que deben su nombre al ahora tristemente famoso río de Myanmar.

xieng-khuan-buddha-parkEn el autobús que nos llevó de Pakse a las islas, el primero auténticamente cómodo en el que hemos viajado por aquí, vivimos uno de los momentos más surrealistas del viaje cuando para amenizar el trayecto nos pusieron, a todo trapo, la película "El vuelo del Intruder". La peli, por si alguien ha tenido la suerte de no verla, explica como unos heroicos aviadores norteamericanos bombardean Hanoi y destruyen los mísiles y demás defensas antiaéreas, que al parecer es lo único que hay en la ciudad. Vietnamita no se ve ni uno (bueno, dos, pero de rasquis), así que las ametralladoras maléficas que disparan solas a los pobres soldados son algo así como Terminators comunistoides. La película por si sola ya es como para quedarse con la boca abierta, pero que nos la pongan los laosianos, todavía régimen comunista de los de la hoz y el martillo, tiene guasa, especialmente cuando por culpa de la guerra de marras, y sin comerlo ni beberlo, el país tuvo el dudoso honor de convertirse en el más bombardeado del mundo. Y para colmo sólo hace unos pocos años que los americanos los borraron de su lista del eje del mal y reestablecieron las relaciones. Por lo que nos dice la gente, aquí no se mira hacia atrás, y como ahora los EEUU aportan ayuda, pues borrón y cuenta nueva. Seguramente hacen bien, pero la verdad es que la película nos la podían haber ahorrado, que nosotros hubiéramos disfrutado más con los habituales vídeos de karaoke laosiano.

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Al poco de acabar la peli llegamos a destino. El autobús nos dejó al borde del río, en un pequeño embarcadero desde el que se accedía a Don Khong, la isla más grande y menos turística de la zona. Desde allí organizan excursiones en bote a las atracciones de las otras islas, así que pensamos en quedarnos un par de días para ver si valía la pena seguir bajando o no. Laos es relajada, muy relajada, pero lo de las islas ya es el colmo. En los guesthouses, que estaban semidesiertos porque la temporada de lluvias no es precisamente la más adecuada para visitar la zona, nos atendían en pijama, y a las horas del culebrón tailandés como mucho nos dedicaban una mirada desde el sofá, pero hasta que no acababa el capítulo allí no se movía ni el tato. Ni en mis tiempos del Spectrum había mirado yo una pantalla con tanta concentración como la que le dedican aquí a los culebrones tailandeses. No se si será porque llegaba a los restaurantes a las horas que no debía, pero en Don Khong es uno de los sitios del viaje (junto con Nong Khiaw) en donde peor he comido. O falta de ganas o falta de práctica, pero la verdad es que excepcionalmente mal. Por suerte, teníamos los desayunos de nuestro guesthouse (Souk Savay, que recomendamos), en los que nos ponían un excelente pan de barra recién hecho. Desde aquí damos las gracias al señor panadero de Don Khong por salvar a nuestras papilas gustativas de un suicidio seguro.


don-khong


Comida aparte, la isla era de lo más tranquila. En realidad lo único que hay para hacer allí es darse paseos en bici por la carretera desierta que atraviesa los campos de arroz y parar de vez en cuando en los chiringuitos de las aldeas a tomarse una naranjada. O intentar acercarse a los búfalos de agua que descansan en los charcos sin que se asusten. O ver un rato como faenan los pescadores en el río. O conectarte un rato a Internet mientras el dueño del cibercafe se pasea en calzoncillos por allí y el resto de la familia dormita a la luz de la tele. No es que nos aburriéramos, porque la verdad es que es lo mismo que estamos haciendo en el resto de Laos y nos lo estamos pasando pipa (es difícil de explicar, pero es así), pero el hecho de que la comida fuera tan mala nos decidió a mudarnos a las islas del sur en menos de dos días. Le compramos a la mujer del señor de los calzoncillos un billete en bote para Don Khone, que se supone que es la isla más tranquila y desde la que se pueden ver los delfines sin necesidad de excursión, y nos fuimos para allá al día siguiente.


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Pero la señora o no nos entendió o no nos explicamos bien, o simplemente estaba más atenta a las palabras del galán de turno que a las nuestras, y en el billete escribió Don Det en lugar de Don Khone. De eso nos dimos cuenta al día siguiente cuando nos hicieron bajar en la isla que no era, claro. Y como querían cobrarnos casi otro euro por llevarnos a la isla correcta decidimos quedarnos y probar. Además, las dos están comunicadas y se pueden recorrer en bici, por lo que tampoco del todo mala opción. Pero la verdad es que la acumulación de guiris ( de los que menos nos gustan ) y de guesthouses no tenía muy buena pinta. En el "embarcadero", por el que se paseaban un par de búfalos de agua, había montada una especie de playa con tumbonas y sombrillas sólo apta para los británicos más confusos. Los británicos no estaban aún, porque eran las once de la mañana y todavía no se habían acabado sus cervezas matutinas, así que seguían en el bar, pero seguro que no tardarían en llegar. Tras cinco minutos de deambular por la calle de los guiris una doceañera, como no, nos convenció de que nos quedáramos en su hotel. Suyo no sería, pero como era la que mejor ingles tenía de la familia, era la que hablaba con los turistas y la que se encargaba de casi todo. Nos pidió 20.000 kips por noche (1,5 euros al cambio), y aunque la habitación era de las más cutres que hemos visto en todo el viaje, nos quedamos, más que nada porque lo de dormir por menos de un euro cada uno aún no lo habíamos experimentado. Dejamos las cosas y nos fuimos a alquilar unas bicis para explorar la isla y para alejarnos en la medida de lo posible de la Disneylandia mochilera que se había montado allí.


