lunes, 28 de enero de 2013

El Indinglés, esa lengua


A este chaval, víctima de la confusión linguística, en lugar del tupé que pidió, le están rematando un tazón de libro.

Los keralenses de toda la vida hablan mayoritariamente el Malayalam (o Malabar, que es el nombre de la costa de Kerala). Por otra parte los inmigrantes que vienen de Tamil Nadur a ganarse unos durillos, que no son pocos, hablan el Tamil. Según ellos se entienden los unos a los otros hablen lo que hablen. Por lo que he visto en la Lonely, en un idioma “hola” se dice “namasté” y en el otro “namascar” pero yo debo tener muy mala suerte porque cuando digo namasté me responden namascar y viceversa.

De todas formas lo que te dicen la mayor parte de las veces los indios cuando te cruzas con ellos por la calle (especialmente si son niños) es “hi” “good morning” “how are you” “where are you from” o “what is your name”.Se supone que casi todos los indios hablan algo de inglés, no en vano los han tenido por aquí dándoles la tabarra hasta hace poquito. Hasta ahí bien, pero a partir de ahí la cosa ya cuesta un poco más y la comunicación se hace un poquito más difícil y un muchito más divertida. El inglés indio, o indinglés, es básicamente una alteración del original en el que hay que meter todos los “tr” que se puedan en el mínimo espacio de tiempo a la par que se balancea la cabeza y se repiten los conceptos básicos dos veces. Si en lugar de balancear la cabeza balancean la mano como diciendo “así así” es que la cosa está complicada. Si balancean sólo la cabeza es que no hay problema, de una forma u otra se soluciona la cosa.

Ejemplos prácticos:
  • “I don't have your booking because I haven't checked my email in the last 3 days” en indinglés sería algo así como “I trdont have trour trbooking trbooking, intrernetr closed closed because wtrekeend”
  • “I don't understand what you are saying” “I don't know what kind of bird is that one” “I don't know why that man is so small” se pronuncian todos “laterr laterr” especialmente cuando hablas con guías en trekkings y similares.

En cuanto a los apelativos personales, lo más normal es que te traten de “Sir” o “Madam”, con la excepción de Rashá, el amigo de Shinny (ver post de Munnar) que me llamaba todo el rato “Whiteman” (hombre blanco) lo cual mola muchísimo más.

Respecto al castellano hemos encontrado estas pequeñas diferencias:
  • “Parapara” significa en realidad “Tira tira” y lo usan principalmente los conductores
  • “Va” significa “Vengo”.
El resto es más o menos igual que el castellano cuando te acostumbras. Yo he visto películas indias de los 70 en la tele y lo he entendido prácticamente todo, menos los trozos que hablaban en inglés.

domingo, 27 de enero de 2013

Los munnarenses

Iglesia de la plantación de Kanniamally

En caso de que, sólo con leer el nombre el restaurante Chrissie's no haya quedado claro, explico que estamos en Kumily, a 10 minutos andado de la Reserva Natural de Periyar. Debido al surrealismo imperante en India, nos es casi imposible contar las cosas de manera cronológica o con algún tipo de orden. La última vez que lo intentamos estábamos saliendo del hotel Blue Bells en Munnar. 

Con la esperanza de que nos dieran al menos una sábana de matrimonio y poder dormir tapados, decidímos aumentar nuestro presupuesto a 5.000 rupias diarias y mudarnos al Tea Sanctuary, una casa colonial perteneciente a la Kannan Devan Hills Plantation. Esta compañía pertenece a Tata, que son los que poseen todas las plantaciones de té de la zona y los que parten el bacalao aquí en India.

Porche de la casa, perfecto para sestear

La casa, de unos 300 m2, era compartida entre tres habitaciones de invitados y las de los guardases de la finca, que nos trataron a cuerpo de rey. La mayoría del tiempo la tuvimos para nosotros solos, así que el único ruido que nos despertaba por las mañanas eran los pajaritos, el gallo (que nunca falta) y los langures de alrededor. A las 6:30 nos poníamos en marcha y nos recorríamos las plantaciones que rodeaban la casa andando. 

Como en la propia plantación viven los trabajadores que recogen las hojas de té, podíamos visitarlos cada mañana. La mayoría son tamiles, de la región contigua a Kerala. Por lo que nos han contado, llevan generaciones viniendo a trabajar el campo a Kerala. Tata les proporciona alojamiento, les paga la luz, agua y la atención médica. Hablan tamil, que es ligeramente distinto al malayalam que se habla aquí y, aunque la mayoría son hinduístas, también los hay cristianos. De hecho nos sorprendió que, pese a que no había muchas casas, las de los cristianos y los hinduístas estaban bien separadas por un terraplén,  y sus sitios de culto bien alejados el uno del otro.

En uno de esos paseos conocimos a Shiny que, a sus trece años, tenía más desparpajo que Alberto y yo juntos a los 25. Nos invitó a su casa a tomar té, nos hizo comernos todos los bollos que su madre sacó y nos obligó a volver al día siguiente.

Como era todo tan bonito y tan bucólico, no hemos podido evitar incordiar a todo el mundo y hacer montones de fotos. También es cierto que nos las pedían y nos llamaban a lo lejos para que hiciéramos más. Al final, como ya teníamos a medio pueblo en foto, decidimos bajar a Munnar, que nos pillaba a unos 7 kilómetros y buscar un sitio donde nos hicieran copias para poder darlas a los fotografiados.

