viernes, 23 de mayo de 2008

Siem Reap: primera parada en Camboya

Cuando parecía que no íbamos a salir nunca de Laos y cumpliéndose 35 días de nuestra entrada, decicimos coger un vuelo y plantarnos en Siem Reap. Hemos hecho ejercicio de mentalización para despedirnos del país. Retrasamos al máximo nuestra partida porque no queríamos decir adiós a los saludos a todas horas y de todo el mundo, a la timidez de los laosianos, a la ayuda desinteresada, a la hospitalidad, y a una larga lista de cosas que han hecho del viaje a Laos una experiencia alucinante.

Salir del sur de Laos y meternos en Siem Reap ha llevado un par de días de adaptación. La ciudad está plagada de turistas que venimos a visitar Angkor Wat. Hay sitios en los que la esfera mochilera se cruza con la de los tours y da lugar a una mezcla curiosa. Unos seguimos el tour programado por Lonely Planet y otros el que marcan las agencias, y todos vamos a parar a Angkor Wat. Siem Reap se nutre y crece con las demandas de ambos y se adapta a los bolsillos de todos. Uno puede comprar, comer y alojarse según le imponga el presupuesto. Es cierto que la presencia de turistas con dinero encarece un poco las cosas pero en general hay para todos los gustos.

A nosotros después de dos semanas en el campo, sin más oferta que arroz y fideos para comer, nos apetecía darnos un capricho, así que nos hemos dedicado en estómago y alma a probar todos los restaurantes que hemos podido. Bendita pizza y bendito tiramisú.

El resto de nuestro presupuesto se ha ido en pagar las entradas a Angkor (40 dólares por 3 días), el transporte (los servicios de un tuktukero han sido 12 dólares por el recorrido grande y 20 por la visita a los templos más alejados, y el último día alquilamos unas bicis, 2 dólares) y algunas compras (mea culpa).

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En las visitas a los templos esperábamos hordas de turistas y nos sorprendimos cuando el primer día sólo nos cruzamos con unos pocos. Es cierto que sólo vimos los templos secundarios. El segundo vinieron todos los que habíamos echado en falta el primero y más. Por suerte cuando entramos en Angkor Wat llovía y lo pudimos ver bastante tranquilos. El último día madrugamos creyendo haber intuido los horarios y recorridos de los autocares y a las seis de la mañana estábamos en Angkor Tom visitando Bayon casi solos. Fue el día que más aprovechamos, aunque de vuelta tuvimos que pedalear 15 kilómetros diluviando. Si lo planeara todo de nuevo creo que haría el recorrido corto y largo en bicicleta y el día restante contrataría un tuktukero para visitar los templos que están más alejados.

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Explicar nuestras compras sin hablar primero de los camboyanos en casi imposible. Siem Reap es muy turístico, lo que significa que la mayoría del contacto que hemos tenido con ellos ha sido parte de una transacción. Aún estando todas las conversaciones encaminadas a la venta de algún producto o servicio nos lo hemos pasado muy bien. Yo creo que cuando uno lo tiene claro desde el principio se relaja y lo disfruta, o al menos eso nos pasa a nosotros. Nos hemos reído un montón porque los camboyanos son divertidos y bromistas y se les da muy bien camelarse al turista, o sea, nosotros. Como veíamos que la única relación con ellos que íbamos a encontrar en Siem Reap iba a ser esa hemos alargado al máximo el tiempo de cada compra.

