Al ver que el tiempo en las islas se nos ponía en contra y que aún nos quedaban unos días antes de volar a Siem Reap decidimos pasar al plan B: el Bolaven Plateau. Esta zona, llena de aldeas y plantaciones de café, mucha gente la recorre en moto en un viaje de varios días saliendo desde Pakse. Nosotros optamos por la opción burguesa que es ir en autobús local a Tadlo, un pueblo en medio de la región, coger un guesthouse con terracita y vistas a unas cascadas, y desde aquí alquilar una moto uno un par de días. El autobús local de momento fue el más pintoresco en el que hemos viajado, siendo los únicos guiris y con nuestras mochilas rodeadas de ramas de plataneras, sacos de arroz y bolsas de pepinos. Nos dejó a un par de kilómetros de Tadlo, al que, ahora que nos hemos puesto cachitas, llegamos caminando sin problemas. Yo, muy fina, quería vistas a las cascadas, pero los guesthouses de allí nos pedían un ojo de la cara, así que acabamos en uno con vistas al río y bueno, las cascadas achinando un poco los ojos también se ven. Nos cuesta cuatro euros y medio, que para aquí no es ninguna ganga. Es curioso como nos han cambiado los estándares de lo que es barato y lo que es caro. Hace unos meses pagábamos 40 euros en Australia sin rechistar y ahora más de 5 nos parece excesivo.
Tadlo en sí tiene poco más que el río, unos cuantos guesthouses y dos o tres restaurantes donde te alquilan motos. Para no ser menos que las islas, aquí también tienen internet por satélite. Por un precio que cuadriplica lo que pagas en la capital puedes leer el correo o publicar este post. Pese a que la oferta de guesthouses y resorts es amplia no vemos demasiados turistas, algo bueno tenía que tener la temporada de lluvias. Al pasar el último guesthouse y sin separación evidente, comienza una aldea típica laosiana con su templo, su escuela, su gasolinera (en la foto) y su tienda de refrescos. Pese a la proximidad al mercado turístico la vida allí parece igual que en cualquiera de las otras aldeas que se ven en la carretera. A nosotros nos ignoran, eso sí, siempre saludando y sonriendo al pasar. Ni siquiera los niños piden dinero o bolis, lo que sucede en otras zonas frecuentadas por turistas.
En los días que hemos estado aquí nos hemos alquilado una moto. Manual, que en Laos no hay automáticas. Como no tenemos ni mapa ni nadie que nos lo proporcione nos hemos movido a la aventura recorriendo todos los caminos de tierra que veíamos salir de la carretera principal. Hemos ido a unas cascadas que aquí son visita obligada, pero sobre todo nos hemos parado en todas las aldeas que hemos podido.
En el norte la gente de las aldeas que encontramos estaba un poco más acostumbrada a la visita de turistas. Aquí, al llevar la moto, que nos permite meternos por más caminos y llegar más lejos, hemos visitado pueblos que por cómo nos han recibido, no debían haber visto muchos farang. En uno nos sentamos en el bar-comercio que hay en casi cada aldea a tomar una Mirinda (sí, sí, aquí hay Mirinda). Cinco minutos después ya teníamos a todo el pueblo congregado alrededor mirándonos casi más fijamente que a los culebrones tailandeses. Cuando hacíamos algo inesperado o intentábamos preguntar algo les daba a todos la risa y nos respondían con un chorreo en lao que a saber.
En otro pueblo los niños al vernos se han quedado horrorizados y los más pequeños a la que te acercabas lloraban asustados. Encima una de las abuelas, que para mí que estaba loca, ha venido y les ha dicho algo en lao que por la reacción ha debido ser "Cuidado que estos farang vienen a secuestraros!". Y después de eso ya no ha habido manera.