El padre, madre, hermana , vecinitos, prima de Shiny, y ella, con la capucha sobre los hombros
Memory stick en mano nos plantamos en el Siva Studio que, amén de estudio de fotos, hacía las veces de copistería local. El señor Siva, el doppelganger hindú de Eduardo Mendoza, tenía las paredes recubiertas de sus obras retratísticas, que básicamente eran variantes de los retratados sobre 3 fondos: paisaje de lago azul chillón, montañas verde fosforito con cielo azul chillón y montañas verde fosforito con cielo azul chillón y cabra. El señor Siva, cuando yo llegué, departía con un cliente animadamente sobre las maravillas de su técnica con el photoshop. Al percatarse de la presencia de un nuevo cliente, me hizo un gesto de "te atiendo ahora mismito" y tras 5 minutos más de charla, un par de paseos afuera y adentro del estudio, otra charla con la señora del cliente anterior, por fin me tocó el turno. Yo, emocionada por la rápida atención del señor Siva, le entregué mi memory stick, donde guardo todas las fotos que voy haciendo, y le dije: "de esas de ahí, hágame 2 copias de cada una". En señor Siva, agradeciendo la confianza depositada en él y avalado por los años de experiencia en impresión a color, hizo un click derecho-abrir con-Photoshop, con mi primera foto. Acto seguido, al aparecer el rostro sonriente de una recogedora de té en la pantalla, decidió que mi encuadre no era el correcto y, con un gesto rápido de ratón, seleccionó otro que le parecía más interesante y recortó la foto. Así, sin parpadear. A continuación, se alejó un poco de la pantalla, comprobó que efectivamente era una mejora necesaria, para al momento volver a inclinarse sobre el monitor y atacar la foto de nuevo en algo que estaba pidiendo ayuda a gritos: el contraste y el balance de color. Ahí yo, que me había estado mordiendo los nudillos durante la modificación anterior, ya no pude evitar saltar: "oiga, el color no me lo toque eh". El señor Siva dio un respingo en su silla pero sin soltar el ratón "no color correction?", como no dando crédito a lo que acababa de oír. Al confirmarle que no, aceptó con cara compungida lo que era claramente un ataque a la base de su negocio: el aumento de la saturación, y con un balanceo de cabeza de resignación siguió imprimiendo las fotos. Aún así, sin poder evitarlo, en cada una recortaba unos 10 o 15 pixeles de cada lado. Al abrirlas, me miraba de reojillo, con el pulso tembloroso, por si yo flaqueaba y le dejaba ponerlas como son las fotos bonitas de toda la vida.

Con el lío del retoque al día siguiente tuve que volver a recoger el memory stick, que me acabé olvidando. Nada más verme el señor Siva me felicitó por las fotos del memory stick (que eran todas mis fotos del viaje). Salí de allí preguntándome si, además de haberse tomado la libertad de mirarse mis fotos y confesarlo sin ningún pudor, además le habría dado por "mejorármelas".

Bichejos de alrededor de la casa: ardillas malabares y langures de Nilgiri

Kalarippayat


Ir a dar un paseo por los bosques de Periyar para ver tigres y elefantes salvajes (sin éxito, claro) no tiene precio. Pero que el mismo guarda al que le suena el móvil en medio de la selva con el tema de “Superdetective en Hollywood” a todo trapo te haga una demostración improvisada de Kalarippayat a la hora de la comida ya es insuperable.


Por cierto, dicen por aquí que el arte marcial Kalarippayat típico de Kerala es el primero de todos los que se inventó y que un tal Boddidharma se lo enseñó luego a los monjes chinos Shaolin que lo transformaron en el Kung-fu. Por su parte los chinos dicen que tararí. Asiasido no toma parte en la disputa, pero desde que leímos en un museo de Kochin que un rey de Kerala pregrinó a la Meca en el siglo III para convertirse al islamismo (adelantándose en algunos siglos a la invención del mismo) ponemos un poco en duda lo que dicen por aquí.

Crisis en el Chrissie's


Ayer era nuestro aniversario, así que para celebrarlo nos fuimos primero a hacer un trekking de 8 horas por la montaña y luego a cenar al restaurante más lujoso de Kumily, el Chrissi's Café.

AVISO: Para entender el siguiente post es conveniente haber visto algunos sketchs de los Monty Python.

Como la ocasión lo merecía buscamos un sitio en el que tuvieran platos de a más de dos euros y eso aquí es sinónimo de cocina de importación. En el Chrissi's, que es el restaurante de un hotel, vimos que tenían hummus, pizza, pasta y otros lujos, así que dijimos “esta es la nuestra”. Entramos con nuestras mejores galas, subimos al piso superior, muy elegante, y allí nos colocamos en la mesa que mejor nos pareció. No había nadie más, estaba totalmente vacío. En un anexo al fondo unas escaleras llevaban a lo que parecía la zona de los camareros. Tres hombres estaban sentados allí charlando tranquilamente. Cuando nos vieron sentarnos en la mesa uno de ellos, curiosamente parecido al Jemaine de los Flight of the Conchords pero en Indio, se levantó corriendo y nos dijo “No, no, por favor, son dos y se han puesto en una mesa de cuatro. Miren, allí hay una mesa de dos y allí otra. Por favor, luego pueden venir otros clientes y es mi obligación organizarlo todo para la satisfacción de los usuarios”. Alarmados ante la posibilidad de que una avalancha de clientes de última hora (el restaurante cerraba en una hora) nos aplastara o de que al único camarero germánico de la india le diera un síncope decidimos movernos hacia una mesa de dos.

