lunes, 22 de diciembre de 2008

La clase de cerámica y los últimos días de curso

La semana que acaba de terminar ha sido ajetreadilla y no me ha dado tiempo ni de subir un post. El martes y miércoles pasado hice los exámenes finales y el viernes fui por última vez a la escuela a asistir a la ceremonia de clausura del curso.

ceramicCon todo el lío me he dejado algunas cosas en el tintero que quería contar antes de los últimos días de clase. Una de ellas es la clase de cerámica, que tuvimos justo el día que venía Alberto. Como ya expliqué en otro post nos dejaron hacer un bol/plato/vaso pero sin asa. En total dos objetos por persona. En la escuela donde nos llevaron a hacer la clase tenían unas tazas de té bien bonitas, a la japonesa, altas y sin asa. Yo me propuse hacer una y en el primer intento, aún no sé cómo, acabé haciendo un plato (en la foto). En el segundo, creyendo haber intuido el fallo del primero y el truco para que la taza saliera como dios manda, acabé haciendo una salsera. No hubo manera. A ver si lo del asa iba a ser peligroso después de todo.

Ahora mismo plato y salsera esperan pacientemente sobre mi escritorio a que llegue el jueves, que es el día en el que se pueden sacar estas cosas a la calle para que las recoja el camión de la basura. Si tuviera 30 años menos se los regalaría a mi casera, pero a mi edad como detalle queda un poco rancio. Mamá, ya sé que a ti te haría ilusión, pero es que, aparte de ser un horror, el plato tiene 4 dedos de grosor en su lado más fino y pesa un quintal.

Aparte de botijos también he hecho algunas salidas con los de clase. He comido por primera vez en un restaurante coreano. Fuimos cuatro de clase, guiadas por Nam, coreana del mismo Seúl. Nos pusimos las botas y yo además aprendí que las coreanas se distinguende las japonesas por la anchura de las caderas. Hay japoneses que dice que saben distinguir a un japonés de un coreano por el aspecto, otros dicen que no y Nam dice que a las chicas por las caderas (las coreanas tienen y las japonesas no). Vamos, que si no lo tienen claro ni ellos, yo menos.

cosacoreana1

Hablando con mis compañeros de clase a menudo sale la comparación de Japón con nuestros países de origen. Yo siempre opino que los japoneses son más amables y más respetuosos. Daria, la ukraniana, que lleva aquí cuatro años y está casada con un japonés, es de la opinión contraria, y siempre que digo algo así se ofende muchísimo. Y entre ella y yo hay una gama de grises con las opiniones del resto.

Lo cierto es que aunque yo en la comparativa siempre pongo a los japoneses como ganadores, también pienso que no es oro todo lo que reluce. En estos meses he podido comprobar que, por supuesto siempre en general, los japoneses está escondidos detrás de un muro de amabilidad que es difícil traspasar. Así como los españoles, cuando pasa un tiempo en la relación con una persona, aparece una cierta calidez, en los japoneses da la sensación de que a ese paso cuesta mucho llegar y te topas siempre con esa amabilidad un tanto fría. Nosotros solemos asociar amabilidad con calidez, pero aquí la primera es como si estuviera dirigida más al entorno que a las personas en concreto.

Realmente lo más interesante de estar aquí es poder observar cómo actúa una sociedad tan distinta. Al ser la lengua tan diferente y tan difícil de leer, el acceso a la información es muy limitado para los extranjeros. Para mí Japón es una cebolla que se pela muy muy despacio, y el proceso es fascinante.

Bueno, cambio de tema que si no me atasco y no acabo.

Volviendo a la escuela, otro día tuvimos invitados. Tocábamos a dos por cada grupo de cuatro, y a el mío le tocó una mujer muy discreta y un profesor de karate. De dónde los habían sacado aún no lo sé, pero yo apostaría por el centro cívico de la esquina. El tema de la clase era "Visitando una casa japonesa". Aquí, para quedar bien, no basta con llevar un brazo de gitano o unos buñuelos. En Japón para que te vuelvan a invitar otro día has de recordar una retahíla de frases de agradecimiento y de disculpa que han de decirse en el momento justo, ni un segundo antes ni uno después. Si llevas regalo has de decir "esto es un regalo sin importancia..." y entregarlo con las dos manos. Y ni se te ocurra darlo sin sacarlo de la bolsa, aunque en esto no hubo quorum entre los senseis, y al final quedó en que preguntásemos en la tienda cuando nos lo envolvieran si la bolsa era de entregar o de no entregar.