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La isla es bonita, pero entre que el cielo estaba gris y el bochorno era asfixiante no acabamos de disfrutarla, o por lo menos no tanto como nos habían prometido. Cruzamos el puente que construyeron los franceses y llegamos a las cataratas, bastante espectaculares para ser Asia, y a una playa en la que se supone que te puedes bañar, pero con tanta corriente que si tienes mala suerte, como parece que la tuvo un chico español de nombre Xevi hace unos años, te ahogas. Evidentemente no nos metimos, y nos fuimos directamente a comer a uno de los chiringuitos de la zona. Por lo menos la comida era mejor que la de la isla norte. A la vuelta, totalmente amodorrados, paramos a echar una siesta en un bar de hamacas en el que sólo había tres niñas laosianas jugando a las cocinitas. Nos quedamos un rato en la hamaca esperando a que vinieran los padres, pero como allí no aparecía nadie y nos daba un poco de apuro echarnos una siesta sin consumir le preguntamos a la mayor, que tendría unos seis años, si podíamos tomarnos una pepsi y un agua. Nos las puso y nos las cobró, y cuando vinieron los siguientes clientes y también les atendió ya vimos que no estaba allí esperando a los padres, sino que éstos la habían dejado al cargo no sólo de los hermanos sino también del local. Alucinante. Una siesta y media después llegamos al guesthouse, y al poco empezó a llover, que para eso estamos en temporada de lluvias. Nos dio el tiempo justo de cenar y de "encerrarnos" (lo entrecomillo porque las ventanas consistían en un par de agujeros con barras, así que muy hermético no era el sitio) en la habitación antes de que empezase el diluvio universal, que duró casi toda la noche. Al día siguiente todo estaba tan sumamente embarrado y el tiempo era tan poco prometedor que decidimos volvernos para Pakse esa misma mañana, sin ni siquiera intentar ver los delfines. Al parecer en el Mekong camboyano también hay, así que igual si nos pilla mejor tiempo lo intentamos allí.

Pues eso es todo respecto a las 4.000 islas. El post ha salido un poco plomizo, pero es que lo de ver islas cuando el tiempo no acompaña es lo que tiene... ni fotos hemos podido sacar casi. En el próximo nos esmeraremos más, prometido.

8 comentarios:

jano dijo...

Plomizo o no, la verdad es que vistas la desgracias de la zona se agradece que la descripción del remanso de paz donde estais :)

Seguid cuidandoos así.

Un abrazo

Carol dijo...

Eso es verdad.
Oye, tu ya tienes que estar haciendo planes de vacaciones, no?

Anónimo dijo...

Estoy con Jano pero a mi lo de la temporada de lluvias ya me da yuyu.

jano dijo...

Carol, si llego a tiempo estiraté y mandame una postal de Angkor anda. Yo solo estuve un par de días cual tipical turist, pero me encantó, eso de sentirte Indiana, en pleno siglo XXI :). Bueno ya se que te va a costar mandar la postal lo mismo que una noche en el GuestHouse, pero por hacer un derroche de vez en cuando ...

Otro abrazo

Jano

Carol dijo...

Ya tenemos la postal en nuestro poder. Bueno,y unas cuantas más porque los niños de las postales nos ponen ojillos y así no hay manera.
Cuándo has estado tú por aquí? Sólo en Camboya? Queremos saber!

jano dijo...

Pues hace ya un par de años, organicé un viajecillo por Tailandia con mi hermano, cuñada, primos, etc. Y les convencí para escaparnos un par de días a Camboya, y creo que fue lo mejor. Angkor realmente impresionante y cuando coges un TukTuk para que te lleve a los templos más alejados y pasas por campos de arroz todos verdes, etc ... precioso!!. De hecho creo que me gustó más los dos días de Camboya que Tailandia ....

Vietnamitas en Madrid dijo...

Aunque hace ya algunos años de vuestro viaje, poco o nada ha cambiado en las 4000 islas del Mekong. El mismo rio, las mismas gentes y la casi nula infraestructura hotelera. Sin embargo un apacible y mágico lugar... nosotros tuvimos la suerte de que el tiempo sí acompañara ;)

Carol dijo...

Que ilusión que siga igual! No sé si será bueno para los de allí, pero la verdad es que me alegro de que todo siga al mismo ritmo y no se convierta en un Vang Vieng.