Comedor del Chrissi's. Al fondo, el altar de Jermaine


Carol aguantando la risa
Tras algunos minutos de impasse en los que Jermaine posiblemente estuvo comentando la jugada con sus dos amigos (“estos extranjeros son de un informal que asusta, yo no se que hacer con ellos...”) nos bajó la carta. El menú efectivamente tenía pizzas, pasta, comida de oriente medio y otras delicatessens poco frecuentes en la India, pero por desgracia sólo podías elegir dos platos por día. Es decir. Si era Martes o Jueves podías pedir pizza o un pancake. Si era Lunes o Miércoles hummus y nosequemás. Ayer era Sábado y pudimos elegir entre Tagliatelle y Lasaña de espinacas. Tras una breve pero intensa deliberación decidimos pedirnos unos Tagliatelle (tallarines con tomate) y la Lasaña de espinacas. A Jermaine debió parecerle que la elección no era tan sencilla, porque nos dio tiempo para leernos el Mahabarata varias veces mientras hablaba con sus amigos/aprendices/discípulos. Como no bajaba, le llamé: “Por favor, podemos pedir ya?” “Dadme un minuto, que ahora voy”. Tras dos o tres minutos de cháchara con los colegas (“Ya verás como voy y aún no se han decidido, es que se creen que lo tienen claro pero luego les surgen las dudas en el último momento y yo venga a aguantar mecha... “) Jermaine se levantó, se metió por una puerta que tenía por allí, volvió a salir, bajó las escaleras, dio varios paseos por la sala (recuerdo:VACIA), pasando varias veces por detrás nuestro. De vez en cuando se paraba en algún punto, como si se hubiera calado, y miraba algo que nosotros no conseguíamos identificar. Cuando volvió a arrancar se metió en la “Staff room” que había detrás nuestro, volvió a salir, volvió a subir las escaleras, comentó algo más a los acólitos, se metió por la puerta otra vez y como por arte de magia se materializó por las escaleras de detrás nuestro, justo en la otra punta de la sala. Los últimos escalones los bajó a toda prisa, con un salto, creemos que para impresionarnos. El tupé ondeando al viento en toda su majestuosidad, en sus labios una sonrisa de triunfo. En su “OK, are you ready to order?” brillaba una respiración calmada, llena de paz, en absoluto alterada por el último sprint. En una mano llevaba un lápiz y en la otra una libreta. Una luz celestial rodeaba su tupé como un halo. Podía ser la lamparita del techo, pero creemos que se trataba de una señal divina, una bendición, que sólo el elegido por “Mahutmaburiyastan”, el diós hindú de los camareros, era digno de recibir.

Una vez hecha la comanda nos dispusimos a disfrutar de lo que se preveía una velada interesante. Al cabo de un rato llegaron otros dos comensales, franceses, que se sentaron en la misma mesa de cuatro que habíamos elegido. Yo estuve a punto de decirles que se cambiaran de mesa si no querían causar un conflicto, pero al final me retuve porque a esas alturas ya se me habían soltado algunos lagrimones de risa y seguramente no quedaría creíble. Por algún criterio que no conseguimos descifrar esta vez Jermaine no puso ningún reparo y les tomó nota sin prestar atención al desajuste cósmico que estaban causando. Al cabo de un rato nos trajo nuestros manjares (que para ser sinceros estaban bien buenos) y recibió a otros tres clientes. A partir de ahí la situación se le descontroló y empezó a venirse abajo. Teniendo en cuenta que tenía unas probabilidades de acertar la mesa con el plato del 50% y que consiguió arreglárselas para equivocarse todas las veces de mesa, tiene mucho mérito. Yo lo tenía de espaldas, pero Carol me lo retransmitía sin perderse una. Los dos acólitos también seguían la situación desde la planta de arriba, atentos a las enseñanzas de su swami.

Como nos lo estábamos pasando muy bien y no habíamos conseguido gastarnos más que siete euros en nuestra comida especial decidimos pedirnos un postre. Llamamos a Jermaine, que bajó a la velocidad de la luz, en menos de siete minutos. Le preguntamos si podíamos pedirnos un postre y nos contestó “Sí, claro” y se fue igualmente rápido. Pensamos que iba a traernos la carta, pero al cabo de veinte minutos de verle dando vueltas aleatorias por el local ya vimos que no, que sólo había bajado para contestarnos a la pregunta. Carol aprovechó un momento en el que estaba reposando del esfuerzo de sus paseos en el altar con los acólitos para acercarse a las escaleras y pedirle el menú de postres. Jermaine, alarmado por la extravagante actitud de Carol bajó a toda prisa hasta el punto que se paso de frenada y su rostro quedó a veinte centímetros del de Carol. “Yes Madam?”. Al cabo de quince minutos ya teníamos el menú en las manos.

Nos pedimos algo para compartir que no recuerdo, pero que resulta que era lo único de la carta que no tenían. Jermaine se excusó “es una pena es una pena” y nos dijo que tenían un brownie de chocolate magnífico y no se que más. Carol se pidió un crepé con platano y yo el brownie. Cuando nos los trajo puso sólo un tenedor para los dos. Yo le sostuve un poco la mirada a ver si se trataba de un desafío o algo, pero no, en su rostro iluminado por Mahutmaburiyastan no se veía ninguna maldad. Así que se fue y empezamos a comernos el postre, intercambiándonos el tenedor de vez en cuando. Mi brownie era un bizcocho de los de Nestlé de toda la vida, aunque tengo que decir que a mi me salen menos secos y requemados. El crepé de Carol era un crepé enrollado con un plátano dentro. Mi pastel estaba salado por los lagrimones, pero eso no era culpa de Jermaine (o sí). Al cabo de tres intercambios de tenedor Jermaine, que lo observaba todo como un águila desde su altar, soltó un “NOOOOOOOOOOOOOOO” que detuvo el tiempo. Yo me quedé con el tenedor en la mano, con un trozo de brownie ya pinchado a punto de entrar en mi boca. Todos los comensales del local, los cinco, se giraron para ver como Jermaine bajaba las escaleras mientras su grito aún resonaba en la sala, cogía un juego de cubiertos completos y nos los ponía en la mesa mientras se deshacía en disculpas. Nos costó muchísimo acabarnos el postre, es muy difícil comer y llorar de risa a la vez sin atragantarse. Cuando acabamos pedimos la cuenta, le dejamos casi un euro de propina (la cuenta eran 11 €) y nos fuimos.

