lunes, 22 de diciembre de 2008

La clase de cerámica y los últimos días de curso

La semana que acaba de terminar ha sido ajetreadilla y no me ha dado tiempo ni de subir un post. El martes y miércoles pasado hice los exámenes finales y el viernes fui por última vez a la escuela a asistir a la ceremonia de clausura del curso.

ceramicCon todo el lío me he dejado algunas cosas en el tintero que quería contar antes de los últimos días de clase. Una de ellas es la clase de cerámica, que tuvimos justo el día que venía Alberto. Como ya expliqué en otro post nos dejaron hacer un bol/plato/vaso pero sin asa. En total dos objetos por persona. En la escuela donde nos llevaron a hacer la clase tenían unas tazas de té bien bonitas, a la japonesa, altas y sin asa. Yo me propuse hacer una y en el primer intento, aún no sé cómo, acabé haciendo un plato (en la foto). En el segundo, creyendo haber intuido el fallo del primero y el truco para que la taza saliera como dios manda, acabé haciendo una salsera. No hubo manera. A ver si lo del asa iba a ser peligroso después de todo.

Ahora mismo plato y salsera esperan pacientemente sobre mi escritorio a que llegue el jueves, que es el día en el que se pueden sacar estas cosas a la calle para que las recoja el camión de la basura. Si tuviera 30 años menos se los regalaría a mi casera, pero a mi edad como detalle queda un poco rancio. Mamá, ya sé que a ti te haría ilusión, pero es que, aparte de ser un horror, el plato tiene 4 dedos de grosor en su lado más fino y pesa un quintal.

Aparte de botijos también he hecho algunas salidas con los de clase. He comido por primera vez en un restaurante coreano. Fuimos cuatro de clase, guiadas por Nam, coreana del mismo Seúl. Nos pusimos las botas y yo además aprendí que las coreanas se distinguende las japonesas por la anchura de las caderas. Hay japoneses que dice que saben distinguir a un japonés de un coreano por el aspecto, otros dicen que no y Nam dice que a las chicas por las caderas (las coreanas tienen y las japonesas no). Vamos, que si no lo tienen claro ni ellos, yo menos.

cosacoreana1

Hablando con mis compañeros de clase a menudo sale la comparación de Japón con nuestros países de origen. Yo siempre opino que los japoneses son más amables y más respetuosos. Daria, la ukraniana, que lleva aquí cuatro años y está casada con un japonés, es de la opinión contraria, y siempre que digo algo así se ofende muchísimo. Y entre ella y yo hay una gama de grises con las opiniones del resto.

Lo cierto es que aunque yo en la comparativa siempre pongo a los japoneses como ganadores, también pienso que no es oro todo lo que reluce. En estos meses he podido comprobar que, por supuesto siempre en general, los japoneses está escondidos detrás de un muro de amabilidad que es difícil traspasar. Así como los españoles, cuando pasa un tiempo en la relación con una persona, aparece una cierta calidez, en los japoneses da la sensación de que a ese paso cuesta mucho llegar y te topas siempre con esa amabilidad un tanto fría. Nosotros solemos asociar amabilidad con calidez, pero aquí la primera es como si estuviera dirigida más al entorno que a las personas en concreto.

Realmente lo más interesante de estar aquí es poder observar cómo actúa una sociedad tan distinta. Al ser la lengua tan diferente y tan difícil de leer, el acceso a la información es muy limitado para los extranjeros. Para mí Japón es una cebolla que se pela muy muy despacio, y el proceso es fascinante.

Bueno, cambio de tema que si no me atasco y no acabo.

Volviendo a la escuela, otro día tuvimos invitados. Tocábamos a dos por cada grupo de cuatro, y a el mío le tocó una mujer muy discreta y un profesor de karate. De dónde los habían sacado aún no lo sé, pero yo apostaría por el centro cívico de la esquina. El tema de la clase era "Visitando una casa japonesa". Aquí, para quedar bien, no basta con llevar un brazo de gitano o unos buñuelos. En Japón para que te vuelvan a invitar otro día has de recordar una retahíla de frases de agradecimiento y de disculpa que han de decirse en el momento justo, ni un segundo antes ni uno después. Si llevas regalo has de decir "esto es un regalo sin importancia..." y entregarlo con las dos manos. Y ni se te ocurra darlo sin sacarlo de la bolsa, aunque en esto no hubo quorum entre los senseis, y al final quedó en que preguntásemos en la tienda cuando nos lo envolvieran si la bolsa era de entregar o de no entregar.

Luego nos hicieron ir de invitado en invitado siguiendo todo el proceso desde que entras a la casa, hasta que sales, pasando por la entrega del regalo y el "uy, que rico estaba todo". El sensei de karate se creía que estábamos practicando para las olimpiadas y nos exigía unas reverencias de casi tocarnos las rodillas con la frente. Aquí está a punto de hacerle un kata a la pobre Ti Nana, que está pensando en entregar el regalo y salir por patas.

sensei

También en la escuela, nos han hecho preparar un discurso. Se suponía que primero habíamos de hacerlo delante de nuestros compañeros de clase y luego votar los dos mejores, que nos representarían en el concurso de discursos de la escuela. Aquí los discursos no se escriben a doble espacio y tirando, no. Para esto hay un papel especial cuadriculado, en el que se ha de escribir un caracter por cuadrícula. Escribirlo es un coñazo, pero leerlo es todavía peor. En japonés no existen los espacios (las comas y los puntos sí, pero entre las palabras no hay espacios) pero los que estamos aprendiendo los ponemos para aclararnos. El sistema de escritura de discursos imposibilita estos espacios artificiales, y al ir a leer una frase uno se encuentra con cuarenta caracteres que ha de leer y entonar del tirón. Todo esto de pie, delante de toda la clase y de seis senseis.

El mío fue horripilante. No fue el peor porque me salvó otra que hizo uno sobre lo mucho que le gustaban las flores de la sakura y que todo el rato confundía kirei (bonita) con kirai (odiar). Al final el discurso "Me gustan las sakuras" acabó siendo "Odio las sakuras". Pobrecilla.

Quién nos representó en el concurso de discursos y la ceremonia final lo dejo para el próximo post.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Aquí también ha llegado el frío

Ha llegado una ola de frío a Japón y estamos todos congeladitos. Aquí el frío se vive de una forma un poco diferente a España. En la calle uno se pela, y en las tiendas y las cafeterías se abrasa. Los japoneses y yo vamos pasando de un estado de entumecimiento total por el frío a un sopor tremendo, que entra más o menos a los dos minutos de meterse en algún local. A mí aún me da vergüenza, pero muchos japoneses no tienen ningún pudor en dar una cabezada allá donde estén. Cada día, sea en la cafetería, en el metro, o en algún sitio calentito donde uno pueda apoyar el culo, veo a alguien echando un sueño. El metro tiene especial peligro pues no sólo está calentito, además los asientos llevan calefacción y es sentarse y se le empiezan a cerrar a uno los ojos.

durmiendoLo curioso de la manera de dormirse de los japoneses es que no lo hacen echando la cabeza hacia atrás o el mentón hacia abajo. Aquí lo que se estila es apoyar la frente en la mesa, o en el libro y en su ausencia, en las rodillas, con la cabeza sujeta por los brazos. Se sientan, se toman el café, echan un sueño rápido, se desperezan y siguen con lo que estuvieran haciendo.

Además de dormirse con los cambios de temperatura el invierno también trae un producto que, hasta ahora, es de lo más práctico que he visto en Tokyo. Son los heat pads o parches de calor. Estos parches son unas bolsas blancas, planas, que se pueden comprar en varios tamaños y que cuando abres la bolsa de plástico en la que vienen, al contacto con el aire, se calientan. Aguantan la temperatura unas 18 horas. Aquí en los días muy fríos da un gusto tremendo ponerse un parche pegado a la camiseta (los hay adhesivos) y salir a la calle. Los hay para meter dentro de los zapatos y también para llevarlos en unas manoplas especiales que te mantienen las manos calientes durante todo el día. Un pack de 10 cuesta entre 200 y 300 yenes (eso ahora son unos 2 o 2,5 euros), así que si uno visita Japón y entre los millones de cosas que hay no ve nada para llevar a la familia, esto es un souvenir estupendo.

heat-pad

Lo que pone en el círculo verde es "Tipo adhesivo". En otros pone "Tipo regular" y el círculo es rojo. Y en otras marcas no hay círculos, pero también pone si es adhesivo o no.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Monte Takao y los tororo soba

Ya han pasado dos días desde que Alberto salió de casa con los ojos legañosos para coger el vuelo de vuelta a Barcelona. La noche anterior yo me dediqué a llenarle la maleta y una mochila intentando no pasarme de los 20 kgs que permite Finnair. Como lo calculé a ojo, preparé un plan B por si nos pasábamos y obligaban a Alberto a quitar peso que consistía en sacar de la maleta los cuentos infantiles que he comprado y enseñarlos muy poco disimuladamente, poniendo cara de tristeza. Así, apelando al buen corazón del empleado de turno, esperaba que no le hicieran dejar nada. Al final la maleta pesaba 25 kgs y ni se la miraron.

okonomiyaki3 En los tres días anteriores a la partida de Alberto no paramos un segundo: fuimos al Sony Center, a ver la iluminación de navidad de Roppongi, a comer un okonomiyaki (a la izquierda), a Akihabara y hasta subimos al monte Takao.

