jueves, 1 de mayo de 2008

Qué buenos son los padres Laosianos... qué buenos son, que nos llevan de excursión! (A las aldeas de Luang Nam Tha)

Cuando no subimos posts al blog normalmente no es porque no tengamos nada que contar, sino más bien por lo contrario. Ultimamente llevamos un poco de retraso, pero es que tampoco tenemos tiempo para más. Ahora encima nos ha salido vida social y en lugar de descansar en el hotel nos vamos de comida o de cena o a la selva con los amiguitos que hemos echado por aquí, así que, aunque sea para bien, el blog no hay quien lo mantenga al día. Lo que más rabia nos da es no poder contestar rápidamente los comentarios de lo lectores, pero que sepais que nos hace mucha ilusión leerlos. Un día de estos nos ponemos al día .

En Luang Nam Tha en lo que nos hemos puesto al día principalmente es en reconciliarnos con el ecosistema mochilero. En nuestra cartilla de notas hemos pasado de "Juega sólo en el patio y le cuesta relacionarse" a "Disfruta de sus compañeros de clase". Y todo gracias a los padres Laosianos, que nos cuidan de maravilla. Quizás sea que aquí en el norte de Laos no hay bares ni vida nocturna y eso hace de filtro en el tipo de viajeros que llegan, pero la verdad es que hemos notado un cambio bastante agradable. O quizás sea simplemente que hemos dado con la gente adecuada y ya está... La cuestión es que últimamente nos lo hemos pasado pipa con los compañeros de viaje y hemos pasado más tiempo hablando con otras personas que en el resto de viaje junto. Por otra parte, como esto es tan pequeño y hay tan pocos turistas nos vamos reencontrando repetidamente con varios de ellos. El primero al que conocimos fue Serge, un francés de cuarenta y pico años al que conocimos en el microbús de Nong Khiew a Udom Xai y al que luego reencontramos dándose de alta en el mismo trekking que nosotros. En realidad éramos los únicos turistas que habían pasado por la oficina de la agencia ese día, y eso que ya eran las 3 y pico de la tarde. Tampoco es raro, porque la abren sólo a ratos. A nosotros nos costó todo un día de idas y venidas  verla abierta, pero el lince del guesthouse, que se suponía que nos contrataba la excursión a cambio de su comisión, ni siquiera fue capaz de que le cogieran el teléfono. Mejor, porque era totalmente imposible entenderse con él y seguro que hubiéramos acabado en China con un viaje del Imserso.

En la oficina de la empresa Nam Ha Ecoturism, cuando por fin la encontramos abierta, nos apuntamos en una pizarrita y nos dijeron que volviéramos a eso de las ocho para ver si nos teníamos que ir solos con el guía (y pagar algo así como el doble) o si se apuntaba más gente. En Laos todo es muy incierto y confuso, pero casi siempre acaba saliendo bien. Diez minutos más tarde se apuntaba Serge, y luego en el ciber nos contaba que a él le habían dicho que a las 7 de la tarde se hacía un mini briefing de como iba a ser la excursión, qué necesitábamos llevar, etc, etc.. Suerte que nos lo dijo él, porque si no nos lo perdemos. Al llegar vimos que había en total seis personas apuntadas, con lo que el precio pasaba a ser algo más asumible, algo menos de 20€ por persona y día todo incluido. Esa tarde, además de a Serge, conocimos a Silke, una chica alemana con pinta de mediofondista (que lo era) y a Yure, vascanaria, camionera, okupa y doctorada en Spanglish por la Universidad de Carrara (Italia) que estaba harta de que la confundieran con una israelí por culpa de los churros del pelo. Faltaba un chico mejicano que se había apuntado pero al que posiblemente nadie había avisado de que había una reunión previa. Carol y yo, igual que Serge, llevábamos una buena lista de preguntas para hacer, porque un treking de dos días por las selvas y poblados tribales de Laos parecía requerir algo de preparación. Cuando vimos que sólo nos iban a decir el precio y la hora a la que teníamos que aparecer al día siguiente el francés atacó con un "Bueno, pero que tenemos que traer?", a lo que el organizador respondió con un "Urmmm, nada...." que nos dejó algo preocupados. "Pero hace frío allí arriba?" "Urmm no, como aquí más o menos". "Y si llueve?" . "Urmmm pues igual mejor llevar un impermeable..." "Y hay sanguijuelas?" "Sí sí que hay, pero no es problema". "Como que no es problema?" "Nooo, si se te suben te las quitas y ya está, no son venenosas."(incluida sonrisa laosiana) "Y tigres hay?" "Urmmm... Sí, al parecer hay tres o cuatro por las montañas, pero no os preocupéis que no se ven." (sin sonrisa). Todo muy tranquilizador. Total, que como la comida y la bebida te la daban sólo había que llevarse la ropa del día, la cámara de fotos,  repelente de mosquitos, y poco más. Ni siquiera hacía falta el saco de dormir. Como no tuvimos que comprar nada ni preparar zumo de gumibaya como el día previo al Tongariro pudimos dedicar el resto de la tarde a explicar a Mr Thankiuverymas que nos íbamos dos días de treking y que si nos podía guardar las mochilas gordas en el hotel, al que volvíamos en dos días. "No os preocupéis que yo os lo organizo todo" fue la frase con la que despedimos el día, acompañada de un repeinado de flequillo de lo más convincente.