Luego nos hicieron ir de invitado en invitado siguiendo todo el proceso desde que entras a la casa, hasta que sales, pasando por la entrega del regalo y el "uy, que rico estaba todo". El sensei de karate se creía que estábamos practicando para las olimpiadas y nos exigía unas reverencias de casi tocarnos las rodillas con la frente. Aquí está a punto de hacerle un kata a la pobre Ti Nana, que está pensando en entregar el regalo y salir por patas.

sensei

También en la escuela, nos han hecho preparar un discurso. Se suponía que primero habíamos de hacerlo delante de nuestros compañeros de clase y luego votar los dos mejores, que nos representarían en el concurso de discursos de la escuela. Aquí los discursos no se escriben a doble espacio y tirando, no. Para esto hay un papel especial cuadriculado, en el que se ha de escribir un caracter por cuadrícula. Escribirlo es un coñazo, pero leerlo es todavía peor. En japonés no existen los espacios (las comas y los puntos sí, pero entre las palabras no hay espacios) pero los que estamos aprendiendo los ponemos para aclararnos. El sistema de escritura de discursos imposibilita estos espacios artificiales, y al ir a leer una frase uno se encuentra con cuarenta caracteres que ha de leer y entonar del tirón. Todo esto de pie, delante de toda la clase y de seis senseis.

El mío fue horripilante. No fue el peor porque me salvó otra que hizo uno sobre lo mucho que le gustaban las flores de la sakura y que todo el rato confundía kirei (bonita) con kirai (odiar). Al final el discurso "Me gustan las sakuras" acabó siendo "Odio las sakuras". Pobrecilla.

Quién nos representó en el concurso de discursos y la ceremonia final lo dejo para el próximo post.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Aquí también ha llegado el frío

Ha llegado una ola de frío a Japón y estamos todos congeladitos. Aquí el frío se vive de una forma un poco diferente a España. En la calle uno se pela, y en las tiendas y las cafeterías se abrasa. Los japoneses y yo vamos pasando de un estado de entumecimiento total por el frío a un sopor tremendo, que entra más o menos a los dos minutos de meterse en algún local. A mí aún me da vergüenza, pero muchos japoneses no tienen ningún pudor en dar una cabezada allá donde estén. Cada día, sea en la cafetería, en el metro, o en algún sitio calentito donde uno pueda apoyar el culo, veo a alguien echando un sueño. El metro tiene especial peligro pues no sólo está calentito, además los asientos llevan calefacción y es sentarse y se le empiezan a cerrar a uno los ojos.

durmiendoLo curioso de la manera de dormirse de los japoneses es que no lo hacen echando la cabeza hacia atrás o el mentón hacia abajo. Aquí lo que se estila es apoyar la frente en la mesa, o en el libro y en su ausencia, en las rodillas, con la cabeza sujeta por los brazos. Se sientan, se toman el café, echan un sueño rápido, se desperezan y siguen con lo que estuvieran haciendo.

Además de dormirse con los cambios de temperatura el invierno también trae un producto que, hasta ahora, es de lo más práctico que he visto en Tokyo. Son los heat pads o parches de calor. Estos parches son unas bolsas blancas, planas, que se pueden comprar en varios tamaños y que cuando abres la bolsa de plástico en la que vienen, al contacto con el aire, se calientan. Aguantan la temperatura unas 18 horas. Aquí en los días muy fríos da un gusto tremendo ponerse un parche pegado a la camiseta (los hay adhesivos) y salir a la calle. Los hay para meter dentro de los zapatos y también para llevarlos en unas manoplas especiales que te mantienen las manos calientes durante todo el día. Un pack de 10 cuesta entre 200 y 300 yenes (eso ahora son unos 2 o 2,5 euros), así que si uno visita Japón y entre los millones de cosas que hay no ve nada para llevar a la familia, esto es un souvenir estupendo.

heat-pad

Lo que pone en el círculo verde es "Tipo adhesivo". En otros pone "Tipo regular" y el círculo es rojo. Y en otras marcas no hay círculos, pero también pone si es adhesivo o no.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Monte Takao y los tororo soba

