Aún no nos habíamos secado toda la ropa que nos mojaron en el Pi Mai y ya nos metemos en otro festival. En este caso es el Boun Bang Fai, la fiesta de los cohetes, que se celebra en muchas regiones de Laos pero que es especialmente gorda en Muang Sing, en el extremo noroeste. Y fíjate tú que casualidad que nos enteramos justo tres días antes y en Luang NamTha, a escasos cincuenta kilómetros... Total, que decidimos alargar la estancia en el norte para no perdérnosla, porque si hay una forma interesante de conocer un país (y divertida, por que no decirlo) es a través de sus fiestas. Especialmente en Laos, donde la gente es muy tímida y discreta y sólo el Lao-Lao o la Beerlao son capaces de desinhibirlos un poco. Así que nos despedimos de nuestro hostelero Mr Zankiuverimas, del restaurante Panda donde desayunábamos todas las mañanas, de la chica del cibercafé, que nos daba el cambio con tanta amabilidad que daban ganas de volverle a pagar, y del resto de comodidades de Luang Nam Tha para irnos un par de días a la remota Muang Sing, donde no hay casi asfalto, no hay internet y donde, según la Lonely Planet "los guesthouses son bastante maluchos", que para la L.P. es mucho decir.
Tras dos horitas compartiendo asiento, gafas y auriculares con un señor laosiano que consiguió sentarse en algo que probablemente era un reposavasos, nuestra minivan llegó a Muang Sing. El señor, al que según parece le iban mejor mis gafas que las de Carol y al que le gustó mucho Amy Winehouse, se bajó un poco antes al grito de "Sa Sa!!!" (So So?), por lo que los últimos diez minutos fueron hasta cómodos. En la calle mayor de Muang Sing, la única del pueblo que no es de tierra, vimos unos cuantos guesthouses, y nos metimos en el primero aleatoriamente. Se llamaba "MuangSing Guesthouse", y aunque no era precisamente lujoso tenía mosquiteras, ventilador, y lavabo privado, y pagamos sin discutir los 3 euros que nos pedían por la habitación. La verdad es que por estos lares no te puedes fiar mucho de la pinta de los hoteles, y hasta que no es de noche no sabes si vas a compartir la habitación con fauna o vas a poder dormir tranquilo, por lo que la mosquitera es casi el elemento más importante. En este caso acertamos. Con lo de las mosquiteras, claro, porque en cuanto cayó el sol los bichos, especialmente los saltamontes y los escarabajos, se apoderaron del hotel. Pese a que sellamos la habitación con celo y una bolsa de plástico a la mañana siguiente todavía encontramos dos o tres pares de coleópteros en las paredes, mochilas y zapatillas.
El primer día en Muang Sing intentamos alquilar unas bicis para dar una vuelta por los poblados que rodean el pueblo, pero fue imposible. En todo el pueblo sólo encontramos una tienda donde las alquilaran, justo al lado de la oficina de turismo, y según nos dijo el encargado, al que interrumpimos el vermut, ninguna funcionaba muy bien. Luego nos encontramos con Serge, con el que habíamos coincidido en Luang Nam Tha y que también se quedó más tiempo por el norte para ir al festival, y nos dijo que a él le había pasado lo mismo, y que se había decidido a ir andando los 10 km y pico que separan el pueblo de la frontera china o los poblados Yao y Akha. Nosotros pensamos que casi mejor contratar un tour, que había que reservar fuerzas para el festival, así que nos fuimos a la oficina de turismo y contratamos el más descansado que vimos, que te llevaba en tuktuk a unos diez poblados de alrededor. Ya nos avisaron en la oficina que probablemente nos tocaría ir solos y que la excursión sería más cara, y efectivamente así fue. Carol ya ha contado en otro post cosas de la excursión, así que me la salto.
Uno de los alicientes que tenía el festival es que unos días antes nos habíamos picado con Pako (nacido en Hortaleza, Madrid, pero con el pelo rasta típico de Cardenete, Cuenca) a ver quien sacaba las mejores fotos. Pako tiene carisma, tiene talento, es un gran profesional y un artistazo como la copa de un pino, que diría Jose Luis Moreno. Nos ha explicado mil aventuras de su viaje (volvemos a recomendar su blog, con el que coincidimos en muchos puntos de vista) y del mundillo fotográfico, a cual más divertida e interesante. Cuando lo conocimos ya había pasado por Birmania y venía encantado, así que si queréis haceros una idea de como estaba la cosa cuatro días antes del tifón, pasaros por su blog. A nosotros nos convenció de incluirla en la ruta tras sólo diez minutos de charleta, aunque tal y como están las cosas igual ya no podemos. Pero Pako tiene un problema, y es que es el auténtico rey de los Farangs del norte de Laos. Estos días no dejábamos de oir "Where is Pako?", "Have you seen Pako?" y similares por las calles de Luang Nam Tha y Muang Sing, y es que el tío se ha metido a toda la gente en el bolsillo (nosotros incluidos), y ahora tiene que pagarlo con una sobredosis de vida social que no le deja tiempo para poner el blog al día. Que les das, Pako? Y no nos digas que es la colonia...