Jermaine, seguramente abrumado por nuestra generosidad, nos persiguió escaleras abajo. “Sir, Sir!”. Al darme la vuelta me hizo entrega de la botella de agua que nos habíamos pedido, a la que aún le quedaban casi dos dedos. Satisfecho por el deber cumplido regresó a su altar, donde con toda seguridad explicó alguna parábola o moraleja a sus acólitos.

Las Farolas de Kumily

Cada día a las 8 de la mañana y a las 8 de la tarde aproximadamente apagan la luz en todo Kerala, se supone que para ahorrar energía. La gracia está en que el apagón te pille ya en el hotel para no caerte en alguna zanja o comerte alguna vaca sin querer. Pero las medidas del gobierno van más allá y han diseñado un sistema de control del alumbrado público retrofuturista que nos ha dejado picuetos. Aquí va.


miércoles, 23 de enero de 2013

Update para nuestras madres: Seguimos comiendo

De postre, pera
En Munnar nuestro gasto medio por persona y comida ha bajado de 4 a 2,5€ aproximadamente. La calidad y abundancia de la comida no ha bajado, pero nos han desaparecido los cubiertos, que aquí no se llevan. Lo suyo es comer con la mano directamente. Como nosotros no nos apañamos usamos una cuchara sin que nos vean. Como contrapartida podemos decir que el servicio es impecable. Los cafés, tés, y platos vienen todos con su temperatura justa: el camarero se encarga personalmente de comprobarlo metiendo el dedo en todos y cada uno de ellos. También le sirve para poder llevar cinco a la vez en cada mano, pero eso es secundario. Las servilletas de papel también nos vienen manchadas de antemano para que no perdamos el tiempo ensuciándolas y nos pongamos como gorrinos lo antes posible.

Thali, chicken masala y roti: 2,5 euros
Es increíble, pero todo nos parece que está buenísimo. No siempre nos traen lo que pedimos, a veces no sabemos ni lo que es (“oye, este plato con cosas rojas no lo pedí ayer y era verde?”) pero siempre está bueno. Nos estamos poniendo más focotrones de lo que vinimos, y empezamos a estar preocupados de verdad, ya no podemos acabarnos el plato...

Las Castas explicadas facil


Casta Philip Banks
Si esperáis entender como funciona lo de las castas en la india, éste no es vuestro post. Yo creo que no se aclaran ni ellos. Entre que hay hinduístas, musulmanes, cristianos, que el partido que manda es comunista, que tienen más razas y colores que en el resto del planeta junto... Es imposible saber como va lo de las castas en plan técnico. Yo, por lo que he visto, me parece que más o menos va así:

Casta Philip Bank
Para el que no lo recuerde, es el tío gordo del príncipe de Bel Air. Aquí si te encuentras uno así, ojito, porque es de los que manda. El tío de la oficina de la plantación y el capitoste del mercado de Munnar (que nos pidió que le tiráramos una foto del estilo de las que le tiraban a mi padre en el colegio allá por los cincuenta) pertenecen a esta casta. Son gordos, calvos, llevan camisa blanca inmaculada y una barba recortada distinguida. Normalmente saben de lo que hablan. Si están delgados, no llevan camisa o tienen una barba más larga y descuidada de lo normal pueden ser brahamanes hinduístas, y si hay muchos, igual es una reunión religiosa. Si son de los últimos cuidado, porque no se les ve con mucho sentido del humor (esperamos desmentirlo próximamente).
Casta Carlton Banks
Aunque aparentan ser jefecillos se quedan en un quiero y no puedo. Llevan bigotillo y van repeinados. Es fácil imaginarlos bailando al compás de “It's not unusual”. Suelen llevarte al desastre más absoluto. Frecuentan recepciones de hoteles y suponemos que también cargos administrativos. Usan el balanceo de cabeza para despistarte de las tonterías que están diciendo. Peligrosos.
Casta Minúscula
Seiva me dijo “luego te lo cuento” cuando le pregunté por esos señores y señoras tan bajit@s que hay en Kerala, así que de momento me he quedado con las ganas de saber si son casos de mala nutrición, o si son una casta o una raza o vienen de algún sitio concreto. Pero son como duendecillos. Me tienen intrigadísimo, seguiré investigando. Igual me parten la cara.
Casta de los Currantes
Son la inmensa mayoría. Llevan el bigotillo de rigor, pero no se dan aires como los Carltons. Pueden llevar un tuktuk, esperar en la puerta de un hotel, trabajar en el mercado, en los campos de té... Aunque de entrada parecen seriotes a la que les sonríes un poco te devuelven la sonrisa, te piden que les tires fotos, se echan unas risas, etc...
Casta de los Sinbigotillo
De momento sólo he conocido un ejemplar, el señor del Family Stay de Cochín. Extrapolando “un poquito” puedo afirmar con rotundidad que los que no llevan bigote ni barba son un poco más modernos que el indio promedio y te pueden dar información útil sobre lo que pasa por allí.
Casta de los Domingueros
Son lo peor de lo peor. Los domingueros españoles de los 70-80 no eran nada comparados con estos. En serio, si los ves, huye. Refúgiate en un hostel de mochileros si hace falta.