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El último día además conocimos a Sophier, el dependiente de la farmacia, mientras comprábamos pasta de dientes. Ese día habíamos estado vagueando por ahí, sin hacer nada. Se nos acercó y en castellano nos explicó que estudiaba para ser guía de español, y que aprovechaba cuando venían españoles a la farmacia para practicar un poquillo. Le propusimos cenar juntos y nos invitó a su casa. Cuando salió de trabajar nos montamos los tres en su moto y nos fuimos para allá. Nos presentó a sus tres hermanos, a su cuñada, a su prima, al marido de su prima, a sus padres y a su abuela. Nosotros íbamos saludando con las frases que nos iba chivando Sophier, pero como no traducía nada nos quedamos con la duda de qué decíamos. Preguntamos por las profesiones de todos, si sabían inglés y todo lo que se nos ocurrió que podía ser un tema de conversación suficientemente sencillo para alguien que habla poco castellano pero a la vez interesante, para que no nos durmiéramos todos. El pobre Sophier tras media hora de español intensivo se cortocircuitó y nos invitó a movernos del porche al salón a ver la tele un rato. Como para demostrarnos sus habilidades como anfitrión sintonizó el canal internacional de TVE y allí nos tienes a los tres viendo a Jordi Hurtado en Saber y Ganar. Tras unas rondas de preguntas del programa la madre de Sophier reapareció por la puerta de la cocina, extendió una esterilla en el suelo y fue colocando los platos de la cena. Ésta consistía en pescado frito, panceta, huevos fritos y arroz. Típico khmer, decía el hermano de Sophier, pero lo cierto es que no era muy distinto de lo que comemos en España. Nos sentamos los tres a cenar y poco a poco se fueron uniendo más miembros de la familia. Se presentaron tíos y primos con más pescado y cervezas y se hicieron un hueco en la esterilla. Como ya éramos muchos y el ambiente festivo decidieron sumarle una botella de Johnny Walker. Alberto, que lleva el Ministerio de Invitaciones a Alcohol del equipo Asiasido, tuvo que vaciar un par de vasos. Pobrecillo, cuánto sacrificio, ejem. Con el whisky el inglés de todos mejoró y pasamos una cena muy divertida.

Antes lo he mencionado de pasada, pero he cumplido uno de los deseos que tenía desde que llegamos al sureste asiático: montar tres en una moto. Alberto dice que yo como paquete soy un paquete, valga la redundancia, y que me muevo mucho y lo desequilibro. En lo que llevamos en el sureste asiático ya hemos alquilado algunas motos y cada vez me llevo una bronca. Que si me muevo de lado, que si no apoyo el pie cuando tengo que apoyar, que si me subo brusco... A poner el pie en el reposapiés ya le tengo cogido el truco e incluso he sido capaz de dar un paseíllo yo sola. El otro día cuando Sophier nos propuso ir en moto los tres a mí me hizo una ilusión tremenda. Alberto me miró con cara de "no nos vayas a dejar mal". Llegamos a nuestro destino sin descalabrarnos, así que no debí hacerlo tan mal. Lo único es que no fui capaz de encontrar apoyo para los pies en todo el camino. Por lo que luego he observado aquí reposan los pies en el tubo de escape, y no se queman!

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También hemos visto unas motos que son un poco más pequeñas que las habituales. La marca es Chaly y es la que utilizan muchos niños cuando todavía son demasiado bajitos para las normales. Como aquí en cuanto llegas con los pies al suelo ya puedes conducir una moto es frecuente ver chavalillos motorizados. El otro día vimos un grupo de cuatro en una Chaly. La niña que la llevaba no tendría más de 10 años y los otros tres estaban entre los 8 y los 5. Pasaron por delante de nosotros esquivando coches y se apearon uno por uno en la puerta de un Chiquipark, donde se metieron a pegar saltos entre bolas.

Cambiando de tema pero siguiendo con Siem Reap, es inevitable no hablar de la que quizá es la impresión más fuerte que uno recibe al entrar el país: la pobreza. No es tanto el hecho de que tengan poco como que muchos de los que mendigan en la calle representan la tragedia de todo un país. Unos porque han perdido brazos o piernas en una mina y otros porque pese a ser niños aún no han conocido otra cosa que la calle. Todos intentan salir adelante con el dinero que trae el turista, al que abordan constantemente. Viniendo de Laos, donde la gente es pobre pero no vive del todo mal, los dos primeros días en Siem Reap fueron bastante chocantes.

Ahora estamos en proceso de elaboración de una de nuestras tonteorías sobre la psique de los camboyanos. En cuanto la tengamos un poco más desarrollada os lo contamos.

2 comentarios:

ml dijo...

Encontré vuestro blog por casualidad y estoy enganchada. Me río sola delante del ordenador, gracias por compartir vuestras aventurillas de una forma tan amena. Por cierto, en agosto estuve en Camboya y desde Siam Reap nos aconsejaron ir en barca hasta Batampang (o como se escriba), toda una aventura muy recomendable.

Juan Carlos dijo...

Magníficos relatos. El año pasado estuve en Camboya y hoy casi lloro de emoción al recordar el viaje.
Este año iremos a Malasia y por supuesto seguire vuestras recomendaciones.
Felicidades.