luang-nam-tha9El día siguiente lo iniciamos con un inquietante "Cuando habéis dicho que volvéis?", pero la suerte ya estaba echada. Desayunamos, nos fuimos para las oficinas de la agencia y allí nos reencontramos con "la pandi", a la que se había añadido en el último momento Josué, un chaval medio mejicano medio japonés tan estiloso que no se quitó ni el gorro ni la bufanda en dos días de jungla. Total, que aquello parecía "Gran Hermano Laos". Pero en lugar de pelearnos, nos llevamos genial a la primera. Que cosas, igual fueron las sanguijuelas las que nos unieron. Porque sanguijuelas las había a cientos, esperando una víctima a la que agarrarse. Carol había leído bastante sobre los bichejos en los libros de Borneo, así que estábamos preparados. Por lo que había leído, y en la excursión descubrimos que era totalmente cierto, las sanguijuelas, pese a parecer gusanos tontos, son capaces de olfatear a sus presas, dirigirse hacia ellas e incluso saltar para pegarse a los zapatos. Las más listas hasta se suben a las plantas y esperan a que un brazo o un cuello pase cerca para tirarse en plancha. Luego no hay calcetín o repelente de insectos que la detenga, se te pegan sin que lo notes y te succionan. Según los libros de Carol, la mejor táctica para deshacerse de ellas es dejarte las pantorrillas al aire para que al menos se te enganchen en una zona visible y te las puedas arrancar rápidamente. Total, que nosotros íbamos con zapatillas bajas, pantalones por las rodillas y patas al aire y el resto con botas de trekking, calcetines altos y pantalón por dentro, a la tirolesa. Que bonito es el amor.

A los cinco minutos de andar ya nos habíamos quitado todos alguna sanguijuela de encima, incluido Ton, el guía. Alguna hincó carne, pero Carol y yo nos libramos. En realidad tuvimos más suerte que los demás, pero más que por la teoría del muslamen al aire, donde no llegó ninguna,  yo creo que fue porque nuestras zapatillas eran más resbaladizas que las de los demás y les costaba más esfuerzo subir. Pero aún así en cinco horas de trek nos quitamos de encima como 30 o 40 cada uno. El momento crítico fue cuando tuvimos que pasar agachados por debajo de una rama baja y vimos un par a escasos centímetros de la cara, alargándose hacia arriba a ver si pillaban algo. Ni siquiera podíamos descansar tranquilos, porque en cuanto parábamos las veíamos acercarse arrastrándose... Que bichos más desagradables...

