domingo, 23 de marzo de 2008

Galletas Tailandesas y visita al templo del tatuaje Wat Bang Phra.

Estamos en el aeropuerto viejo de Bangkok (Don Mueang o algo así) haciendo tiempo hasta que salga nuestro avión para Chiang Mai e intentando entender como se nos han podido pasar tan rápido los diez días de Bangkok.

Los últimos días los hemos pasado en Khao San Road, que es el epicentro mochilero de Bangkok, un micromundo en el que hay más suecos y australianos que tailandeses y donde se venden cubatas por la calle en cubos de playa. En esta zona los tailandeses llevan el pelo a lo afro y los occidentales usan sarongs y llevan rastas. De fondo suena constantemente Manu Chao, DJ Tiesto, Celine Dion y las ranitas de las vendedoras de recuerdos, todo a la vez y con algunos decibelios más de los necesarios. Como nosotros seguimos queriendo dormir por las noches, nos buscamos una habitación en una calle cercana, y sin muchos problemas dimos con una de a 10 €  en el "K.S. House" que no estaba mal del todo, tenía Wi-Fi, aire acondicionado y lavabo en la habitación. Y pudimos dormir sin muchos problemas. Desde ahí nos organizamos las visitas de los últimos días, entre las que destacamos la noche del Thai Boxing y sobretodo la visita a las ceremonias del templo del tatuaje en Wat Bang Phra, ésta última gracias a un super-chivatazo de Isabel, "ella" del blog El y ella on the trail, que a diferencia del nuestro cuenta un montón de cosas interesantes.

thai-boxing

Lo del Thai Boxing lo teníamos pendiente de nuestra anterior visita a Bangkok, y esta vez no se nos ha escapado. Nos dimos un paseo desde Khao San hasta el estadio cercano, que es donde hacen los combates el jueves, y compramos las entradas en la misma puerta. Nos habían recomendado las entradas de tipo medio, que salen a unos 20 € cada una, nada baratas. Los locales suelen comprar las de gallinero, y los turistas muchas veces las de ring, que son bastante más caras y desde las que no creemos que se vea mejor, ya que están por debajo del ring. La disposición del estadio es similar a una plaza de toros, y la ventaja de las de tipo medio es que puedes campar libremente por toda la tribuna, que está semidesierta (al menos el día que fuimos nosotros), y elegir el mejor punto de vista para seguir el combate y el ambiente en el gallinero, que es casi igual de interesante. La verdad es que no sabíamos muy bien que íbamos a ver. Teníamos la referencia de las películas del Van Damm y de alguna guía antigua que explicaba que los combates eran muy sórdidos y el clima muy violento. La verdad es que no nos pareció para nada que fuera así. Para empezar los luchadores eran minguis de entre 45 y 55 kilos, con cara de chavalucos  y comportamiento aparentemente deportivo. Se saludaban al empezar y al acabar el combate,  y cuando salían de la ducha se apuntaban a ver los siguientes encuentros como si tal cosa. Eso sí, se daban unas galletas de cuidado que se oían desde la tercera gradería pese a los gritos de los fans y los apostadores. Ni la música de fondo de la orquestilla, que ponía tensión a medida que avanzaba el combate, acallaba el ruido  de las patadas que se arreaban en las canillas, que a nuestro parecer debían doler tanto al que las daba como al que las recibía. Cuando alguno fallaba la patada y se iba al suelo o cuando recibían dos o tres tollinas seguidas daban un poco de lastimilla, pero más por la vergüenza que debían estar pasando que por el dolor, que no parecía que les importara mucho. Vimos cinco o seis combates, tiramos unas cuantas fotos y nos fuimos para el hostel demasiado tarde como para encontrar un restaurante abierto, así que cenamos nuestros ya habituales bollos de pandan del Seven Eleven.