No sabemos quien ganará el combate, pero la verdad es que el día del festival fue una gozada y las fotos salían solas. Aunque el festival de Boun Bang Fai es un rito prebudista que se celebra justamente antes de la temporada de lluvias (su misión es justamente esa, invocar a las lluvias), este año se ha programado algo más tarde de lo debido, y las nubes y tormentas se le han adelantado. En esta época te puedes encontrar con tormentas, días nublados, o cielos de azul intenso con nubes algodonosas. El día del festival tuvimos las tres situaciones a la vez. Amanecimos nublados y con lluvia, pero a mediodía, cuando empezó la acción, el cielo estaba perfecto. Por la tarde volvieron las nubes, y acabó diluviando cuando ya se iba el sol, por suerte cuando las fotos ya estaban hechas. Así que perfecto para nosotros y también para los Laosianos, que con el aguacero debieron llegar a casa, si es que se llegaron a ir, un poco más despejados.
La fiesta se desarrolló en los campos de arroz del pueblo, donde a primera hora de la mañana ya andaban montando todos los chiringuitos, la orquesta, y donde poco a poco iban llegando las peñas con los cohetes, en plan procesión. A partir de la una o las dos de la tarde, cuando aquello ya estaba abarrotado de gente, empezaron los bailes y los lanzamientos de cohetes caseros. Los días de antes habíamos ido viendo como los fabricaban a base de cañas de bambú, pero hasta el día del festival no vimos lo enormes que eran algunos. Al principio los subían a la plataforma con mucho cuidado, y el encargado avisaba "que enciendo" y no quedaba nadie en veinte metros a la redonda. A media tarde las cosas habían cambiado, y cuando el hombre avisaba era para que no le diera a nadie el casco de la beerlao que se le había caído de la plataforma, que estaba más abarrotada que la pista de baile. Algunos cohetes llegaban bien lejos, pero otros fallaban o explotaban a escasos metros, y en esos casos el jefe de la peña responsable corría el riesgo de ir a parar al río. Mientras, las peñas comían, bebían y bailaban en los distintos tenderetes.
A mi me reclutó la pandilla de la oficina de turismo, donde nuestro guía parecía bastante más despierto que el día anterior. También estaban por allí la mayoría de occidentales, Pako incluido, y el de la tienda de bicis, que ya vimos que era muy amigo de los de la oficina de turismo (y posiblemente no te deja la bici buena hasta que has pagado una excursión) . A Carol la secuestró una de las muchas pandillas de chinos que bajan para las fiestas, que la atiborraron a pinchos de nosequé y a lao-lao. Yo no la encontré hasta bastante rato después, para desgracia de los solteros que se la disputaban., porque los de la oficina de turismo nos habían programado a Pako y a mi un baile con la peña de las solteras ("de las solteras con solera y algunas con motivo", añado). Así que allí nos tienes en parejas, en fila india por medio de la plaza haciendo el paripé. A Pako se le daba bastante bien, que conste. Yo no le acabé de pillar el truco, y me perdí del todo cuando me chivó "esto es como las sevillanas", pero como mi recién adquirida novia laosiana me hacía que "ok ok", aguanté hasta el final de la canción. Luego nos volvimos a dispersar para tirar más fotos, y para dispersar la vergüenza también.
Los cohetes seguían, y cada vez que tiraban uno paseaban al jefe de la peña en un trono móvil, mientras unos le jaleaban y otros amenazaban con tirarle al río si el cohete fallaba. La verdad es que no vimos a nadie caer al río de forma involuntaria, y eso que teníamos la cámara preparada. Varios cohetes después me volví a encontrar a Carol , que había vuelto a caer en las redes de otros chinos, y a Pako, que andaba subido al trono con una caja de beerlaos a cuestas. Resulta que los farang reclutados por la oficina de turismo se habían unido para patrocinar uno de los cohetes, lo que era tan fácil como comprar dos cajas de cervezas, y lo habían nombrado representante. A esas horas ya llovía algo, así que nos fuimos a refugiar a los tenderetes. Yo me fui donde los chinos a ver si viendo que Carol y yo éramos pareja la dejaban irse, pero costó lo suyo. Me despistaron con una caña rellena de tamarindo pegajoso que me tuvo entretenido un rato, lo que aprovecharon para enseñarle de nuevo todos los pasaportes. Al final se pudo escapar, pero pagando prenda de foto y pellizcos varios. Volvimos al tenderete de la oficina de turismo y allí nos quedamos un rato, porque ya diluviaba. A esas horas algunos farangs ya andaban que se caían de la silla, y los guías andaban a lo suyo, abrazando todo lo que pillaban. A un pobre japonés que había a nuestro lado le tocó un abrazo de más de cinco minutos, que no sabemos como acabó porque tanto abrazado como abrazador desaparecieron misteriosamente. Por cierto, en Laos las demostraciones de afecto, desde darse besos hasta andar agarrados de la mano, se consideran de muy mal gusto, aunque en las fiestas parece que se olvidan algo. Como además de la lluvia se estaba haciendo de noche y estábamos en un campo de arroz a las afueras del pueblo, empezamos a desfilar. Para cenar nos juntamos con el resto de farangs y comentamos la jugada con Pako. De nuevo, más de la mitad de los que andábamos por allí éramos españoles (bueno, unos decían que eran vascos, nosotros ahí no nos metemos), precisamente los que aún estábamos despiertos. Los que no, no sabemos de donde eran porque no eran capaces de vocalizar, pero nos tememos que anglosajones. Nos despedimos de la gente y nos fuimos a acostar.