 luang-nam-tha6Nada más llegar al poblado en el que íbamos a pasar la noche (que sólo pueden describir las fotos) nos tiramos de cabeza a la "ducha", en dura competición con las abuelas del pueblo. Luego echamos un par de partidillas de petanca, dimos una mini vuelta por el pueblo (interrumpida por la lluvia) y nos fuimos a cenar. La población era de etnia Khmu, y teniendo en cuenta la cantidad de pollos, cerdos, patos y perros que correteaban libremente por debajo de las casas se diría que hambre no pasaban. Eso sí, tenían un alarmante déficit de gomas de pantalón. Los chavalillos del pueblo no tenían más remedio que sujetárselos con una mano mientras corrían, y teniendo en cuenta que necesitaban de la otra para que no se les cayera de la chepa el hermanito pequeño que casi siempre acarreaban, andaban algo estresados. Con la lluvia pudimos interactuar poco con ellos, pero los volvimos a ver junto a los mayores, que habían vuelto de trabajar en el campo, poco antes de que se pusiera el sol. Cuando llegamos al poblado tanto unos como otros llevaban kilos de roña encima, pero a última hora, por arte de magia, aparecieron todos relucientes, repeinados y algunos hasta con pantalones de pinzas y camisa, fumando pitillos con los amigos en la "plaza" del pueblo. En las cosas básicas, casi todos somos iguales.

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Una de las cosas buenas de los trekkings en el norte de Laos es que te explican detalladamente a donde va a parar el dinero que aportas: una parte para la empresa, una parte para el guía, una parte para la chica que acompaña al guía con la comida, otra para el chico que nos acompaña de pueblo a pueblo, otra para la familia que prepara la cena, etc.. En todos los casos el puesto es rotativo, así que todas las familias de los poblados acaban beneficiadas a lo largo del año. Lo tienen muy bien montado. Esperemos que puedan mantenerlo de esta forma y no acaben como en Chiang Mai, donde las excursiones a los poblados suelen ser sólo visitas a la tienda del poblado. Aquí no. Para cenar nos metimos en una de las casas cercanas, donde una señora nos preparó una cena similar a las toman allí cada noche: arroz glutinoso acompañado de distintos bols con verduras cocidas, huevos revueltos con setas, algo de carne, etc... Por lo que dijeron los compañeros la comida, aunque sencilla, no estaba mala, pero yo me conformé con el arroz. A la cena se apuntó la hija de la cocinera,  que a última hora sacó una botellita de licor de arroz casero (luego dijo que cada vez que venían turistas se ponía guapa para ver si le salía marido) y empezaron las canciones populares. Los chistes ya los había contado el guía Ton a mediodía, con un gracejo que ni Esteso en sus mejores momentos. El humor laosiano es difícil de describir, así que os pongo unas cuantas gracias para que os hagais una idea:

"Cual es la tortuga que puede nadar de norte a sur? La tortuga de la pasión, porque nos lleva a donde quiere."

"Cual es el animal con el pie más grande?" La montaña."

"Un mosquito y una luciérnaga chocan de frente cruzando el Mekong en plena noche. Cual de ellos tiene la culpa? La luciérnaga, porque el mosquito había pitado y la luciérnaga sólo llevaba puesta la luz trasera."

Lo mejor de todo es que nuestro silencio después de cada chiste no le impedía seguir contándolos, que tío. Aunque los chistes no son lo suyo, como guía es muy bueno, muy agradable y serio a la vez. Por lo que nos contó quería montar una empresa propia cerca de Luang Prabang. Cuando nos dé los datos la recomendaremos aquí, porque daba muy buena sensación.

luang-nam-tha7Total, que después de un ratito de hacer el tonto nos fuimos a dormir. El "hotel" del pueblo era una casa Khmu  como cualquier otra, aunque un poco más grande, donde nos esperaban varios colchones y mosquiteras. Carol y yo tuvimos de nuevo suerte y nos tocó  colcha con ositos. Yure y Silke tuvieron mala suerte y les tocó araña gigante y cucaracha incorporadas dentro de la mosquitera. Algunos gritos y escobazos después nos quedamos todos dormidos. A la mañana siguiente yo me fui a tirar unas fotillos por el pueblo. En Laos son muy muy tímidos y la mayoría de las veces no quieren que les tires fotos, pero esa mañana estuvo bien, porque sólo andaban por el pueblo abuelitas cuidando de nietos, y estaban encantadas de que les tiraras fotos y luego se las enviaras. Alguna salió chula. Luego fuimos todos a visitar la escuela del poblado. Al volver para el "hotel" Carol me dijo que le estaban dando unos retortijones de los que te dejan encogido, y el desayuno fue un poco dramático. Nos quedaban por delante siete horas de caminata "moderada" (luego pudimos calificarla como la más dura que hemos hecho en nuestra corta carrera trekkera), así que nos temimos lo peor. Por suerte Serge llevaba pastillas de no se qué, que le aliviaron algo. Luego, cuando nos quedamos sin agua, también nos dio unas pastillas purificadoras para que recargáramos en el río. Nos vinieron de maravilla, porque el camino de vuelta, escalando un río resbaladizo cuesta arriba, fue bastante duro. Nunca antes un francés había hecho tanto por la dignidad de dos españoles, que majo.

