domingo, 7 de octubre de 2007

De Osaka a Nagasaki

Esta foto es de nuestra visita de ayer al castillo de Himeji. La idea original era visitar el de Osaka, pero estando Himeji tan cerca, en el último momento nos decidimos por éste, que es mucho más espectacular. La visita es muy entretenida pero acabas agotado de los seis pisos de escaleras empinadas que hay que subir. Como curiosidad contar que el recinto del castillo tiene un edificio que dedicaban al ritual del harakiri y a cortar cabezas. Un centro de ocio, vaya.

Casi a las 5 hemos llegado en tren a Nagasaki. Salimos de Osaka esta mañana con un shinkansen y luego hemos cogido uno normalito. Entre la llegada del primer tren y la salida del segundo sólo había 15 minutos de por medio, pero son tan puntuales que te da tiempo a hacer el trasbordo sin prisas. Y hablando de transportes, hoy mi mochila estrena ruedas. Hace unos días, todavía en Tokio, la rodilla derecha empezó a molestarme, supongo que de andar tanto, y antes de ayer cuando nos tocó desplazarnos con las mochilas iba con un poco de miedo de sobrecargarla. Pero se portó bien y en Osaka no me ha molestado mucho. De todos modos, ayer decidí que era un riesgo tonto cargar con peso mientras la tenga así y me compré un transportín con ruedas por 1.500 yenes. Hoy he amarrado la mochila al bicho y funciona de maravilla, asi que probablemente en lo que resta de Japón iré en este plan. A mi lado aventurero y sufridor le da un poco de vergüenza tener que recurrir a estos apaños por lo que cuando veo que alguien me mira raro, me apresuro a explicar que no es que sea una mochilera cutre, es que es por la rodilla y tal.

En Nagasaki están en pleno Kunchi, uno de los festivales más grandes de Japón. Al llegar a la estación ya se veía el ambientillo festivalero. Además se nota que estamos en el sur. Los nagasakeños tienen pinta de ser bastante más relajados que los tokiotas y en la calle la gente se ríe, gesticula y habla en voz alta. También la forma de vestir es distinta. En esto nos fijamos bastante, sobre todo en las chicas porque son las que más variedades presentan. En Tokio van en plan raritas de diversos tipos o en plan rompedoras con dos capas de maquillaje y tacones de 5 cms. En Osaka van supermaqueadas, con tres capas de maquillaje y tacones de 10 centímetros. Son como Beyoncés asiáticas, pero con más presupuesto en peluquería (en laca sobre todo). Aquí en Nagasaki son más de sport, arregladas pero sin sufrir tanto.

Volviendo a Nagasaki, por lo que hemos visto hoy se nota mucho la relación con Europa. Nagasaki fue la primera ciudad de Japón en comerciar con occidente, en concreto con portugueses y holandeses por allá por el siglo XVI. Japón era budista por entonces y empezaron a pensar que igual tanto venir portugueses igual se les llenaba esto de cristianos, asi que los largaron de aquí unos años más tarde. A nosotros los españoles que vinimos a hacer perras y a ver si cristianeábamos a alguien, también nos dijeron adiós con la manita, y a los holandeses que eran protestantes pero poco, los dejaron estar así por lo bajini.

En la vuelta que nos hemos pegado esta tarde por la ciudad nos hemos topado con los puestos propios de cualquier fiesta de pueblo que se precie, que no son 20 ni 30. Son cerca de 300, sin exagerar. Los de comida evidentemente no tienen nada que ver con los de las fiestas del pueblo de mi padre en Jaén, pero otros sorprendentemente son los mismos. Por ejemplo el de las escopetas o las tómbolas. Aquí estas últimas están más al día y sortean Nintendos WII, aunque el nivel de horterismo del resto de regalos es similar. Si algo aprende uno viajando es que la globalización empieza por lo hortera.

Los puestos que de ninguna manera encontraríamos en mi pueblo, por hacer una lista son: los que venden calamares de medio metro a la parrila ensartados en palos, los de pescar escarabajos o galápagos vivos de un terrarium con un imán, los de pescar peces con una raqueta de papel (a esto jugué un día en otra feria de Tokio) , los de leerte la mano o los de croquetas de pulpo.

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