Este último plan lo hicimos siguiendo la tradición japonesa de ir al campo a admirar el enrojecimiento de las hojas en otoño. Los fines de semana hordas de tokiotas se echan al monte con la familia, el perro, la abuela y todo lo que encuentren por casa. Nosotros, que no podíamos ser menos, llenamos la mochila de unas cuantas de las recién descubiertas manzanas y a las 9 de la mañana ya salíamos de casa. Al monte, que estaba a 1 hora de camino, llegamos 2 y media más tarde porque a mí se me ocurrió la brillante idea de cambiar a un tren que nunca pasó y eso nos costó tener que coger un autobús y un tren alternativo para llegar. Eso sí, en la estación, como habíamos pagado un billete hasta el monte, los billetes de autobús y del tren nuevo no nos hicieron pagarlos.

Una vez en el monte mi mayor ilusión aparte de ver el kooyoo, que es el nombre de las hojas rojas, era comerme unos tororo soba. Los tororo soba son típicos del monte Takao, y están hechos a base de fideos, batata dulce (que crece allí) y verduritas. Atsushi, tú seguro que los has comido muchas veces, porque esto está al lado de tu pueblo.

Al final pude ver cumplidos mis tres objetivos del día: ver el kooyoo, comer tororo soba y que Alberto subiera sin quejarse de ningún dolor. Esto último lo logré dejándole que me contase todos los detalles de su proyecto de fin de carrera, que me volviese a explicar todos los síntomas de su malestar del fin de semana anterior y llevándole a comerse los kinoko soba que se ven en la foto. Kinoko es seta en japonés. Viendo el plato no podía ser otra cosa.

kinokosoba

Y esto, lo de detrás de Alberto, es el kooyoo. Este árbol es el momiji (arce), aunque creo que en Japón este nombre se utiliza como genérico para los árboles que cambian de color en otoño. Qué bucólico.

momiji

A la vuelta se le ocurrió a Alberto que igual era buena idea pasarnos por Shinjuku y subir al edificio Metropolitan a ver la puesta de sol. Ese día hacía un frío tremendo y desde la estación al edificio corrimos como posesos, llegando a tiempo de ver una puesta de sol como esta. Lo que se ve al fondo es el monte Fuji, que sólo es visible desde Tokyo en los días muy claros.

fujisan

viernes, 5 de diciembre de 2008

Día de lluvia

Esta tarde llovía a cántaros y paseando por Shinjuku nos hemos encontrado una imagen que en cualquier otra ciudad no habría tenido tanto impacto visual.



Música: "Omoide wa Tooku no Hibi" de la BSO de Byōsoku Go Senchimētoru

martes, 2 de diciembre de 2008

Sayonara Party en Casa Pakky


He venido a Tokio en misión especial. Oficialmente la visita es para averiguar dónde demonios escondió Carol el cortauñas de los gatos, que me tienen destrozadito, y si es posible, a que me explique como se para la lavadora, que lleva ya dos meses dando vueltas y está a punto de aprender a abrir la puerta de la cocina y veo que nos va a abandonar. Pero en realidad a lo que he venido es a traficar con jamón serrano, yemas de Santa Teresa, polvorones y salchichón de El Corte Inglés.

Siguiendo las instrucciones de Carol me compré una maleta bien gorda en el Alcampo, puse dos camisetas (para disimular), tres sobres de paletilla ibérica , tres salchichones de los buenos, un kilo de polvorones y dos cajas de dulces. Menos el jamón, que era para ella, el resto era para sobornar a sus profesores y a la señora Pakki, la casera. En el cole no se como va, pero en la Casa parece que la canadiense está a punto de aliarse con los thais para nominarla, y como Vero acaba de abandonar necesita aliados desesperadamente. Total, que allí voy yo con mi maleta vacía (tiene que quedar sitio para llenarla de tooooooodo lo que se ha comprado Carol) y dos salchichones haciendo tolón tolón camino del aeropuerto. El viaje no fue mal del todo porque aterrizamos sin incidentes, pero al parecer alguien llevaba la ventanilla abierta, a mi me dio el relente, y llegué a Narita un poco descompuesto. En el aeropuerto me debieron ver la mala pinta y un señor muy educado y con pinta de tontín me preguntó que si llevaba armas, drogas y no se que más. Le dije a todo que no, creo, pero aún así me hizo abrir el maletón y allí estaba el jamón, diciendo “requísame”. El guardia revisó el resto de la maleta, pero al parecer el salchichón y los polvorones no le parecieron sospechosos (o no le apetecían), así que sólo sacó el jamón, me señaló hacia un tenebroso pasillo y me dijo “cuarentein, cuarentein”. Al fondo del pasillo se veían unos pies encima de una mesa y un cartel que ponía “Animal quarentein”, así que me fui para allá con los tres sobres de jamón del Alcampo de a 3,75 euros cada uno en la mano. El funcionario de turno se levanto muy rápido, vio el jamón, me vio a mi, volvió a mirar el jamón, leyó “ibérico” y allí perdí toda oportunidad de que colara. Muy compungido, me enseño un folleto con una tabla y me dijo “supein supein, ham ham, sanitary document required”. Como no tenía el certificado de seguridad sanitaria del Ministerio de Exteriores (siempre se me olvida pedirlo en el Alcampo) se me quedó el jamón. Estuve pensando en comérmelo todo allí mismo, pero tenía el estómago tan revuelto del viaje que no fui capaz, así que lo dejé allí, desamparadito en manos del nipón. Al volver a la cola de inmigración ya se había extendido el rumor y todos los funcionarios me decían “aquí, aquí”, pero yo muy habilmente me puse en la cola del de antes, que por lo menos ya sabía que el salchichón no le gustaba. Mientras esperaba, me asaltó otro funcionario y me pregunto si se me habían quedado el jamón. Le brillaban los ojos, y estoy seguro de que esa misma noche se autoinvitó a cenar en casa del de la cuarentena. Por suerte pasé sin mayor novedad y me fui directo en tren a la estación de Ikebukuro, donde me esperaba Carol.


Entre el jet-lag y el estado de mi estómago no me acuerdo de la mitad, pero me da la sensación de que nos encontramos en un café y que tras los “huyyy pero que pelos llevas” y otras carantoñas de rigor me llevó a un restaurante donde estaba comiendo con sus compañeros de clase, que son igualitos que unos que salen en las fotos de otros posts, y que hablaban muy raro (Carol dice que era japonés, pero yo creo que era pitufo). No se. Los dos días siguientes me los pasé entre el W.C. de la señora Pakky y el futón que me habían puesto en la habitación de Carol. Que asquito de jetlag y que asquito de comida de Finnair, seguro que compensan lo baratos que son los billetes con experimentos de guerra bacteriológica. Pero bueno, sobreviví, y ayer ya estaba lo suficientemente despierto como para dar vueltas por el barrio. Tokio sigue igual que el año pasado. Siguen haciendo casas en cuestión de una semana, los obreros siguen siendo como los clicks de famóbil, y las chicas siguen andando con los pies apuntando hacia dentro. Al volver de clase, Carol me pasó a buscar y en llevó a ver supermercados, que es lo que más me levanta el ánimo. El descubrimiento de este año han sido las manzanas. Salen a 1 euro la pieza, pero son tan grandes que no te las acabas, y tan jugosas que prácticamente te tienes que duchar si te la comes a mordiscos. Impresionante.
Al volver del super nos esperaba en casa Pakky la “Sayonara Party” que le dedicaban a Vero, que deja la casa hoy. Mercedes Milá no estaba, pero estaban todos los demás. A saber:

  • La señora “Pakky”. Cincuenta años. Bajita. Sus hobbies: el castellano,y buscar novia a su hijo. Su frase preferida “Hoy no bebemos alcohol, que es lunes y mañana tenemos que trabajar”.
  • El hijo de la señora Pakky. 20 años. Soltero.
  • “Arale-chan”. Carol ya le puso en un post, pero yo me pensé que “se parecía”a la Arale, y no me enteré de que ella misma se llamaba Arale porque era clavadita al personaje del Dr Slump.
  • El hijo de la Arale. 16 años. Gafas. Nickname: “TIGER” (léase, taigaa) No le dejaron beber cerveza.
  • “El de mi izquierda”. Unos 45 años. No recuerdo como se llamaba, pero era fan del dr Slump, le tocaba cocinar en casa y sabía bailar y cantar la Macarena.
  • La “Risotto”. Unos 45 años. Experta en origami y en pillar las bromas al vuelo, independientemente del idioma. Hablaba muy bien castellano. Por lo que nos dijeron, el nombre no se debe a que haga un arroz muy bueno, sino a que siempre veranea en “resorts” (léase “risottos”). “El de mi izquierda” decía que ellos siempre le hacían bromas con lo del arroz, pero no nos quedó claro si lo de los resorts era en serio o no.
  • La Canadiense. Sin duda, la mala de la película. Por una vez Carol se ha quedado corta con las puyas, menuda elementa. Se presentó en la fiesta sin nada, encima se trajo a una amiga y ni siquiera ayudó a recoger. Se reía como la bruja mala del oeste.
  • Vero, la que se iba. No le arañó a la canadiense de milagro.
  • Nick. 22 años. Viene del norte de Inglaterra. Trabaja en Tokio de profesor de Inglés. Es el único de la casa al que nadie es capaz de entender, pese a que casi todos hablamos inglés.
  • “El Polaco”. 30 años. Hace gimnasia. Llevaba camisa de seda y pantalones de pinzas. Se pasó la velada poniendo cara de actor polaco (igual en su país funciona) y tirando fotos con su cámara “pro” sin acordarse de sacar la tapa el 70% de las veces.
  • Los Thai. El vale tanto para un roto como para un descosido. Cocina, pone música en el ordenador, canta en el karaoke... lo que haga falta. Ella es capaz de doblar el codo del revés y de bailar el “Sol solet” a ritmo de hiphop.