Nuestro hombre en Munnar

Plantaciones de té de Munnar
 Por lo que estamos viendo, en la India lo de organizar las cosas por Internet es poco menos que un suicidio. Aquí no hay una relación directa entre los negocios que se anuncian en la red, o los que se anuncian en las calles, y la realidad. Parece que lo mejor es tirar de móvil y preguntar las cosas in-situ, pero claro... si en persona ya es difícil entender más de un 20% de lo que te dicen, por teléfono es imposible. La solución pasa por hacerse con un “agente local” que pueda guiarte en los procedimientos del enemigo y vencerlos con sus propias armas. Al agente no se le regatea, aunque se acabe pagando un poco más, la confianza tiene que ser ciega y mutua, una simbiosis perfecta.

La mejor forma de hacerte con un agente es quedarte parado con cara de guiri despistado en la parada de tuktukeros. Varios de ellos te ofrecerán repetidamente sus servicios y tu sólo tienes que seleccionar al que te parezca más avispado, o más simpático, o lo que sea. No te preocupes si no hablas inglés. En caso de que lo hables, tampoco te preocupes. Es un poco indiferente. Una vez seleccionado un tuktukero le pides que te lleve a un sitio relativamente cercano (previo acuerdo de precio) y compruebas como es de fiar. Si es el hombre que buscas, en los dos minutos que dure el trayecto te habrá ofertado todo tipo de excursiones y servicios. Si te cae bien y consigues entenderte con él, puede ser tu hombre. Si no, pruebas con el siguiente tuktukero.
Aquí hay que hacer un inciso. Los tuktukeros indios, como el resto de sus compatriotas, son algo peculiares. Si levantas la mano para intentar parar a uno que ya esté deambulando por la carretera lo máximo que conseguirás es que te devuelva el saludo. Si lo haces de lejos es posible que te esté saludando y poniendo cara de “¿de que conozco yo a este tío?” hasta que te alcance, pero no se parará. Si tu hotel está a varios km del pueblo, no confíes en que vas a poder parar alguno por la carretera e inicies la marcha porque igual te chupas unos cuantos kilómetros a pata.

Jornaleros tamiles
Sigo. Nuestro hombre en Munnar se llama Seiva y es el jefe (bueno, en realidad es el subsubjefe, pero le dije que en el blog le pondríamos de jefe) de “Great Thing Tourism Promotars Munnar”. El lema en su tarjeta de visita reza “Cofidence is God!”, así como suena. La web http://www.greatthingsadventuretourism.com aún no he podido verla, pero espero que sea más bonita que la tarjeta. Bueno, el diseño no es lo suyo, pero como agente local es de los buenos y podéis contactar con él para que os haga de tuktukero oficial, os llame a los hoteles que han ignorado vuestra reserva online, os haga de guía para treks o cualquier otra cosa que necesitéis. Su teléfono es el +91 9447835737. Gracias a Seiva nos hemos marcado un trekking de 4 horas que han acabado siendo 6 a través de campos de té y montañas de la zona y nos hemos llenado los bolsillos de especias y semillas frescas: cardamomo, te, café, canela arrancada directamente del árbol, etc...

La excursión ha valido mucho la pena (y ha costado unos 5€ por cabeza) y sólo nos hemos arrepentido de no habernos echado más protector solar y un gorro como dios manda. Aunque en la sierra de Munnar hace frío por la mañana (nieva de vez en cuando, según nos ha contado Seiva, no en vano al parecer es la plantación de té más alta del mundo) y la neblina que sube de los campos de té da la falsa sensación de que esté nublado, el sol acaba quemándote sin que te des cuenta. 

Seiva nos ha contestado a casi todas las preguntas que le hemos hecho. A otras comprometidas como “que pájaro es ese?” nos ha respondido con cosas como “ermmm sí, luego ya os lo digo... “ o “es el Sonido de la Naturaleza”, lo que no ha hecho más que reafirmarnos en que hemos elegido bien a nuestro agente. No se trata de que sea un empollón, sino de que sepa buscarse la vida y de que esté dispuesto a jugársela por ti. Buscar ofertas last minute de hoteles en árboles (las hayas pedido o no), ofrecerse a tiraros fotos cuando os ve apurados, meterse dentro del hueco de un árbol para demostrar que no hay arañas, llevarte un buen desayuno al trek, meter a 7 en un tuktuk para 3 cuando no hay más remedio... Eso sí. Tiene que hacerlo todo con una buena sonrisa y responder a lo acordado. En nuestro caso la verdad es que ha cumplido con todo y hemos quedado encantados, así que lo recomendamos si pensáis visitar la zona y todavía no tenéis un agente local.

Plantaciones al norte de Munnar

Blue Bells 1 - Asiasido 1

Resumen de situación: Teníamos una reserva en el hotel Blue Bells para tres noches, pero el Carlton del hotel (ver siguiente post “Castas”) nos dijo que como los del portal de reservas de Internet no trabajan en fin de semana ?¿ no habían recibido la reserva y sólo tenían disponibilidad para dos noches, pero que nos darían una habitación superior por el mismo precio.

Notas de la primera noche:
– La sábana no llega hasta los pies porque es de cama individual puesta a lo largo. A alguien le ha dado pereza ir a buscar la correcta.
– El camino hasta “la silla del wifi” se complica cuando se hace de noche y se va la luz.
– La red wifi se llama “Glenmore”. El hotel más cercano también. ¿Casualidad? ¿Serendipia? Me imagino al tío que rellenó la ficha del sitio de reservas: “Wifi en las habitaciones... urmmm... Igual se refieren al hotel de al lado. Voy a poner que sí.”
– La “paz y tranquilidad de la naturaleza en acogedores bungalows” y las pelis de bollywood en la tele de los del vecino no son muy compatibles. Horas de sueño:4 (Carol más porque duerme con tapones)
– Al chico del servicio de habitaciones le han hecho creer que trabaja en el Raffles de Singapur. Qué porte y qué maneras. Lástima que no se acuerde de traerme el agua hasta dos horas después de acabar de cenar.