Esa misma noche recibimos un mail con el chivatazo de Isabel, que nos avisaba de que a finales de Marzo se  celebra un festival del tatuaje en un templo cercano a Bangkok. Por lo visto los fieles van allí a tatuarse totems animales y durante la celebración entran en éxtasis y son poseídos por el espíritu del animal elegido. Tenía una pinta genial, así que investigamos un poco por Internet y vimos que el festival era justo este mismo sábado, o por lo menos eso afirmaba un occidental en un foro de viajes. También leímos que Angelina Jolie había acudido al templo a hacerse un tatuaje, aunque más concretamente fueron los monjes los que se desplazaron hasta el hotel de cinco estrellas donde se alojó para tatuarla. Y si ni Lara Croft se atreve a ir a un templo es porque debe ser muy muy peligroso. Recurrimos a la chica del hostel para que nos confirmara si era ese día y como podíamos ir hasta allí, pero ni conocía el templo ni mucho menos lo del festival. Llamó al templo para preguntar y al colgar nos dijo "¿Estáis seguros de que queréis ir ahí? Se ha puesto un monje, pero no parecía muy amistoso.". Total, que nos quedamos con la duda de que fuera ese día y en el sitio previsto. Según nos había avisado Isabel valía la pena ir por la mañana a primera hora para ver las posesiones, y eso suponía pillar un taxi en Bangkok a las 5 de la mañana aproximadamente. Contratamos uno con el hostel para el día siguiente y cruzamos los dedos. En el intervalo nos fuimos a ver el Palacio Real, que también lo teníamos pendiente desde la anterior visita a Bangkok. Muy bonito, y muy grande. Nos recordó a Marina D'Or pero con mucho más calor y más o menos los mismos guiris.

El día siguiente fue uno de los más divertidos del viaje. Nos levantamos a las 4 y pico, nos recogió el taxista a las 5 y cuando salía el sol llegábamos a Wat Bangpra Tambol Bangkaewfa Amphor Nakornchaisri Nakornpathom, que era la dirección completa del templo. Yo me imaginaba que llegaríamos a un templo perdido en la montaña y totalmente desierto, que el taxista se iría y a nosotros se nos comerían las serpientes antes de que alguien nos sacara de allí. Pero no. El templo estaba rodeado de chiringuitos y había hasta policías desviando el tráfico, así que tenía pinta de que efectivamente fuera a haber una celebración. A las seis y media de la mañana había unos cuantos monjes, unos cuantos chiringuitos y cien o doscientas personas deambulando por los alrededores mientras un señor con un micrófono soltaba discursos con un megáfono desde el altar del templo. La primera posesión nos pilló por sorpresa. Un tío gordito levantó la mano como diciendo "aquí aquí, que me viene la posesión" y se puso a rugir. Acto seguido se puso en pie de un salto y se fue corriendo como una exhalación hacia los voluntarios que se habían ubicado a los pies del altar. Estos iban de rojo, que como todo el mundo sabe es el color que atrae a las bestias, sean estas reales o imaginarias. Los seguratas bloqueaban al poseso antes de que alcanzara la tribuna y le pegaban un par de tirones de oreja, devolviéndole a su ser al instante. Una vez desactivado el poder del tatuaje, el tailandés volvía cabizbajo a su asiento en la plaza y se volvía a concentrar a ver si le poseían otra vez. Al principio eran casos esporádicos, pero a medida que avanzaba la mañana, la frecuencia de las posesiones aumentaba. El estilo dependía del animal tatuado, que solía ser un tigre, lobo, elefante o toro, los más peligrosos porque atacaban a lo bestia y en línea recta. Pero había otros muchos: gallinas, monos, caracoles o gusanos... muchos de ellos difíciles de identificar. A los tailandeses los tatuajes se les dan bien, pero deberían ver más el National Geographic. Unos apuntaban con los cuernos, otros rugían, otros se la pegaban con los feligreses antes de llegar al altar, y otros se desposeían solos antes de ponerse a correr, pero todos avisaban muy educadamente con la mano en cuanto notaban que les venía la posesión, y algunos hasta se iban colocando estratégicamente por los pasillitos para no pisar a otros poseídos en su estampida. Pese a todo, en algunos momentos había tal concentración de posesos que cuando uno se empezaba a levantar ya había otro que había salido a la carrera y le robaba la atención. Al parecer no hay nada que odie más un poseso que que le roben la atención, así que los guantazos animales y los combates gallina-elefante o tigre-aguila no fueron nada raros. Los fieles, que a media mañana ya eran miles y no dejaban ni un centímetro de suelo libre, asistían a las posesiones con fe y risas a partes iguales, y cuando el poseso de turno se pegaba el gran guarrazo en su carrera hacia el altar, se escuchaba un "ooooh" generalizado muy significativo.