Pues esos son los personajes. Ah, y la señora Pakki, que no tiene un pelo de tonta, nos obligó a todos a ponernos japonés-restodelmundo-japonés-restodelmundo para que no hicieramos grupitos. A su hijo, casualmente, le tocó entre Vero y Carol. Al final resultó que no sólo era una Sayonara Party para Vero, sino que también fue una Welcome Party para mi, total, que nos empezaron a hacer regalos. A mi me tocaron unos calcetines del Doraemon, así que los borro de la lista de los Reyes Magos de este año.

Los cinco principales conceptos de sabiduría oriental que adquirimos en la cena fueron, de menor a mayor importancia, los siguientes:

  1. En Japón también llueve si canta Carol.
  2. Los de Osaka hablan raro, y dicen que ellos no son de Japón, que son de Osaka. Son especialistas en contar chistes, y los empiezan siempre con “saben aquel que diu...”
  3. Si en Japón dices “Ibérico” se escuchan a coro múltiples “ooooooooooooooooooooooooooooo” y “eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee”s y todos se ponen de pie y aplauden y te felicitan y de repente el salchichón desaparece del plato.
  4. Si achinas un poco los ojos el japonés se entiende mucho mejor.
  5. “Pakki” significa en koreano “Cucaracha”, y en Thai, “mierda frita”. La señora Pakki jura que cogió el nick de una película que le gustaba, y que lo de “Pakki House” lo puso antes de saber lo que significaba. Los Thai que tenemos en casa también juran que no sabían el nombre de la casa hasta que llegaron.

Por cierto, en la cena cocinaron ellos.


P.D. Jano, me apunto lo de meter el jamón dentro de una ballena para disimular en la aduana.

P.D.2 El vídeo de Carol cantando el "Sol solet" ha sido vilmente censurado, pero la redacción ha conseguido una copia ilegal que igual envia a aquellos que lo pidan públicamente en el blog. Aviso que no tiene desperdicio.

jueves, 27 de noviembre de 2008

De compras en Tokio

tokyo-perros

Así como algunos famosos cuentan sus vivencias tras desengancharse de las drogas, yo he decidido rehabilitarme de las compras escribiendo un post. La repentina subida del yen ha reducido considerablemente mi presupuesto en Japón y ha mandado a la porra mi carrera de compradora compulsiva. Eso sí, no pienso retirarme sin transmitir los conocimientos adquiridos a aquellos que aún tengan ahorros como para pasar del mirar al comprar.

Comprar en Japón es divertido y estresante. Divertido porque cada transacción contiene detalles que nunca se verán en España. Ejemplos:

- El dinero o tarjeta no se da en mano. Se coloca en una bandeja, de donde el dependiente puede recogerlo. En cambio las vueltas y el recibo el dependiente te las devuelve entregándotelas con las dos manos.

- El dependiente cuenta en voz alta tanto la cantidad de dinero que entregas como lo que te devuelve. Si son billetes lo hará varias veces, contando también en voz alta, para evitar equivocaciones.

- En muchos comercios si quieres realizar un cambio, aunque sea por un artículo idéntico, te hacen la devolución a la tarjeta y un nuevo cobro. Esto, con el cambio de moneda y las comisiones, es una puñeta.

- En algunas tiendas también te acompañarán a la puerta donde te entregarán lo que hayas comprado y te despedirán entre reverencias. Yo pensaba que estas cosas sólo pasaban en Pretty Woman, hasta que compré unas botas y me hicieron el paseo.

- Si tu compra es importante es posible que varios empleados hagan círculo alrededor tuyo y te aplaudan al comprar. Por suerte sólo he visto cómo les pasaba a otros.

- Lo que hayas comprado te lo entregarán en una bolsa que invariablemente va sellada con celo en la parte de arriba, de modo que no puedas meter ni sacar nada.

La parte estresante de comprar en Japón es la cantidad de gente que suele haber siempre y la manía de muchas dependientas de perseguirte por toda la tienda. Esto último al principio pone un poco nervioso, sobre todo porque no sólo te siguen, también te hablan. En cuanto miras una prenda más de dos segundos te preguntan si te lo quieres probar pero también muchas veces sólo vienen a halagarte y a decirte qué chulo es lo que llevas puesto. A lo mejor esto último es sólo para ser simpáticas. Ahora que ya puedo entender qué me dicen, es más fácil hacer que no me sigan, porque les digo que sólo miro. Antes huía por toda la tienda y al final salía corriendo.

En las tiendas las dependientas dicen continuamente "Irasshaimase", que viene a ser algo así como bienvenido. Lo dicen a los clientes que entran y a los que salen. Lo hacen de forma automática mientras siguen colocando la ropa o atosigando a alguna clienta indefensa. Si pasas 5 minutos en una tienda es fácil oír a una misma dependienta decirlo 20 veces o más. Da miedo hacer la cuenta de cuántas veces lo dirán a lo largo del día.

Los probadores también tienen su qué. En la mayoría hay que descalzarse para entrar y dejar los zapatos fuera. Yo siempre pienso que si aplicaran esta regla en España te quedarías sin zapatos más de un día.

boton Cuando te pruebas ropa suelen venir a preguntarte qué tal te queda. Para que no te sientas desatendido o para que no te enrolles en el probador, a la que te estás metiendo la ropa por la cabeza ya te están preguntando. Como se te ocurra salir con lo que te has probado te espera un chorreo de halagos al que las españolas estamos poco acostumbradas. Lo de la pelotería yo creo que no lo llevamos muy bien.

En algunas tiendas en las que hay muchos probadores, ponen un botón como el de la foto para que puedas avisar si has cogido una prenda de una talla demasiado pequeña o tienes alguna consulta. Aún así vienen a preguntarte cuarenta veces cómo va.

capuchaComo el efecto de la ropa sin zapatos no es el mismo, dentro de muchos probadores también puedes encontrar zapatos de tacón para ponerte y ver cómo te queda. Aquí las tallas de calzado no van por números. Hay talla S, M y L (a veces también LL) y para de contar. Yo uso un 38 y aquí es una L o LL, depende del fabricante.

También en muchas tiendas, y en previsión de que un porcentaje muy alto de japonesas se maquillan, te entregan una capucha estilo Ku Klux Klan que te cubre toda la cara. Se supone que te la has de poner para no ensuciar los jerseys ni correr el maquillaje. Yo he preferido usarla para hacerme unas fotos para el blog.

Comprarse camisetas o jerseys aquí no es muy difícil, porque hay de muchas tallas, pero pantalones es más complicado. En España yo uso una 34-36, que aquí equivale a talla gigante, elefante y similares. Eso cuando la hay, porque muchas veces la talla M o L son como para niño de 7 años. Hasta mis compañeras de clase chinas, que son pequeñas, se quejan de que les cuesta comprar pantalones aquí.

Y vamos terminando. Avisar que el que se haya aburrido con este se prepare para el siguiente, porque seguimos con compras.

martes, 18 de noviembre de 2008

Intercambios España - Japón

Parece que el trabajo de acercamiento cultural que Carol está haciendo por Tokio da sus frutos y las relaciones entre el país naciente y España son cada vez más estrechas. Nosotros les hemos enviado a los Reyes, la recesión, y a Carol, y ellos contraatacan enviándonos a Shin Chan de visita a Barcelona:




Si congelais la imagen en el minuto 3 y 21 segundos podreis ver en primer plano a dos tipos muy parecidos a Dali y Picasso, y un poco más al fondo, a la izquierda, a Pascual Maragall. Lo del Pascual al parecer tiene su historia... Según nos han hecho saber fuentes bien informadas, todo empezó cuando la Generalitat y el ayuntamiento negociaban la financiación de la película de Woody Allen, hace ya unos añitos. Por entonces el Pascual, pese a las constantes sugerencias y las múltiples cabezas de caballo que le hacían llegar sus compañeros de partido, no se había retirado, y todavía tenía un último plan para pasar a la historia: ser el primer presidente de la Generalitat en conseguir un Oscar al mejor guión original. Por desgracia para él las negociaciones con Woody Allen se complicaron y este no sólo no aceptó el guión del Pasquis, sino que además, en una decisión muy polémica y muy poco respetuosa con las aspiraciones del pueblo catalán, exigió que el papel de protagonista lo hiciera un madrileño, Javier Bardem, en lugar del propio Pascual. Fue un duro golpe que acabó por desmoralizar al presidente y que finalmente causó su dimisión, sintiéndose abandonado por los compañeros de partido que se habían puesto del lado del newyorkino. Las conversaciones para pactar el adiós fueron duras. Montilla, como desagravio, concedió al ex-alcalde olímpico su compromiso de colocarle en alguna gran obra audiovisual. A cambio, el bigotes se comprometió a no largar sobre asuntos turbios como el truculento final de Cobi (Se dice que su cadaver se hizo "desaparecer" en los cimientos de la nueva Diagonal Mar. Al parecer formaba parte de una trama de especuladores inmobiliarios que acabaron descontentos con algún asuntillo.)

