Nos quedaba por ver la tortuga, y al final la vimos. Volvimos a Cairns desde la Magnetic Island y en los dos días que teníamos hasta coger el avión a Alice Springs nos marcamos otra excursión a la barrera de coral. Esta vez elegimos la más barata, que nos costó unos 65 dólares (unos 40 €) y la montaba una agencia llamada Compass. No teníamos muchas esperanzas de que fuera a valer la pena, porque entre otras cosas en Cairns estaba nublado y llovía a ratos. Como bien nos dijo el de la agencia, el tiempo de la barrera no siempre coincide con el de la costa y, efectivamente, no tuvimos ni una nube (y nos quemamos las pantorrillas). Aunque el barco era probablemente el más viejo del puerto y nos tuvimos que bajar a empujar varias veces por el camino, la excursión también valió la pena. La única pega que le vimos es que al ser tan lento pasas bastante menos tiempo en el agua que en la de Quicksilver. El arrecife al que te llevan también es algo menos fácil de ver que el de Agincourt, pero la relación calidad/precio sigue estando muy bien.
Y quizás por eso la gente que elige esta excursión (al menos por lo que vimos nosotros) suele ser la que nunca antes ha hecho snorkel, lo que tiene sus pros y sus contras. Entre los pros está que te ríes un montón con la familia india multigeneracional que comparte flotador o con la chica inglesa que tiene pánico al agua y chilla cada vez que ve un pez. La parte mala es que algunos, bien por nervios bien porque son así, te pegan con los patos cada dos o por tres o emergen de las profundidades justo en tu barbilla. Por no hablar de la que se lió cuando vieron a la tortuga... peor que en las rebajas. Por suerte nosotros nos tiramos los primeros y pudimos estar un ratito a solas con ella... y con el fotógrafo del barco, que no se despegaba gracias a sus bombonas de oxígeno y al coral que le iba dando. Luego llegaron las hordas y pensamos que la tortuga se iría enseguida, pero que va. Se quedó por allí, comiendo su coral y subiendo a la superficie a respirar cada vez que le apetecía. Los turistas nos dábamos literalmente de codazos para estar con ella, y la pobre también recibió alguno. Ahora entendemos para qué necesita el caparazón.
Como yo no estoy hecho para nadar y dar codazos a la vez me fui a dar de comer a los pececillos un trozo de pan que me había escondido hábilmente debajo del neopreno. y dejé a Carol peleándose con los demás turistas. Como a las miguitas no reaccionaban y viendo que se me hacía tarde, les saqué la barra de cuarto entera y empezaron a arrimarse algunos. Para desgracia mía por detrás vinieron dos de los gordos y por sorpresa me pegaron un buen bocado en el dedo. Así que les solté la barra entera y me fui antes de que llegaran los tiburones al olor de la sangre. No vinieron, y me pude quedar un rato más con la tortuga, pero enseguida nos llamaron desde el barco porque ya nos íbamos.
El camino de vuelta nos lo amenizaron con una turistada llamada bom-netting que nos hizo saltar lágrima de risa. Consiste en que atan una red a la parte trasera del barco y los más chulitos se tiran en ella para ser arrastrados por el barco. Por detrás va una barca escoba recogiendo a los que se sueltan. La gracia está en ver quien traga más agua, quien pierde el bikini o el bañador y quien recibe más porrazos, porque en la red van 5 turistas por metro cuadrado. Las tres categorías las ganaron sin discusión los varones hindús. Mientras, sus esposas, hijas y nietas, y el resto de los pasajeros, llorábamos de risa.
Llegamos a Cairns con las pantorrillas achicharradas por el sol, lo que prueba que nuestro estilo de flotación es todavía algo deficiente. Y de ahí, directos a Alice Springs y el Uluru, donde se nos van a comer los escorpiones y los cocodrilos. Seguiremos informando.
P.D. La foto del marrajo no la hemos hecho nosotros, pero es de un tiburón de arrecife igualito al que vimos. De adultos miden 2,20 metros...
1 comentario:
Vaya tamaño tienen esas tortugas !!!
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