Notas de la segunda noche:
– Una habitación Superior es una habitación que está justo encima de una habitación Inferior. Se accede mediante escalera. Los de la habitación inferior siguen teniendo tele, así que no ganamos nada.
– Los de la habitación superior de al lado tienen tele y les gusta dejarla encendida toda la noche. O eso o tienen un radiocasete con canciones indias.
– La música india, para el que no ha tenido el placer de disfrutarla es, según Carol, “como lo
que hacía Joselito cuando aún no había cambiado la voz pero ya se había metido en el mundo de las drogas”
– Las habitaciones Superiores gozan de mejores vistas, eso es verdad. Desde nuestra terraza Carol estuvo comprobando como los domingueros de la habitación de abajo dejaban su terraza como un estercolero en menos de 20 minutos. También vio un pedo indio en directo y perfectamente coreografiado que va a tardar en olvidar.
– Los domingueros indios se pasan la noche debatiendo que si Ganesh es más fuerte que Shiva a voz en grito. Tiempo de sueño: 2 horas máximo.
– La música india, cuando la oyes el rato suficiente y en un estado de privación de sueño adecuado, es de comprensión universal. Yo le ponía letras de Enrique y Ana.
– El chico del servicio de habitación nos trajo uno de los tres platos que le pedimos. El agua ya no nos la trajo. Alguien debería decirle que llevar una camiseta de un equipo de fútbol por encima de la camisa de vestir no es del todo elegante para el Raffles.

Y a las 6:30 de la mañana siguiente nos íbamos de trekking... Por suerte ya habíamos encontrado y reservado otro hotel (a través de Internet también, como ya no era fin de semana...), así que dejamos todo preparado, llevamos las cosas a la recepción, despertamos a Carlton (que estaba durmiendo en el cuarto de las maletas) , al del Jeep y nos fuimos de trekking toda la mañana con un guía que habíamos contratado el día anterior. A la vuelta, Carlton ya estaba más despierto y nos dijo, al ver que nos íbamos “Oye, habíais reservado para tres noches, no?” “Hombre, sí, pero nos dijiste que para hoy no teníais sitio, así que hemos buscado otro hotel. Ah, ya ya... bueno... es que eso os lo dije el otro día, aquí en la india las cosas cambian muy rápido. Como ya habéis pagado las tres noches... Tenemos una habitación que...” Yo le dije al hombre que no, que no habíamos pagado ninguna noche porque el portal de Internet que supuestamente no curraba en fin de semana ya nos había cancelado la reserva, y que nos quedaban dos noches por pagar. Carol me dedicó una de sus miradas fulminantes y le dijo “A ver, si el único que has hablado con ellos eres tú, Carlton. Tu sabrás si hemos pagado o no”. Lo bueno de no entenderse para nada con los indios es que es reciproco y te da la oportunidad de desdecirte sin problemas. Carlton nos insistía “Bueno, no pasa nada, dadme el teléfono del sitio que habíais reservado para hoy que ya les llamo yo para decirle que os quedáis aquí otra noche, a ver si se van a quedar esperando...”. Yo ya me veía otra noche más sin dormir, así que le dije claramente que nos queríamos pirar porque no había pegado ojo en dos noches y ya parece que se convenció. Nos dedicó su mejor ladeo de cabeza y “okey okey” y nos dio la mano para despedirse entre sonrisas. En el jeep Carol me confirmó que tenía pinta de que nos habíamos ido sin pagar. Chúpate esa, Blue Bell.

En la carretera principal nos esperaba Seiva, “nuestro hombre en Munnar”, en su tuktuk.Salimos a la carrera hacia el nuevo hotel, la “Tea Sanctuary Plantation”, que se suponía que estaba a unos cuantos km carretera arriba. A los pocos metros paramos para que Seiva mirara bien la dirección porque no le sonaba el nombre. La dirección era algo así como “Campos altos de Munnar”. Les llamó por teléfono. No lo cogían. Nos empezó a caer la gota por la frente. Nos veíamos sin hotel. Seiva fue tirando para arriba a ver si se inspiraba y al cabo de unos km volvió a llamar. Esta vez lo cogieron y nos pasó el móvil. Ni idea de lo que nos decían. Se lo pasamos a Seiva para que se apañara en tamil. “Me preguntan que como se llama el hotel que habéis
reservado, que si venís de una agencia de viajes...” y otras cosas inquietantes. Al cabo de un rato cuelga y nos dice que es que no habían mirado el mail (en dos días), y que ahora están comiendo y que no podemos ir aún, que comamos nosotros y vayamos en una hora. Hablamos de un hotel carero carero que en la web parecía sacado de “Memorias de África”, pero al parecer las cosas en la India funcionan así. Ya nos veíamos en BlueBell 2.

Total, que comemos (yo, ante la duda de si iba a volver a cenar ese día y entendiendo la filosofía de mi cuñado David, pedí dos platazos) y nos vamos para la plantación. Pero a la entrada de Munnar, Seiva nos para en algo que parece una comisaría, nos dice que bajemos y que pasemos a una habitación blanca en la que un Philip Banks (ver “Castas”, más abajo) nos hace sentar en dos sillas. Al cabo de un minuto vuelve a entrar y nos dice muy serio “Así que vais a la Tea Sanctuary Plantation, no? Y habéis reservado por internet, no? Y os va a llevar este señor de aquí fuera, no?” Decimos que sí, todo compungidos, y nos responde “Pues hale, marchando”. Nos despacha y listos. Todo raro raro raro.... Pero bueno, subimos al tuktuk y marchando para el Sanctuary, que lo contaremos en otro post a la que podamos.

lunes, 21 de enero de 2013

Incredible India!