Ya han pasado dos días desde que Alberto salió de casa con los ojos legañosos para coger el vuelo de vuelta a Barcelona. La noche anterior yo me dediqué a llenarle la maleta y una mochila intentando no pasarme de los 20 kgs que permite Finnair. Como lo calculé a ojo, preparé un plan B por si nos pasábamos y obligaban a Alberto a quitar peso que consistía en sacar de la maleta los cuentos infantiles que he comprado y enseñarlos muy poco disimuladamente, poniendo cara de tristeza. Así, apelando al buen corazón del empleado de turno, esperaba que no le hicieran dejar nada. Al final la maleta pesaba 25 kgs y ni se la miraron.

okonomiyaki3 En los tres días anteriores a la partida de Alberto no paramos un segundo: fuimos al Sony Center, a ver la iluminación de navidad de Roppongi, a comer un okonomiyaki (a la izquierda), a Akihabara y hasta subimos al monte Takao.

Este último plan lo hicimos siguiendo la tradición japonesa de ir al campo a admirar el enrojecimiento de las hojas en otoño. Los fines de semana hordas de tokiotas se echan al monte con la familia, el perro, la abuela y todo lo que encuentren por casa. Nosotros, que no podíamos ser menos, llenamos la mochila de unas cuantas de las recién descubiertas manzanas y a las 9 de la mañana ya salíamos de casa. Al monte, que estaba a 1 hora de camino, llegamos 2 y media más tarde porque a mí se me ocurrió la brillante idea de cambiar a un tren que nunca pasó y eso nos costó tener que coger un autobús y un tren alternativo para llegar. Eso sí, en la estación, como habíamos pagado un billete hasta el monte, los billetes de autobús y del tren nuevo no nos hicieron pagarlos.

Una vez en el monte mi mayor ilusión aparte de ver el kooyoo, que es el nombre de las hojas rojas, era comerme unos tororo soba. Los tororo soba son típicos del monte Takao, y están hechos a base de fideos, batata dulce (que crece allí) y verduritas. Atsushi, tú seguro que los has comido muchas veces, porque esto está al lado de tu pueblo.

Al final pude ver cumplidos mis tres objetivos del día: ver el kooyoo, comer tororo soba y que Alberto subiera sin quejarse de ningún dolor. Esto último lo logré dejándole que me contase todos los detalles de su proyecto de fin de carrera, que me volviese a explicar todos los síntomas de su malestar del fin de semana anterior y llevándole a comerse los kinoko soba que se ven en la foto. Kinoko es seta en japonés. Viendo el plato no podía ser otra cosa.

kinokosoba

Y esto, lo de detrás de Alberto, es el kooyoo. Este árbol es el momiji (arce), aunque creo que en Japón este nombre se utiliza como genérico para los árboles que cambian de color en otoño. Qué bucólico.

momiji

A la vuelta se le ocurrió a Alberto que igual era buena idea pasarnos por Shinjuku y subir al edificio Metropolitan a ver la puesta de sol. Ese día hacía un frío tremendo y desde la estación al edificio corrimos como posesos, llegando a tiempo de ver una puesta de sol como esta. Lo que se ve al fondo es el monte Fuji, que sólo es visible desde Tokyo en los días muy claros.

fujisan

viernes, 5 de diciembre de 2008

Día de lluvia

Esta tarde llovía a cántaros y paseando por Shinjuku nos hemos encontrado una imagen que en cualquier otra ciudad no habría tenido tanto impacto visual.



Música: "Omoide wa Tooku no Hibi" de la BSO de Byōsoku Go Senchimētoru

martes, 2 de diciembre de 2008

Sayonara Party en Casa Pakky


He venido a Tokio en misión especial. Oficialmente la visita es para averiguar dónde demonios escondió Carol el cortauñas de los gatos, que me tienen destrozadito, y si es posible, a que me explique como se para la lavadora, que lleva ya dos meses dando vueltas y está a punto de aprender a abrir la puerta de la cocina y veo que nos va a abandonar. Pero en realidad a lo que he venido es a traficar con jamón serrano, yemas de Santa Teresa, polvorones y salchichón de El Corte Inglés.

