De forma extraordinaria y para alegría de todos los lectores, este post va a ser corto. Lo prometo. No os voy a contar todos los millones de planes, vuelos y reservas enlazadas que había hecho para visitar Malasia (Borneo incluido), ni os voy a contar las depres y mosqueos que me he ido pillando cada vez que veía que los monzones o la falta de billetes se cargaban mis planes uno tras otro. Os lo voy a resumir de forma breve: me he estresado tanto que he obligado a Carol a huir de Malasia e irnos a Thailandia, concretamente a Krabi,. De ahí tiraremos para Bangkok y Chiang Mai y desde allí volveremos a la carga con Malasia si el tiempo y mi escasa pericia reservadora lo permiten. De momento estamos en la playita una semana, en hoteles buenos o muy buenos, y con planes de no hacer absolutamente nada más que relajarnos. Esta va a ser nuestra semana de lujo asiático, avanzada unos veinte días por necesidades del guión.
De entrada nos costó un poco más de lo esperado reservar hotel en Krabi. Entre que estamos en temporada alta y que empezamos a buscar dos días antes de coger el avión (KualaLumpur-Krabi, 45 € o menos con AirAsia), las cosas se pusieron un poco difíciles. Además, los precios de los hoteles no son tan baratos como los recordábamos. También hay que decir que aquí queríamos estar cómodos, con piscina, tv por cable, etc, etc... lo que evidentemente encarece bastante la cosa. Nos estamos gastando casi todo el presupuesto diario en hoteles, y de momento estamos más que contentos. Tras tres días aquí podemos decir que ya casi hemos recuperado del todo las energías, que era el objetivo. De Tailandia se dice de forma peyorativa que es muy turística, pero a nosotros nos tiene obnubilados. Algo tiene el idioma, la tranquilidad de la gente, la comida o el clima que te relajan nada más llegar. A diferencia de Bali, aquí los vendedores no te acosan, ni corres el peligro de caerte en un foso mientras paseas, así que lo de salir del hotel no se convierte en una ginkana sino en todo un placer. En los escasos ratos en los que salimos de la piscina nos vamos a ver puestas de sol a la playa de Ao Nang, a explorar restaurantes o a darnos un masajito. Las aventurillas las dejamos para más adelante y por eso en este post sólo va a haber dos, y como ya he dicho al principio, breves.
La primera tiene que ver con mis costillas. Yo ya casi no me acordaba, así que imagino que vosotros menos, pero en Nueva Zelanda me fastidié una costilla mientras me agachaba a coger un bote de nocilla. Es lo que tiene el ser un intrépido aventurero, que estás expuesto a los riesgos más extremos. Como era de esperar la costilla se curó, o eso creía yo, que ya me había olvidado del tema. Pero ayer en medio de nuestro primer masaje tailandés se oyó un "crac" y me di cuenta de que muy curada no debía estar. La masajista dijo un "ooohh sorryyy", deshincó su rodilla de mi espalda y se fue a comentar la jugada con la masajista de Carol a la habitación de al lado. Mientras, yo intentaba explicarle a Carol lo que había pasado, pero entre que teníamos una cortina de por medio y que no nos oíamos debido a las carcajadas de las masajistas no nos aclaramos. No se si me la arreglaron o me la acabaron de fastidiar.
