De los días que hemos pasado en Chiang Mai sólo merece la pena que hablemos de dos: en el que nuestros vecinos nos invitaron a su fiesta animista y en el que visitamos el mercado de San Patong. El resto han discurrido entre paseos, cafés y masajes en los pies. Esto es precisamente a lo que invita la ciudad, a que te relajes y disfrutes. Y eso hemos hecho. Ahora voy con esos dos días que han venido a compensar tanta tranquilidad.
La ceremonia animista la escuchamos desde la habitación del hostel y Alberto, que se había quedado con ganas de entrar en trance en la visita al templo de los tatuajes, se fue para allá a ver si había oportunidad. Volvió diciendo que nuestros vecinos nos habían invitado a la casa, así que cogimos las cámaras y nos fuimos para allá. En el patio habían montado una parte techada que habían llenado de ofrendas, otra parte la habían llenado de mesas y sillas, ocupadas por unas cien personas, otra por la orquesta y el espacio sobrante lo habían habilitado como pista de baile donde los más mayores daban vueltas al ritmo de la música. Alguien iba repartiendo alcohol y canutos enormes a partes iguales lo que hacía que a medida que pasaba la mañana se fueran sumando voluntarios para llenar la pista. Increíblemente, las que más le daban a los canutos eran las señoras mayores que luego se ponían a dar saltitos mientras giraban con los brazos estirados hasta que algún familiar, oliéndose el guarrazo, las rescataba y las llevaba de vuelta a la silla. A media mañana montaron una pequeña ceremonia alrededor de las ofrendas. No duró demasiado y quince minutos más tarde ya estaba sonando la música otra vez. Hice montones de fotos, pero no me ha dado tiempo a preparar más que un par.
A la que pararon a comer, decidimos escaquearnos y revelar las fotos que más podían gustar a la familia y por la tarde se las entregamos. No sabíamos muy bien si les iba a hacer ilusión o no, pero por la cara que puso la anfitriona cuando se las dimos y las peticiones para verlas, que le llovieron al instante, yo creo que sí.
La existencia del mercado de San Patong la descubrimos gracias a un mapa de Chiang Mai que compré y que recomiendo: Nancy Chandler's Map of Chiang Mai. El mapa sólo por lo bonito que es merece la pena comprarlo. Está lleno de dibujitos con los nombres de los restaurantes, las tiendas, los templos o los cientos de sitios de interés que tiene Chiang Mai. Además son varios mapas: el del centro de la ciudad, el del Warorot market, el del mercado nocturno y el de los alrededores de Chiang Mai. En éste último fue donde descubrí que los sábados ponían un mercado de búfalos en San Patong,a unos 30 kilómetros de Chiang Mai. Para ir nos alquilamos una moto el día anterior para salir muy temprano y llegamos al mercado a las 7 de la mañana. Lo único que sabíamos es que vendían búfalos de agua y motos de segunda mano. Luego vimos que además vendían vacas, casi más que búfalos, y ropa, comida y todo lo demás que uno suele encontrar en el mercadillo de un pueblo. La parte de las vacas era enorme. Para hacer fotografías tenía que pasar entre las vacas que de vez en cuando se cabreaban y la tomaban con lo que tuvieran más cerca. Por suerte normalmente era otra vaca. Las 3 primeras hileras de vacas las pasé, pero acojonada. A mi madre, que tarde o temprano leerá el post, esto le debe parecer algo increíble. Seguro que se acuerda de las veces que hemos visto las vaquillas del pueblo desde la última fila de la plaza, porque yo no me atrevía a bajar más. O de aquella vez que mi primo me dio 5 duros por bajar a la plaza vacía y en cuanto puse el pie en el suelo se puso a gritar: "que viene la vaca! que la sueltan!" y yo que me mataba por subir. Así que el otro día cuando las vi todas colocaditas en hileras esperando comprador fue como volver a esa tarde de agosto en la plaza de Torres de Albanchez. Esta vez no me jugaba 5 duros, pero sí unas fotos muy chulas de la parte del país que quería ver cuando vinimos aquí: lo que pasa en Tailandia cuando no hay un turista mirando. Echándole menos valor del que pensaba que tendría que reunir para seguir haciendo fotos acabé pasando la mañana entre búfalos, vacas y ganaderos. A estos últimos la cámara no les incordiaba, todo lo contrario, y me mostraban sus mejores reses para que las fotografiase. Había alguno que incluso me sugería composiciones y me colocaba los búfalos para que mirasen a cámara. Aquí está el resultado de lo que fue una mañana divertidísima:
1 comentario:
Jo, me estoy releyendo el blog y es que me lo estoy pasando pipa :-)
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