Al final la cosa quedó como quedó. Maragall asistió a la premiere de la obra en el salón de su casa, junto con Carod Rovira y algún que otro amiguete. Diana Garrigosa les hizo bocatas de nocilla y mortadela a todos, le quitó los bordes al pan bimbo (exigencias del Carod), les preparó una jarra con Tang y les recogió el SuperpistaLooping para que no tapara la pantalla. Dicen que cuando el Pasquis se vió en la tele se le saltaban las lágrimas de la emoción. "Ara sí!!! Supera aquesta, Kuato!"

lunes, 17 de noviembre de 2008

Casa Pakky presenta...

Hace un par de semanas al entrar en mi habitación descubrí una nota que alguien había deslizado por debajo de la puerta. La casera, la señora Pakky, me invitaba a una fiesta de recibimiento que iba a celebrarse en la casa donde vivo. En el papel explicaba que ella traería amigos, comida y bebida, y que nosotros podíamos aportar también bebida o comida de nuestros países. También pedía que en caso de asistir lo confirmásemos dejando un papel en una pequeña caja de cartón que había colocado en el salón.

A mí la idea me pareció un detallazo por parte de la mujer y a los pocos días confirmé mi asistencia añadiendo que prepararía tortilla de patatas, que es lo único que me sale un poco decente.

Entre tanto vino una chica nueva a la casa, Vero, una mallorquina muy salada, que también se animó a preparar una sangría para la fiesta.

Del resto de la casa no sabía quién iba a presentarse. Aparte de mí, en casa viven dos ingleses, una canadiense, dos tailandeses y un polaco. Antes también había un ruso que todas las noches sacaba una botella de whisky y el portátil y se ponía a discutir con su novia por Skype hasta las tantas de la mañana. Un día desapareció y según me contó la señora Pakky se marchó a su país a enrolarse en el ejército. Yo sigo durmiendo con tapones por si acaso vuelve.

La señora Pakky, además de ser muy hospitalaria, tiene alma de portera, y a mí, que también lo tengo, me viene de perlas.

Con los que tengo más relación en la casa es con los tailandeses. El padre de él tiene un salón de belleza en Bangkok y él en casa Pakky ha montado una sucursal. Todas las semanas vienen tailandesas a dejarse depilar las cejas por Lek, o a que les tiña el pelo o les haga la última moda en peinados. Entre semana montan unos saraos en el salón de casa muy divertidos y yo siempre acabo cenando entre matizadores y rulos. A veces lo dejan todo hecho un desastre, pero se les perdona.

Con los demás tengo más o menos relación. Uno de los ingleses es un chaval rechonchillo, con calvicie incipiente y cara de pan. El pobre no se debe comer un rosco en su tierra natal y aquí ha visto que tiene posibilidades con algunas japonesas despistadas que confunden occidental con guaperas. Como no se lo debe creer ni él, cada día da el parte al que tenga oídos para escucharle. A mí me cuesta contener la risa a veces cuando le oigo contar sus líos.

Y también está la canadiense, se ha convertido en mi semi-enemiga en la casa. El primer día entró con el de la agencia hablando a gritos. Y desde entonces no ha bajado la voz. En el trato es bastante desagradable y yo la evité durante unas semanas.

Hasta que una noche decidió montar una fiesta en casa con sus amigos y mandarnos a todos a nuestras habitaciones a cenar. Para más inri, puso todos los platos de la fiesta en una estantería que a la 1 de la mañana se desplomó haciendo un ruido increíble. Al oírlo desde mi habitación bajé corriendo y me encontré montones de platos, vasos y cuencos rotos entre el suelo y el fregadero. La canadiense, que era la que había montado el lío ni salió de la habitación a ver qué pasaba. Estábamos en casa casi todos y sólo salí yo. Sólo hay una palabra para eso: pardilla.

Como yo no quería que la señora Pakky se encontrase todo el mogollón, con lo bien que nos trata, lo recogí y me fui a la cama. Al día siguiente le pregunté a la canadiense, que me respondió que lo había oído todo, pero que había pasado de salir a ayudarme porque eso no era tarea suya, sino de Pakky (que viene una vez a la semana a limpiar). Ole sus huevos.

Desde entonces le he declarado una guerra semi-secreta, y he involucrado a la tailandesa sin que ella lo sepa. Admito sugerencias para posible ofensiva.

El caso es que ayer era el día de la fiesta y por la mañana yo no tenía ni idea de si alguien más se presentaría. Vero y yo fuimos a comer a Harajuku y a la vuelta compramos todo lo necesario para preparar la sangría y la tortilla. El vino de la sangría era peleón peleón, pero es que con los precios de aquí era para lo que nos daba el presupuesto.

Al entrar en casa nos encontramos con montones de amigos de la señora Pakky que faenaban por la cocina y el salón. Sorprendentemente algunos de ellos hablaban algo de español, así que en "japañol" nos presentamos. Pusimos nuestros nombres en katakana en una pegatina que nos pegamos al pecho y nos liamos a cocinar.

pakkyhouse2

La tortilla y sobre todo la sangría triunfaron. Esta segunda se recibió con gran expectación por la parte japonesa de la fiesta y no duró ni dos segundos. También es verdad que vinieron 20 personas y nosotras no habíamos calculado sangría para tantos.

Por supuesto hicimos el pardillo de nuevo y junto con el polaco, que preparó el típico guacamole de Varsovia, fuimos las únicas de la casa que aportamos algo a la fiesta. Varios no vinieron y la canadiense, como siempre, se presentó tarde, sin nada y hablando a gritos.

pakkyhouse3

La verdad es que la fiesta fue un exitazo y yo me lo pasé muy bien. La señora Pakky (la que corta bizcocho en la foto junto a Vero) se había traído amigos, familiares, hijos de amigos y hasta al del Sakura House. Entre todos aportaron comida de sobra, dulces y hasta hicieron un okonomiyaki. Y también cerveza y tequila. Al final, como en toda fiesta japonesa que se precie, acabamos bastante bebidos. Alguno hubo que apenas se tenía en pie e intentaba mantener el equilibrio contra el frigorífico.

Durante la fiesta recibí varias invitaciones para cenar en otras casas y también se programó una segunda fiesta para dentro de un par de semanas. Menos mal que casi todas son en mi barrio, porque yo en Tokio me pierdo casi siempre.

pakkyhouse

sábado, 15 de noviembre de 2008

Ponyo 崖の上のポニョ

ponyo_02 Este verano estrenaron en Japón la nueva película del estudio Ghibli, Ponyo en el acantilado sobre el mar. En España hasta el año que viene no estará en los cines, pero sí que se presentó en el Festival de Venecia y fue un exitazo.

La película cuenta la historia de la amistad entre un niño llamado Sosuke y un pez rojo llamado Ponyo. Como casi todas las películas de Miyazaki, es tierna y surrealista. Yo me emocioné viéndola.

El caso es que su estreno ha sido todo un fenómeno en Japón, sobre todo entre los niños. Una compañera de clase me contó el otro día que ya ha tenido que llevar a los suyos a verla dos veces porque están todo el día Ponyo para aquí, Ponyo para allá.

Además de ser una película muy bonita, la canción es superpegadiza y varias veces a la semana me cruzo con niños cantándola. Yo también la canto, pero bajito, claro. Y a la casa donde vivo ha venido otra chica española que ha reconocido cantarla también.

Esta canción la canta una niña que en sus actuaciones siempre aparece acompañada por dos músicos/coro/bailarines. A quien, en el estudio Ghibli, se le ocurrió formar el trío o lo han ascendido o lo han despedido, pero seguro que no se ha quedado donde estaba.

La fiebre Ponyo también se ha extendido a Youtube y los padres japoneses, para hacer honor a una tradición que tantas risas nos ha traído a los españoles en las tardes de domingo, se han echado al salón a filmar a sus hijos. El resultado se puede ver buscando el nombre de la película en Youtube. De todos los que he visto he hecho una selección de 3 finalistas y un campeón, que se gana el título a pulso. Hacer este post ha sido divertidísimo. Viendo algunos vídeos lloraba de la risa.