Siguiendo las instrucciones de Carol me compré una maleta bien gorda en el Alcampo, puse dos camisetas (para disimular), tres sobres de paletilla ibérica , tres salchichones de los buenos, un kilo de polvorones y dos cajas de dulces. Menos el jamón, que era para ella, el resto era para sobornar a sus profesores y a la señora Pakki, la casera. En el cole no se como va, pero en la Casa parece que la canadiense está a punto de aliarse con los thais para nominarla, y como Vero acaba de abandonar necesita aliados desesperadamente. Total, que allí voy yo con mi maleta vacía (tiene que quedar sitio para llenarla de tooooooodo lo que se ha comprado Carol) y dos salchichones haciendo tolón tolón camino del aeropuerto. El viaje no fue mal del todo porque aterrizamos sin incidentes, pero al parecer alguien llevaba la ventanilla abierta, a mi me dio el relente, y llegué a Narita un poco descompuesto. En el aeropuerto me debieron ver la mala pinta y un señor muy educado y con pinta de tontín me preguntó que si llevaba armas, drogas y no se que más. Le dije a todo que no, creo, pero aún así me hizo abrir el maletón y allí estaba el jamón, diciendo “requísame”. El guardia revisó el resto de la maleta, pero al parecer el salchichón y los polvorones no le parecieron sospechosos (o no le apetecían), así que sólo sacó el jamón, me señaló hacia un tenebroso pasillo y me dijo “cuarentein, cuarentein”. Al fondo del pasillo se veían unos pies encima de una mesa y un cartel que ponía “Animal quarentein”, así que me fui para allá con los tres sobres de jamón del Alcampo de a 3,75 euros cada uno en la mano. El funcionario de turno se levanto muy rápido, vio el jamón, me vio a mi, volvió a mirar el jamón, leyó “ibérico” y allí perdí toda oportunidad de que colara. Muy compungido, me enseño un folleto con una tabla y me dijo “supein supein, ham ham, sanitary document required”. Como no tenía el certificado de seguridad sanitaria del Ministerio de Exteriores (siempre se me olvida pedirlo en el Alcampo) se me quedó el jamón. Estuve pensando en comérmelo todo allí mismo, pero tenía el estómago tan revuelto del viaje que no fui capaz, así que lo dejé allí, desamparadito en manos del nipón. Al volver a la cola de inmigración ya se había extendido el rumor y todos los funcionarios me decían “aquí, aquí”, pero yo muy habilmente me puse en la cola del de antes, que por lo menos ya sabía que el salchichón no le gustaba. Mientras esperaba, me asaltó otro funcionario y me pregunto si se me habían quedado el jamón. Le brillaban los ojos, y estoy seguro de que esa misma noche se autoinvitó a cenar en casa del de la cuarentena. Por suerte pasé sin mayor novedad y me fui directo en tren a la estación de Ikebukuro, donde me esperaba Carol.


Entre el jet-lag y el estado de mi estómago no me acuerdo de la mitad, pero me da la sensación de que nos encontramos en un café y que tras los “huyyy pero que pelos llevas” y otras carantoñas de rigor me llevó a un restaurante donde estaba comiendo con sus compañeros de clase, que son igualitos que unos que salen en las fotos de otros posts, y que hablaban muy raro (Carol dice que era japonés, pero yo creo que era pitufo). No se. Los dos días siguientes me los pasé entre el W.C. de la señora Pakky y el futón que me habían puesto en la habitación de Carol. Que asquito de jetlag y que asquito de comida de Finnair, seguro que compensan lo baratos que son los billetes con experimentos de guerra bacteriológica. Pero bueno, sobreviví, y ayer ya estaba lo suficientemente despierto como para dar vueltas por el barrio. Tokio sigue igual que el año pasado. Siguen haciendo casas en cuestión de una semana, los obreros siguen siendo como los clicks de famóbil, y las chicas siguen andando con los pies apuntando hacia dentro. Al volver de clase, Carol me pasó a buscar y en llevó a ver supermercados, que es lo que más me levanta el ánimo. El descubrimiento de este año han sido las manzanas. Salen a 1 euro la pieza, pero son tan grandes que no te las acabas, y tan jugosas que prácticamente te tienes que duchar si te la comes a mordiscos. Impresionante.
Al volver del super nos esperaba en casa Pakky la “Sayonara Party” que le dedicaban a Vero, que deja la casa hoy. Mercedes Milá no estaba, pero estaban todos los demás. A saber:

  • La señora “Pakky”. Cincuenta años. Bajita. Sus hobbies: el castellano,y buscar novia a su hijo. Su frase preferida “Hoy no bebemos alcohol, que es lunes y mañana tenemos que trabajar”.
  • El hijo de la señora Pakky. 20 años. Soltero.
  • “Arale-chan”. Carol ya le puso en un post, pero yo me pensé que “se parecía”a la Arale, y no me enteré de que ella misma se llamaba Arale porque era clavadita al personaje del Dr Slump.
  • El hijo de la Arale. 16 años. Gafas. Nickname: “TIGER” (léase, taigaa) No le dejaron beber cerveza.
  • “El de mi izquierda”. Unos 45 años. No recuerdo como se llamaba, pero era fan del dr Slump, le tocaba cocinar en casa y sabía bailar y cantar la Macarena.
  • La “Risotto”. Unos 45 años. Experta en origami y en pillar las bromas al vuelo, independientemente del idioma. Hablaba muy bien castellano. Por lo que nos dijeron, el nombre no se debe a que haga un arroz muy bueno, sino a que siempre veranea en “resorts” (léase “risottos”). “El de mi izquierda” decía que ellos siempre le hacían bromas con lo del arroz, pero no nos quedó claro si lo de los resorts era en serio o no.
  • La Canadiense. Sin duda, la mala de la película. Por una vez Carol se ha quedado corta con las puyas, menuda elementa. Se presentó en la fiesta sin nada, encima se trajo a una amiga y ni siquiera ayudó a recoger. Se reía como la bruja mala del oeste.
  • Vero, la que se iba. No le arañó a la canadiense de milagro.
  • Nick. 22 años. Viene del norte de Inglaterra. Trabaja en Tokio de profesor de Inglés. Es el único de la casa al que nadie es capaz de entender, pese a que casi todos hablamos inglés.
  • “El Polaco”. 30 años. Hace gimnasia. Llevaba camisa de seda y pantalones de pinzas. Se pasó la velada poniendo cara de actor polaco (igual en su país funciona) y tirando fotos con su cámara “pro” sin acordarse de sacar la tapa el 70% de las veces.
  • Los Thai. El vale tanto para un roto como para un descosido. Cocina, pone música en el ordenador, canta en el karaoke... lo que haga falta. Ella es capaz de doblar el codo del revés y de bailar el “Sol solet” a ritmo de hiphop.

Pues esos son los personajes. Ah, y la señora Pakki, que no tiene un pelo de tonta, nos obligó a todos a ponernos japonés-restodelmundo-japonés-restodelmundo para que no hicieramos grupitos. A su hijo, casualmente, le tocó entre Vero y Carol. Al final resultó que no sólo era una Sayonara Party para Vero, sino que también fue una Welcome Party para mi, total, que nos empezaron a hacer regalos. A mi me tocaron unos calcetines del Doraemon, así que los borro de la lista de los Reyes Magos de este año.

Los cinco principales conceptos de sabiduría oriental que adquirimos en la cena fueron, de menor a mayor importancia, los siguientes:

  1. En Japón también llueve si canta Carol.
  2. Los de Osaka hablan raro, y dicen que ellos no son de Japón, que son de Osaka. Son especialistas en contar chistes, y los empiezan siempre con “saben aquel que diu...”
  3. Si en Japón dices “Ibérico” se escuchan a coro múltiples “ooooooooooooooooooooooooooooo” y “eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee”s y todos se ponen de pie y aplauden y te felicitan y de repente el salchichón desaparece del plato.
  4. Si achinas un poco los ojos el japonés se entiende mucho mejor.
  5. “Pakki” significa en koreano “Cucaracha”, y en Thai, “mierda frita”. La señora Pakki jura que cogió el nick de una película que le gustaba, y que lo de “Pakki House” lo puso antes de saber lo que significaba. Los Thai que tenemos en casa también juran que no sabían el nombre de la casa hasta que llegaron.

Por cierto, en la cena cocinaron ellos.


P.D. Jano, me apunto lo de meter el jamón dentro de una ballena para disimular en la aduana.

P.D.2 El vídeo de Carol cantando el "Sol solet" ha sido vilmente censurado, pero la redacción ha conseguido una copia ilegal que igual envia a aquellos que lo pidan públicamente en el blog. Aviso que no tiene desperdicio.