Fort Kochi
Con la inocente lógica del que no ha viajado a este país, como es la nuestra, se nos ocurría que, si por 4 euros podías encontrar alojamiento, pagando 40 éste sería diez veces superior al anterior. Tres días en India y hemos salido solitos de nuestro error.

Hoy, tras 4 horas de curvas, hemos llegado a Munnar, un pueblo en la montaña rodeado de plantaciones de té. Para llegar hemos cogido un ferry desde Fort Kochi a Ernakulam, un autorickshaw y un autobús: en total un euro y medio cada uno. Para que os hagáis una idea de que 40 euros aquí son una pequeña fortuna.

Ferry de Fort Kochi a Ernakulam
En Munnar habíamos reservado el día anterior una habitación para 3 noches en el Blue Bells Trail Resort, unos 40 euros la noche. Todos los que encontré de precio inferior a éste iban acompañados de comentarios estilo "el sitio es una pocilga", "las fotos son, como poco, engañosas". En el caso del Blue Bells la mayoría eran comentarios positivos y sólo alguno parecía haberse ido descontento. 

Tres horas después de contratarlo, los del portal de reservas ya la habían liado y habían duplicado la reserva. Al intentar contactarles por teléfono, viendo que no respondían decidí solucionarlo al llegar hoy al hotel. Y eso he hecho. Nada más entrar por la recepción, le he explicado al recepcionista que es posible que le hubiera llegado nuestra reserva por duplicado. Él se ha apresurado a tranquilizarme y a explicarme que ni por duplicado ni de ninguna manera, que él no tenía constancia de mi reserva. Según él, los de internet no trabajan en fin de semana, así que igual mi reserva llegaba el lunes o el martes. En cualquier caso, tampoco tenía disponibilidad para los 3 días, pero yo, que no me preocupase, que mañana él lo arreglaba todo. Al fijarse en los detalles de la reserva ha visto que ponía "1 persona", en lugar de dos (cosa que aún no me explico), y me ha puesto cara de "ah, pues de poner esto mal va a venir todo el lío seguro". Para que nos quedásemos más tranquilos nos ha dicho que nos habían hecho un upgrade a una habitación mejor y nos ha acompañado escaleras abajo, atravesando el jardín, a nuestra habitación. Las ventajas de ésta respecto a la habitación inferior no nos han quedado muy claras, pero creemos que podrían ser la esterilla de baño con chorretones de pintura blanca, los dos cerrojos extra en la puerta de entrada (uno de ellos a unos 15 centímetros del suelo) o las inmejorables vistas a los cacharros sin fregar del desayuno, que se apilan por docenas justo enfrente de nuestra ventana. En éste caso el recepcionista no ha venido a asegurarnos que para mañana estarán fregados, lo que nos ha dejado un poco intranquilos.

La barra de la ducha, al ser una habitación tipo superior, aún conserva el plástico de fábrica


Mientras Alberto se ha quedado a descubrir por la peor de las vías que se habían olvidado poner papel higiénico, yo me he ido a resolver asuntos pendientes con el recepcionista. ¿Desde aquí se puede hacer un trek? Sí ¿Desde dónde sale el camino? Uy, por ahí, más o menos ¿Por allí exactamente? Sí, más o menos sí ¿Cómo puedo conectarme a internet (en la web anunciaban conexión a internet)? …. (silencio también más o menos largo) ¿En la habitación no pillas el wifi? No ¿Y en éstas escaleras (las de patio)? Pues no sé. Me traigo el iPhone. ¿Aquí hay? No. Tres pasos arriba se tiene que pillar fijo. ¿Aquí? Urmm…no. ¿Más arriba? No sé, bueno, yo te doy la contraseña, me dice. Se saca del bolsillo un papelito lleno de números de teléfono y lo empieza a mirar a ver si ve un hueco donde apuntarme la clave. Como ni lo encuentra ni parece que lleve boli con qué apuntar, ni aparece la conexión por ningún lado, se empieza a poner nervioso.

Mercado de Munnar
 Se le ilumina la cara de pronto: Espera, que vamos a ir a la silla del wifi(¿?), me dice. Andamos por un camino en medio de la jungla hacia una cabaña con una mesa dentro y varias sillas. El recepcionista retira una y me dice: Siéntate aquí, que en esa silla hay wifi. Yo lo intento, pero nada: No veo ninguna red. Qué raro, porque en esta silla se pilla siempre. Yo: ¿Pero dónde tenéis el router? Pues está por allí, vamos al wifi. Andamos por entre las barracas de los empleados, bajamos a un riachuelo, lo cruzamos, entramos a otra finca, un caminito más, nos acercamos a una pérgola y de pronto, el wifi! Le aviso y él me sonríe "lo sabía, sabía que aquí habría wifi". Me dice: "Bueno, tú conéctate que yo me quedo por aquí esperando" y se va a hablar con el dueño de la casa, el que parece que nos está prestando la conexión. Cuando termino, se acercan los dos con una bolsa y me llevan a dar de comer a los peces del estanque del vecino. Me han dicho, para tranquilizarme, que puedo ir cuando quiera.

Actualización: este post lo escribí ayer. Hoy, para aprovechar el exquisito alojamiento, hemos decidido pasar el día fuera, en Munnar. Ya nos conocemos todas las tiendas, los mejores garitos para tomar té masala y hemos hasta hemos desayunado un par de veces. Las fotos de justo al lado y justo debajo son del mercado.





domingo, 20 de enero de 2013

Sesteando en Kochi



Tras un año y pico sin postear nada volvemos a la carga en Kerala, al suroeste de la India. Entre el anterior post y éste hemos estado por Corea, Hong Kong y Taiwan, pero no nos ha dado tiempo de escribir nada o nos ha dado pereza. Por petición popular de nuestros DOS lectores (el de Burgos y el de Mataró), y espoleados por la imprevista competencia de Sanchez Dragó hemos decidido sacrificar una de nuestras tres siestas diarias para orientar a los viajeros despistados que se creen las tonterías que ponemos aquí.