Finalista 1: La más monilla

Finalista 2: Cantando en familia

Finalista 3: El futuro friki (no lo digo yo, lo dice su hermano)

Campeón absoluto (ver hasta el final)

viernes, 14 de noviembre de 2008

El Okonomiyaki (guía para torpes)

okonomiyaki1El otro día fui a cenar a un Okonomiyaki con unos compañeros de clase. En este tipo de restaurantes uno cena sentado en una mesa que a la vez cumple la función de parrilla. Coge el menú, que por suerte en el sitio donde cenamos estaba en katakana, elige una mezcla y la pide al camarero. Nosotros pedimos un mix de carne y otro de pescado. La verdad es que no lo recuerdo muy bien porque yo iba con un poco de retraso traduciendo y dije que sí a todo.

Al poco rato de tomar el pedido volvió la camarera con dos cuencos, cada uno con una mezcla. El okonomiyaki en sí se lo prepara uno mismo. En el caso de los que nos trajeron, no era muy distinto a hacer una tortilla de patatas. Ahora, que darle la vuelta con dos espátulas tenía su tela.

Básicamente para hacer un okonomiyaki se echa aceite en la plancha, se coge el cuenco, se desparrama el contenido (a ser posible dentro de la plancha) y se pasa calor. Es algo así como cenar con la cabeza metida dentro del horno, pero con mejores vistas.

okonomiyaki2

Aquí ya teníamos uno controlado y el segundo en proceso. Teniendo en cuenta que de los cinco, el único que cocina en casa es Hung (el chico de la izquierda), no íbamos mal. Todos los tarros que se ven alrededor de la mesa son cosas que se supone que uno ha de echar al final: picante, mayonesa, salsas irreconocibles por mí y algo que nunca sabré si era ácido (suppai) o salado (shoppai), porque siempre confundo las dos palabras.

Al final, nuestro okonomiyaki presentaba este aspecto. Lo que se ve arriba moviéndose no era nada que hubiera reptado por las patas de la mesa: son láminas de bonito, que se ponen así de contentas con el calor. A Alberto le gusta mucho que se las pongan cuando pide platos vegetarianos.

Cuando llegó el tercer okonomiyaki nos dimos cuenta de que la experiencia adquirida en los dos primeros de nada iba a servirnos en este. Era de queso, con una consistencia totalmente diferente a los anteriores y no sabíamos ni cómo echarlo a la parrilla. Menos mal que la camarera acudió en nuestra ayuda y muy mañosilla ella nos lo preparó.

A la mitad del vídeo tuve que cambiar la memoria y no se ve como echa parte de los ingredientes en el centro. Lo aclaro para que nadie piense que la mezcla sale del centro de la mesa.

La camarera, como se aprecia en el vídeo, cocinaba de oído, porque con el pedazo de flequillo que gastaba era imposible que viera lo que estaba preparando.

altarbudistaAcabamos pidiendo un cuarto okonomiyaki de yakisoba (tallarines fritos), que nos cocinamos nosotros. Este era bastante fácil. Tres vueltas hacia delante, tres hacia atrás y listo.

Al final, nos pusimos las botas y nos salió por 1.000 yenes por cabeza, cervezas y refrescos incluídos. Al cambio ahora unos 8 euros. Realmente comer en Tokyo puede ser bastante barato.

Sin relación alguna con el okonomiyaki, no quería dejar pasar un día más sin contar mi último descubrimiento friki de Japón: el altar familiar para mascotas del todo a cien. El precio no son 100 yenes, son 735 con impuestos, pero claro, es un artículo de lujo. Eso sí, mármol no es.

Tampoco vale para cualquier religión, es un altar budista. A lo mejor hasta está homologado por el Dalai Lama.

Los que aparecen en la caja acompañando al difunto imagino que serán amigos de la familia que han venido a presentar sus respetos.

 

lunes, 10 de noviembre de 2008

El castañero cañero

ameyoko

El otro día estuve paseando por Ameyoko, una calle cerca del parque Ueno donde hay muchas tiendas de comida y ropa y un ambiente muy similar al de los mercadillos españoles. Un buen plan de sábado es pasar la mañana aquí, viendo a las madres comprar pulpo mientras los niños se zampan una bolsa de dulces (Ame es "golosina", "dulce", y de sus tiendas viene el nombre de la calle)  y luego bajar paseando hasta Akihabara para encontrarse con los otaku y el Tokyo friki.

En Ameyoko me encontré a este vendedor que llevaba el negocio con mucha gracia. Para vendedor de huevos no serviría, pero lo de las castañas se le daba de muerte.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Marujeando por Barcelona

Como yo me he quedado castigado en Barcelona hasta que acabe los deberes y no tengo muchas cosas exóticas que contar voy a aprovechar para airear todas esas cosas que Carol os oculta y que siempre os han intrigado. No lo hago porque rabie de envidia de que ella esté en Japón y yo aquí, que conste, es porque creo que es mi deber moral de reportero marujil informar sobre lo que ocurre en el mundo. Las preguntas más frecuentes que han llegado a la redacción han sido estas:

¿Donde está Carol?

Creemos que en Japón. Según mi sobrina Lua, que es la que le sigue la pista por el mapamundi, puede estar “en Pineda, a la platxa, a casa del yayos, en Japón, o en Salinas del Manzano (Cuenca). O a Ojos Negros, pero no crec. Ojos Negros està molt lluny.”. Las fotos que ha enviado descartan Pineda y Ojos negros. En la casa de los yayos no está, y las fotos que ha enviado de sus compañeros de clase no encaja con la tipología habitual de los conquenses, así que todo indica que está en Japón.

¿Y cuando vuelve?

Pues no lo sabemos. En teoría el 28 de Diciembre, pero eso de que caiga en el día de los inocentes no me da muy buena espina. El vuelo (de Finnair) le salió muy barato como para que fuera de ida y vuelta...

¿Y que hace allí?

Ha ido a aprender japonés, que ha sido su sueño de toda la vida desde hace, por lo menos, tres meses. Desde que fuimos a Mongolia había estado aprendiendo ruso, pero como en ruso sólo ha podido practicar las frases elementales de supervivencia (“No, no estoy interesada en comprar un Kalashnikov, gracias.”) y alguna que otra forma de cortesía (“Bonito chandal.” o “Que bonitos premolares. ¿Cuantos kilates tienen?”) al final decidió pasarse a una lengua en la que la gente no le contestase con monosílabos, y el japonés para eso es perfecto. Aunque no los entiendas son tan amables que da gusto quedarse ahí con cara de tonto mientras ellos se esfuerzan y se esfuerzan por hacerse entender. Y te puedes quedar media hora pensando en silencio en lo que te han dicho y no hacen la más mínima intención de irse, es como si en cuanto establecieras comunicación perdieran su voluntad. Algún día habrá que probar su capacidad de aguante...

¿Pero aprende?

Al parecer sí, aprende un montón y en un mes (bueno, es cierto que ya llevaba un par de meses estudiando por su cuenta) ya es capaz de mantener una conversación de media hora seguida en japonés. Eso dice ella. Cabe la posibilidad de que en lugar de en Tokio esté en Salinas y haya confundido la exótica fonética salinera con la japonesa, pero de todas formas eso no le restaría ningún mérito. Pero en serio, que el japonés hablado está chupao... mucho más fácil que el inglés...

¿Y tú que haces por Barcelona?

Pues los deberes. Tengo que acabar unos estudios que tenía pendientes y un curso de video-juegos que acabo de empezar, así que de momento no me puedo mover de aquí. Aparte de eso, que me quita mucho más tiempo del que me pensaba, estoy bastante liado experimentando con el tiramisú, que me sale de miedo, y con los bizcochos, que no hay manera de que me salgan bien y no tengo ni idea de por qué. Sorprendentemente sigo manteniendo mi tipín post-viaje, creo que porque como me he quedado sin dinero para gasolina ando mucho más. Ahora el Tongariro me lo haría en hora y cuarto como mucho.

El resto del tiempo lo dedico a quitarme los gatos de la chepa (creo que echan de menos a alguien), a enviar tupers con tortilla y cloquetas de jamón para Tokio, a lavar los tupers que me llegan de Tokio, a leer el blog, y a poco más. Bueno, algunas noches veo dos series que aprovecho para recomendar mientras espero que salga la nueva temporada de Lost:
The Flight Of the Conchords.
The Wire

Las dos están disponibles en el emule, aunque la de los Conchords sólo está en inglés.

¿Y no vas a ir a verla a Tokio?

Pues sí. Me voy a finales de mes diez días con Finnair por 550 euros. Creo que sólo con lo que me ahorrare de estufa ya saldrán los números, porque mira que hace frío en Barcelona... Voy haciendo las maletas... Algún encarguito?
P.D. Me ha dicho el Tarik que mande recuerdos, así que aquí van...


Watch Tarik in Animal Videos  |  View More Free Videos Online at Veoh.com

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Tokio, qué paz! (Versión 2008)

tren-tokio

Una de las cosas que me gustan de Japón es que por las mañanas puedo ir a una cafetería, sentarme a estudiar y que nadie me moleste. No se me sienta al lado el que habla alto por el móvil para que todos oigamos lo importante que es su trabajo ni la que le cuenta a la amiga su fin de semana a voz en grito. Aquí como mucho te toca el que estornuda avergonzado del sonido que produce, la que habla bajito por el móvil o los amigos que hablan para ser escuchados sólo por ellos mismos. Para mí, que tengo el oído asquerosamente fino, esto es un paraíso.