El ambiente (como os podéis imaginar si no residís en Burgos) era una mezcla entre el Festival de Benicassim, la misa del Domingo (que a todo esto, en el altar los monjes iban dando sus sermones), y las tradicionales vaquillas. Hasta los monjes iban con sus cámaras de fotos para inmortalizar las mejores posesiones. La verdad es que fue increíblemente divertido a la vez que interesante. Por una parte nos lo pasamos pipa tirando fotos y esquivando posesos, y por otra fue muy curioso comprobar como, de una u otra forma, se repiten patrones similares en casi todas las culturas. En medio de una ceremonia budista digamos, moderna o light, se estaban utilizando totems y drogas (no averiguamos cuales, pero era evidente) de una forma muy parecida a como se hace en culturas más primitivas. Nos pareció que muchos de los posesos, casi todos jóvenes, ya tenían pintas bastante raras de por sí, e iban en pandillas que a nuestros ojos tenían "mala pinta". A muchos se les notaba deseosos de llamar la atención y de estar más poseídos que los demás. A mi personalmente me recordaban a los más brutos del pueblo en las fiestas locales, a los más desfasados en las discotecas o a los seguidores más radicales en los partidos de fútbol, todos dispuestos a hacer las mayores burradas por pertenecer al clan, en este caso al clan del animal elegido. En fin, que en todos sitios cuecen habas, aunque aquí suelen ser de soja.

Tras varias horas de fotos (las de Carol desde dentro de la acción), vídeos (desde detrás del burladero), sol abrasador y algún que otro topetazo del vaquilla de turno nos fuimos de vuelta a Bangkok en dos o tres autobuses enlazados. Un día agotador, pero muy muy interesante. Ahora nos vamos para Chiang Mai, pero ya nos hemos programado otros cuantos días en Bangkok y alrededores a la vuelta porque nos quedan infinidad de cosas por hacer aquí.

wat-bang-phra

4 comentarios:

Isabel dijo...

Lo dicho, verde de envidia me habéis dejado con vuestras fotos. Muy interesante y aguda vuestra descripción del festival.

Me alegro de que os fuera bien en la visita al templo.

Disfrutad de Chiang Mai! Y no os perdáis la escuela de los elefantes (visita mucho más turística, pero interesante: la capacidad de aprendizaje de los paquidermos me dejó a cuadros...¡hasta son capaces de pintar y escribir!).

Isabel (vuestra chivatilla)

Akane dijo...

Es increíble el parecido de estos tíos conmigo cuando estoy recién... Yo también me podría así si estuviese en el rastrillo del post anterior, yo no necesito ni tatuaje ni leches :)

Muchos besetes de los cuatro!

Anónimo dijo...

El de la foto que sale saltando es Fede, estoy seguro.

se meten buenas galletas, estan delgadillos pero sueltan unas tortas que ni las del desayuno.

saludos chicos ¡

Boecio dijo...

dios santo!!! se que hace mucho que se escribió esto y probablemente nadie lo va a leer, pero he llegado hasta este lamentable blog buscando información en google sobre el wat bang phra... la persona que escribe esto (y por ende su acompañante)denotan una gravísima tara mental a la par que una bochornosa ignorancia... es dramático y deleznable a la par... que comentaríos... sois un par de idiotas terribles...