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Por el camino de vuelta pasamos por algún poblado más, esta vez de etnia Lanten, y nos pusieron la paradita de rigor con sus productos típicos. De nuevo agradecimos lo bien organizado que estaba el tema, porque en ningún momento nos atosigaron para que compráramos ni nos persiguieron por el poblado. El pacto es que si los turistas no compran, compra algo la empresa y nos lo regala, y a cambio los locales se comprometen a venderlo todo en el mismo sitio y sin presiones. Muy bien por ellos.

Al salir del poblado nos adelantaron tres viejecitas (a las que nunca volvimos a alcanzar porque ellas hacen en dos horas el trayecto que nosotros hacíamos en un día ) que probablemente iban a comprar tabaco. Lo que para nosotros era un trekking "moderado" a través de la jungla, para ellas era el único camino al supermercado o al médico. Y ni los tuktuks ni los burro-taxi ni ningún otro medio de transporte que conozcamos puede escalar un torrente de montaña, así que cualquier carga deben llevarla a pulso. No tenemos ni idea de qué harán cuando la temporada de lluvias aumente el caudal del río, suponemos que quedar aislados en el poblado  semanas o meses. El camino, además de ser bastante más duro que el del primer día, tenía mayor concentración de sanguijuelas. En un momento dado Ton se sacó de la manga una bolsa de detergente  (que evita que se te peguen las sanguis) y se empezó a embadurnar las botas, y cuando el guía hace eso es señal de que empieza lo malo. Pero el camino era tan agotador que pronto nos olvidamos de los bichos y nos concentramos en aguantar. Y por una vez no fui yo el primero en sacar el tema del helicóptero, que a todos se nos pasó por la cabeza :) De todas formas, entre que Carol andaba pocha y que yo tengo el aguante que tengo, llegamos a la civilización totalmente agotados. Pero nos lo habíamos pasado todos tan bien que incluso nos comprometimos para quedar a cenar juntos, lo que se ha ido repitiendo mientras hemos andado por aquí. La verdad es que tanto la excursión como las risas que nos hemos echado después con Yure, Serge, Silke y Josué han sido una de las mejores experiencias del viaje.

Seguimos con retraso, pero se nos escapa el autobús a Muang Sin y nos tenemos que ir ya mismo!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Viendo las fotos, no acabo de adivinar donde está la wifi para poder mandar estos relatos tan guays. Pese a todo, seguid haciéndolo, aunque sea por tam tam.
Lo que más me ha gustado es eso de "interactuar" con los nativos, jaja, tu has jugado a muchas aventuras gráficas, no?.
Aprovecho la ocasión para tirar de las orejas a la que se hace más mayor allí tan lejos. Un buen tirón entre retortijón y retortijón.
Cuidaros y hasta pronto

Anónimo dijo...

Me uno a la felicitación de la carrocilla. Muchas felicidades!! y a ver sin con un poco de suerte os reestableceis los dos lo antes posible.

Un abrazote

Carol dijo...

Oye oye, que yo si me hago mayor que si carrocilla que si leches. De verdad ehh Que no sale una de la crisis de los 30 y ya me va a dar la de los 35 (tu te acuerdas de esta calycanto, o se te ha olvidado ya? jeje).

Un abrazo a los dos con estos bracillos de abuela que se me estan poniendo!