Las cafeterías en las que suelo tomar café también son frecuentadas por estudiantes japoneses, por oficinistas, parejas o grupos de amigos. Aunque sea hora punta y estén hasta la bandera, casi todo el mundo es consciente de que para vivir con comodidad en una ciudad es imprescindible no molestar al de al lado. En Tokio esa manera de pensar se manifiesta en muchos gestos a lo largo del día.

También me gusta ver como Tokio está lleno de gadgets que en España aún no se utilizan y que sirven para hacerle la vida un poco más fácil a uno. Ya hablamos de los wateres con chorritos. También en los lavabos hay papeleras y grifos que sin tocarlos se ponen a funcionar y sillas en los cubículos para que las madres dejen a los bebés mientras hacen pis (aquí muchas mujeres llevan a los bebés colgados con arnés, en lugar de cochecito, y claro, a la hora de ir al baño es un problema).

Me gusta que me den una bolsa para meter el paraguas mojado al entrar al centro comercial los días de lluvia. Y que el dependiente del super de al lado de mi casa me dé las gracias en inglés pese a tener tropecientos años y no mirarme a los ojos al decirlo.

En el caso del super, estoy segura de que el hombre ha hecho ese esfuerzo muy a propósito pero ni siquiera me ha mirado. Aquí prima la sutileza y el hecho de que un señor en un super de barrio te hable en inglés es un detalle que es fácil pasar por alto, y más si mira al suelo mientras lo dice. La comunicación en japonés es increíblemente vaga e indirecta y requiere su tiempo aprender a darse cuenta de pequeños detalles como ese. Yo no tengo ninguna duda de que meto la pata a diario por no captarlos.

Hablando de abuelillos japoneses, el otro día cuando estaba a punto de salir por la puerta de casa, llamaron al timbre. Al abrir dos viejecitas extremadamente chiquititas me miraban con cara de sorpresa desde el otro lado. Parecían sacadas de una película del estudio Ghibli, tan diminutas y tan pegadas la una a la otra. Me saludaron sonrientes y me preguntaron si hablaba algo de japonés. Al decirles que un poquito, sacaron un folleto estilo testigos de Jehová, con sus puestas de sol y sus niños. Me preguntaron si podía leerlo y les dije que no (igual si me daban tres años y un diccionario, se lo leía), y ellas, hay alguien en la casa que lo pueda leer? y yo, pues es que somos todos guiris estudiantes. Y disculpándose ,entre sonrisas, retrocedieron unos pasitos con mucho sigilo y desaparecieron calle abajo. Menos mal que me quedé con el papel en la mano, sino habría pensado que eran una aparición.

Os dejo una actuación que me encontré el otro día en el Sunshine City, un centro comercial cerca de Ikebukuro. Anda que no va sobrado el tío.

martes, 28 de octubre de 2008

La clase de japonés

Cuando el otro día contaba que me habían puesto en el parvulitos del japonés, mi amiga Susana me preguntaba si nos harían troquelar letras con un punzón y cosas similares. Lo que entonces parecía un chiste resulta que no anda tan alejado de la realidad como yo pensaba.

A lo largo del curso se suponía que íbamos a tener una actividad que se realizaría fuera del horario de clase. Yo me imaginaba, no sé, unas clases de ikebana o un taller de sumo. Pensaba que sería el equivalente japonés a ir a un tablao flamenco, y me veía dando patadas al aire o doblando cisnes en papel.

Bueno, pues el otro día nos entregaron el comunicado que anunciaba la fecha y la actividad y ni lo uno ni lo otro: visita de dos días a una escuela de cerámica. Uno de ellos sólo a mirar y el otro nos dejarán hacer una taza. Eso sí, sin asa, y esto lo ponía en letras gordas y negrita. SIN ASA! Es que lo del asa ya se debe pasar de peligroso.

El día de ir a mirar pero no tocar fue la semana pasada. Con decir que en la sala había tres abuelillas y mi clase lo digo todo. El profesor molón de mi escuela (es el que más laca lleva), el sensei Hasegawa, nos acompañó y nos dio una explicación muuuy larga en un japonés que nadie entendió. Luego nos dijo, hale, para casa, y esto ya lo entendimos todos y nos fuimos.

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Y es que el sensei Hasegawa no habla una palabra de inglés. El resto de mis profesores tampoco. Pero es que aunque lo hablaran tampoco serviría de mucho. La mitad de mi clase tampoco lo entiende. En toda la escuela sólo hay una persona que habla inglés y nos hace de contacto con el personal a los alumnos que hablamos inglés. También hay otra persona que habla chino y coreano, y es el que sirve de traductor al resto. Y en mi clase hay una ukraniana que a nadie entiende, porque sólo habla ruso.

El hecho de que las clases sean exclusivamente en japonés tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las primeras son evidentes, aprendes mucho más, pero también hay cosas que con inglés de por medio se podrían resolver más rápidamente y que al tenerlo que hacer en japonés se alargan un montón y algunos detalles se quedan sin explicación.

En clase yo tengo como compañera a Nam, una chica coreana de mi edad que ha venido a Japón con un plan parecido al mío. Habla muy poquito inglés y tenemos que explicarnos la vida en japonés. Yo cada día me preparo lo que me haya pasado en el día anterior para contárselo, pero claro, con lo poco que puedo decir parece que las historias me las escribe el guionista de Barrio Sésamo. Ella con su diccionario y yo con la Nintendo nos vamos traduciendo la una a la otra y bueno, al final nos comunicamos. Eso sí, estoy convencida de que acaba igual de frustrada que yo, porque yo creo que nos caemos bien mutuamente y nos gustaría poder hablar de más cosas.

La procedencia del resto de la clase es de lo más variado. Hay dos chinas, dos taiwanesas, una tailandesa, dos coreanos, dos ukranianas, un vietnamita, un americano, un inglés y un francés (esto parece un chiste).

Yo creo que he tenido suerte, no sólo con la academia, sino con mis compañeros también. Pensaba que me tocaría en una clase de adolescentes recién salidos de los USA, y con los humos que da la edad y la nacionalidad, y cuando vi donde me había tocado respiré aliviada. Durante el viaje mis simpatías por los anglosajones han caído en picado y me apetecía evitarlos a toda costa, y hasta en eso he tenido suerte, porque de dos que hay en clase uno es muy majo.

También estoy contenta con las tres profesoras que tengo. Van explicando a buen ritmo, son agradables y han tenido varios detalles de los que te hacen pensar que se toman en serio su trabajo.

En fin, aquí pongo la foto que nos hicieron el otro día antes de ir a la exposición de cerámica. A mí, teniendo en cuenta que las ukranianas son bastante identificables, es fácil verme y mi compañera es la que está tan seria delante mío. A la izquierda, en una postura bastante incómoda, la sensei Hashimoto, mi profe. El resto, a repartir entre los países que he mencionado antes. Desde luego, si nos ve Toscani nos saca en una campaña de Benetton.

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sábado, 25 de octubre de 2008

Puffy Amiyumi: las vueltas que da la vida

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Mientras nosotros andábamos dando botes por Asia mi hermana Paula y mi pre-cuñado (David, el año que viene, si Dios, la familia cercana, la familia lejana, la falta de presupuesto o el oleaje en Estocolmo no lo impiden, será oficialmente mi cuñado) cuidaban de nuestra casa y de los gatos en Barcelona. Les hemos dado las gracias montones de veces, porque realmente sin ellos no nos habría sido posible marcharnos de viaje. Antes de que decidieran coger sus trastos en Estocolmo, alquilar su piso e irse un año a Barcelona yo andaba bastante preocupada pensando qué hacer con los gatos. Tengo que reconocer que son angustias de histérica y que me augura un futuro de absoluto sufrimiento como madre, pero estoy resignada.

La idea de que mi gato Tarikito y mi gata Chilindrina pasasen un año en casa extraña me tenía atrapada y llenaba mis pesadillas. Cuando Paula y David anunciaron su intención de irse a Barcelona 35 toneladas de peso se cayeron de mis hombros como por arte de magia. Alberto y yo, por supuesto, firmamos al instante. Y es que sabíamos que los gatos con Paula y David iban a estar no como con nosotros, mejor aún. Y así ha sido.

En este año mientras Paula se dejaba los días currando en el IRB de Barcelona, David se los pasaba en casa dándole al coco y al piano. Viendo los vídeos y las fotos que nos enseñaron después parecía que teníamos en casa a Richard Clayderman.

Tantas horas aporreando teclas al final dieron como resultado una canción que ha visto la luz este verano en Japón. Se llama "My story" y la cantan el grupo Puffy, dos japonesas muy chiquitillas que tienen mucho éxito aquí y hasta una serie de dibujos animados en la Cartoon Network americana.

