Ayer dejamos la tierra de las ovejas y los corderitos para subirnos en un vuelo que tras un tránsito un poco acelerado y unas maletas que llegaron de chiripa casi dos horas más tarde, nos trajo a Brisbane, en Australia. Nuestros últimos días en Nueva Zelanda los hemos aprovechado viendo los alrededores de Queenstown, de los que habíamos leído cosas muy buenas que se quedaban cortas. La misma Queenstown es una ciudad bastante agradable con una localización estupenda junto a un lago. También pasamos la noche en los lagos Mavora, a medio camino entre Te Anau y Queenstown, que bien merecen una visita, aunque sólo sea porque allí se rodaron bastantes escenas del Señor de los Anillos, la más reconocible de ellas los bordes del bosque Fangorn.
Tanto Wanaka (en la foto) como Glenorchy, los dos puntos marcados de interés a ambos lados de Queenstown merecen una visita. En Wanaka fuimos a ver el glaciar Rob Roy, que nos costó una buena hora y media de subida. Arriba nos encontramos con una kea, que es una especie de loro enorme que vive en las zonas montañosas de la isla sur. Cuando puede haber keas, el DOC coloca carteles avisando que no se les dé de comer, porque las keas son muy listas y a la que se aprenden que de los humanos se obtiene comida se dedican a saquear coches y tiendas. Dicen que como se cuele en tu coche te lo destroza. Las veces que las hemos visto deambulaban de un lado a otro a ver qué podían quitarte.
Siguiendo la ruta por Queenstown, un poco al noroeste, en Glenorchy, nos acercamos hasta el Chinaman Bluff, donde había un paisaje para quitar el hipo. Lástima que ya no nos quedaba tiempo, pero habían unos paseos en kayak por el río Dart, que recorre esa región, que tenían pinta de ser muy divertidos.
El último día y tras una semana sin pisar un camping, nos alojamos en uno y nos dedicamos a limpiar la furgoneta y hacer las mochilas. Éstas últimas cada día pesan más pero como nos hemos puesto en forma las llevamos cada vez mejor.
Aterrizados aquí en Brisbane nos ha parecido curioso tener jet lag, con sólo 3 horas de diferencia, pero esta mañana a las 5 estábamos abriendo los ojillos. Tanto anoche como esta mañana se oían sonidos de pájaros que no había oído nunca en el jardín, y los pájaros que hemos visto durante el día no los había visto yo antes. En la cena me han aclarado que uno de ellos es la kookaburra que, aunque el nombre me era familiar, ni idea tenía de que podía sonar de forma tan diferente a los pájaros que yo conozco. Esto augura un viaje de descubrimientos. A ver si me puedo hacer con una guía de animales de bolsillo para poder ir reconociendo los animales que nos vayamos encontrando.
Aprovechando el madrugón nos hemos ido a primera hora a explorar la ciudad. Hemos encontrado un mercadillo, para alegría mía y tembleque de Alberto, y nos hemos aprovisionado de fruta. Las fresas que he comprado se olían a kilómetros y estaban de muerte. En un puesto de libros de segunda mano me he comprado Archipiélago Gulag en una versión reducida en inglés que ya veremos si acabo yo con él o él conmigo.
Hablando de libros, acabo de terminar uno que recomendaría a cualquiera que tenga un mínimo interés en viajar: Viajes con Herodoto, de Ryszard Kapuscinski, en el que se mezclan los recuerdos de viajes del autor con pasajes de los libros de la Historia de Herodoto (El sha, El Imperio o El Emperador también son del mismo autor e igual de recomendables) Llevo fatal lo de tenerme que deshacer de los libros que voy leyendo en el viaje, pero no tiene sentido enviarlos a casa. Este pobre en unos días estará en una estanteria del hostel criando polvo o en el contenedor de alguna calle australiana.
El resto del día en Brisbane ha estado muy bien. Echábamos en falta pasear por ciudad, ver tiendas y sentarnos a observar a la gente. En Nueva Zelanda las ciudades son demasiado tranquilas. También se agradece estar en un hostel otra vez, porque viajar en furgoneta da mucha independencia pero también aísla. Después de pasar cuarenta días campo arriba campo abajo, uno acaba cogiendo complejo de participante de Supervivientes versión montañera. Las calles llenas de tiendas de Brisbane nos han sacado del asilvestramiento y la cena, en la que hemos compartido cocina, mesa y conversación con una pareja taiwanesa, ha sido el hecho definitivo que nos ha traído de vuelta a la civilización.
3 comentarios:
Mucha suerte en vuestro tercer destino (mi amiga Eulalia se morirá de envidia y seguro que os seguirá..). Al, en el fondo, a pesar de todo estás hecho un urbanita!!!...Aunque, la verdad,en NZ he echado de menos vuestros análisis de comportamiento y grandes anécdotas con la gente del lugar que ahora seguro nos volveis a regalar!
P.D dime si has recibido las fotos de tus sobris
El kookaburra te resultaba familiar por su parte final?
La kea compra muebles en tiendas suecas?
Si no has visto el señor de los anillos, merece la pena ir a NZ?
Lo del Bluff ese, tiene ese nombre por algo?
Es cierto que jet lag han grabado una canción con Gary Louris?
Te compras los libros solo de autores impronunciables (Solchenichin, kaspucinsky, etc)?
En hostel te meten una broca del 8 por los morros?
Estas y otras preguntas se irán respondiendo si sigue usted atento a Asiasido, el blog de la gente inquieta (o no)
Para acabar de hacer la coña, el título tendría que ser "Jelou Ostrelia, gudbai Niu Zialan" ya que es la forma de pronunciar Australia
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