La segunda aventurilla tiene que ver con un secuestro muy agradable que sufrimos. En el primer hotel en el que estuvimos compartimos mesa y desayuno con una mujer tailandesa que andaba por allí de vacaciones con su hijo de cuatro años. Luego conocimos al marido, que era también muy agradable y que se ofreció a llevarnos a Ao Nang en su coche. Pese a que Ao Nang está a poco más de diez minutos de nuestro hotel llegamos allí cuatro horas más tarde, porque de por medio nos llevaron a cenar a un restaurante tailandés increiblemente bueno, bonito y barato que estaba donde cristo perdió el gorro y antes de eso a un cementerio de conchas que había por el camino. El cementerio era como una pista de baloncesto comida por el océano, pero en lugar de cemento tenía plafones formados por millones y millones de conchas fosilizadas sobre los que podías andar y llegar hasta la playa. La experiencia de este viaje me dice que allí donde hay mejillones y conchas yo me caigo, y esta vez no ha sido la excepción. En este caso fue con un resbalón lento y artístico de más de diez segundos de duración. Casi me dio tiempo de calcular el coeficiente de rozamiento del barro sobre las capas de almejas petrificadas antes de darme el costalazo. Por lo menos el barro amortiguó la caída y las únicas consecuencias consistieron en llegar al super-restaurante con una capa de lodo en el 30% de mi cuerpo. Poca cosa. Luego la cena estuvo muy bien. Los Tailandeses, que hablaban inglés con muchísima dificultad, intentaban pronunciar nuestros nombres sin éxito a la par que intentaban controlar los desmanes del vástago, apropiadamente llamado Singh (León en thai). La comida estuvo buenísima, y entre plato y plato un chico filipino de nombre Gerardo nos amenizaba con las mejores versiones de los Beatles que he oído , casi a la altura de las de nuestro cuñado David (que son las mejores de largo). Creo que es la primera vez que disfruto con un músico de restaurante. Después de la cena nos fuimos a Ao Nang en busca de un bar con músicos, pero resulta que aquí también están de elecciones y eso implica que la música en vivo está prohibida, así que nos sentamos a tomar algo y al poco nos llevaron de vuelta al hotel.
Como veis, poca cosa a contar. Vacaciones de las vacaciones :) Si echáis de menos desventuras de mayor calibre os recomendamos leer el blog de Jose On The Road. Cuando nos da la sensación de que las cosas nos van mal recurrimos a el para darnos cuenta de la potra que estamos teniendo durante todo el viaje, y también para echarnos unas risas (o unos temblores). Jose, que sepas que si vamos a alguna isla de tailandia lo vamos a hacer aterrorizados.
6 comentarios:
Yo creo que las costillas duelen si se rompen más, así que probablemente te la arreglaron. Otra explicación es que les faltara un hueso para la sopa de anémonas y les viniste al pelo.
No consigo imaginarme una pista de baloncesto comida por el mar, con suelo de conchas... El mordisco del mar, ¿era por debajo de la canasta o en la línea de 3 puntos?. Es por si algún día toca jugar contra los Donosti oceans, para defender al hombre (o a la ola) o en zonas (o mareas).
Alicia no me deja seguir pq dice que esto es una chorrada inmensa, os manda un saludo.
Yo me identifico mucho con el asunto de las enfermedades y con los callos malayos, así que en este momento me siento también de vacaciones. Jose os manda muchos recuerdos y os envidia profundamente. He recibido un par de postales pa' chillá'. Besos desde Almería.
Calycanto, se nota que has ido a colegio de pago con patio y piscina físicamente separadas. Seguramente te proporcionarian una educacion muy buena, pero tu incapacidad para imaginar las pistas de baloncesto que hemos sufrido los que no podemos frecuentar el Etxaurren y sitios similares indica que algo se ha perdido en el camino. Dile a Alicia que tiene toda la razon y dale mi mas sincero pesame por tener semejante progenitor.
Anonima, lo de los callos malayos lo dices por el de arriba, verdad? Devuelve los saludos por ahi :) Y preparate porque seguramente llegaran mas.
Gracias amigo. Me has dejado una sonrisa de oreja a oreja. Me alegra horrores que os vaya todo tan bien y que os toméis el tiempo para pasaros por mi blog... pero oye!!! que yo me lo pasé teta con nuestras peripecias!!! no cambiaría nada de nada... ni las arañas fíjate!
Gracias amigo. Me has dejado una sonrisa de oreja a oreja. Me alegra horrores que os vaya todo tan bien y que os toméis el tiempo para pasaros por mi blog... pero oye!!! que yo me lo pasé teta con nuestras peripecias!!! no cambiaría nada de nada... ni las arañas fíjate!
Jose (who once was on the road)
estar alli en esa ciudad debe ser una experiencia increible, a pesar de todo.
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