sábado, 15 de marzo de 2008

Bangkok por fin

princesa Después de seis días en la playa, cinco currys, doce chapuzones en la piscina, tres pancakes con chocolate y un masajito Alberto queda oficialmente recuperado. De la cara pocha con la que salió de Kuala Lumpur a la que ha llegado a Bangkok hay un abismo. La crisis ha pasado. Y lo mejor es que ni siquiera hemos llegado al "Yo mañana me cojo un avión y me vuelvo a Barcelona" o al "Que venga un helicóptero a buscarme ya mismo", que suelen culminar los momentos de máxima tensión viajera de Alberto. Es cierto que a ratos se queja de su costilla pero eso indica normalidad más que otra cosa.

La entrada en Bangkok era un objetivo en sí del viaje. Los dos teníamos curiosidad por ver si la impresión que se nos había quedado de la visita anterior se correspondería con lo que nos íbamos a encontrar. Yo la recordaba como una ciudad caótica, llena de polución y muy ajetreada y soprendentemente tenía muchas ganas de volver. Hasta que no nos dimos cuenta de que las instrucciones que nos habían dado en el aeropuerto para llegar en autobús al hostel estaban totalmente equivocadas no me acordé de la manía tailandesa de indicarte aunque no sepan el camino (Alberto dice que los madrileños hacemos lo mismo y tiene razón) y al subir al autobús nos acordamos de lo barato que es aquí todo (50 céntimos de euro hacer los 30 kms que separan el aeropuerto del centro).

El primer día lo dedicamos a hacer un recorrido por los sitios que recordábamos en Silom, la zona donde nos alojamos. Incluso volvimos a no encontrar un restaurante que no encontramos la primera vez.

futurama-panucciEn el segundo cada uno se fue por su lado. Alberto al templo Wat Pho, a apuntarse a unas clases de masaje tailandés que comenzaban ese mismo día y yo me fui con la cámara a tener un día de compras y fotos. Por la tarde nos encontramos en el hotel, molidos cada uno de lo suyo. Supongo que Alberto contará algo de su curso en su próximo post, pero yo me voy a adelantar con una primicia: le ha puesto en un grupo de trabajo con una sueca, una tailandesa y un italiano y pito pito gorgorito, le ha tocado como compañero para practicar el italiano que, según Alberto, tiene más o menos la pinta del tío del dibujo.

Mientras Alberto está en clase yo me dedico a andar y a entrar en tiendas. Ayer cometí un error que fue acabar al límite de mis fuerzas en una calle donde había 40 personas más para coger un taxi y que estaba lo suficientemente lejos del hostel como para no apetecerme volver andando pero no tanto como para que fuera una carrera apetecible para ningún taxista (me pedían una millonada por cogerme, para compensar). Ni parada de metro ni monorail cerca, ni taxi ni tuk tuk que quisiera llevarme a un precio razonable. Y además las calles colapsadas. De pronto apareció un motorista que aceptó el precio y me subió de paquete. Aquí en Bangkok es otra forma de moverse, más barata que el taxi y el tuk tuk. Ahora, después de la carrera del otro día también debo decir que no es apta para cardíacos. Llegué al hotel en 10 minutos con el pelo en plan Almodovar (casco? qué es eso) y las uñas ancladas en el reposapiés. Me lo pasé genial esquivando los autobuses y los taxis a toda leche y yendo en sentido contrario, pero por muy divertido que fuera no creo que vaya a utilizar demasiado la moto para moverme por Bangkok.

En la zona donde cogí el taxi hay un centro comercial donde pasé casi toda la tarde. Es el Indra Center. A mí me recuerda a los laberintos de las ratas de laboratorio, con sus luces fluorescentes y todo pero lleno de tiendas de ropa y artesanía a precios de risa. Al entrar todo se vuelve de un tono verduzco y no sabes si es de día o de noche. Es muy fácil perder la noción del tiempo y desorientarse, sobre todo en los que no tienen aire acondicionado, que son la mayoría. Acabas andando sin rumbo fijo entre puestos que no sabes si has pasado ya o sólo te lo parece. Para cuando has llegado a la tienda donde tienen eso tan chulo que te quieres comprar estás tan atontado que regateas con torpeza y hale, te la han clavado. Como lo cuento. Comprar en Bangkok está reservado para los más preparados: un sólo error y adiós presupuesto. Ah, y por si lo anterior fuera poco, de cuando en cuando te ponen un elefante en el camino para desconcertarte. Yo parpadeé un par de veces antes de sacar la cámara al ver al de la foto.

elefante

5 comentarios:

Sandar dijo...

¡¡¡¡Yo tambien vi a ese mismo elefante!!!!Lo he reconocido por los dos chicos aunque cuando nosotros estuvimos en Noviembre estaban casi todas las noches en Silom Road.Deben de haber cambiado de lugar...
Por cierto, que valiente al subirte en moto en Bangkok.Si a mi los tuk-tuk me parecieron peligrosos ir en moto ¡¡¡no quiero ni pensarlo!!!
Seguire por aqui leyendo vuestras aventuras!!!!

Carol dijo...

Jo, pues desde luego han perdido con el cambio, porque ahora estan metidos en un agujero. Pobre elefante. Es probable que se hayan tenido que cambiar a la fuerza porque el gobierno de Tailandia estaba retirando los elefantes que veia en espectaculos por la calle.

Isabel dijo...

Hola, acabo de enviaros un emilio a vuestra dirección de gmail con info: no os perdáis el festival del tatuaje en Wat Bang Phra, que tiene que estar al caer.

Por cierto, yo también vi al pobre elefante en enero, pero fue en la calle Rambutri, cerca de khao San. Pobre animal, me da una pena...

Un abrazo,
Isa

Anónimo dijo...

Oye Carol, no recuerdo yo que por mucho que te pidiesen los taxistas o tuk-tuks por aquellas tierras fuese suficiente como para descuadraros el presupuesto de más de 7 meses de viaje...
Así que no no seas tan tacaña, que simpre iras mejor protegida por los cinturones y airbags de los tuk-tuks :)
Un abrazo

Carol dijo...

jano, es que despues de 6 meses viajando con Mr Scrooge algo se pega. Y tienes razon que la diferencia no es mucha, pero con lo que me piden de mas como ese dia. Visto asi joroba mas pagarlo :)