Al día siguiente nos levantamos pronto, como siempre aquí, y nos fuimos para la estación de autobuses, donde el nuestro salía a las ocho para Luang Nam Tha. Llegamos a las siete menos veinte con la intención de pasarnos a tirar unas fotos por el mercado matutino, a donde baja un montón de gente de los poblados étnicos a vender y comprar, pero nuestro autobús ya estaba medio lleno y yo me quedé guardando sitio. Carol se fue a tirar unas fotos (quedaba una hora y pico para que saliera el bus), y yo me empecé a poner nervioso cuando vi que ya no cabía nadie más y que empezaban a pedir billetes. Les dije que la iba a buscar, pero me dijeron "tranquilo, que no salimos aún", así que me quedé. Cinco minutos después, a las 7:10 de la mañana, volvía Carol, y otros 5 más tarde estábamos saliendo. Casi unna hora antes de lo previsto. Llegamos sin novedad, y pasamos el resto del día haciendo el vago e intentando quitarnos el hollín, la roña y el barro cogidos en el campo de arroz. Al día siguiente nos fuimos hacia el aeropuerto de Luang Nam Tha, recién construido y claramente inspirado en el aeropuerto de los clics de Famóbil. Allí pasamos por varios controles de seguridad mientras los locales se paseaban libremente por la pista de aterrizaje y entraban y salían a despedirse de sus familiares (no vimos ninguna gallina, que conste), hasta que nos sentamos en la sala de espera junto con otros veinte o treinta pasajeros. De vez en cuando una chica del aeropuerto se levantaba de su silla, se pasaba por delante de los veinte viajeros, y se metía, cinco metros más allá, en una habitacioncilla desde la que lanzaba mensajes de aviso por megafonía. Como nadie la entendía, ni en laosiano ni en inglés, cuando volvía para su sitio algunos le preguntaban "que has dicho?" y ella les contestaba, probablemente, que ya faltaba menos para el vuelo. Porque en todo el día sólo salía nuestro avión, pero por los mensajes parecía que estuviéramos en Heathrow
Ahora ya estamos en Vientiane, haciendo los trámites para prorrogar el visado, y pegándonos lujos como croissants de mantequilla. ¡Incluso hemos encontrado una esponja de las que rasca! Mañana nos vamos en autocar cama para Pakse, y desde allí visitaremos las 4.000 islas ( bueno, todas todas no, alguna ) e intentaremos ver a los delfines del Mekong. Sí, sí, que se ve que en el Mekong hay delfines... Ya os contaremos...
3 comentarios:
A ver para cuando nos obsequiais con una foto de pareja con traje típico, que vadrá la pena; a ver, a ver.
Y una cosa Al, en el próximo baile, antes un par de laolao, así de paso se te curan los desarreglos, mira si no a Carol.
Ese viaje al norte de Laos se debe calificar de "turismo de zueco"?.
Increible! espero testimonios.
Que sigais pasandolo "bien".
Pues no se si encontraremos trajes tipicos de nuestra talla, pero se hara lo que se pueda...
Ahora nos vamos a tener que ir corriendo de Laos, porque segun nos han chivado es posible que aqui baile equivalga a boda, y no queremos lios...
ey joder... me habeis hecho ruborizarme, creo que nunca nadie habia hablado tan bien de mi, jejejeje.
las fotos estan cojonudas, me molan mucho la de los cohetes despegando, buenisimas... encuanto encuentre un hueco en mi apretada agenda social le pego cania a mi blog y finalizamos el pique, el que pierda paga unas birras la proxima vez que nos veamos, quien hace de jurado?????
en vang vieng fue aun peor, creo que ya conozco a todo el mundo en laos, jejeje.
al final myanmar nada, no?,menuda putada pa esa pobre gente... donde vais entonces?.
un abrazo, y un placer haber coincido con vosotros.
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