Resumo los preliminares: hemos cerrado el guesthouse un mes, hemos endosado los gatos a los abuelos, hemos jurado a la embajada india que no tenemos ningún antepasado paquistaní y nos hemos venido hasta Kochi en avión. Sin novedad. Kochi es algo así como la capital no oficial del estado de Kerala, y Kerala, según me pareció oir en un documental de la 2 entre sueño y sueño, es uno de los estados más alfabetizados, alegres y dicharacheros de la india. Y se supone que tiene muchas playas, y tigres, elefantes y cosas así gordas y chulas. Como a nosotros lo de “todos los que van a la india vuelven cambiados” nos daba bastante yuyu (y ya nos habíamos comprado toda la ropa en las rebajas) nos hemos venido a la india light, donde no te desayunas con una ristra de cadáveres a medio incinerar. Veremos que tal.

De momento llevamos tres días en Kochi y lo único siniestro son los millones de cuervos que viven por aquí. Todo lo demás bien: gente tranquila, comida buenísima, ni una sola cucaracha, nada de acoso al turista... Nos hemos alojado en Fort Kochi, un barrio que tiene un montón de herencia colonial y de infraestructura turística de perfil bajo: cafés, guesthouses (Home stays le llaman aquí), buenos restaurantes familiares y unos cuantos hoteles “boutique” careros. Nosotros pagamos unos 40€ por noche en un Home Stay supuestamente bueno, pero que aquí no proporciona ni de lejos el lujo que encuentras en otros sitios de asia por precios similares. En cualquier caso, la comida lo compensa de sobras. Comer en restaurantes (de los de mantel y cubiertos) nos está costando una media de 4 € por comida, y de momento todos los sitios que hemos probado han sido espectaculares. En realidad estos tres días han sido un impasse entre comida y comida que hemos rellenado con siestas y algún paseo esporádico para disimular. Además, aquí la mayoría de restaurantes son vegetarianos y los raros son los que no lo son. Se me saltan las lágrimas. Hay hasta hoteles “vegetarianos”, que no tengo ni idea de que son (me informaré). Pero el reclamo number one de la zona es la palabra “Ayurvédico”, que al parecer vale para todo. Hay masajes ayurvédicos, hoteles ayurvédicos, tejidos ayurvédicos, de todo... Carol se ha dado un masaje ayurvédico y dice que bien, pero que viene a ser uno con aceite normalito. De todas formas no parece que sea algo sólo para turistas: la única farmacia que hemos encontrado por aquí se anunciaba como “English medicines”. Hay que decir que el barrio de Fort Kochin está lleno de turistas ingleses que parecen salidos de Los Ropper y de mochileros que se buscan a si mismos, así que los locales están acostumbrados, pero a la que sales un poco del centro turístico ya empiezas a ser una atracción.


Mañana por la mañana salimos para las colinas de Munnar y las plantaciones de té y ni siquiera hemos visto las cuatro cosas que hay por ver en Kochin. Estamos muuuuy panchorros y vagos, se nos acumula el trabajo. Lo bueno es que aprovechamos las siestas para reflexionar y digerir lo que hemos ido viendo (bueno, y comiendo), así que ya tenemos una listas de nuestras primeras y erróneas conclusiones sobre la REALIDAD de la india. Aquí van:

  • En la India lo tienen todo muy mezclado. Lo habrán ordenado a su manera, pero si eres de fuera no te aclaras y no hay manera de encontrar las cosas. Compadezco a las madres indias que tengan que limpiar las habitaciones de sus hijos.
  • Se supone que son hinduistas, pero por la vestimenta se diría que la mitad son musulmanes. Por otra parte los colegios parecen todos cristianos, y en las tiendas venden figuritas de jesucristo como si fuera un dios hindú más.
  • En los restaurantes a veces tienen platos de ternera y en una carnicería hemos visto lo que parecía una vaca a cachos. Cerdos no hemos visto ninguno. ¿Nos han timado?
  • Los niños indios desarrollan completamente un entrecejo adulto a partir del cuarto mes de embarazo. Como los japoneses, tienen una talla de niño (la hemos bautizado como mini-niño) que nosotros no tenemos y que está entre el “bebé” y el “niño que ya anda y tira piedras”.
  • Esto ya lo sabíamos cuando vinimos, pero los indios no gesticulan “sí” como nosotros, sino que lo hacen como si se quisieran rascar las orejas con los hombros, alternativamente izquierda y derecha. Es muy pegadizo y a la que te descuidas lo vas haciendo por la calle para practicar.
  • Hay indios de todos los colores, desde los que tienen ojos claros hasta los que parecen aborígenes. No sabemos si son etnias diferentes, o vienen de distintas partes del país o si tiene que ver con las castas, pero hay una variedad asombrosa. Hay una tipología de hindú que parece bosquimana (super bajitos pero proporcionados) que nos tiene intrigadísimos.
  • La única regla de conducir que hay que seguir en la india es usar el claxon de forma continua y sin ningún sentido. Todos la siguen a rajatabla.
  • Las señoras que durante toda la mañana barren las calles de Kochin luego tiran lo recogido en la playa.
  • Las colas para comprar billetes y similares se hacen separadas para hombres y mujeres. Creemos que debe ser por algo parecido a lo de los vagones solo para mujeres de Japón.

    Bueno, me voy a dormir que mañana madrugo.