En los días que llevo en Japón he oído ya varias veces la canción en comercios y la ponen en la tele en un anuncio de Kanebo. El año pasado cuando estuvimos aquí incluso vimos aparecer el vídeo de una canción de David para Puffy en las pantallas de Shinjuku. Ahora, cuando oigo el nuevo single, no puedo evitar pensar que lo escribió David en el salón de nuestra casa en Barcelona, a miles de kilómetros de aquí, con Chilindrina durmiendo al lado y alucino de pensar las vueltas que da la vida.

jueves, 23 de octubre de 2008

Aprende japonés reclamando (II)

Justo cuando yo pensaba que mis días de reclamar se habían acabado va mi recién comprada Nintendo DS y empieza a emitir un pitido continuo al encenderla. Cuando la compré lo hice con la intención de aprender japonés con ella, pero no pensaba que iba a ser para devolverla.

Yo sé de uno que se estará riendo ahora. El año pasado ya descambié una cámara aquí porque hacía así como clic clic. Qué culpa tengo yo de ser de oído sensible! Antes de que el pitorreo vaya a más quiero aclarar que esta vez es muy diferente. Hasta he encontrado a alguien que le pasa lo mismo y lo ha grabado en video. Otro incomprendido.

La verdad es que empiezo a sentirme un poco como el protagonista de la película aquella del día de la marmota. Me levanto, estudio, descambio algo, entro a clase, salgo de clase, compro algo, estudio y me acuesto. No vale decir que esto me lo evito no comprando nada. En Tokio eso es misión imposible.

Ayer, en medio de esta rutina conocí a la dueña de mi casa. La señora Pakky. Tiene tela que se tenga que venir una a Japón a tener una casera llamada Pakky. Nos saludamos muy cortésmente y con mucha ceremonia, como se estila aquí y nos preguntamos por la salud la una de la otra. Fue ella la que vino a saludarme al entrar yo por la puerta de casa y lo hizo por mi nombre. Me pareció curioso que se supiera los nombres y procedencia de todos los inquilinos.

La casa que la señora Pakky nos alquila a mí y a otros seis es realmente bonita. Bueno, realmente nos la alquila Sakura House, pero la señora Pakky pone su granito para que estemos contentos y le siga viniendo gente. La casa está recién reformada y hemos estrenado todo, desde los colchones a los frigoríficos.

Cuando acabamos de intercambiar formalidades le hice un comentario a propósito de la buena impresión que me había la causado la casa y a la mujer se le iluminó la cara. Se fue a buscar a una amiga, que andaba rondando por la casa, y me explicó que ella era la que se había encargado de las reformas y de los detalles de la decoración.

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Aparte de tener una amiga manitas la señora Pakky nos ha surtido de mapas, guías de viaje, planos de la ciudad, revistas de moda y decoración y una colección de libros de manga. Todo super ordenado y etiquetado en el salón. Y como se ve en la foto de la izquierda hasta tenemos un jardín zen con estanque de pececillos.

Con estos últimos creo que el tailandés que vive abajo ha tenido alguna historia. Ayer le oí que se lo contaba a la casera pero no me enteré de gran cosa. Su habitación da al estanque, no sé, igual este tipo de pez ronca.

martes, 21 de octubre de 2008

Aprende japonés reclamando

Ayer, en una tienda de electrónica, donde más solemos curiosear los gaijines, tuve la ocasión de poner a prueba todo lo que he aprendido. Compré una antena usb, para ver si ampliando el alcance de mi wifi consigo encontrar una gratuita. Salí de la tienda y me senté en una cafetería a probar el invento pero para sorpresa mía al abrir la caja no había dentro nada más que las instrucciones. En un momento pasó por mi cabeza la película con diálogos de la situación de mi reclamación y me vino una oleada de sudor a la frente. Armándome de valor e intentando montar las frases que estaba a punto de pronunciar me dirigí de nuevo a la tienda. Subí a la quinta planta, miré a mi alrededor, me di cuenta de que estaba en la tienda equivocada, me volví a meter en el ascensor, bajé los cinco pisos y esta vez sí, entré en la tienda correcta.

Volví a la sección donde lo había comprado, donde la mitad de los empleados andaban ocupados y la otra mitad era del tipo avestruz. Al final utilicé la técnica de esconderme detrás de una estantería y esperar agazapada y así capturé al que me habría de gestionar la reclamación.

No se me dio mal explicarle en japonés que había comprado el aparato hacía 15 minutos y que no había nada dentro. Hasta yo me sorprendí de lo bien que fluía la conversación. Al final él dijo "chotto matte", o espere un segundo, y yo me quedé allí parada con mi bolsa de plástico a modo de muletilla.

Pasaron cinco minutos y vi aparecer a mi dependiente empujando una impresora por un pasillo. Otros cinco y empujaba un monitor. Para entonces yo ya le ponía una mirada asesina, y en eso estaba cuando se acercó a mí el que resultó ser mi auténtico dependiente. El que pasaba de un lado a otro era uno que imagino que debía alucinar cuando me veía ahí plantada queriendo asesinarle. Pero es que realmente se parecían mucho.

Al final, no sin una cierta desconfianza, accedieron a darme una caja nueva, esta vez con cosas dentro. Lástima que el aparato tiene peor recepción que la wifi de mi portátil y lo he devuelto esta mañana.

La semana pasada compré tres cuentos infantiles de segunda mano en una librería que he descubierto en Ikebukuro. Ese día tuve ocasión de practicar mi respuesta a "¿Quiere una bolsa?". Parece una tontería pero aprenderse esta frase le ahorra a uno unas cuantas caras de tonto al día.

Unos días más tarde entré en otra librería y compré otro, esta vez nuevo. Al llegar a casa e ir a colocarlo con los que tenía me di cuenta de que lo había comprado repetido. ¿Cuántos cuentos puede haber publicados en Japón? Todos esos y más aún y yo compro cuatro y repito. Total que al día siguiente volví a la tienda con mi libro repe y toda la conversación estudiada. Y o me entendieron a la primera o todavía no me entero de cuando me ponen cara de ¿y ésta qué dice? Salí de la tienda con un libro nuevo y la emoción de realmente estar aprendiendo algo de japonés. lo segundo se me quitó en cuanto salí a la calle y vi que seguía sin entender un 99% de los carteles.

Pongo una foto de los cuentos, primero porque me parecen muy bonitos y segundo porque estos días apenas he hecho fotos y menos alguna que merezca la pena.

japones

viernes, 17 de octubre de 2008

Neko Cafés

neko-cafe Aquí les llaman Neko Cafés. Mi cuñado dice que son prostíbulos de gatos. En cualquier caso son locales donde se paga por pasar tiempo con gatos. Es como ir a una tienda de animales y poder tocarlos, jugar con ellos o que se te suban encima. En Japón este tipo de negocios tiene su mercado porque la afición de los japoneses por los animales es muchísimo mayor que en España. En Tokyo hay cientos de tiendas que venden complementos para las mascotas, desde chubasqueros para la lluvia a modelitos que harían enrojecer a Paris Hilton. Los pisos en las grandes ciudades japonesas son muy pequeñitos, y los que pueden permitirse una mascota optan por un gato o un perro pequeñito. Los que no pueden son los posibles clientes de los Neko Cafés.

El otro día exploraba la ruta entre mi casa y la escuela en busca de conexiones wifi gratis. En Tokio encontrar una wifi abierta es tarea casi imposible. Hasta un compañero de clase y yo nos hemos repartido la zona para ver si entre los dos somos capaces de encontrar algún acceso gratuito. El caso es que en un mapa que me había bajado de internet aparecía un café en una calle de Ikebukuro. Al llegar a la puerta vi que no era un café corriente, sino un Neko Café. Con el poco japonés que he aprendido pude entender que me cobraban 600 yenes por media hora y, aunque caro, no me pude resistir.

En el café un japonés muy solícito me sacó un cartel gordo que guardaba debajo del mostrador que decía "Lo siento, no hablamos inglés", en inglés. Tuvimos que pasar a las señas y bueno, al final más o menos entendí lo que me explicaba. Las normas de la casa consistían en lavarse las manos antes de entrar y no poder coger a los gatos: jugar sí, tocarlos sí, pero no alzarlos en el aire. El del café me entregó una tarjeta para colgarme al cuello y que servía para contabilizar el tiempo que pasaba allí. Yo me descalcé, me lavé las manos y entré por una puerta a la sala donde andaban correteando los gatos.


Como era por la mañana sólo había 3 o 4 japonesas, que se acercaban a los gatos como si fueran de porcelana y soltaban grititos y Kawaiiisss (Qué mono!) cada dos por tres. Los gatos andaban revolucionados, persiguiendo al dueño para que les diera de comer y peleándose entre ellos. A una de las japonesas le soltaron un bufido que casi la mata del susto.

Más tarde, enseñé a los de mi clasé de japonés el video que había hecho del Neko Café y como les hizo mucho gracia, volvimos al día siguiente. Estuvimos leyendo el correo unos, tomando un café otros y Hung, mi compañero vietnamita, se lo pasó probando los sillones de masaje. El del Neko Café, viendo que igual yo le podía llevar clientes, ayer me dio tarjeta de puntos, personal, folletos y todo lo que tenía por ahí. Yo aproveché tanto interés para pedirle un descuento por haber ido cuatro. Me dijo que sí, pero tardé un rato en darme cuenta porque cuando en un establecimiento pides algo (descuentos, devoluciones, reclamaciones) los dependientes ponen la misma cara si te dicen que sí como si no. Exactamente la expresión es de "Claro claro. Concedido!", pero como luego ves que no se mueven un milímetro para darte el dinero que reclamas o aquello que pides acabas deduciendo que te han dicho que no y te marchas.

lunes, 13 de octubre de 2008

Taiiku no Hi

Estos días han sido festivos en Japón y hasta el martes no tendré que volver a clase. El motivo es la celebración del Taiiku no Hi, o el Día Nacional del Deporte y la Salud, que conmemora la apertura de los Juegos Olímpicos de Tokyo de 1964. En la actualidad eso se traduce en una fiesta en la que los colegios organizan actividades deportivas para que participen tanto los alumnos como sus padres.