En otro distinto nos han hecho gestos animándonos a que nos uniéramos a una fiesta y a la que entrábamos por la puerta nos han parado y nos han indicado sonriendo que diéramos la vuelta, que lo que buscábamos allí no estaba. De lo que querían decir tenemos dos teorías. Una es que estaban de celebración animista, en la que no está permitida la entrada a los extranjeros, y que lo que nos han dicho es que nos fuéramos. La segunda es que al vernos entrar han pensado que nos habíamos perdido buscando las cascadas y nos indicaban que teníamos que dar la vuelta. Esto cuadraba más con que unos nos invitasen a entrar y otros distintos al vernos no entendieran por qué parábamos. Además yo imagino que para ellos es difícil de comprender que hayas llegado allí porque ver su pueblo te parezca algo interesante y no porque te hayas perdido. Ante la duda hemos dado las gracias y nos hemos marchado. Al volver a Tadlo le hemos preguntado al del restaurante y nos ha dicho que los laosianos siempre invitan a entrar en sus fiestas...y que lo difícil es salir de ellas.
Y en otro más la tendera y su hija nos han dado conversación, ellas en lao y nosotros en spanglish, y nos han invitado a fumar de su tabaco (y sólo tabaco, eh). He aceptado por curiosidad y sorprendentemente tenía un sabor agradable. Mi subconsciente ha estado de acuerdo porque me ha tenido dos noches seguidas soñando que fumaba, después de 3 años de no hacerlo ni desearlo.
En estos días algo que llevo sospechando desde hace tiempo se ha convertido en una certeza: no nos enteramos de la misa a la media. En Laos en particular y en el resto de países que hemos visitado en general. Vamos con nuestras mochilas, los recorremos de arriba a abajo, entramos a sus templos, montamos en sus autobuses y de vez en cuando tenemos la suerte de que alguien quiera darnos una pizca de información en directo. En el caso de Laos, después de hacer todo esto, la mayoría nos vamos con la impresión de dejar el paraíso. Pasamos por el país sin que el partido comunista nos incordie, sin ver a los guerrilleros Hmong escondidos en la jungla, sin pensar en tomar un tren que todavía no existe, sin pisar una mina, sin captar las tensiones entre laos y etnias y otro montón de cosas que flotan en el ambiente mientras nosotros jugamos con los niños. Yo me pregunto qué Laos es más el Laos real, el que he visto o el que me ha pasado desapercibido. Probablemente la respuesta sea una mezcla de ambos, pero uno no puede evitar sentir que es un poco como el guiri que cree conocer España porque ha corrido los Sanfermines y que se vuelve a su país con un sombrero mejicano debajo del brazo.
En dos días estaremos en Siem Reap. Volaremos desde Pakse para celebrar el cumpleaños de Buda en Angkor Wat el día diecinueve. ¿Sacarán tarta? Espero que sí porque esta dieta de arroz y fideos va a acabar conmigo.
No puedo terminar el post de Tadlo sin recomendar el restaurante, tienda y servicio de alquiler de motos Palamei (se pronuncia Palamí, que suena todavía mejor). Sus dueños, el señor Po y su mujer, que da nombre el local, son muy simpáticos, tienen buenos precios y además cocinan las mejores patatas fritas caseras de este lado del Mekong.
Cierro con unas fotos de lo que nuestros vecinitos de Tadlo se han cazado para desayunar con sus tirachinas y que nos han enseñado orgullosos al vernos salir por la puerta.
2 comentarios:
Cuando hablas de paraíso te refieres al vuestro o al suyo?, visto así yo creo que se parece a lo que vivimos en España durante el régimen anterior, salvando las distancias culturales, claro.
De todas formas parece que, aunque reconoces haber pasado como de puntillas, yo creo que es donde os habéis asomado más al interior, no?.
Ah! muy buena la foto del pitillo, vaya par de miradas.
No os vayais sin una foto con trajes típicos.
Que sigáis pasándolo bien.
Ya dijimos que no conseguimos encontrar trajes de nuestra talla, y ya se nos ha hecho tarde, acabamos de llegar a Camboya.
El paraíso no es ni el nuestro ni el de ellos, es el de la ignorancia, como todos... y a la que abres un poco los ojos sale un post maniqueo como el que viene a continuación, que sabemos que te gustará.
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