Para comenzar mi fin de semana de tres días, quedé a comer el sábado con Carola, una chica que conocí poco antes de venir a Tokyo. Pasamos el día en Harajuku y Shibuya. Paseamos extasiadas por los pasillos del depachika (son los bajos de los grandes almacenes y están destinados a la venta de comida y delicatessen) del Tokyu, donde me aprovisioné de tomates. El precio de la fruta y algunas verduras es más alto en Japón que en España, llegando la diferencia hasta el triple o cuádruple en algunos casos. Por ejemplo, una manzana puede costar entre 1 y 3 euros, y las sandías o las uvas no bajan de los 20 por unidad/racimo. Mis tomates costaron 4 euros pero estaban riquísimos y me han durado tres días.

Así como anteayer fue un día normal en Tokyo, ayer la ciudad entera parecía revolucionada, empezando por mi barrio. Aquí en Otsuka tenían montado un chiringuito con música y coreografías. Y como en todo evento japonés, un megáfono. De lo poco que podía entender, la voz anunciaba a todo trapo las actuaciones y les animaba con un "Gambatteee!".

Gambatte! es una expresión japonesa que se utiliza con bastante frecuencia. En la academia nos la sueltan cada dos por tres. Viene a significar algo así como "Persevera!" o "Sigue adelante!" y se dice para dar ánimos. Es el equivalente a nuestro "Que tengas suerte!". Los japoneses creen que el éxito sólo se alcanza a través del esfuerzo personal y la insistencia. Para ellos, poco tiene que ver la suerte en conseguir lo que uno quiere.

Aquí dejo un video de los tokiotas bailongos:

Si os fijáis, detrás de cada conjunto hay uno o dos individuos que agitan una bandera en el aire al tokyo2016 ritmo de la música. Me llamó la atención que tanto algunas banderas como las camisetas de los voluntarios que andaban organizando los grupos llevaban escrito TOKYO 2016. Entonces recordé que Tokyo es candidata a los juegos del 2016, en competencia con Madrid, Río de Janeiro y Chicago. Mucho me temo, para pesar mío y alegría de algunos indeseables, que Madrid no organizará los juegos ese año. Serán para Tokyo? Gambatte!

También se puede apreciar en el vídeo el atuendo del jubilado medio japonés. Por algún motivo, las parejas de pensionistas siempre van preparados como si fueran a subir alguna montaña: camisa de explorador, pantalones de tejido que seca rápido, botas de trek y gorro de Woody Allen filmando en la Barceloneta. Yo antes pensaba que sólo vestían así cuando iban de vacaciones, pero no, es un uniforme multiocasión, tanto vale para visitar la Giralda como para el paseo del domingo por el centro de Tokyo.

Al acabar las actuaciones cogí el tren a Shinjuku, donde resultó haber más fiesta. Habían cortado las calles, que estaban tomadas por trapecistas, payasos y equilibristas. Iba a hacer un chiste con el desfile del Día de la Hispanidad, pero como a los trapecistas y a los equilibristas no sé donde encajarlos mejor lo dejo.

shinjuku

El caso es que entre ver las actuaciones, comer y tomarme un café se me pasó el día. Yo iba con intención de meterme al cine a ver Gakke no ue no Ponyo, la nueva de Miyazaki, pero en Tokyo siempre acaba siendo difícil llevar a cabo mis planes. Siempre hay algo que me distrae y el tiempo se me pasa volando.

En el sitio donde estuve tomando café aproveché para hacer los deberes que me habían puesto en la escuela el viernes. Cada día nos dan ejercicios para hacer y luego nos los devuelven corregidos. A mi lado, en una mesa corrida, había un chico japonés y al mirar de reojo, vi que también estudiaba, pero en su caso los ejercicios eran en inglés. Pensé decirle algo, porque la ocasión era perfecta para que practicase yo mi japonés y él su inglés. Al final me eché atrás pensando que, como les sucede a muchos japoneses cuando te diriges a ellos, se pondría colorado y saldría huyendo.

El caso es que con este pensamiento volví a casa y decidí hacer un intento serio de intercambiar mi conocimiento de inglés o castellano por algo de charla en japonés. Localicé un foro dedicado precisamente a eso, me registré y envié un par de mensajes a japoneses que estaban interesados en practicar castellano. Y funcionó. Atsushi contestó a los cinco minutos y hoy hemos quedado a tomar algo y cenar. La rapidez de la contestación no fue tan sorprendente como el hecho de que la respuesta me la escribiese en un perfecto catalán. Y es que Atsushi vive en Barcelona desde hace un año y como buen japonés, no le gusta perder el tiempo. Habla un castellano que aunque no es perfecto es superior al de muchos tertulianos televisivos, y hasta se atreve con el catalán. El pobre ha tenido que soportar mi chorreo de preguntas tontas sobre Japón y hasta se ha animado a repetir otro día.

domingo, 12 de octubre de 2008

Poniendo un pie en Japón

Quince días han pasado desde la última entrada del blog. Diez desde que llegué a Japón y solamente uno desde que me pude sentar a hacer algo que no fuera correr de un lado para otro.

Desde que aterricé en Nagoya el día dos nada ha salido según el plan que traía yo en mente. la habitación que había alquilado en un apartamento al norte de Tokio resultó estar a menos de 10 metros de una autopista. Tras dos horas oyendo pasar camiones, decidí volver a la agencia y pedir un cambio de piso. Al día siguiente visité lo que es mi actual casa e hice la mudanza. Los 20 kilos de maleta entre el jet lag y la humedad agobiante que había en Tokio pesaban como 40.

Tras el ajetreo me presenté en la academia donde pasaré estos meses aprendiendo japonés. Me hicieron una prueba escrita. Y al decir escrita me refiero a las preguntas, porque las respuestas no fui capaz de contestar apenas ninguna. En la oral en cambio respondí a todo, pero si era a lo que me preguntaban o a otra cosa nunca lo sabré. Bueno, en realidad deduje que no había estado muy acertada en el momento que me dieron la hoja de ingreso con la clase que me habían asignado: la 1A. El parvulitos del japonés.

El resto de días los he dedicado a tareas bastante más productivas que interesantes: llenar la nevera, regular el sueño o proveerme de calcetines. Otras han sido tan poco productivas como interesantes: intentar comprar una bicicleta de segunda mano, decidir si hacerme con un móvil o no o buscar café descafeinado. Y también dedicarme a observar cómo el euro sigue cayendo, pasando de valer 160 yenes en agosto a 134 ayer.

Ahora, con la nevera llena, los pies calentitos y mis ocho horas de sueño, hasta he podido escribir un post.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Philip Blenkinsop: de Asia a Barcelona

Parte del equipo Asiasido en unos días estará camino de Tokio. La parte Alberto se quedará en Barcelona castigado, terminando los estudios que tiene a medias y la otra, es decir, yo, pasaré unos meses en Japón estudiando lengua y cultura japonesa y fotografiando todo lo que pueda. Mucho me temo que estos meses van a ser los últimos que me queden antes de pulirme los ahorros y tener que volver a la vida responsable.

A pocos días de marcharme a Tokio he recibido un correo que me ha hecho tirarme bastante de los pelos. En un post anterior hablamos del trabajo de un fotógrafo llamado Philip Blenkinsop, que había contactado con los Hmong escondidos en la selva de Laos y había realizado un reportaje impresionante sobre cómo el gobierno laosiano los estaba exterminando.

Recuerdo que la tarde que descubrí su trabajo estábamos en Pakse (Laos), lloviendo y sin poder salir hacia ningún lado. Aparecieron sus fotografías buscando información sobre los dayaks de Borneo y al verlas no pude despegar los ojos de la pantalla en toda la tarde. Menos mal que los precios de los cibercafés de Laos no eran los de Australia.

El motivo por el que me tiro de los pelos es que en el correo que recibí una amiga me avisaba de este taller que, desafortunadamente para mí, se celebrará en Barcelona del 3 al 7 de Noviembre:

flyer_castellano_2

Me lo voy a perder y, pese a que es por estar en Japón, no puedo evitar que me dé una rabia tremenda. Conocer a alguien que conoce de primera mano la mayoría de conflictos étnicos en el sureste asiático habría sido una experiencia interesantísima. Me tendré que conformar con desahogarme escribiendo este post y llorar un poquito por dentro (ñiii ñiii).

Para los que quieran entender por qué me ha puesto mustia el correo, aquí pongo links al trabajo de Philip Blenkinsop:

Extreme Asia

Galería de Philip Blenkinsop en la agencia Noor